Esteban Seimandi ---- * ENCUENTRE LAS DIFERENCIAS. No descubro nada al decir que Pedro Almodóvar es un genio. Y una película regular de él podría construir una filmografía entera de otro director menos dotado. Por eso La habitación de al lado me desilusionó. Porque siempre espero mucho de una película de él. Más de un mérito tiene la película, de la que ya huelo unos cuantos Oscar. Se lo deberían dar a Julianne Moore: hermosa como siempre, frágil y sutil. Pero probablemente se lo den a Tilda Swinton por portación de rostro extraordinario. Y la fotografía y el vestuario y la dirección de arte y la música. Todo el paquete Almodóvar para su primera película en inglés parece planificado para cosechar todos los premios. Por supuesto que se los merece. Pero no por esta película. (Recordemos que Al Pacino no ganó un Oscar por El Padrino, sino por Perfume de Mujer, cuando ya era una caricatura). Tardé un tiempo en asentar todos los motivos por los cuales me dejó un sabor amargo La habitación de al lado. La ficha me cayó este fin de semana cuando vi una película extraordinaria escrita y dirigida por un tal '''Azazel Jabobs: His three daughters (Sus tres hijas).''' Ambas películas cuentan la historia de personas acompañando a otras en la hora de su muerte. Pero cuando vi His three daughters descubrí que tenía todo lo que a La habitación de al lado le faltaba. Tres hermanas con una relación muy tirante se juntan en la casa paterna para cuidar a su padre en sus últimas horas de vida. Tienen mucho para decirse y reclamarse, pero deciden sofocar cualquier conflicto para que su padre pueda irse en paz. Pero es una tarea dificilísima. Con Carrie Coon, Natasha Lyonne y Elizabeth Olsen debería inaugurarse una categoría de premio tripartito, porque no sé cuál es la mejor de todas. Profundas, sutiles, conmovedoras. Pero bueno, Julianne Moore y Tilda tienen más peso específico y Elizabeth Olsen hace películas de Marvel. Pero esta Olsen debe haber salido de un universo paralelo de Marvel donde es una actriz extraordinaria. Y verla hacer ejercicios de respiración con su camiseta agujereada antes de entrar a la habitación donde está su padre tiene una profundidad emocional que te parte el corazón como si lo tuvieras troquelado. Entonces recuerdo los sweaters y los colores y los muebles de la película de Almodóvar y me parece un capítulo de Emily in Paris pero con eutanasia. Frívola y artificial. "Si en el primer acto aparece un revólver colgado en la pared, en el tercer acto debe dispararse. De lo contrario, no lo pongas allí.”, decía Anton Chejov. Almodovar deja cuatro revólveres en la película y no dispara ninguno. Y, encima, uno de ellos es la historia de John Turturro. Un desperdicio. Azazel Jacobs entra en los temas y no los suelta. Entra en cada puerta que abre y te muestra todo lo que hay dentro. Y se reserva el mejor final de una película que vas a ver en mucho, mucho tiempo. (Antes de que pregunten, está en Netflix)