LAS TRES HERMANAS MARX https://elpais.com/elpais/2018/11/09/eps/1541778249_396721.html
Jenny murió joven. Laura y Eleanor se suicidaron. Vivieron a la sombra de los hombres, sin duda en un siglo equivocado
ÉRASE UNA VEZ vez tres hermanas, las únicas que llegaron a la edad adulta de los siete hijos que tuvieron sus padres. Érase tres hermanas, Jenny, Laura y Eleanor. La primera murió de cáncer a los 38 años, las otras dos se suicidaron; Laura junto con su marido, Paul Lafargue, uno de los introductores del marxismo en España y autor del famoso El derecho a la pereza. La pareja había llegado a la conclusión de que la vida no merecía la pena a partir de esa edad en la que no puedes disfrutar de los placeres de la existencia y te conviertes en una carga para los demás. La más joven, Eleanor, se envenenó a los 43 quizá asqueada y descorazonada por los engaños de su compañero, el socialista Edward Aveling, a quien había cuidado durante una larga enfermedad, aunque sabía de sus infidelidades. Al parecer no pudo soportar el descubrimiento de que Aveling se había casado en secreto con una amante.
Todas ellas atravesaron etapas de auténtica miseria —no solo en la infancia— y de persecución política. Las tres se casaron o vivieron con activistas de izquierda. Pero el interés de estas tres hermanas no se debe solo ni principalmente a sus vicisitudes personales, sino a su contribución al desarrollo del movimiento obrero y a su trabajo intelectual.
Un detalle revelador sobre Jenny: al cumplir 13 años su hermana Laura le regaló un diario y, en lugar de dedicarlo a niñerías, se puso a escribir un ensayo sobre la historia de Grecia. En 1870 publicó varios artículos sobre el tratamiento dado a los presos políticos irlandeses, otro sobre los abusos de la policía francesa cuando fue detenida junto a su hermana Eleanor; también fue secretaria de su padre en la Asociación Internacional de Trabajadores.
Laura tuvo una vida particularmente difícil, atravesando etapas de depresión quizá debido a la muerte temprana de sus tres hijos. Acuciada por la pobreza, trabajó de profesora de idiomas y acompañó a su marido por varios países huyendo de la policía y colaborando con los movimientos socialistas. Esta mujer, que había ayudado a su padre investigando para él, escribió artículos políticos (sobre el socialismo en Francia, por ejemplo), pero no llegó a tener una obra notable, siempre a la sombra de dos hombres: su padre y su marido.
Eleanor, que había querido ser actriz, fue la más intelectual de las tres: escribió numerosos artículos, algunos interpretativos de la obra de su padre, otros sobre diferentes temas de importancia política y social: uno de los más interesantes es el que escribe sobre la situación de las mujeres, tiranizadas por el capitalismo y por los hombres; consideraba que la llegada del socialismo las haría libres e iguales a los varones. Mujer políglota, fue una dura crítica del colonialismo y una apasionada defensora de la escolarización obligatoria.
Las tres, hijas de Karl Marx y Jenny von Westpahlen, sentían adoración por el padre. La madre, igual que ellas, quedaría oscurecida y relegada en un mundo de hombres. Socialismo y feminismo no eran ni mucho menos equivalentes.
Ahora que se acerca el final de los festejos del segundo centenario del nacimiento de Karl Marx (con sus magníficas exposiciones en su ciudad natal, Tréveris, con congresos y celebraciones en su honor), es un buen momento para recordar a estas tres hermanas que, en una época más igualitaria, habrían destacado en la vida política e intelectual de cualquier país y no serían citadas casi exclusivamente como apéndices de los hombres que tuvieron cerca.
https://rebelion.org/la-muerte-escogida-de-paul-lafargue-y-laura-marx/
Paul Lafargue se suicidó junto con Laura el 26 de noviembre de 1911, y dejó sobre un papelito la siguiente explicación: «Estando sano de cuerpo y espíritu, me quito la vida antes de que la impecable vejez me arrebate uno después de otro los placeres y las alegrías de la existencia, y de que me despoje también de mis fuerzas físicas e intelectuales; antes de que parali0e mi energía, de que resquebraje mi voluntad y de que me convierta en una carga para mí y para los demás. Hace ya años que me prometí a mí mismo no rebasar los setenta, siendo por ello por que elijo este momento para despedirme de la vida, preparando para la ejecución de mi resolución una inyección hipodérmica con ácido cianhídrico. Muero con la alegría suprema de tener la certidumbre de que, en un futuro próximo, triunfará la causa por la que he luchado durante 45 años. !Viva el comunismo! !Viva el socialismo internacional!». Lenin comentó en la ocasión: «Un socialista no se pertenece a sí mismo sino al partido. Si puede en lo que sea, ser útil todavía a la clase obrera, por ejemplo, escribir aunque no sea más que un artículo o llamamiento, no tiene derecho a suicidares».