- La fragilidad de la acción humana, su carácter impredecible y contingente, supone que cada nuevo acto de fundación surja sin garantizar el éxito; “que la más libre de las acciones políticas puede acabar trayendo el bien pero
también el mal” (Villa, 1998: 15). Por ello se confía en el gobierno de las leyes y no tanto en el de las personas.