Giacomo Marramao ----- SOBRE EL SÍNDROME POPULISTA * Las estrategias de deslegitimación son una constante en el debate político contemporáneo. Giacomo Marramao defiende en ‘Sobre el síndrome populista’ (Gedisa) que solo una democracia desaprendida de fetiches identitarios logrará promover la acción colectiva y el debate social. * https://ethic.es/2021/04/sobre-el-sindrome-populista/ * La deslegitimación es, sin duda, una constante del conflicto político: baste pensar en las «injurias» de Maquiavelo. Pero precisamente por eso corre el riesgo de resultar, al igual que el conflicto sans phrase, un contenedor vacío. Solamente puesta en relación con contextos y contenidos específicos puede producir efectos de conocimiento. En nuestro presente, el conflicto político aparece impregnado de elementos de orden ético, religioso, antropológico: elementos convertidos en no accesorios, en constitutivos de lógicas identitarias que han ocupado el lugar de los marcos ideológicos conocidos (y experimentados) en los dos últimos siglos de la modernidad. Siglos largos: tampoco el siglo XX ha sido un siglo breve, sino, según la definición de Giovanni Arrighi, el «largo siglo XX». * A caballo entre los siglos XX y XXI, estamos asistiendo al fracaso de los dos principales modelos de integración en la ciudadanía que hemos teorizado y practicado en el curso de la modernidad: el modelo universalista-asimilacionista republicano y el modelo diferencialista-multiculturalista fuerte, o «en mosaico» –por retomar la metáfora de Seyla Benhabib–. Ironías de la historia: el «modelo République» y el «modelo Londonistán» producen las mismas formas de conflicto identitario, caracterizadas por el paso de la lógica del cálculo racional de los intereses a la lógica de la pertenencia (o, si adoptamos el léxico de Alessandro Pizzorno, de la«conversión»). * Para complicar el panorama, el mundo globalizado se encuentra en una especie de «interregno» entre el ya no del viejo orden de los Estados-nación soberanos y el aún no de un orden posnacional que, después de perfilarse a duras penas, parece replegarse sobre sí mismo levantado fronteras anacrónicas y coagularse en una geopolítica y una geoeconomía de grandes espacios dominados por los Estados-continente: de Estados Unidos a China, de India a Rusia y a Brasil. En este interregno, como en todo interregno, se divisan ya híbridos monstruosos que podrían marcar el final de ese conjunto de saberes y prácticas al que desde hace dos mil quinientos años venimos dando el nombre de política. ----- El tiempo aparece inevitablemente como lo que se sustrae del poder de dar cuenta de lo que “es”: el tiempo pasado ya no es, el tiempo futuro no es todavía y el presente no perdura. Lo interesante de esta negatividad es que el desfasaje temporal que la pregunta instaura, paradójicamente, a través del tiempo, deja en el centro de la escena a la temporalidad experiencial que aquí nos interesa: aquélla del instante de tiempo-ahora, el presente que no podemos asir y sin embargo vivimos, que no podemos retener y sin embargo nos marca subjetiva y experiencialmente. Tal como nos muestra la paradoja agustiniana y tal como nos enseña Bergson, la experiencia en presente siempre ha sido leída, interpelada, calculada, desde nociones que no alcanzan a aprehenderla. Hay un presente del pasado que es la memoria; a la vez hay un presente del futuro que es la espera o su anticipación; de la experiencia del presente en tiempo presente pareciera que sólo puede quedarnos una “percepción” subjetiva y la recobrada imposibilidad de poder decirlo. ¿Cómo dar voz, entonces, a este inefable sentimiento del tiempo?