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'''LA ESTÉTICA DEL DESASTRE''' * Etimológicamente, desastre significa «sin estrellas» (del latín des-astrum). https://www.bloghemia.com/2021/03/la-estetica-del-desastre-por-byung-chul.html?m=1 |
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Por: Byung-Chul Han En la Crítica de la razón práctica de Kant se encuentra la famosa sentencia que también está sobre su tumba: «Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí». La ley moral tiene su sede en la razón. Tampoco el cielo estrellado representa un afuera, algo externo al sujeto, sino que se despliega en la interioridad de la razón. Etimológicamente, desastre significa «sin estrellas» (del latín des-astrum). En el cielo estrellado de Kant no aparece ningún desastre. Kant no conoce el desastre. Ni siquiera los poderosos fenómenos naturales representan acontecimientos catastróficos. En presencia de la violencia natural, el sujeto se refugia en una interioridad de la razón que hace que todo lo externo aparezca pequeño. Kant se inmuniza permanentemente contra el afuera, el cual se sustrae a la interioridad autoerótica del sujeto. Todo debe conjurarse para que se encauce hacia el interior del sujeto: así reza el imperativo categórico de su pensamiento. Según Hegel, la tarea del arte consiste «en transformar en ojo toda figura en todos los puntos de su superficie visible», «de modo que, en ese ojo, el alma libre se dé a conocer en su infinitud interior». La obra de arte ideal es un Argos de mil ojos, un espacio luminoso y viviente: “O como exclama Platón en aquel famoso dístico dedicado a Aster: «Cuando miras las estrellas, estrella mía, ojalá fuera yo el cielo,/ para mirarte desde arriba con mil ojos»; el arte, de forma inversa, convierte cada una de sus configuraciones en un Argos de mil ojos, para que el alma interior y la espiritualidad sean vistos en todos sus puntos” El espíritu mismo es un Argos de mil ojos que todo lo ilumina sin restricciones. El cielo de mil ojos del que habla Hegel se parece al cielo nocturno estrellado de Kant, que no se ve afligido por ningún des-astre, por ningún afuera. Tanto el «espíritu» de Hegel como la «razón» de Kant representan fórmulas conjuratorias contra el desastre, contra el afuera, contra lo completamente distinto. Como ausencia de estrellas, el desastre irrumpe en el «espacio estrellado». Es la «enajenación radical», el afuera que quebranta la interioridad del espíritu: «No diré que el desastre es absoluto: por el contrario, desorienta lo absoluto, va y viene, desconcierto nónuda, sin embargo con la brusquedad insensible pero intensa de lo exterior». El desastre caracteriza otra forma de expectación que se distingue del «Argos de mil ojos» de Hegel: «Cuando digo: vela el desastre, no es para dar un sujeto a la vela, sino para decir: la vela no sucede bajo un cielo sideral». El desastre significa «estar separado de la estrellas» El cielo vacío como contrafigura del cielo estrellado representa para Blanchot la escena primordial de su infancia. Ese cielo vacío le revela la atopía de lo completamente distinto, del exterior que no cabe interiorizar, cuya belleza y sublimidad colman al niño de una «alegría devastadora»: «El súbito y absoluto vacío del cielo, no visible, no oscuro […] sorprendió al niño con tal encanto y tal alegría, que por un momento se llenó de lágrimas». El niño se siente arrebatado por la infinitud del cielo vacío. Arrancado de su interioridad, se siente ilimitado y vaciado en un exterior atópico. El desastre es una fórmula de la dicha. La estética del desastre se opone a la estética de la complacencia, en la que el sujeto goza de sí mismo. Es una estética del acontecimiento. Desastroso puede ser también un acontecimiento inaparente, como polvo blanco arremolinado por una gota de lluvia, una nevada silenciosa en el crepúsculo matinal, el olor de unas rocas en el calor estival, un acontecimiento de vacío que vacía al yo, lo desinterioriza, lo desubjetiviza, llenándolo así de dicha. Todos los acontecimientos son bellos porque expropian al yo. El desastre significa la muerte del sujeto autoerótico que se aferra a sí mismo. En Las flores del mal de Baudelaire se encuentra el poema «Himno a la belleza». Las «estrellas», des astres, de las que emana la belleza, Baudelaire hace que rimen con «desastres», désastres. La belleza es un desastre que desbarata los órdenes de las estrellas. Es la antorcha (flambeau) a la que la mariposa se acerca y con la que se quema. Flambeau rima con tombeau, «tumba». La belleza (beau) es intrínseca tanto a la antorcha (flambeau) como a la tumba (tombeau). La negatividad del desastre, de lo mortal, es un momento de lo bello. Lo bello, según se dice en la primera Elegía de Duino de Rilke, «no es más que ese comienzo de lo terrible que todavía llegamos a soportar». La negatividad de lo terrible constituye la matriz, la capa profunda de lo bello. Lo bello es lo insoportable que todavía llegamos a soportar, o lo insoportable hecho soportable. Nos escuda de lo terrible. Pero al mismo tiempo, a través de lo bello resplandece lo terrible. Eso es lo que constituye la ambivalencia de lo bello. Lo bello no es una imagen, sino un escudo. También para Adorno la negatividad de lo terrible es esencial para lo bello. Lo bello es la forma intrínseca de lo amorfo, de lo indiferenciado: «El espíritu que forma estéticamente solo dejó pasar de aquello en lo que se activaba lo que se le parecía, lo que comprendía o tenía la esperanza de equipararse. Se trataba de un proceso de formalización». Lo bello se distingue de lo amorfo, de lo terrible, del todo indiviso, poniendo formas, es decir, diferencias: «La imagen de lo bello como lo uno y diferenciado surge con la emancipación respecto del miedo a la naturaleza abrumadora en tanto lo que un todo no diferenciado». Pero la apariencia bella no conjura por completo lo terrible. La impermeabilización «frente a lo que existe inmediatamente», contra lo amorfo, tiene fugas. Lo amorfo «se parapeta fuera, como el enemigo ante los muros de la ciudad sitiada, y la hace morir de hambre». La apariencia bella es frágil y está amenazada. Se ve «progresivamente perturbada» por lo distinto a ella, por lo terrible: «La reducción que la belleza causa a lo terrible, desde lo cual y por encima de lo cual ella se eleva y a lo cual mantiene fuera de su templo, tiene a la vista de lo terrible algo de impactante». La relación entre lo bello y lo terrible es ambivalente. Lo bello no se limita a repeler lo terrible. Tampoco lo desacredita. Más bien, el espíritu configurador necesita lo amorfo, su enemigo, para no anquilosarse en una apariencia muerta. La racionalidad configuradora necesita la mímesis, la cual se amolda a lo amorfo, a lo terrible. Del espíritu es propio el «anhelo [mimético] de lo dominado, que no es otra cosa que lo terrible. Lo bello está emplazado entre el desastre y la depresión, entre lo terrible y lo utópico, entre la irrupción de lo distinto y el anquilosamiento en lo igual. La idea de Adorno de lo bello natural se dirige justamente contra la rígida identidad de la forma. Lo bello da testimonio de lo no idéntico: “Lo bello natural es la huella de lo no-idéntico en las cosas bajo el hechizo de la identidad universal. Mientras este hechizo impera, nada no-idéntico existe positivamente. De ahí que lo bello natural esté tan disperso e incierto y que lo que se espera de él sobrepase todo lo intrahumano” La negatividad del quebrantamiento es constitutiva de lo bello. Así es como Adorno habla de una coherencia «antagónica y quebrada». Sin la negatividad del quebrantamiento, lo bello se atrofia en lo liso y pulido. Adorno describe la forma estética usando fórmulas paradójicas. Su armonización consiste en «no estar en orden». No está libre de «divergencia» ni de «contradicciones». Su unidad está rota. Se ve interrumpida «mediante su otro». El corazón de lo bello está roto. Lo sano es una forma de expresión de lo liso y pulido. Paradójicamente, irradia algo morboso, algo inerte. Sin la negatividad de la muerte, la vida se anquilosa en lo muerto. Se la satina, convirtiéndola en aquello que, por carecer de vida, tampoco puede morir. La negatividad es la fuerza vivificante de la vida. Constituye también la esencia de lo bello. Inherente a lo bello es una debilidad, una fragilidad, un quebrantamiento. Es a esta negatividad a lo que lo bello tiene que agradecerle su fuerza de seducción. Lo sano, por el contrario, no seduce. Tiene algo de pornográfico. La belleza es enfermedad: “La proliferación de lo sano trae inmediatamente consigo la proliferación de la enfermedad. Su antídoto es la enfermedad consciente de sí misma, la restricción de la vida propiamente tal. Esa enfermedad curativa es lo bello. Este pone freno a la vida, y, de ese modo, a su colapso. Mas si se niega la enfermedad en nombre de la vida, la vida hipostasiada, por su ciego afán de independencia de ese otro momento se entrega a este de lo pernicioso y destructivo, de lo cínico y lo arrogante. Quien odia lo destructivo tiene que odiar también la vida: solo lo muerto se asemeja a lo viviente no deformado” La actual calocracia, o imperio de la belleza, que absolutiza lo sano y lo pulido, justamente elimina lo bello. Y la mera vida sana, que hoy asume la forma de una supervivencia histérica, se trueca en lo muerto, en aquello que por carecer de vida tampoco puede morir. Así es como hoy estamos demasiado muertos para vivir y demasiado vivos para morir * La calocracia, o el terror de una belleza espantosa, esa dimensión de lo sano, lo pulido, lo liso, sin arrugas, el botox, la bulimia, la juventud eterna negando la positividad de la vejez y de la muerte como complemento de la vida. Lo sublime, lo bello tiene grietas, tiene arrugas. * Dr. Jorge Piña. META-Talk #32: LA CALOCRACIA: LA SALVACIÓN DE LO BELLO -(El Caso de Demi Moore y Byung-Chul Han)https://www.youtube.com/watch?v=_f5N2HVOvnE * Han, Byung-Chul. (2015), La salvación de lo bello, traducción de Alberto Ciria, Barcelona, Herder Editorial, 110 páginas. |
Byung-Chul Han
LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO ¿O de la fatiga?
BYUNG CHUL HAN. Curso sobre su pensamiento. Capítulo 1/8 "La sociedad del cansancio" (Juan Denis) https://www.youtube.com/watch?v=3nb4nYqNXyM&ab_channel=TheSchoolofLife
- El paradigma de la negatividad o innmunológico. En el siglo XX el mensaje era "no se puede", o te insertabas en la producción, o pasabas a ser el otro, el distinto. Aquello distinto era negativo, el otro, el distinto era quien quedaba excluído y su destino era la cárcel, el manicomio o el cementerio.
- Ahora "el paradigma de la positividad" incluye al otro como diverso. Entramos en el paradigma de la positividad "sí se puede", siempre sí, siempre podés. Esta obra comparte el momento en que hay un exceso de positividad, todo es posible, los libros de autoayuda proliferan, hay una enorme carga de si querés podés. En paralelo el otro está incluido como diverso.
Bruno Amoretti Aliaga. https://medialab.unmsm.edu.pe/libros-favoritos-la-dictadura-de-la-positividad/ Entonces, se pregunta Han, en esta sociedad ¿no estamos viviendo en una dictadura de la positividad? El dogma es “sí podemos”. No importa las latitudes, los idiomas, o la cultura. Tú, yo, y nosotros, debemos ser felices y tener éxito en tantos proyectos como nos pongamos en frente. El éxito empresarial significa producir, pero, sobre todo, no dejar de hacerlo. Guiados por nuestros líderes espirituales, nos enriquecemos de un léxico entusiasmado de posibilidades, bendiciones y superlativos. Y eso nos está enfermando.
- A esta conclusión llega Byung-Chul Han en su libro La sociedad del cansancio, o Müdigkeitsgesellschaft en su título original, que en una traducción más exacta sería La sociedad de la fatiga. Es importante hacer la distinción entre fatiga y cansancio en tanto difieren en grado de intensidad. Han comienza la mayoría de las partes de su obra citando las ideas de otros pensadores, pero ciertamente no tiene miedo de contradecirlas.
- Durante los primeros años del siglo XXI, la sociedad ha traído consigo una amenaza a nuestras formas de vida. Ya no externa, sino desde adentro, en el sentido de que está integrada en el tejido de nuestra sociedad. Ya no existe el otro viral que amenaza, sino un yo totalmente positivo que todo lo abarca y todo lo puede lograr. Si en el pasado los estilos de vida se centraron en prohibiciones, mandamientos y leyes, hoy han sido reemplazados por proyectos, iniciativas y motivaciones.
- Acontece la depresión en el momento en que el ser humano ya no puede más. El sujeto del rendimiento se somete a la culpa de no poder en una sociedad del “sí puedo”. En otras palabras, se enferma de positividad. Cuando ya no nos sentimos a la altura del desafío del “progreso” continuo, nos agotamos, y recaemos en crisis emocionales severas.
- Aquella sociedad disciplinaria del siglo XX era una sociedad de la negatividad. Su factor dialéctico sustancial era “no deber”; es decir, no hacer lo que podemos, sino lo que la norma nos indica que debemos hacer. En cambio, la sociedad del rendimiento tiene un factor base positivo, que es ” yo puedo”, porque yo “debo poder”. Solo existe la noción de poder. De la disciplina hemos pasado a la autodisciplina. El nuevo tipo humano, expuesto al exceso de positividad, es el “animal de trabajo” (animal laborans) que se explota voluntariamente, sin coerción. Hoy, las frases “yo soy mi jefe” o “yo soy mi propio amo” son hartamente repetitivas. Somos tanto culpables como víctimas. Cualquiera que se encuentre atrapado en un ambiente de trabajo estará familiarizado con la sensación de estar en una carrera sin final a la vista, donde la única posibilidad de descansar es colapsar, exhausto.
- Este nuevo sujeto se entrega a la libertad compulsiva; es decir, a una libertad que maximiza los triunfos personales, liderando un proceso de autoexplotación.
- Nos explotamos bajo el peso de una libertad que trae consigo el imperativo de un rendimiento positivo. No hay espacio para la interrupción, para el detenerse. Al identificarnos como un proyecto de vida, el ser humano ya no diferencia el trabajo del ocio. El amo se ha vuelto esclavo de sí mismo. Entramos en una libertad paradójica —que se manifiesta mediante las enfermedades neuronales— de ser libres porque sentimos que todo lo podemos hacer. Es paradójica porque ese hacer permanente es al mismo tiempo nuestra “cárcel social”.
- Hemos dejado de ser una sociedad de control por la vigilancia para ser una sociedad obligada por el rendimiento. El término control no termina de explicar exactamente nuestra realidad actual, ya que, según Han, el control supone la existencia de rasgos de negatividad y la existencia de un otro que nos controla, mientras que la obligación del rendimiento es consustancial a la propia persona. Un ejemplo de esto es la cultura del emprendedor, tan enraizada en nuestra forma de vida. Un culto al “hacer” y al “poder hacer”. No son nuestros jefes quienes nos están explotando, somos nosotros quienes nos autoexplotamos, ejecutando un comando incesante para lograr alcanzar ese sueño extraordinario.
- Dentro de este contexto, Han propone su particular comprensión del cansancio —reflexivo y potencialmente creativo— como contrapunto (y salvación) del estéril y agotador cansancio de la producción del dopaje. Existe el peligro de una rutina y fatiga que conduce a lo que él llama un “infarto del alma”, y lo que es peor, esto es una aflicción individual que separa a las personas. En este punto, Han utiliza el Ensayo sobre el cansancio de Peter Handke para explicar cómo cree que deberíamos abordar el problema. Para ambos, es necesario hacer un espacio en el mundo para cambiar el agotamiento individual por un agotamiento colectivo, uno que realmente promueva la necesidad de negar los excesos de la positividad.
Han crítica a la automatización de la vida activa alejada de la contemplación en la que el sujeto se vuelve una máquina de rendimiento autista. Convertirse en dicha máquina permite un alejamiento de las emociones negativas, como la tristeza o la rabia; estas emociones, para Byung-Chul, son necesarias para la vida contemplativa.
- El sujeto de la modernidad tardía pasa sus días en una constante aceleración que lleva a la hiperactividad, en la que está condenado al agotamiento profundo.
Clase Magistral ofrecida el 6 de agosto de 2018 por Miguel Angel Forte profesor y vicedirector de la Maestría en Ciencia Política y Sociología de FLACSO Argentina https://www.youtube.com/watch?v=NoM76ZbNW-g
- El Prometeo cansado. La sociedad del cansancio comienza cuando su autor nos presenta al hombre de la modernidad tardía como el Prometeo cansado, un ser agotado que es constantemente devorado por su propio ego, es víctima y verdugo a la vez, y su libertad es una condena de autoexplotación.
- En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a los hombres para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus por este motivo.
LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA
https://www.youtube.com/watch?v=LKZv145jj2I&ab_channel=Filosof%C3%ADaenMinutos
- La transparencia es el deseo de abandonar todo lo que sea negativo. Me molestan mis arrugas, no me gustan las primeras canas, entonces dice Lyung Chul Han, aplico el filtro de mi celular y hago que desaprezcan. Por otro lado, Instagram, Facebook permite a través de una aplicación lograr mi apariencia idea. En Facebook podés decir me gusta o silencia. ¿Porque no puedo decir que no me gusta? Uno es y solo es si lo muestra. La única forma de ser es a partir de la apariencia, lo que muestro. Por eso, es importante la mascara.
EN EL ENJANBRE
https://www.youtube.com/watch?v=9wjp3oR-wGM&ab_channel=Filosof%C3%ADaenMinutos
- En un enjambre de abejas cada una trabaja para sí misma y no tiene conciencia del todo mayor, no saben que integran una comunidad. Somos un montón de personas ensimismadas en nuestro celular. Distinto del hombre masa que se mezclaba con otros, millares, con quienes comparte un mismo ideal. En el primer capítulo, se habla del RESPETO hay una distancia, mirar para atrás, "respectare" mirar para atrás con cierta admiración. Mientras en las redes sociales facilitan el desarrollo de un "expectador sin respeto".
- Tomar la acción como principio de algo. Porque las redes pueden llegar a paralizarte creyendo que con mis likes y dislikes estoy cambiando algo. El problema es que el algoritmo nos muestra aquello que sabe que nos gusta, ya no hay diversidad y nos creemos que el mundo funciona según las ideas que nos gustan a nosotros.
- El tema de los haters y el enojo de teclado. Me encanta Biung Chul Han porque para mí las ventanitas del zoom -con una abeja en cada una- me resulta una metáfora muy reveladora.
EXPULSIÓN DE LO DISTINTO
LA IDEA DE LA TRANSPARENCIA, DE LA AUTOEXPLOTACIÓN, AUTOEXIGENCIA, NOS OLVIDAMOS DEL OTRO, ASISTIMOS A LA DESAPARICIÓN DEL OTRO COMO MISTERIO, EL OTRO COMO SEDUCCIÓN SE HA IDO, EL OTRO COMO DESEO, COMO EROS SE HA IDO. EL OTRO EN SU OTREDAD.
- El otro se ha ido, el otro en su otredad hace que yo me choque con él. El otro como distinto no está. El otro se torna transparente.
- El otro pasa a ser un contacto. Igual a todos los demas. Si estoy replegado en mi mismo, pendiente de mi celular.
- Solamente con un otro puedo yo ser humano.
- El algoritmo me convence que el único ritmo que vale la pena escuchar es el mio. Expulsa de mi mundo lo distinto y yo me ve rodeado por mis propias elecciones creyendo que es "todo el mundo".
COMUNIDAD Y FILÓSOFÍA https://viapais.com.ar/salta/1144981-la-filosofia-como-herramienta-para-enfrentar-problemas-de-la-actualidad/ La actualidad, liderada por la sobreinformación y las redes sociales, presenta nuevos desfíos para los profesionales de la educación, quienes muchas veces se desorientan ante el comportamiento masificado de las nuevas generaciones.
Es así que miembros de Pensar en Comunidad, Asociación Civil de Filosofos, conformada por un grupo multidisciplinario de filósofas, educadoras, abogadas, teólogas y graduadas en Letras, visitaron la ciudad de Salta con el objetivo de reflexionar acerca de las problemáticas contemporáneas desde el lado de las filosofía.
La invitación llegó de la mano de una comunidad religiosa, interesada en conocer una nueva visión sobre los problemas que estan afectando cotidianamente las relaciones familiares, laborales, comunitarias y que resultan por momentos, inmanejables.
- Frente a la búsqueda de alternativas, el pensamiento de Byung-Chul Han, filósofo de origen surcoreano formado en Alemania, ofrece en sus libros, que han ganado una enorme popularidad, vívidas descripciones de la nueva sociedad digital con sus mandatos de transparencia.
- La permanente aceleración, el hedonismo, la muerte del eros, el consumismo, que atraviesan nuestro tiempo, inquietan enormemente al pensador. El enjambre, La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia, El aroma del tiempo... van analizando los distintos aspectos de la problemática contemporánea. Han actualiza un mensaje de recuperación de lo humano en lo que considera un mundo unilateralmente tecnológico y neoliberal.
- Pensar en Comunidad, asociación integrada por Graciela Ritacco, Teresa Driollet, Zulema Pugliese, Susana Saenz y Virginia Casaurang, tiene como finalidad la difusión de la filosofía, con el convencimiento de que servirá para mejorar la capacidad de discernimiento crítico y facilitará una actitud constructiva ante los nuevos desafíos.
* El grupo participa en foros culturales a través de debates, talleres, encuentros y publicaciones, apoyando toda iniciativa que contribuya a un mayor enriquecimiento personal y colectivo. La misión es incentivar la reflexión crítica sobre la base de una responsable autonomía personal.
LA ESTÉTICA DEL DESASTRE
Etimológicamente, desastre significa «sin estrellas» (del latín des-astrum). https://www.bloghemia.com/2021/03/la-estetica-del-desastre-por-byung-chul.html?m=1
Por: Byung-Chul Han
En la Crítica de la razón práctica de Kant se encuentra la famosa sentencia que también está sobre su tumba: «Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí». La ley moral tiene su sede en la razón. Tampoco el cielo estrellado representa un afuera, algo externo al sujeto, sino que se despliega en la interioridad de la razón. Etimológicamente, desastre significa «sin estrellas» (del latín des-astrum). En el cielo estrellado de Kant no aparece ningún desastre.
Kant no conoce el desastre. Ni siquiera los poderosos fenómenos naturales representan acontecimientos catastróficos. En presencia de la violencia natural, el sujeto se refugia en una interioridad de la razón que hace que todo lo externo aparezca pequeño. Kant se inmuniza permanentemente contra el afuera, el cual se sustrae a la interioridad autoerótica del sujeto. Todo debe conjurarse para que se encauce hacia el interior del sujeto: así reza el imperativo categórico de su pensamiento.
Según Hegel, la tarea del arte consiste «en transformar en ojo toda figura en todos los puntos de su superficie visible», «de modo que, en ese ojo, el alma libre se dé a conocer en su infinitud interior». La obra de arte ideal es un Argos de mil ojos, un espacio luminoso y viviente:
“O como exclama Platón en aquel famoso dístico dedicado a Aster: «Cuando miras las estrellas, estrella mía, ojalá fuera yo el cielo,/ para mirarte desde arriba con mil ojos»; el arte, de forma inversa, convierte cada una de sus configuraciones en un Argos de mil ojos, para que el alma interior y la espiritualidad sean vistos en todos sus puntos”
El espíritu mismo es un Argos de mil ojos que todo lo ilumina sin restricciones. El cielo de mil ojos del que habla Hegel se parece al cielo nocturno estrellado de Kant, que no se ve afligido por ningún des-astre, por ningún afuera. Tanto el «espíritu» de Hegel como la «razón» de Kant representan fórmulas conjuratorias contra el desastre, contra el afuera, contra lo completamente distinto.
Como ausencia de estrellas, el desastre irrumpe en el «espacio estrellado». Es la «enajenación radical», el afuera que quebranta la interioridad del espíritu: «No diré que el desastre es absoluto: por el contrario, desorienta lo absoluto, va y viene, desconcierto nónuda, sin embargo con la brusquedad insensible pero intensa de lo exterior». El desastre caracteriza otra forma de expectación que se distingue del «Argos de mil ojos» de Hegel: «Cuando digo: vela el desastre, no es para dar un sujeto a la vela, sino para decir: la vela no sucede bajo un cielo sideral». El desastre significa «estar separado de la estrellas»
El cielo vacío como contrafigura del cielo estrellado representa para Blanchot la escena primordial de su infancia. Ese cielo vacío le revela la atopía de lo completamente distinto, del exterior que no cabe interiorizar, cuya belleza y sublimidad colman al niño de una «alegría devastadora»: «El súbito y absoluto vacío del cielo, no visible, no oscuro […] sorprendió al niño con tal encanto y tal alegría, que por un momento se llenó de lágrimas». El niño se siente arrebatado por la infinitud del cielo vacío. Arrancado de su interioridad, se siente ilimitado y vaciado en un exterior atópico. El desastre es una fórmula de la dicha.
La estética del desastre se opone a la estética de la complacencia, en la que el sujeto goza de sí mismo. Es una estética del acontecimiento. Desastroso puede ser también un acontecimiento inaparente, como polvo blanco arremolinado por una gota de lluvia, una nevada silenciosa en el crepúsculo matinal, el olor de unas rocas en el calor estival, un acontecimiento de vacío que vacía al yo, lo desinterioriza, lo desubjetiviza, llenándolo así de dicha. Todos los acontecimientos son bellos porque expropian al yo. El desastre significa la muerte del sujeto autoerótico que se aferra a sí mismo.
En Las flores del mal de Baudelaire se encuentra el poema «Himno a la belleza». Las «estrellas», des astres, de las que emana la belleza, Baudelaire hace que rimen con «desastres», désastres. La belleza es un desastre que desbarata los órdenes de las estrellas. Es la antorcha (flambeau) a la que la mariposa se acerca y con la que se quema. Flambeau rima con tombeau, «tumba». La belleza (beau) es intrínseca tanto a la antorcha (flambeau) como a la tumba (tombeau). La negatividad del desastre, de lo mortal, es un momento de lo bello.
Lo bello, según se dice en la primera Elegía de Duino de Rilke, «no es más que ese comienzo de lo terrible que todavía llegamos a soportar». La negatividad de lo terrible constituye la matriz, la capa profunda de lo bello. Lo bello es lo insoportable que todavía llegamos a soportar, o lo insoportable hecho soportable. Nos escuda de lo terrible. Pero al mismo tiempo, a través de lo bello resplandece lo terrible. Eso es lo que constituye la ambivalencia de lo bello. Lo bello no es una imagen, sino un escudo.
También para Adorno la negatividad de lo terrible es esencial para lo bello. Lo bello es la forma intrínseca de lo amorfo, de lo indiferenciado: «El espíritu que forma estéticamente solo dejó pasar de aquello en lo que se activaba lo que se le parecía, lo que comprendía o tenía la esperanza de equipararse. Se trataba de un proceso de formalización». Lo bello se distingue de lo amorfo, de lo terrible, del todo indiviso, poniendo formas, es decir, diferencias: «La imagen de lo bello como lo uno y diferenciado surge con la emancipación respecto del miedo a la naturaleza abrumadora en tanto lo que un todo no diferenciado». Pero la apariencia bella no conjura por completo lo terrible. La impermeabilización «frente a lo que existe inmediatamente», contra lo amorfo, tiene fugas. Lo amorfo «se parapeta fuera, como el enemigo ante los muros de la ciudad sitiada, y la hace morir de hambre».
La apariencia bella es frágil y está amenazada. Se ve «progresivamente perturbada» por lo distinto a ella, por lo terrible: «La reducción que la belleza causa a lo terrible, desde lo cual y por encima de lo cual ella se eleva y a lo cual mantiene fuera de su templo, tiene a la vista de lo terrible algo de impactante». La relación entre lo bello y lo terrible es ambivalente. Lo bello no se limita a repeler lo terrible. Tampoco lo desacredita. Más bien, el espíritu configurador necesita lo amorfo, su enemigo, para no anquilosarse en una apariencia muerta. La racionalidad configuradora necesita la mímesis, la cual se amolda a lo amorfo, a lo terrible. Del espíritu es propio el «anhelo [mimético] de lo dominado, que no es otra cosa que lo terrible. Lo bello está emplazado entre el desastre y la depresión, entre lo terrible y lo utópico, entre la irrupción de lo distinto y el anquilosamiento en lo igual. La idea de Adorno de lo bello natural se dirige justamente contra la rígida identidad de la forma. Lo bello da testimonio de lo no idéntico:
“Lo bello natural es la huella de lo no-idéntico en las cosas bajo el hechizo de la identidad universal. Mientras este hechizo impera, nada no-idéntico existe positivamente. De ahí que lo bello natural esté tan disperso e incierto y que lo que se espera de él sobrepase todo lo intrahumano”
La negatividad del quebrantamiento es constitutiva de lo bello. Así es como Adorno habla de una coherencia «antagónica y quebrada». Sin la negatividad del quebrantamiento, lo bello se atrofia en lo liso y pulido. Adorno describe la forma estética usando fórmulas paradójicas. Su armonización consiste en «no estar en orden». No está libre de «divergencia» ni de «contradicciones». Su unidad está rota. Se ve interrumpida «mediante su otro». El corazón de lo bello está roto.
Lo sano es una forma de expresión de lo liso y pulido. Paradójicamente, irradia algo morboso, algo inerte. Sin la negatividad de la muerte, la vida se anquilosa en lo muerto. Se la satina, convirtiéndola en aquello que, por carecer de vida, tampoco puede morir. La negatividad es la fuerza vivificante de la vida. Constituye también la esencia de lo bello. Inherente a lo bello es una debilidad, una fragilidad, un quebrantamiento. Es a esta negatividad a lo que lo bello tiene que agradecerle su fuerza de seducción. Lo sano, por el contrario, no seduce. Tiene algo de pornográfico. La belleza es enfermedad:
“La proliferación de lo sano trae inmediatamente consigo la proliferación de la enfermedad. Su antídoto es la enfermedad consciente de sí misma, la restricción de la vida propiamente tal. Esa enfermedad curativa es lo bello. Este pone freno a la vida, y, de ese modo, a su colapso. Mas si se niega la enfermedad en nombre de la vida, la vida hipostasiada, por su ciego afán de independencia de ese otro momento se entrega a este de lo pernicioso y destructivo, de lo cínico y lo arrogante. Quien odia lo destructivo tiene que odiar también la vida: solo lo muerto se asemeja a lo viviente no deformado”
La actual calocracia, o imperio de la belleza, que absolutiza lo sano y lo pulido, justamente elimina lo bello. Y la mera vida sana, que hoy asume la forma de una supervivencia histérica, se trueca en lo muerto, en aquello que por carecer de vida tampoco puede morir. Así es como hoy estamos demasiado muertos para vivir y demasiado vivos para morir
- La calocracia, o el terror de una belleza espantosa, esa dimensión de lo sano, lo pulido, lo liso, sin arrugas, el botox, la bulimia, la juventud eterna negando la positividad de la vejez y de la muerte como complemento de la vida. Lo sublime, lo bello tiene grietas, tiene arrugas.
Dr. Jorge Piña. META-Talk #32: LA CALOCRACIA: LA SALVACIÓN DE LO BELLO -(El Caso de Demi Moore y Byung-Chul Han)https://www.youtube.com/watch?v=_f5N2HVOvnE
- Han, Byung-Chul. (2015), La salvación de lo bello, traducción de Alberto Ciria, Barcelona, Herder Editorial, 110 páginas.
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