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---- * LA AMISTAD * Perlas de la filosofía - La lanza de Aquiles de la amistad * vie, 12 sept 2025 En un giro inesperado de la guerra de Troya, Aquiles, el mejor guerrero de los griegos, se retira del combate porque Agamenón, su jefe, había herido su orgullo. Y no solo se retira: lleno de bronca, le pide a su madre, la diosa Tetis, que interceda ante Zeus para que sus propios compañeros sean derrotados. Que sufran, para que aprendan lo que significa despreciarlo. Tal vez no hacía falta ese pedido. El solo hecho de saber que Aquiles no peleaba envalentonó a los troyanos, como a los rivales de Argentina cuando se enteran de que Messi no va a jugar. Los aqueos caen uno tras otro, y Aquiles permanece inmóvil, masticando su rabia. Hasta que llega Patroclo, su amigo del alma. No soporta ver a los suyos morir y le ruega que lo deje entrar en combate. Aquiles acepta y hasta lo invita a disfrazarse de él mismo para que los troyanos, al creer que volvió a la batalla, se desanimen. Patroclo se coloca la armadura completa de Aquiles —el yelmo, la coraza y las grebas— e incluso monta sus caballos inmortales. Sólo le queda tomar la lanza para ser una copia perfecta de Aquiles. Pero, cuando está a punto de agarrarla, se detiene. La lanza era un regalo del centauro Quirón a Peleo, el padre de Aquiles, el día de su boda con Tetis. Estaba hecha de un fresno cortado del monte Pelión. Como dice Homero, era “pesada, grande y fuerte: ningún aqueo podía manejarla salvo Aquiles.” Patroclo no se anima y se va sin la lanza. Pudo imitar en todo a Aquiles, menos en lo que lo hacía único. Sin la lanza de Aquiles, Patroclo muere en batalla. Plutarco dice que, como Patroclo, la adulación se disfraza de amistad. Puede revestirse de todas sus características, excepto de una. La lanza de Aquiles de la amistad es la franqueza. El hablarnos con franqueza, el decirnos lo que realmente pensamos aun cuando sabemos que nuestro amigo no estará de acuerdo, es lo que distingue a la amistad de sus imitaciones baratas. Es lo inimitable. Como dice Cicerón: “no hay amistad posible cuando uno no quiere oír la verdad y el otro está dispuesto a mentir.” La amistad sin franqueza es como Patroclo sin la lanza: un disfraz condenado a caer en el primer combate. Christián Carman Pronto comienza nuestro curso sobre Séneca. |
Christián C. Carman
- Los ritos son muy importantes porque nos preparan, nos predisponen.
- ¿Cómo atravesar momentos difíciles?
- AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS
- Perlas de la filosofía - El amor tóxico según Santo Tomás
Instituto Baikal vie, 17 nov, 2023 para mí
Hay una frase hermosamente tramposa de San Agustín que dice: “Ama y haz lo que quieras”. Parece autorizarte a hacer cualquier cosa. Y, sí, no hay ninguna limitación en el hacer. Podés hacer lo que quieras. Pero la limitación viene por el querer. Porque, si amás, lo único que vas a querer es el bien del otro. Amar es desear el bien del otro, por lo que, si amás y hacés lo que deseas, siempre vas a buscar el bien de los demás. Un genio, Agustín.
Tomás de Aquino, que admiraba profundamente a Agustín, retoma la misma idea: el amor es, simplemente, desear el bien de la otra persona. Implica cierta unión afectiva, sin la cual difícilmente llamaríamos a ese deseo “amor”, pero es esencialmente el deseo del bien, no la unión afectiva. Tomás usa una palabra para expresar el deseo de bien: “benevolencia”. Etimológicamente es impecable: bene (bien) volencia (querer). Ser benevolente es querer el bien del otro.
Puede darse la unión afectiva sin benevolencia. Es el tipo de relación que tenemos con muchas cosas. Puedo sentir cierto afecto por esta remera que me gusta, o por mi celular. Pero sólo en un sentido muy metafórico diría que le deseo el bien a mi remera o a mi celular. Más que desearle el bien, deseo que me haga bien a mí. La diferencia puede parecer sutil, pero es fundamental: una cosa es desear el bien para alguien y otra que ese alguien sea un bien para mí. De hecho, el afecto que siento lo siento porque me es útil, porque me sirve a mí. Puedo cuidarlos, tratarlos con afecto, y tener otras actitudes que serían indistinguibles de las que tenemos cuando amamos a alguien, pero la razón es muy distinta: lo hago para que pueda seguir siéndome útil. Aristóteles dice que, cuando cuidamos el vino (guardarlo en un lugar fresco, bien tapado, etc.), no es pensando en el bien del vino, sino el bien que el vino nos va a hacer. Por eso, dice, aunque lo cuidemos no es adecuado llamarnos “amigos del vino”.
Ahora, cuando esa misma relación de afecto sin benevolencia se traslada a las personas, se convierte en un pseudo–amor, algo que tiene apariencia de amor, pero que no lo es. Siento cierta unión afectiva que puede llegar a confundirme, pero no deseo su bien. Busco sólo que me haga bien a mí, como el celular. Tomás diría, no es amor. Es una relación tóxica. Muy tóxica porque no hay verdadera reciprocidad. Y quien genuinamente ama a quien no lo ama genuinamente está en una situación de fragilidad muy peligrosa.
Ahora, ¿cómo darme cuenta de si realmente deseo el bien o lo estoy confundiendo con la unión afectiva? La receta de Tomás es infalible: la benevolencia implica la beneficencia. “Beneficencia” suena feo hoy, suena a revolver el fondo del ropero y donar a alguna ONG la ropa que ya no uso. Pero para Tomás, de nuevo fiel a las etimologías, significa simplemente “hacer el bien”. Benevolencia es desearlo, beneficencia es hacerlo. La forma de saber que deseo el bien de otro, es buscar efectivamente el bien del otro, es trabajar proactivamente para lograrlo. Como dice Tomás: “la voluntad es realizadora de lo que quiere”.
Ahora sí, “Ama y haz lo que quieras”.
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Christián Carman
Un Aristóteles ya maduro estaba hablando en el Ágora, dando lo que hoy llamaríamos una charla de divulgación sobre los beneficios de la filosofía. Al final, hubo una ronda de preguntas. Un jovencito de la nobleza, no muy convencido de los beneficios que ofrecía la vida del filósofo, se animó a preguntarle: “Pero al final, después de tantos años consagrados a la sabiduría, ¿qué ganancia te dejó la filosofía?” Aristóteles podría haber contestado que amasó una considerable fortuna, sobre todo a partir de lo generosos honorarios que cobró por formar a Alejandro Magno, o que le dejó el orgullo de haber sido el tutor del Gran Alejandro, o la indiscutible fama y reconocimiento, o los innumerables conocimientos que obtuvo en biología, meteorología o física. O haber llevado a cumbres jamás alcanzadas a la nobilísima metafísica, o ser el creador de la mismísima lógica. Pero no. Hizo un silencio, reflexionó unos instantes, y dijo: “Lo más valioso que me dejó la filosofía es que ahora hago espontáneamente lo que otros hacen por miedo a las leyes”.
Ésa es la clave para Aristóteles: que la filosofía te ayude a ir acomodando tus gustos, deseos y tendencias hacia el bien, de tal manera que te salga hacer el bien espontáneamente, desde tu interior, y no por una coerción externa. No hay forma de adelgazar y mantener un buen peso reprimiéndote todo el tiempo. Obligándote a no comer porque te lo impusiste. No queda otra que cambiar los hábitos alimenticios. O sea, lograr, con el tiempo, que tus gustos y lo que te hace bien confluyan en una misma dirección. Que te guste lo que le hace bien a tu cuerpo. Lo mismo con todas las esferas de la vida: que te guste lo que te hace bien.
La filosofía, como una buena nutricionista, no le dio a Aristóteles una lista con los alimentos prohibidos. Le enseñó, de a poco, con paciencia y pedagogía, a gustar de lo sano.
Sumate a "Introducción a Aristóteles" en este enlace: institutobaikal.com/introduccion-a-aristoteles-2/.
Christián Carman
Agosto 2024 Lanzamos "Filosofía del Liderazgo 1: liderarnos a nosotros mismos" Recibidos
Instituto Baikal Anular suscripción 9:28 (hace 7 horas) para mí
Cuando se sentía traicionado, Abraham Lincoln solía escribir cartas con reproches intensos, llenas de ira y humillaciones. Pero nunca las enviaba. Las guardaba, las dejaba reposar, y, cuando su enojo se disipaba, las olvidaba. Se encontraron muchas de esas cartas nunca enviadas entre sus papeles.
Platón una vez se quedó un largo rato como congelado con el brazo levantado a punto de dar una cachetada. Cuando le preguntaron qué hacía en esa posición tan ridícula, explicó que, en un ataque de ira, estuvo a punto de golpear a un sirviente, pero se frenó a tiempo y se quedó en esa posición para castigarse a sí mismo.
Juana de Arco, con solo 19 años, mantuvo su dignidad y fortaleza mientras era quemada en la hoguera, y Tomás Moro subió la escalinata hacia el patíbulo sonriendo y haciendo bromas.
Nelson Mandela, tras 27 años de encarcelamiento injusto, salió sin un rastro de rencor, afirmando que solo al vencer al odio podría ser verdaderamente libre.
El diario de Ana Frank revela su asombrosa fortaleza de carácter, permitiéndole mantener la esperanza y la alegría durante años de encierro. Tenía menos de 15 años.
Grandes figuras como Cleopatra, Zenón, Séneca, Alejandro Magno y Sócrates también nos dejaron ejemplos valiosos de autodominio. A lo largo de la historia, los líderes más admirados y respetados han demostrado una habilidad excepcional para gobernarse a sí mismos.
¿Cómo lograron controlar sus emociones y superar desafíos aparentemente insuperables? Entendieron que el verdadero liderazgo comienza con el dominio sobre uno mismo.
En este curso te ofrezco los consejos y estrategias de los sabios de todas las épocas para ayudarte a superar las luchas internas y alinear todas tus energías hacia la consecución de tus objetivos.
Podés ver los detalles y reservar tu vacante aquí: https://institutobaikal.com/filosofia-del-liderazgo-1-liderarnos-a-nosotros-mismos/.
Christián Carman
- Perlas de la filosofía - La peluquería y la charla
- febrero, 2025
- Ayer, mis hijos me mostraron el último gol de Messi. Luis Suárez le tira un centro. Messi la para de pecho en el borde del área, la deja picar una vez y saca un cañonazo al lado del palo. “¡Cómo le pegó!”, dije yo. Pero ellos me hicieron notar que lo más impresionante no fue el remate, sino cómo la “durmió” de pecho. Los grandes jugadores no solo saben pegarle, también saben recibir la pelota. Me mostraron videos de Messi recibiendo pases. Tenían razón.
Me hizo acordar a algo que leí de Plutarco este verano. Él dice que algunos creen que el juego de la pelota se domina cuando se sabe lanzarla, pero primero hay que aprender a recibirla. Y que en la comunicación sucede lo mismo. La oratoria—el arte de hablar, de lanzar las palabras—es solo la mitad del asunto. Y la segunda mitad. La más importante es aprender a recibir las palabras, a escuchar. Para que la comunicación sea completa, deberían darse ambas, pero si hubiera que elegir una, se sacaría mucho más provecho de aprender a escuchar que de aprender a hablar. Al arte de la oratoria debería precederle el arte de la “escuchatoria”.
En un tratado muy breve, titulado precisamente Sobre cómo se debe escuchar, Plutarco sienta las bases de esta disciplina tan ignorada. Comparto algunos de sus consejos:
1. Escuchar sin envidia. La envidia es el peor enemigo de quien escucha, porque convierte en molesto y desagradable lo que podría ser provechoso.
2. No despreciar al orador, pero tampoco ser demasiado entusiasta. Los soberbios sacan poco provecho de los oradores, pero los entusiastas pueden salir más perjudicados. A veces, por buena voluntad y confianza en el que habla, admitimos sin darnos cuenta muchas opiniones falsas o dañinas.
3. Olvidarse de la fama y prestigio del orador, y examinar los discursos por sí mismos.
4. El que habla debe preocuparse por la belleza del discurso. El que escucha, no.
5. Escuchar también exige esfuerzo. Muchos creen que quien prepara un discurso debe esforzarse para hacerlo agradable y útil, mientras que el oyente solo debe sentarse a disfrutar. Pero para que una conversación salga bien, tanto el que habla como el que escucha tienen su parte de responsabilidad.
6. No lanzarse a hablar inmediatamente después de que alguien termina. Incluso si el discurso no fue muy agradable, hay que dejar pasar un momento. Quizás el otro quiera agregar o corregir algo.
7. No creas que una buena objeción te vuelve superior. Una vez, un lacedemonio escuchó a Filipo II, padre de Alejandro Magno, jactarse de haber destruido por completo la ciudad de Olinto. El lacedemonio respondió: “Pero él no hubiera sido capaz de levantar una ciudad semejante”. Es más fácil destruir que construir.
8. Aplicar el discurso a la propia vida. Escuchar una charla es como ir a la peluquería, no sirve de nada si no salís cambiado.
Como Messi con la pelota, hay que aprender a “dormir” las palabras en el pecho antes de responder.
A partir del 11 de marzo, en el ciclo "Perlas de la filosofía" empezamos a leer textos de Plutarco sobre la educación de los hijos y el arte de aprender a escuchar. Podés sumarte acá: https://institutobaikal.com/perlas-de-la-filosofia-2025/.
Christián Carman
mayo 2025
Introducción a la oratoria – clase presencial Buenos Aires Christián Carman introducción a la oratoria bs as - banners Modalidad Cuándo: Miércoles 21 de mayo Dónde: Villa Crespo, Buenos Aires Horario: 18:30 h
Cuando a Warren Buffett, el inversor más importante de la historia, le preguntan cuáles fueron los hitos fundamentales de su formación, siempre responde que uno de los principales fue aprender a hablar en público. Aristóteles decía que es imposible que alguien pueda liderar sin ser un buen orador. Si Buffett y Aristóteles están de acuerdo, debe ser verdad.
Hablar bien te permite comunicar tus ideas con claridad y fuerza, conmover y mover a los demás a la acción. Es una herramienta central de liderazgo en todas las disciplinas, una clave del desarrollo profesional en cualquier carrera y un pilar del crecimiento personal. Y a medida que la tecnología avanza, las habilidades interpersonales se vuelven aún más valiosas.
En esta clase te voy a dar herramientas concretas para lograrlo: cómo arrancar una charla, cómo cerrarla, cómo superar los miedos y la ansiedad, de dónde sacar ideas, cómo seleccionarlas, cómo pararte frente al público, qué hacer si te olvidás o tenés que improvisar, y qué hábitos pueden ayudarte a mejorar constantemente.
Porque no se trata sólo de hablar, se trata de dejar una huella indeleble en quienes te escuchan.
Christián Carman
Perlas de la filosofía - El precio de nuestra calma
Instituto Baikal 29 nov 2024
Estuve a punto de no escribir nada esta semana y pedir que reenvíen algún texto viejo. No aguanto más. Estoy sentado en la sala silenciosa de la biblioteca de la Universidad para escribir esto. Necesito silencio y paz. Pero a unos pocos metros, una persona de unos 60 años está leyendo el periódico. Cada medio minuto se acomoda los anteojos y hace una mueca extraña acompañada de un ruidito insoportable, como si fuera un chasquido. Odio esa rutina. Me quita la paz. No puedo escribir.
Ya resignado y de muy mal humor, me pongo a leer un texto del Manual de Epicteto, el gran filósofo estoico, para preparar una clase para mañana. Epicteto me reta. Su mensaje es tan claro que casi escucho su voz en mi mente. Dice que muchas veces sentimos que empezamos a perder la paz y nos irritamos por una pavada. Porque se derrama un poco de aceite de oliva o porque te roban medio vaso de vino, pone como ejemplos. En esas ocasiones, sigue, tenemos que decirnos a nosotros mismos: “¿Por tan poco te vas a perturbar? ¿A ese precio se vende tu tranquilidad?”.
¿Tan pero tan barato vendemos nuestra paz? ¿En serio mi tranquilidad vale el ruido de un chasquido casi imperceptible, una manchita en la camisa, un semáforo en rojo un poco largo o un celular sin batería? Para Epicteto, la calma interior es un tesoro que no deberíamos ceder ante pequeñas incomodidades. Pero, claro, hay que reconocerlo también: la vida cotidiana nos ofrece infinidad de oportunidades para intercambiar nuestra serenidad por migajas. A veces llegamos a varios kilos juntando todas las migajas.
Séneca, contemporáneo de Epicteto, también pone ejemplos siempre actuales: una mosca que nos molesta, alguien que tose o estornuda, el agua que no está lo suficientemente fría, una mesa mal puesta o una cama mal tendida. Describe esta irritabilidad como el síntoma de un espíritu enfermo. Dice que, al igual que una llaga duele con el más leve roce (incluso con la presunción de un roce), nosotros nos irritamos ante la más mínima dificultad ¿Por qué dejamos que cosas tan insignificantes nos afecten tanto? En palabras de Séneca: “Nunca los enfermos se dejan rozar sin una queja”.
La próxima vez que algo trivial amenace con alterar tu paz, respondete como propone Epicteto: “¿Por tan poco te vas a perturbar? ¿A ese precio se vende tu tranquilidad?”.
Yo, mientras, sigo luchando contra el insoportable tic de mi compañero de lectura.
Lanzamos la membresía "Perlas de la filosofía 2025". Podés ver más información y sumarte en este enlace: https://institutobaikal.com/perlas-de-la-filosofia-2025/.
Christián Carman
- CINCO RECETAS DE MARCO AURELIO PARA LIDERAR TU DÍA
- Instituto Baikal
- sáb, 6 sept, 2025
- Séneca dice que a los filósofos hay que exigirles lo mismo que a los médicos: recetas concretas para mejorar. No alcanza con señalar que algo está mal o con reflexiones generales sobre la salud o la enfermedad. Hace falta un tratamiento.
- Hoy comparto con vos cinco recetas que aprendí de Marco Aurelio. Varias ya las vimos por separado, pero todas juntas tienen una fuerza especial. Son cinco prácticas que conviene distribuir a lo largo del día, en horarios concretos. Para que no se te olviden, con sus iniciales formamos MARCO.
- Madrugar. No es levantarse temprano, sino hacerlo apenas suena el despertador. La hora a la que te levantás se decide la noche anterior. Ganar esa primera batalla te cambia el día: arrancás ganando 1 a 0.
- Anticiparse. Apenas despertás —antes de agarrar el celular— repasá tu día. Pensá en las actividades y en los desafíos que te esperan. A mí me sirve hacerlo en orden cronológico: qué me espera a la mañana, a la tarde, a la noche. Estar preparado es media victoria.
- Retirarse. Varias veces al día, cuando notes que perdés el foco, volvé a vos mismo unos minutos. Esa breve pausa permite recalcular y retomar con claridad lo que te habías propuesto.
- Concentrarse. Entregate por completo a lo que estás haciendo. Que la tarea actual sea todo el universo; que la persona con la que hablás sea la única que existe en ese instante. 100 % presencia.
- Observarse. Al final del día, antes de dormir, repasa cómo te fue. Qué lograste, qué podés mejorar. Como dice Séneca: “¿Por qué voy a temer mis errores, si puedo decirme: ‘Mira de no hacer eso más, por ahora te perdono’?”.
- Recordá: Madrugar, Anticiparse, Retirarse, Concentrarse y Observarse. MARCO.
Cinco prácticas simples, cinco batallas diarias. Ganarlas te asegura un imperio, el imperio de vos mismo.
Christián Carman
Ya comienza nuestro curso sobre Popper. Si quieres sumarte, puedes hacerlo en este enlace: https://institutobaikal.com/popper/.
- Perlas de la filosofía - El arte de hacer favores
Recibidos
Instituto Baikal 26 sept 2025
Arcesilao estaba en la cima de su carrera. Había sido elegido líder de la Academia de Platón, una institución con más de cien años de historia. Era nada menos que el sucesor de Platón. Pero la fama no se le subió a la cabeza. Un día fue a visitar a su amigo Apeles de Quíos, pintor célebre y también respetado como filósofo, que había caído en desgracia: estaba enfermo y pobre.
Al entrar en la habitación y ver la miseria en la que vivía, Arcesilao percibió la incomodad que sentía su amigo por la situación e hizo un chiste para aliviar la tensión:
—“Aquí lo único que hay son los cuatro elementos de Empédocles”.
Era un guiño entre filósofos: Empédocles había enseñado que todo en el universo se compone de tierra, agua, aire y fuego. Es decir, en esa habitación no había nada más que lo mínimo para existir.
Arcesilao lo saludó, acomodó con ternura la almohada de su amigo y, sin que lo notara, escondió debajo veinte monedas de cuatro dracmas —una pequeña fortuna—. Después de conversar un rato, se despidió afectuosamente.
Más tarde, cuando la anciana que ayudaba a Apeles encontró el dinero y se lo mostró con admiración, él sonrió y dijo:
—“Esto es cosa de Arcesilao”.
Para los antiguos había un verdadero arte de hacer y recibir favores. Séneca incluso dedicó un tratado entero al tema (De beneficiis). Como toda acción humana, un favor puede hacerse bien, mal, muy mal… o de manera excelente. Y una de las reglas más valoradas era justamente no difundirlos.
El ideal era que ni siquiera el beneficiado lo supiera. Así actuó Arcesilao.
Lo contrario hizo Póstumo, un romano que ayudó al poeta Marcial y después lo contaba a todo el mundo. Marcial lo retrató en un epigrama que le dedicó a su benefactor indiscreto:
Me acuerdo, Póstumo, y nunca lo olvidaré,
de cuánto has hecho por mí.
¿Me preguntas por qué no lo ando diciendo?
Porque ya lo dices tú.
Cuando quiero contar a alguien un favor tuyo,
enseguida me interrumpe:
“Eso ya me lo contó él mismo”.
Hay cosas que no está bien que la digan dos.
Si quieres que hable yo, cállate tú.
Créeme, Póstumo: los regalos pierden mucho valor
cuando quien los da se encarga de pregonarlos.
El arte de hacer favores enseña que el favor se desvirtúa si se convierte en publicidad.
Christián Carman
Pronto comienza “Filosofía del liderazgo: liderar a otros”. Si quieres sumarte, puedes hacerlo en este enlace: https://institutobaikal.com/filosofia-del-liderazgo-liderar-a-otros/ Si quieres saber algo, dáselo al tiempo.
Es el tiempo el que separa el ruido de la señal, la moda efímera de lo eterno.
A pesar de que cambie la tecnología, las costumbres, los peinados y las formas de comunicarnos, la naturaleza humana no cambia. Y liderar se trata de actuar desde y sobre la naturaleza humana.
Por eso es tan importante entender lo que enseñan los antiguos sobre el arte de liderar. Porque sus enseñanzas pasaron el filtro implacable del tiempo y, si llegaron hasta nosotros, es porque funcionan.
En este curso veremos las grandes enseñanzas de los pensadores antiguos más relevantes sobre cómo liderar a otros. Aprenderemos de los genios que le dieron a los grandes emperadores, revolucionarios y conquistadores sus herramientas mentales para canalizar la energía de millones de personas y triunfar.
Pero este curso no está hecho para Alejandro Magno. Está hecho para compartir esas enseñanzas con la dueña de una pequeña empresa, el director de una ONG, el entrenador de un equipo de fútbol o el activista de un movimiento social. Y para todos los que quieran entender los conceptos más profundos del liderazgo.
- jue, 18 sept,2025
Decía Montaigne que leer a Séneca es como escuchar a los dioses. No exageraba. Pocos filósofos escribieron con tanta lucidez, con tanta belleza y, sobre todo, con tanta utilidad.
Porque si la filosofía tiene que servir para algo, nadie la hizo más práctica que Séneca. En sus cartas y tratados, nos da consejos concretos sobre cómo vivir con intensidad, cómo aprovechar bien el tiempo, cómo enfrentar la adversidad y cómo controlar las emociones tóxicas, cómo recuperar la paz. Nos advierte sobre la mayor trampa de la vida: la ilusión de que tenemos tiempo. Y nos desafía a no postergar lo importante.
En este curso, vamos a leer juntos De la brevedad de la vida, algunas Cartas a Lucilio y fragmentos de Sobre la ira. Vamos a recorrer su pensamiento con la misma pasión con la que él vivió y escribió. Y, sobre todo, vamos a aprender de él lo más difícil y lo más necesario: cómo vivir bien.
Porque la filosofía no es solo para pensar. Es para vivir.
Pueden ver más aquí: https://institutobaikal.com/seneca-sep-oct/.
Christián Carman
- LA AMISTAD
- Perlas de la filosofía - La lanza de Aquiles de la amistad
- vie, 12 sept 2025
En un giro inesperado de la guerra de Troya, Aquiles, el mejor guerrero de los griegos, se retira del combate porque Agamenón, su jefe, había herido su orgullo. Y no solo se retira: lleno de bronca, le pide a su madre, la diosa Tetis, que interceda ante Zeus para que sus propios compañeros sean derrotados. Que sufran, para que aprendan lo que significa despreciarlo.
Tal vez no hacía falta ese pedido. El solo hecho de saber que Aquiles no peleaba envalentonó a los troyanos, como a los rivales de Argentina cuando se enteran de que Messi no va a jugar. Los aqueos caen uno tras otro, y Aquiles permanece inmóvil, masticando su rabia.
Hasta que llega Patroclo, su amigo del alma. No soporta ver a los suyos morir y le ruega que lo deje entrar en combate. Aquiles acepta y hasta lo invita a disfrazarse de él mismo para que los troyanos, al creer que volvió a la batalla, se desanimen. Patroclo se coloca la armadura completa de Aquiles —el yelmo, la coraza y las grebas— e incluso monta sus caballos inmortales.
Sólo le queda tomar la lanza para ser una copia perfecta de Aquiles. Pero, cuando está a punto de agarrarla, se detiene. La lanza era un regalo del centauro Quirón a Peleo, el padre de Aquiles, el día de su boda con Tetis. Estaba hecha de un fresno cortado del monte Pelión. Como dice Homero, era “pesada, grande y fuerte: ningún aqueo podía manejarla salvo Aquiles.”
Patroclo no se anima y se va sin la lanza. Pudo imitar en todo a Aquiles, menos en lo que lo hacía único. Sin la lanza de Aquiles, Patroclo muere en batalla.
Plutarco dice que, como Patroclo, la adulación se disfraza de amistad. Puede revestirse de todas sus características, excepto de una. La lanza de Aquiles de la amistad es la franqueza.
El hablarnos con franqueza, el decirnos lo que realmente pensamos aun cuando sabemos que nuestro amigo no estará de acuerdo, es lo que distingue a la amistad de sus imitaciones baratas. Es lo inimitable. Como dice Cicerón: “no hay amistad posible cuando uno no quiere oír la verdad y el otro está dispuesto a mentir.”
La amistad sin franqueza es como Patroclo sin la lanza: un disfraz condenado a caer en el primer combate.
Christián Carman
Pronto comienza nuestro curso sobre Séneca.