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---- * Lo que la pensadora Judith Shklar alerta desde el pasado * Pese a que fue olvidada, la obra de la filósofa letona regresa en diversas reediciones, para alertar sobre la la democracia liberal contemporánea * https://www.clarin.com/revista-n/ideas/pensadora-judith-shklar-alerta-pasado_0_Kz7dIvbLz.html?adcmp=pwclarin-cpa-DSA-C1-30&gad_source=1&gad_campaignid=12801678220&gbraid=0AAAAADN1DWiXOGcCqGYcAa72RfQU3l1oM&gclid=CjwKCAjwtrXFBhBiEiwAEKen19oqhfgWs6ZeW4rkpllpxFEbDzryM5HgZ3UpXgrgmobAvQ9_sgTtkxoCiLoQAvD_BwE * 12/11/2021 18:55/ Actualizado al 25/07/2022 15:49 * Por Fernando Manuel Suárez * Leer por primera vez un libro publicado en 1957 y notar su vigencia produce un doble efecto: perplejidad ante la clarividencia del autor en cuestión y, por otro lado, preocupación porque los problemas de otrora parecen seguir siendo los nuestros. En este caso, se trata de una autora, Judith Shklar, y el libro en cuestión es Después de la utopía, traducido recientemente al español por la editorial Antonio Machado. * Durante mucho tiempo olvidada o, al menos, soslayada tras su pronta muerte, el trabajo teórico de Shklar ha vuelto a reverdecer al calor de los temores por una democracia liberal menos vigorosa y más endeble de lo que creímos durante algunas décadas. Sin embargo, su recuperación y usos merece una observación aparte, dado que los liberalismos, así en plural, no son siempre lo mismo y las amenazas, que suelen homologarse con fórceps, tampoco parecen asemejarse del todo. * Letona de nacimiento, Shklar es una de esas intelectuales aptas para ser embanderadas en cierto atlantismo anti-totalitario y un clamor trasnochado con evocaciones de la Guerra Fría. Y es cierto que su biografía y su obra se prestan para ello. Aunque las comparaciones son odiosas, se suele emparentar la trayectoria académico-intelectual con dos figuras célebres: Hannah Arendt, como hace Alex Honneth en el prólogo de Liberalismo del miedo, e Isaiah Berlin, como propone Daniel Gascón en Letra Libres. * Las similitudes son ostensibles –exilio, preocupación por las libertades, rechazo teórico y político al totalitarismo, etcétera–, pero las diferencias hay que explorarlas con más detenimiento. * Judith Nisse Shklar fue una pionera en muchos sentidos: fue la primera catedrática del departamento de Ciencia Política de Harvard y también la primera presidenta de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política. Su obra influyó a muchas y muchos pensadores, incluidos John Rawls y su amigo personal Michael Walzer. * Sin embargo, quizá por las muchas misoginias que anidan en los recodos del mundo académico y sus alrededores, quizá por una política editorial errática e injusta, su obra quedó olvidada o, en el mejor de los casos, reducida a su más celebrado escrito: El liberalismo del miedo. La política de traducciones al español no tuvo mejor suerte, si bien se publicaron algunos de sus libros o artículos en su momento (Legalismo, Vicios ordinarios, Liberalismo del miedo), esos ejemplares son hoy prácticamente inconseguibles. * Sin embargo, esta situación parece haberse revertido en las primeras décadas del siglo XXI. No solo se han realizado reediciones de muchos de sus más importantes escritos en idioma original, sino que incluso se han multiplicado las publicaciones en torno a su obra (como, por ejemplo, el libro de Giulia Ganna de 2018 o la compilación coordinada por Samantha Asheden y Andrea Hess de 2019). * Esto parece haber repercutido positivamente en el mercado editorial hispano y desde 2013 se han traducido y publicado varios de sus trabajos, entre los que se destaca el libro Después de la utopía. * Muchos liberales, como el incombustible Mario Vargas Llosa, son muy proclives a construir su panteón de referentes intelectuales basado en un clivaje fundamental: a favor y en contra de la libertad. Ese razonamiento, no muy diferente al de algunos populistas a los que combaten, hace converger tradiciones y autores de manera un tanto arbitraria, sin las sutilezas que parecen exigir a otros. * Las manifestaciones políticas del liberalismo contemporáneo, virulento y escorado hacia la derecha, está dominado por una retórica simplista, una virulenta diatriba antisocialista y una serie de tópicos que se repiten una y otra vez. La libertad de mercado, la meritocracia y una manifiesta desconfianza a la intervención estatal por encima de cualquier otra cosa. * Otras banderas del liberalismo como la tolerancia o el pluralismo aparecen en un segundo plano con suerte, cuando no escondidos bajo la alfombra. Sería injusto decir que no subsisten liberales progresistas genuinos, pero resulta difícil divisarlos con claridad, sus valores e idiosincrasia no son rendidores en el fragor de la batalla política. * Shklar era una liberal, no cabe dudas. Sus referencias teóricas, sus preocupaciones académicas y sus preferencias políticas así lo ratifican. Pero su liberalismo, de forma explícita, contenía elementos que hacen difícil hacerla convivir, sin más, en la misma familia de quienes hoy llevan la voz protagónica del liberalismo realmente existente en nuestros países. * Como señala Alex Honneth, “la Judith Shklar liberal se ha convertido de pronto en una socialdemócrata convencida”. Esa ubicación ideológica, que el teórico crítico alemán deduce de su “liberalismo del miedo”, tienen en Después de la utopía una expresión mucho más clara y contundente. * Utopía y después… * Como gran parte de la obra de Judith Shklar, Después de la utopía está teñida de escepticismo y cierta desazón. Cierta fe liberal en los valores de la Ilustración se ve frente a su declive y la amenaza en ciernes de un romanticismo tan irracionalista como antipolítico: “El fin del Siglo de las Luces no solo ha significado el declive del optimismo y radicalismo social, sino también el fin de la filosofía política”, señala Shklar desde el inicio de su libro. * El grueso del libro es una larga diatriba contra las respuestas románticas contra los valores ilustrados, de Herder a Heidegger, pasando por Hegel y Nietzsche. “Ya rechazasen toda actividad política o tratasen de transformarla en estética, los románticos fueron antipolíticos”, dice con contundencia la autora. Quizá esa querella contra el romanticismo y otras formas de irracionalismo, como el “fatalismo cristiano” reaccionario, sea el rasgo más propiamente liberal de Shklar y quizá el menos sutil de su análisis, al menos en los trazos gruesos * Capítulo por capítulo, autor por autor, el análisis muestra más matices y profundidad, pero esto no obsta que algunas afirmaciones suenen un poco terminantes y, tal vez, temerarias ante la escueta evidencia. Una historia de las ideas bastante tradicional, como la que la autora practica, tampoco contribuye mucho a limar sus aristas más cuestionables, al menos desde nuestro punto de vista. * Quizá más interesante, al menos a lo que nosotros respecta, es su diagnóstico y punto de partida y, todavía más, su juicio adverso sobre los herederos fallidos del ideal ilustrado a mediados del siglo XX todavía con la larga sombra totalitaria proyectándose: el liberalismo y el socialismo. Su diagnóstico es contundente: “Sin un atisbo de optimismo, la filosofía política se hace imposible”, la utopía y la radicalidad, no en sentido revolucionario, se han filtrado entre los dedos de la historia. * “Sin ese mínimo de fe utópica, ningún radicalismo tiene sentido”, señala Shklar. La autora observa, no sin cierto desánimo, a ese liberalismo que se ha tornado conservador, ya en esos años, y un socialismo puramente defensivo. Ese estado de situación, como decíamos al principio, podría haberse escrito hoy mismo: mérito de la autora o, tal vez, no hay mucho nuevo bajo el sol. * En este punto, y he aquí lo que nos interesa, la autora no titubea mucho en el sentido e intensidad de sus críticas, así como de sus preferencias (así sean moderadas). Su visión del liberalismo conservador es lapidaria, un aparente oxímoron fraguado en corriente política (que aquí en la Argentina han trabajado Martín Vicente y Sergio Morresi, entre otras/os) que abandonó los principios de “la Ilustración y finalmente se sometiera al espíritu del fatalismo”. * Un liberalismo reducido a la defensa irredenta de la propiedad privada y el imperio del mercado, poco interesado por la autonomía personal y la emancipación política. Por el contrario, la lectura sobre el socialismo, en su versión socialdemócrata, es un tanto más halagüeña: si bien señala su falta de radicalidad e imaginación teórica, su además defensivo ante las conquistas del Estado de bienestar, pero reconoce que, a pesar de eso, el socialismo ha asumido “la tarea del liberalismo del siglo XIX”. Tal vez, como también pensará Tony Judt tiempo después, la pereza teórica fuera fruto de un relativo éxito político. * Muchas veces el tono cáustico de su reflexión, ese “liberalismo sin ilusiones” (título de la compilación en homenaje que coordinó Bernard Yack), su llamado a un “escepticismo razonado” hacen perder de vista su compromiso político con los desafíos de su tiempo. Su preocupación por las injusticias, en un sentido más amplio que ciertos usos tendenciosos del “liberalismo del miedo” hacen, y su apuesta por la participación política vuelven su posición política menos proclive de ser encadenada a los liberalismos conservadores que arrecian estos tiempos. * En su última conferencia, que llegó a escribir pero no a exponer, hacía un llamamiento: “Al volver a dibujar la línea que separa lo inevitable de lo transformable, el ciudadano justo puede promover activamente la justicia”. El escepticismo teórico, finalmente, no debe llevar a la parálisis, queda la acción política. ---- * Judith Shklar: la ciudadanía democrática | Paloma de la Nuez * https://www.youtube.com/watch?v=AicUJpE0CNE * 1 jul 2023 * Paloma de la Nuez, profesora de Historia de las Ideas Políticas en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, nos habla de Judith Shklar. * "La condición de posibilidad de la libertad es la ausencia de temores (...) estos solo pueden ser superados mediante un orden institucional jurídico y político adecuado" afirmaba Shklar, una de las figuras más influyentes de la teoría política estadounidense. ---- * Sesión "Miedo y libertad: el liberalismo político de Judith Shklar", con Paloma de la Nuez * https://www.youtube.com/watch?v=PAjxaOdrlz4 * 13 feb 2021 * Quinta Sesión del Seminario "Siglo XX y Pensamiento Político" organizado por el Club Tocqueville con el patrocinio de la Fundación Konrad Adenauer y la colaboración de GEDECO. * Con Paloma de la Nuez, profesora de Historia del Pensamiento, Universidad Rey Juan Carlos. ---- * Judith Shklar: Del miedo en la tiranía al fuego de la libertad|III Ciclo Totalitarismo y Libertad|03 * Agenda del III Ciclo de Conferencias: * Totalitarismo y Libertad: El Individuo frente al Poder * Carolina Guerrero * https://www.youtube.com/watch?v=k2iDGXyoZ_s MIÉRCOLES 8 de Septiembre Richard Rorty: La Ironía como defensa de la Libertad. Hora: 4:30pm (VET) MIÉRCOLES 15 de Septiembre Václac Havel: Resistencia y disenso irreductible. Hora: 4:30pm (VET) MIÉRCOLES 22 de Septiembre Judith Shklar: Del miedo en la tiranía al fuego de la Libertad. Hora: 4:30pm (VET) MIÉRCOLES 29 de Septiembre Umberto eco: El individuo ante la autofagia totalitarista. Hora: 4:30pm Para participar en el evento por Zoom, regístrese en el siguiente enlace: https://l.cedice.org.ve/Totalitarismo... ¿Quiere saber más de nuestros eventos? Síganos en redes sociales: Instagram: @CediceLibertad Twitter: @Cedice Facebook: Cedice Libertad Transcripción Sigue la transcripción para no perderte nada. * https://www.youtube.com/watch?v=k2iDGXyoZ_s ---- * SEGUIR EXPLORANDO |
Judith Shklar
SociedadDecente su precisa argumentación se inspira en Judith Shklar e Isaiah Berlin
- Judith Shklar y el liberalismo del miedo
- La pensadora judía letona, primera catedrática de Harvard, pensaba que la crueldad es el mayor enemigo del liberalismo.
- Daniel Gascón- (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023)
- 23 marzo 2018
- “Éramos básicamente judíos alemanes, lo que significaba que todo el mundo quería que fuéramos otra cosa en el mejor de los casos o matarnos en el peor de los casos”, escribió Judith Shklar (Riga, Letonia, 1928 – Massachusetts, Cambridge, 1992), una historiadora de las ideas y teórica política que hizo carrera académica en Estados Unidos. Fue la primera catedrática de Harvard y la primera presidenta de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política.
- Poco antes de que los rusos invadieran Letonia, los Shklar (una familia educada, liberal y relativamente próspera, la madre era pediatra en las barriadas) huyeron a Suecia. Atravesaron Siberia en tren y llegaron a Japón antes del ataque de Pearl Harbor; se dirigieron a Canadá y más tarde a Estados Unidos, donde pasaron unas semanas detenidos en un campo de detención de inmigrantes orientales ilegales. Todas estas experiencias, decía Shklar en el texto autobiográfico “A Life of Learning”, “me han dejado con un perdurable gusto por el humor negro”.
- A veces se ha comparado a Shklar con Hannah Arendt y con Isaiah Berlin. A la autora de La condición humana le reprochó alguna vez la idealización de la polis griega. Shklar compartía con Isaiah Berlin, también nacido en Riga, la vocación de historiadora de las ideas y la confianza en la capacidad reflexiva de la literatura, pero en vez de los escritores alemanes o rusos que favorecía el autor de Las raíces del romanticismo, ella prefería hablar de autores de lengua francesa como Montaigne, Montesquieu y Rousseau.
- Liberalismo sin ilusiones
- Herder ha publicado El liberalismo del miedo, un ensayo breve de 1989 sobre una de las ideas más conocidas de Shklar. En él la autora defiende lo que se podría definir como un liberalismo escarmentado. En el prólogo Axel Honneth explica que para Shklar la superioridad ética del liberalismo frente a otras nociones de orden “debe resultar única y exclusivamente de que, gracias a sus mecanismos institucionales, sea capaz de evitar las peores vulneraciones que en cada caso se podrían infligir históricamente al hombre”. El objetivo no es establecer situaciones deseables, sino impedir situaciones condenables. Es, explica Honneth, un liberalismo “desde abajo”, con un componente importante de psicología moral. Como escribió Fernando Vallespín en el excelente prólogo a Los rostros de la injusticia, su máxima sería “evitar el sufrimiento”. Y evitar el miedo y el miedo al miedo: “La condición de posibilidad de la libertad es la ausencia de temores, y estos solo pueden ser superados mediante un orden institucional jurídico y político adecuado”.
Para Shklar, el liberalismo es una doctrina política, no una filosofía de vida ni una doctrina positiva. Su objetivo es que “toda persona pueda tomar sin miedo ni favor todas las decisiones efectivas posibles en todos los aspectos posibles de su vida”.
El liberalismo se relaciona con elementos de la modernidad, y nace de la experiencia de las guerras de religión. Montaigne comparte con él atributos como la tolerancia y el espíritu humanitario, pero a juicio de Shklar sería un error considerarlo liberal. Tampoco cree que Hobbes sea uno de los padres del liberalismo, porque “ninguna teoría que conceda a las autoridades públicas el derecho incondicional de imponer a la ciudadanía las creencias o, incluso, el vocabulario que consideren más ajustados puede ser calificada siquiera remotamente de liberal”.
El liberalismo, explica Shklar, “debe rechazar solamente las doctrinas políticas que no reconozcan ninguna diferencia entre las esferas de lo público y lo privado”; que exista una línea entre las dos es más importante que el lugar donde se trace esa línea. Aunque inicialmente esta distinción tenía que ver con la religión, ya no se limita a ese asunto, y los liberales tienen “un abanico muy amplio de creencias filosóficas y religiosas”. Hay una alianza de intereses entre el escepticismo y el liberalismo, como la hubo en un momento entre el liberalismo y las ciencias naturales, pero no es una alianza necesaria: “Las ciencias naturales viven para cambiar, mientras que el liberalismo no tiene que adoptar ninguna visión particular de la tradición”.
Es una concepción deliberadamente modesta: un volumen de homenaje a la autora se titulaba Liberalismo sin ilusiones. Pero, según ella, eso no significa que carezca de contenido, sino que es “un contenido absolutamente no utópico”. No tiene tanto que ver con la esperanza como con la memoria. Ahí, explica la autora, se distingue de otros tipos de liberalismo: el liberalismo de los derechos naturales, “que busca la satisfacción constante de un orden normativo preestablecido ideal” y que podría encontrar una plasmación paradigmática en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, y el liberalismo del desarrollo personal, con su énfasis en la educación.
Si los dos portavoces de estas formas de liberalismo serían John Locke y John Stuart Mill, estos dos pensadores no tenían “una memoria histórica particularmente desarrollada”. No es el caso de Shklar, que piensa en el mundo posterior a 1914, con el regreso de la tortura y el horror de la guerra moderna. “El liberalismo del miedo es una respuesta a estas realidades innegables y, por tanto, se concentra en el control de daños”, escribe.
Las categorías que más importan al liberalismo del miedo son la de los débiles y los poderosos, y la libertad “que desea garantizar es la libertad frente al abuso de poder y la intimidación de los indefensos”. Aunque el totalitarismo sea el ejemplo más claro de ese abuso, no es el único, y abusar de la noción de liberalismo es peligroso porque puede servir para que no nos preocupemos de otras coerciones menos destructivas: el liberalismo del miedo “contempla con igual inquietud los abusos de los poderes públicos de todos los regímenes”, escribe Shklar. Pero una y otra vez vemos que, si no se les impide hacerlo, “la mayoría de los organismos del gobierno se comportarán en mayor o menor medida de manera ilícita y brutal”.
Berlin, Shklar y la crueldad
El liberalismo del miedo recuerda a la libertad negativa de la que hablaba Isaiah Berlin. Pero Berlin, dice Shklar, no entra a discutir las condiciones de esa libertad, “las instituciones sociales y políticas que hacen posible la libertad individual”. Para que esa libertad negativa sea políticamente relevante es necesario explicar algunas características institucionales de un régimen relativamente libre. También hay unos elementos sociales, como la dispersión del poder –el pluralismo– y la “eliminación de las formas y grados de desigualdad social que exponen a las personas a las prácticas opresoras”. El liberalismo del miedo no descansa
sobre una teoría del pluralismo moral. No ofrece, sin duda, un summum bonum por el que todos los agentes políticos deberían luchar, sino que comienza ciertamente por un summum malum que todos nosotros conocemos y deberíamos evitar, si pudiéramos. Ese mal es la crueldad y el miedo que despierta, así como el miedo al miedo mismo. En esa medida, el liberalismo del miedo realiza una afirmación universal y particularmente cosmopolita.
La crueldad es para Shklar el mayor enemigo del liberalismo. Pero la autora también reconoce la necesidad de la coerción. Pretende impedir el miedo que generan la arbitrariedad, lo imprevisible, las agresiones, sabiendo que muchas veces estar vivo es tener miedo y que hay razones para temer una sociedad de personas temerosas. “Lo que el liberalismo requiere es la posibilidad de convertir el mal de la crueldad y el miedo en la norma básica de sus prácticas y prescripciones políticas. La única excepción a la regla de la evitación es la prevención de crueldades mayores”. La formulación viene en parte de Kant y debe a Locke la desconfianza en los gobiernos, pero el liberalismo debe mantenerse en el eclecticismo.
La separación entre lo público y lo privado no es invariable ni carece de otros matices, como la conciencia del poder de las grandes empresas y corporaciones. Estas no se pueden juzgar igual que los pequeños comercios, pero Shklar recuerda que “nada otorga a una persona mayores recursos sociales que el derecho de propiedad legalmente garantizado. No puede ser ilimitado porque es en primera instancia una criatura de la ley, pero también porque sirve a un fin público: la dispersión del poder”.
Shklar responde a algunas objeciones al liberalismo del miedo. Se dice que es reduccionista porque se basa “en el sufrimiento físico y en los miedos de los seres humanos ordinarios, en lugar de basarse en aspiraciones morales o ideológicas”. Eso supone pensar, dice, que las emociones son inferiores a las ideas y sobre todo a las causas políticas. Pero las causas no son todas edificantes y no se justifican a sí mismas. “Produciríamos mucho menos daño si aprendiéramos a aceptarnos mutuamente como seres sintientes, lo que quiera que esto sea, y a comprender que el bienestar físico y la tolerancia no son simplemente inferiores a los demás objetivos que cada uno de nosotros pueda optar por perseguir”.
Otra crítica al liberalismo del miedo es la “racionalidad instrumental”. A su juicio la acusación no funciona: en primer lugar, porque el liberalismo tiene unos fines muy claros; en segundo lugar, porque equivale a “desdeñar a quienes no quieren pagar el precio de aventuras utópicas, y menos aún de las inventadas por otros”.
En un momento en el que abunda la tentación de sentirse víctima, resulta casi exótico el objetivo de Shklar: evitar que haya víctimas. Considera que el relativismo absoluto, no solo liberal sino psicológico, que rechaza al liberalismo del miedo por “occidental” y abstracto es “profundamente antiliberal no solamente por su sometimiento a la tradición como ideal, sino por su identificación dogmática de toda práctica local con aspiraciones humanas profundas y compartidas”. Rechaza la idea de la lealtad como una virtud política, y se rebela contra las políticas identitarias y el multiculturalismo:
La marca distintiva del liberalismo solía ser el cosmopolitismo y la defensa de que un insulto a la vida y a la libertad de un miembro de cualquier raza o grupo en cualquier parte del mundo era motivo de genuina preocupación. Puede ser una repulsiva paradoja que el éxito mismo del liberalismo en algunos países haya atrofiado la empatía política de sus ciudadanos. Ese parece ser uno de los costes de dar por supuesta la libertad, pero podría no ser el único.
- Lo que la pensadora Judith Shklar alerta desde el pasado
- Pese a que fue olvidada, la obra de la filósofa letona regresa en diversas reediciones, para alertar sobre la la democracia liberal contemporánea
- 12/11/2021 18:55/ Actualizado al 25/07/2022 15:49
- Por Fernando Manuel Suárez
* Leer por primera vez un libro publicado en 1957 y notar su vigencia produce un doble efecto: perplejidad ante la clarividencia del autor en cuestión y, por otro lado, preocupación porque los problemas de otrora parecen seguir siendo los nuestros. En este caso, se trata de una autora, Judith Shklar, y el libro en cuestión es Después de la utopía, traducido recientemente al español por la editorial Antonio Machado.
- Durante mucho tiempo olvidada o, al menos, soslayada tras su pronta muerte, el trabajo teórico de Shklar ha vuelto a reverdecer al calor de los temores por una democracia liberal menos vigorosa y más endeble de lo que creímos durante algunas décadas. Sin embargo, su recuperación y usos merece una observación aparte, dado que los liberalismos, así en plural, no son siempre lo mismo y las amenazas, que suelen homologarse con fórceps, tampoco parecen asemejarse del todo.
- Letona de nacimiento, Shklar es una de esas intelectuales aptas para ser embanderadas en cierto atlantismo anti-totalitario y un clamor trasnochado con evocaciones de la Guerra Fría. Y es cierto que su biografía y su obra se prestan para ello. Aunque las comparaciones son odiosas, se suele emparentar la trayectoria académico-intelectual con dos figuras célebres: Hannah Arendt, como hace Alex Honneth en el prólogo de Liberalismo del miedo, e Isaiah Berlin, como propone Daniel Gascón en Letra Libres.
- Las similitudes son ostensibles –exilio, preocupación por las libertades, rechazo teórico y político al totalitarismo, etcétera–, pero las diferencias hay que explorarlas con más detenimiento.
- Judith Nisse Shklar fue una pionera en muchos sentidos: fue la primera catedrática del departamento de Ciencia Política de Harvard y también la primera presidenta de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política. Su obra influyó a muchas y muchos pensadores, incluidos John Rawls y su amigo personal Michael Walzer.
- Sin embargo, quizá por las muchas misoginias que anidan en los recodos del mundo académico y sus alrededores, quizá por una política editorial errática e injusta, su obra quedó olvidada o, en el mejor de los casos, reducida a su más celebrado escrito: El liberalismo del miedo. La política de traducciones al español no tuvo mejor suerte, si bien se publicaron algunos de sus libros o artículos en su momento (Legalismo, Vicios ordinarios, Liberalismo del miedo), esos ejemplares son hoy prácticamente inconseguibles.
- Sin embargo, esta situación parece haberse revertido en las primeras décadas del siglo XXI. No solo se han realizado reediciones de muchos de sus más importantes escritos en idioma original, sino que incluso se han multiplicado las publicaciones en torno a su obra (como, por ejemplo, el libro de Giulia Ganna de 2018 o la compilación coordinada por Samantha Asheden y Andrea Hess de 2019).
- Esto parece haber repercutido positivamente en el mercado editorial hispano y desde 2013 se han traducido y publicado varios de sus trabajos, entre los que se destaca el libro Después de la utopía.
- Muchos liberales, como el incombustible Mario Vargas Llosa, son muy proclives a construir su panteón de referentes intelectuales basado en un clivaje fundamental: a favor y en contra de la libertad. Ese razonamiento, no muy diferente al de algunos populistas a los que combaten, hace converger tradiciones y autores de manera un tanto arbitraria, sin las sutilezas que parecen exigir a otros.
- Las manifestaciones políticas del liberalismo contemporáneo, virulento y escorado hacia la derecha, está dominado por una retórica simplista, una virulenta diatriba antisocialista y una serie de tópicos que se repiten una y otra vez. La libertad de mercado, la meritocracia y una manifiesta desconfianza a la intervención estatal por encima de cualquier otra cosa.
- Otras banderas del liberalismo como la tolerancia o el pluralismo aparecen en un segundo plano con suerte, cuando no escondidos bajo la alfombra. Sería injusto decir que no subsisten liberales progresistas genuinos, pero resulta difícil divisarlos con claridad, sus valores e idiosincrasia no son rendidores en el fragor de la batalla política.
- Shklar era una liberal, no cabe dudas. Sus referencias teóricas, sus preocupaciones académicas y sus preferencias políticas así lo ratifican. Pero su liberalismo, de forma explícita, contenía elementos que hacen difícil hacerla convivir, sin más, en la misma familia de quienes hoy llevan la voz protagónica del liberalismo realmente existente en nuestros países.
- Como señala Alex Honneth, “la Judith Shklar liberal se ha convertido de pronto en una socialdemócrata convencida”. Esa ubicación ideológica, que el teórico crítico alemán deduce de su “liberalismo del miedo”, tienen en Después de la utopía una expresión mucho más clara y contundente.
- Utopía y después…
- Como gran parte de la obra de Judith Shklar, Después de la utopía está teñida de escepticismo y cierta desazón. Cierta fe liberal en los valores de la Ilustración se ve frente a su declive y la amenaza en ciernes de un romanticismo tan irracionalista como antipolítico: “El fin del Siglo de las Luces no solo ha significado el declive del optimismo y radicalismo social, sino también el fin de la filosofía política”, señala Shklar desde el inicio de su libro.
- El grueso del libro es una larga diatriba contra las respuestas románticas contra los valores ilustrados, de Herder a Heidegger, pasando por Hegel y Nietzsche. “Ya rechazasen toda actividad política o tratasen de transformarla en estética, los románticos fueron antipolíticos”, dice con contundencia la autora. Quizá esa querella contra el romanticismo y otras formas de irracionalismo, como el “fatalismo cristiano” reaccionario, sea el rasgo más propiamente liberal de Shklar y quizá el menos sutil de su análisis, al menos en los trazos gruesos
- Capítulo por capítulo, autor por autor, el análisis muestra más matices y profundidad, pero esto no obsta que algunas afirmaciones suenen un poco terminantes y, tal vez, temerarias ante la escueta evidencia. Una historia de las ideas bastante tradicional, como la que la autora practica, tampoco contribuye mucho a limar sus aristas más cuestionables, al menos desde nuestro punto de vista.
- Quizá más interesante, al menos a lo que nosotros respecta, es su diagnóstico y punto de partida y, todavía más, su juicio adverso sobre los herederos fallidos del ideal ilustrado a mediados del siglo XX todavía con la larga sombra totalitaria proyectándose: el liberalismo y el socialismo. Su diagnóstico es contundente: “Sin un atisbo de optimismo, la filosofía política se hace imposible”, la utopía y la radicalidad, no en sentido revolucionario, se han filtrado entre los dedos de la historia.
- “Sin ese mínimo de fe utópica, ningún radicalismo tiene sentido”, señala Shklar. La autora observa, no sin cierto desánimo, a ese liberalismo que se ha tornado conservador, ya en esos años, y un socialismo puramente defensivo. Ese estado de situación, como decíamos al principio, podría haberse escrito hoy mismo: mérito de la autora o, tal vez, no hay mucho nuevo bajo el sol.
- En este punto, y he aquí lo que nos interesa, la autora no titubea mucho en el sentido e intensidad de sus críticas, así como de sus preferencias (así sean moderadas). Su visión del liberalismo conservador es lapidaria, un aparente oxímoron fraguado en corriente política (que aquí en la Argentina han trabajado Martín Vicente y Sergio Morresi, entre otras/os) que abandonó los principios de “la Ilustración y finalmente se sometiera al espíritu del fatalismo”.
- Un liberalismo reducido a la defensa irredenta de la propiedad privada y el imperio del mercado, poco interesado por la autonomía personal y la emancipación política. Por el contrario, la lectura sobre el socialismo, en su versión socialdemócrata, es un tanto más halagüeña: si bien señala su falta de radicalidad e imaginación teórica, su además defensivo ante las conquistas del Estado de bienestar, pero reconoce que, a pesar de eso, el socialismo ha asumido “la tarea del liberalismo del siglo XIX”. Tal vez, como también pensará Tony Judt tiempo después, la pereza teórica fuera fruto de un relativo éxito político.
- Muchas veces el tono cáustico de su reflexión, ese “liberalismo sin ilusiones” (título de la compilación en homenaje que coordinó Bernard Yack), su llamado a un “escepticismo razonado” hacen perder de vista su compromiso político con los desafíos de su tiempo. Su preocupación por las injusticias, en un sentido más amplio que ciertos usos tendenciosos del “liberalismo del miedo” hacen, y su apuesta por la participación política vuelven su posición política menos proclive de ser encadenada a los liberalismos conservadores que arrecian estos tiempos.
- En su última conferencia, que llegó a escribir pero no a exponer, hacía un llamamiento: “Al volver a dibujar la línea que separa lo inevitable de lo transformable, el ciudadano justo puede promover activamente la justicia”. El escepticismo teórico, finalmente, no debe llevar a la parálisis, queda la acción política.
- Judith Shklar: la ciudadanía democrática | Paloma de la Nuez
- 1 jul 2023
- Paloma de la Nuez, profesora de Historia de las Ideas Políticas en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, nos habla de Judith Shklar.
- "La condición de posibilidad de la libertad es la ausencia de temores (...) estos solo pueden ser superados mediante un orden institucional jurídico y político adecuado" afirmaba Shklar, una de las figuras más influyentes de la teoría política estadounidense.
- Sesión "Miedo y libertad: el liberalismo político de Judith Shklar", con Paloma de la Nuez
- 13 feb 2021
- Quinta Sesión del Seminario "Siglo XX y Pensamiento Político" organizado por el Club Tocqueville con el patrocinio de la Fundación Konrad Adenauer y la colaboración de GEDECO.
- Con Paloma de la Nuez, profesora de Historia del Pensamiento, Universidad Rey Juan Carlos.
- Judith Shklar: Del miedo en la tiranía al fuego de la libertad|III Ciclo Totalitarismo y Libertad|03
- Agenda del III Ciclo de Conferencias:
- Totalitarismo y Libertad: El Individuo frente al Poder
- Carolina Guerrero
MIÉRCOLES 8 de Septiembre Richard Rorty: La Ironía como defensa de la Libertad. Hora: 4:30pm (VET)
MIÉRCOLES 15 de Septiembre Václac Havel: Resistencia y disenso irreductible. Hora: 4:30pm (VET)
MIÉRCOLES 22 de Septiembre Judith Shklar: Del miedo en la tiranía al fuego de la Libertad. Hora: 4:30pm (VET)
MIÉRCOLES 29 de Septiembre Umberto eco: El individuo ante la autofagia totalitarista. Hora: 4:30pm
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