Carlos Sluzki


duelos.

culturales: los funerales de cuerpo presente, que nos permiten homenajear a los muertos y acompañar a los vivos que los duelan, ayudándolos a diferenciarse, jando colectivamente el espacio que ocupa quien murió, a saber, el féretro, la fosa y la lápida (¡dícese que es para que el muerto no pueda levantarse!), o ser testigos de la cremación (en gran pira pública en la India o en el horno votivo del crematorio) para después aventar las cenizas con invocaciones de buena jornada, no muy diferentes de las plaquetas con oraciones (y las vituallas) que acompañaban a los faraones en su viaje desde el sarcófago ornado de su tumba hacia el más allá.

los recuerdos, las pérdidas pueden adquirir características fantasmales. Los fantasmas, en verdad, suelen proveer cierta continuidad entre los vivos y los muertos y, a veces, entre el pasado y el presente Sin embargo, a pesar de todos esos andariveles culturales con los que intentamos establecer precisamente barreras que distingan los vivos de los muertos, algunos de estos fantasmas se empecinan en quedarse o en retornar en visitas que los materializa en la percepción o en las acciones de quienes los evocan o, por decirlo de otra manera, de quienes los mantienen vivos a través de sus acciones. Su presencia virtual ocupa a veces el mismo espacio que ocupaban en el mundo interaccional, convirtiéndose así en una suerte de personajes invisibles que, como en algunos cuentos fantasmagóricos, se los nota por la huella de sus pisadas que aparecen en la nieve o por las sillas persistentemente vacías en nuestra mesa o por danzas varias, a veces semánticas («No hablemos de esto. A ella –la

un espacio entre dos personas, como para que el difunto quepa. Y no se trata sólo de espacios simbólicos intencionalmente preservados, tal cual ocurre con las familias en las cuales uno de sus hijos murió en combate y que mantienen intacta su habitación y su espacio en la mesa familiar sin ocupar, y en el uso de plurales cuando sólo el singular sería su ciente («Preferimos desayunar en la cocina», aclaraba un viudo reciente que vivía solo). Como hemos mencionado antes, es cierto que, por un tiempo, el lugar que había ocupado quien estaba vivo tiende a adquirir una suerte de carácter de espacio sagrado entre nosotros («No te sientes en ese sillón. Era el suyo»). Con todo, en la mayor parte de los casos seguimos ese recorrido que va de la invasión emocional a los momentos de olvido, seguida de culpa de continuar viviendo sin aplacar a los muertos






EnciclopediaRelacionalDinamica: CarlosSluzki (última edición 2023-12-31 15:15:39 efectuada por MercedesJones)