Este artículo de la guerra como negocio me lo mandó allá lejos y hace tiempo AliciaDellepiane y sostiene una perspectiva bien interesante. Pero hace muchos más años que yo vengo pensando en el tema de la guerra.
Unas de mis reflexiones más angustiosas sobre el tema, lo recuerdo claramente, se fueron desarrollando durante la guerra de las Malvinas. Yo estaba totalmente en contra de la guerra. Aún así y cuando ya estábamos como país enviando tropas a las islas me uní aun grupo de personas para ayudar. Mi trabajo consistía en hacer llamadas telefónicas y conseguir voluntari@a sobre todo en el tema de los heridos que comenzarían a llegar a Buenos Aires, había que conseguir personas con auto para los traslados de familiares y también nos ocupábamos de preguntar tipo sanguíneo para la donación de sangre. Se organizó una cadena de voluntari@s impresionante. La mayoría mujeres. Al rendirnos ante los ingleses, perder y finalizar la guerra esa estructura fue mutando hasta transformarse en una organización cuya misión fue concientizar a l@s ciudadan@a en la importancia de la democracia y la participación cívica. Se llamó CONCIENCIA.
Volviendo al tema de la guerra de Las Malvinas. En ese momento, uno estaba pendiente de las noticias. Cada vez que subía al auto cambiaba el dial desde donde se pasaba música para encontrar informativos. Recuerdo que paraba en aquellas radios en las que se hablaba con voz seria, intensa, pausada. Esas características que adquieren las voces de las personas que están narrando cuestiones importantes. Otro dato era que la mayoría de estas comunicaciones estaban a cargo de voces masculinas.
Cual no sería mi sorpresa al detener mi búsqueda en lugares donde se cumplía con estos atributos de "voces serias hablando de temas importantes" pero donde a poco de escuchar me daba cuenta de que no se estaba hablando de la guerra. Por el tono de voz se estaba tomando seriamente el tema. Cuando me daba cuenta del error me quedaba dudando. Trataba de explicarme ¿cómo era posible tener permanentes equivocaciones?. ¿De qué se hablaba en estas radios? Crease o no, en estas radios el tema de conversación era el fútbol.
¿Era factible que se tomara con la misma seriedad e intensidad el tema del fútbol que el de la guerra? Me resultaba un disparate y durante mucho tiempo pensé que era un síntoma de algún tipo de inmadurez propia de nuestros varones argentinos.
Con los años seguí reflexionando sobre el tema y he llegado a algunas idea muy diferentes que las que sostuve en aquel entonces.
Bueno, ya continuaré. Mientras tanto, copio abajo el artículo que mencioné al principio.
Guerra como Negocio
Sale sangre y entran dólares. Tal es la dinámica de los corporativos de la guerra y de sus representantes en los gobiernos. Es que sin guerra no hay petróleo ni negocios, y sin estos, por supuesto, tampoco hay "superpotencia unipolar".
Escribe, Fernando Montiel T.
¿Qué negocio supone la guerra y para quién? “La guerra es el negocio del complejo militar industrial de los países desarrollados”. Típica respuesta. Es correcta, pero demasiado básica, pero lo más grave es que es inexacta por incompleta. En términos duros y de forma más abarcadora, hay que decir que la guerra es el negocio de los que saben encontrar rentabilidad económica en el matar y mutilar, física, sicológica y espiritualmente (porque esto es la guerra, y no fotografías de pulcros militares en uniforme, mapas y aviones de última generación).
Los actores internacionales que saben encontrar esta rentabilidad del conflicto bélico son múltiples y en este grupo se pueden señalar diferentes empresas de la naturaleza más diversa. Algunas como Lockheed Martin, Textron y Northrup Grumman se dedican al armamento de alta tecnología. Se encuentran entre las más populares. Otras, como la británica Sandline International y la sudafricana Executive Outcomes -que, aunque inactivas ahora, hicieron escuela- se dedican a la venta de “servicios militares” (asesoría, capacitación y consultoría), y, particularmente al arrendamiento de personal paramilitar (mercenarios básicamente). Con Irak y Afganistán, las corporaciones que hoy se destacan en este rubro, como Blackwater, han cobrado una macabra relevancia junto con L3 (que compró a la muy conocida MPRI) y CSC (que adquirió a la no menos popular Dyncorp).
Algunas otras firmas de naturaleza parasitaria han hecho del derramamiento de sangre un modus vivendi también; de entre éstas, las firmas de especialistas en “cabildeo legislativo” de intereses político-militares son algunas de las que más sonríen entre más mueren. Los medios de comunicación tampoco son ajenos a esta dinámica, después de todo, las declaraciones de guerra elevan más los índices de audiencia que los acuerdos de paz. Todos ellos y algunos más son los que dan sentido al “negocio de la guerra”.
“Las guerras son por recursos, y ahí está el negocio” dice Michael T. Klare. Es verdad, pero de suyo, el modelo es muy poco novedoso. Las guerras siempre han tenido esta lógica. Veamos con más cuidado. Extraoficialmente se sabe que la compañía diamantera más grande del mundo, De Beers, posee obscuros nexos con el financiamiento de movimientos insurgentes en Sierra Leona, como el Revolutionary United Front (RUF), o con la Unión Nacional por la Independencia Total de Angola (UNITA) en aquel rincón africano. El arreglo es sencillo: el RUF o la UNITA controlan las regiones y minas diamantíferas y De Beers paga al nuevo dueño del predio una comisión por kilo de mineral extraído; el mineral luego es tallado en Moscú o Israel para finalmente ser introducido al mercado internacional. Así pues, todo aquél que crea que la guerra es negocio exclusivo del complejo militar industrial se encuentra muy equivocado.
Lo mismo ocurre en el antiguo Zaire. Inmersas en el mercado de la telefonía móvil, Nokia, Ericsson y LG, entre otras, han hecho cada una su apuesta a las diferentes facciones que combaten en la República Democrática del Congo por el control del Coltan (mineral de Tantalita) tan escaso y tan necesario en el mundo moderno que cada vez que escasea su disponibilidad en el mercado internacional arrecian los combates en la zona más olvidada del planeta. Artículos militares, personal paramilitar, cabilderos, medios de comunicación, joyeros y proveedores de telefonía celular han encontrado todos, directa o indirectamente razones para permitir y fomentar matanzas indescriptibles. Éste y no otro es el negocio de la guerra. Es un negocio grande, redondo y de múltiples aristas. Mejor y más completo que el modelo de Klare, para comprender la nueva dinámica del conflicto internacional el modelo de las “nuevas guerras” de Mary Kaldor es de gran utilidad. Para ella, las “nuevas guerras” son una combinación entre “violaciones sistemáticas a los derechos humanos, desdibujamiento de la frontera entre lo civil y lo militar e involucramiento del crimen organizado”. Como en el caso del Coltan, los diamantes, el agua y el petróleo no son ajenos a esta realidad del mundo contemporáneo.
El 80% de la energía global deriva de los hidrocarburos. Esta es razón suficiente para explicar el porqué de las guerras en Afganistán (gas) e Irak (petróleo). Como en los casos anteriores, aquí la lógica es también sencilla y brutal: si escasean los energéticos entonces hay que conseguirlos, literalmente, a sangre y fuego. Por esto es explosivo el Cáucaso (Azerbaiján, Georgia y Armenia), por esto se desestabiliza desde Washington a Venezuela, a México, a Nigeria, a Irán, a Indonesia, a Palestina. Para una potencia como los Estados Unidos, a la que sólo le quedan reservas petroleras para 10 años, la energía lo es todo. Sin guerra no hay petróleo y no hay negocio, y sin estas dos, por supuesto tampoco hay “superpotencia unipolar”.
La familia Bush posee negocios petroleros. Vaya novedad. Más Interesante es que la Arbusto Company -posteriormente rebautizada como Bush Exploration- que dirigía el actual presidente marchaba muy mal financieramente tras el choque petrolero de 1973. Y más interesante todavía es que la Bush Exploration fue comprada por la Harken Energy Corporation, esta última, compañía cuyas acciones pertenecían, para 1986, en un 17.6% al jeque saudita Abdulla Bahsh, cuyo banquero -Ben Mafuz- era hermano de una de las esposas de Osama ben Laden. Pero contra lo que podría suponerse no es Bush el más interesado en la guerra como negocio… los hay peores.
Mediocre como es, George W. Bush tiene el perfil del presidente perfecto para las grandes corporaciones. Fanático, disléxico, retrasado mental (tiene menos de 90 de coeficiente intelectual), alcohólico no rehabilitado, con tendencias “megalómanas y sádicas” de acuerdo con un reciente estudio psiquiátrico, el actual ocupante de la Casa Blanca cumple con todos los requisitos que exige un gobierno empresarial: ignorante y bisoño, fácil de manipular, fácil de engañar, fácil de extorsionar y fácil de dirigir. Por todo esto, cualquier persona medianamente racional debería exigir su salida del despacho oval, pero precisamente por todo esto a los grandes corporativos les conviene tenerlo dentro. Es el criado perfecto, es algo así como un mandadero caído del cielo.
¿Gobierna George W. Bush? Falso. El vicepresidente Dick Cheney -ex CEO de Halliburton- parece haber sacado más rentabilidad personal y corporativa a las guerras del nuevo siglo que su jefe en Washington. Y más interesante es todavía el caso de Condolezza Rice. Afroamericana y mujer, ha llegado a la cumbre del poder. Admirable de verdad por su condición de género y su origen étnico. ¿Es todo? No. También ha conseguido llegar a la cumbre empresarial: CEO de Chevron-Texaco, la compañía petrolera bautizó en su honor un buque-tanque con el nombre de la actual Consejera de Seguridad Nacional. También ella parece haberle ganado la partida político-empresarial a su jefe en la Casa Blanca. Son tan fanáticos como el timonel, pero más inteligentes; igualmente crueles, pero más astutos empresarialmente. Los hombres de los grandes corporativos son quienes rodean al presidente, y este último es sólo el títere de aquellos. Los hombres del presidente saben lo que hacen y lo que representan. El presidente, no. De hecho, metafóricamente no sería exagerado decir que George W. Bush se comporta como la mula que no sabe a dónde la lleva el arriero.
Dick Cheney y Halliburton como proveedora de “artículos y servicios militares”, y Condolezza Rice mediante la petrolera Chevron-Texaco son sólo dos de los ejemplos más refinados de lo que significa “el negocio de la guerra”. Pero como decía Sun Tzu “toda guerra se funda en el engaño”. ¿Que los intereses corporativos se encuentran no tanto en el presidente como en su gabinete? No importa, dejemos que se engañen y lo ataquen, así se araña menos a “nuestros hombres en el poder”. ¿Que el presidente es un retrasado mental? No importa. Se le puede generar una imagen de gran líder (después de todo, los pueblos tienen -y mantienen- el gobierno que se merecen-). ¿Que el presidente tenía nexos económicos y empresariales con Osama ben Laden? No importa, una vez desatados los perros de la guerra ese dato terminará en el olvido.
Este es el frente interno, pero no es el único. “La primera víctima de la guerra es la verdad” señaló Winston Churchill en su momento. Fue él también quien dijo que en tiempos de guerra “a la verdad hay que protegerla con un guardaespaldas de mentiras”. Esta batalla por la percepción es también válida en el frente externo. La creación de la imagen del enemigo para justificar agresiones implica complejos mecanismos de control del pensamiento.
En sociedades al menos formalmente democráticas como la norteamericana la propaganda, la manipulación social y la dirección del pensamiento son indispensables (no así en las dictaduras, donde basta con que las masas obedezcan) para avanzar la agenda de quienes gobiernan en verdad. La histeria paranoica es un componente fundamental: así fue como George W. Bush convenció a su pueblo de que los talibanes, Saddam Hussein y Ben Laden tenían nexos estrechos entre ellos y con los atentados del 11 de Septiembre (pese a existir pruebas irrefutables de todo lo contrario: Ben Laden aborrecía a Saddam, quien nada tuvo que ver con el 11 de Septiembre y nunca se comprobó la responsabilidad de los talibanes en los atentados contra Washington y Nueva York). Así como en el pasado Ronald Reagan aterró a sus connacionales con la amenaza comunista hemisférica que representaba el régimen sandinista en Nicaragua, hoy Bush borra por completo el rastro que lo une con Ben Laden y en su antiguo socio encarna todos los males de este mundo. Todo esto es la generación de la imagen del enemigo, se utilizan mecanismos semióticos e ingeniería de la percepción. Todo para justificar guerras, guerras que traen recursos y negocios. Sale sangre y entran dólares, tal es la dinámica de los corporativos de la guerra y de sus representantes en el gobierno. Pero no nos engañemos, en este esquema George W. Bush no es más que un peón, un lacayo. No hay duda. Klare, Kaldor y Sun Tzu están todos en lo cierto.
La fuente: Fernando Montiel T. es analista y consultor en relaciones internacionales y resolución de conflictos, coordinador del libro Afganistán: Guerra, terrorismo y seguridad internacional en el Siglo XXI (México, 2002) y co-autor de Identidad, educación y cambio en América Latina (México, 2003), Irak: Un mar de Mentiras (Madrid, 2003) y Pensar la guerra: Hacia una nueva geopolítica mundial (México, 2004). Correo electrónico: mafemoti@yahoo.com.mx
NIÑOS DE LA GUERRA- Niños en contextos bélicos
https://www.humanium.org/es/enfoques-tematicos/violencia/ninos-guerra/
- Los niños víctimas de conflictos armados
En los últimos 10 años, el número estimado de niños muertos como resultado de la guerra es de unos 10 millones. Las situaciones derivadas de los conflictos armados afectan principalmente a los niños por su vulnerabilidad. Solos e indefensos a causa del caos reinante, algunos son reclutados a la fuerza en milicias y otros explotados. Los derechos fundamentales de estos niños son descaradamente ignorados, en beneficio de actos bárbaros y crueles. Muchos de ellos acaban profundamente traumatizados, malheridos e incluso discapacitados.
Categorías de los niños víctimas de la guerra Los conflictos armados crean e infligen un gran sufrimiento a la población. A menudo, los niños son las primeras víctimas. Su situación puede clasificarse en las siguientes categorías:
– Víctimas civiles:En conflictos armados, escuelas e incluso hospitales son objetivos de las fuerzas armadas. De este modo, miles de personas inocentes se convierten en víctimas de ataques y, tras el final de un conflicto, minas antipersonas, bombas de racimo y otros restos explosivos continúan golpeando a civiles. Como resultado, mucha gente, niños en su mayoría, mueren cada año.
– Niños soldados: Se define a un niño soldado como cualquier persona de menos de dieciocho años la cual es miembro de fuerzas gubernamentales armadas o de un grupo armado regular o irregular o asociado con estas fuerzas, habiendo o no un conflicto armado (1).
– Niños desplazados: Durante conflictos armados, un gran número de niños son separados de sus padres o de las personas responsables al cargo. En este caso existen diferentes categorías de niños desplazados.
– Huérfanos: A causa de la guerra, muchos niños se quedan huérfanos tras la muerte de sus padres.
– Niños heridos o discapacitados: También pueden resultar heridos, mutilados o discapacitados a causa de las atrocidades que han tenido que vivir.
– Niños encarcelados: Durante un conflicto, los niños son frecuentemente encarcelados. Las razones de estos encarcelamientos son diversas, pero en la mayoría de casos son resultado de la asociación de los niños con fuerzas armadas de un Estado.
– Niños explotados (explotación sexual o trabajos forzados): A menudo, los niños son víctimas de abusos sexuales, sometidos a trabajos forzados u obligados a participar en actos crueles. En el caso de la violencia sexual, la mayoría de veces se incrementa considerablemente durante los períodos de conflictos.
¿Por qué las situaciones creadas por conflictos armados tienen repercusión en los niños en particular? Ante el caos de un conflicto armado, los niños son los más perjudicados. Son todavía demasiado jóvenes para comprender lo que está ocurriendo o no tienen ninguna forma de defenderse contra el peligro. Son vulnerables y se convierten en un objetivo fácil que las fuerzas armadas no tienen reparos en explotar.
Si no son asesinados, mutilados, encarcelados o violados como resultado de barbaries, son sexualmente explotados o esclavizados. Además, la violación es, en ocasiones, utilizada como táctica de guerra contra niños y mujeres para torturar, herir, obtener información, intimidar o castigar.
En muchos casos, las guerras rompen familias, separando a los niños de sus progenitores. Abandonados a su suerte, se encuentran solos, asustados, perdidos y necesitados, ya que son incapaces de cuidar de sí mismos. Para sobrevivir, a menudo se ven forzados a huir de su país.
En referencia al reclutamiento de niños soldados, la principal razón por la que las fuerzas armadas eligen niños frente a los adultos se explica por la facilidad en convencerles a unirse a estos grupos y en manipularles más tarde. Los niños son inocentes, inconscientes del peligro y “mucho más baratos”. Además tienden a obedecer y no desafían a la autoridad. En una difícil situación, los jóvenes ven este reclutamiento como una forma de resolver sus problemas.
Las consecuencias de la guerra en los niños «Más de un millón de niños han muerto en los últimos diez años como resultado de guerras comenzadas por adultos, bien por ser objetivos civiles o muertos en combate como niños soldados. El número de niños heridos o discapacitados es tres veces mayor, habiendo incluso más sufriendo enfermedades, malnutrición, violencia sexual y sufriendo duras dificultades y penurias. Un incontable número niños ha sido enfrentado a la angustia de la pérdida de sus hogares, sus pertenencias y personas cercanas. En tales condiciones, todas las constantes necesarias para el desarrollo de los niños son seriamente coartadas y los daños psicológicos de los conflictos armados son incalculables.(1)»
Consecuencias directas
Pese al hecho de que las guerras afectan también a los adultos, desafortunadamente los niños son, demasiado a menudo, las víctimas directas e indefensas de los horrores cometidos contra sus familias.
En cada conflicto, numerosos niños son asesinados, heridos o incluso explotados. Otros son encarcelados, forzados a dejar su país para sobrevivir o a unirse a las fuerzas armadas convirtiéndose en “niños soldados”. Muchos se encuentran huérfanos y sin protección.
Otras consecuencias pueden ser añadidas a esta lista. Frente a los horrores de la guerra, los niños son sujetos a profundos traumas emocionales que los marcan y cambian para siempre. Estas heridas emocionales son difíciles de cicatrizar y tienen serias repercusiones en su vida futura.
Estos niños, incapaces de crecer en una atmósfera de confianza y habiendo tenido que hacer frente a atrocidades desde muy jóvenes, desarrollan la convicción de que la violencia es una forma como cualquier otra de resolver disputas, y por ello es difícil enviar un mensaje de paz y de seguridad internacional a futuras generaciones.
Consecuencias indirectas
Los niños son también afectados por la guerra de una forma más indirecta. Los conflictos armados, además, conllevan la destrucción de infraestructuras y servicios básicos (hospitales, escuelas…), lo que impide a los niños tener acceso a la educación, a la sanidad y a otros cuidados. La mayoría del tiempo se encuentran sin protección.
La solución: prevenir los conflictos
- EL TEMA GEOPOLÍTICO
- CHINA: LOS RIESGOS INTERNOS DE UNA GUERRA POR TAIWÁN
- Aporta a estas reflexiones un reciente estudio publicado por la RAND Corp.; basado en encuestas efectuadas a diplomáticos y académicos de países considerados “potencias medias” como Australia, Japón, Canadá y el Reino Unido; las respuestas muestran que los consultados no comparten los temores estadounidenses sobre que una enorme acumulación militar china y la determinación de Xi Jinping de "reunificar" Taiwán sean pasos hacia la guerra, sino más bien son asumidos como indicadores de una “postura nacionalista” que amalgame las fisuras internas de consenso. Según las conclusiones, “...el principal objetivo de China es legitimar su actual sistema político interno (es decir, el gobierno del Partido Comunista Chino)…" y, para ello, “...China debe ser vista internamente como una gran potencia, preeminente en Asia y capaz de lograr un alto crecimiento económico. Una invasión de Taiwán pondría en peligro tales percepciones y, por lo tanto, se consideraría un riesgo inaceptable en relación con el status quo…".