Enrique Valiente Noailles


IDEAS Y OPINIONES PUBLICADAS- NOTAS, ENTREVISTAS

Las salvajes escenas ocurridas fuera del Congreso fueron provocadas por un grupo de delincuentes, frente a los cuales los poderes de la democracia no deben tener la menor vacilación en actuar. La democracia tiene que saber demostrar que es más fuerte que la violencia. Se le ha dado el monopolio de la fuerza para que no dude en ejercerla contra quienes exhiben el argumento de los morteros. Es importante dejar atrás la culpa que arrastra el Estado, en un contexto de democracia y legalidad, de ejercer pleno poder contra quienes atentan contra la paz. Parte de la violencia proviene de la desesperación de comprender que no es un gobierno, sino la mayoría de la sociedad la que decidió cambiar su destino. Y lo que se quiso cambiar está representado por los hechos del lunes.

Aun así, lo sucedido nos recuerda que la Argentina está atravesada por diversas edades: de la prehistoria en que los conflictos se resolvían con palos y piedras al medioevo que tiene capturadas algunas provincias, hasta la modernidad que exhiben sectores sumamente desarrollados. No es sólo la esporádica irrupción de violencia, sino la lucha entre los diferentes estadios de madurez lo que hace crujir a la Argentina. Y esto tiene que ver con lo que ocurría dentro del Congreso. La madurez se adquiere cuando se comprenden y aceptan las propias restricciones, junto al ejercicio de priorización que ellas exigen. Un país en el que todos creen que tienen derecho a todo necesita acelerar el desarrollo de esta conciencia.