Hartmut Rosa
- Las sociedades modernas se aceleran, se expanden incesantemente: innovan, aumentan la producción, acortan los plazos, estimulan el consumo, multiplican las conexiones. Pero esta aceleración no nos hace más felices: contribuye más bien a producir una creciente alienación. Si la aceleración es el problema, la solución, argumenta Hartmut Rosa en esta obra maestra, puede entonces residir en la resonancia: la calidad de la vida humana no puede ser medida solamente en términos de recursos materiales, simbólicos o físicos, sino más bien en términos de nuestra relación con el mundo. Según Rosa, las grandes crisis de la sociedad moderna pueden ser entendidas y analizadas justamente en términos de resonancia, y explicadas como resultado de nuestra relación quebrada con el mundo que nos rodea.
- Con su teoría crítica de la resonancia, Hartmut Rosa ha propuesto las bases de un modelo para evaluar normativamente y afrontar en la práctica las consecuencias de la aceleración social y su inherente tendencia al crecimiento y la innovación. Dicho modelo ha supuesto una bocanada de aire fresco en la Teoría Crítica para reflexionar sobre una dinámica que atraviesa la práctica totalidad de las actividades sociales. No obstante, también ha sido asociado a determinadas características que podrían hacerlo merecedor de dos calificativos siempre reprobados por la Teoría Crítica: el paternalismo y el totalitarismo. Con el fin de contribuir a los debates suscitados por el trabajo de Rosa, la pretensión de este artículo es mostrar el modo en que su planteamiento logra sortear esas posibles acusaciones al apoyarse especialmente en el concepto de Weltbeziehung [relaciones con el mundo].
- El tiempo pasa muy a menudo a percibirse como escaso para las personas, hasta el punto de que puede perjudicar la consecución de una vida lograda (Rosa, 2016a, p. 30).
- 122|JOSÉ L. LÓPEZ GONZÁLEZDisputatio 12, no. 24(2023): pp. 119–141 Sin embargo, el pretendido carácter no paternalista de la resonancia, entendida como contraconcepto de una vida no lograda debido a las inclemencias de la aceleración, no puede acreditarse solo a través de este punto de vista. Si se asume la posición de las éticas universalistas, tal y como representa la ética discursiva formulada por Habermas (2000), sería más bien paternalista aquella ética que pretendiese proyectar el carácter universalizable de un canon crítico con contenido ético sustantivo.
- Y, efectivamente, el modelo de fundamentación de la crítica seguido por Rosa no contiene en principio una pretensión universalista. A diferencia de un modelo de crítica moral, se enmarca en el de crítica ética(Rosa, 2016a, p. 115).
- En este terreno, que se enmarca en el ámbito de la de vida buena, o, negativamente, de las condiciones que atentan contra la vida buena y generan alienación, no cabe duda de que la tarea de identificar estructuras y prácticas que impiden a la gente desarrollar una vida buena se enfrenta a más dificultades que cuando se trata de definir normas y valores que pretenden ser generalmente aceptables o justificables (Rosa, 2016a, p. 115)
- Ante el reconocimiento del carácter éticamente plural de las sociedades modernas, las dificultades para especificar en términos filosóficos de una vez por todas qué puede ser una vida buena y la consiguiente tendencia a ocuparse de cómo puede ser una vida moralmente correcta, la felicidad o la vida buena han pasado a ser habitualmente reconocidas algo así como la «guinda del pastel». A riesgo de caer en posturas antipluralistas y paternalistas, incluso podría reconocerse que se ha producido desde la filosofía una suerte de ethisch enthaltsam [abstinencia ética] (Jaeggi, 2014, p. 14).
- Precisamente a partir de estas dificultades es donde cobra sentido el impulso que Rosa trata de dar a la crítica ética con su teoría de la resonancia. Tras fundamentar un diagnóstico social basado en que la aceleración, el crecimiento y la innovación no se producen a espaldas de la sociedad, sino que esta también participa de esa dinámica autointensificándose —precisamente por la necesidad de obtener recursos para poder alcanzar distintos proyectos de vida—, Rosa no ha depositado el núcleo ético de la crítica de esa dinámica a un ethos determinado.
- Consecuente con el análisis de que la dinámica de aceleración, crecimiento e innovación conformada estructural y cultu ralmente no se debe solo a los deseos ni acciones de los sujetos, ni al mundo social y de las cosas, sino a un modo problemático de relacionarse con el mundo articulado por una interrelación a estos tres niveles, Rosa entiende que la solución tampoco puede esperarse solamente dela forja de algún tipo de virtud. La resonancia deposita el peso ético en otra instancia: en el Weltbeziehung o modo de relacionarse con el mundo.
- Frente a la coerción aceleratoria, Rosa sugiere que sería oportuno mantener las condiciones para establecer relaciones resonantes en tres ejes amenazados por las dinámicas de la aceleración: el horizontal,en el que se producen relaciones dialógicas con otros; el diagonal, donde se llevan a cabo relaciones con las cosas; y el vertical, donde se manifiestan relaciones en las que entra en juego la totalidad de la existencia (Rosa, 2019b, p. 253–393)
- Rosa entiende que la generación de relaciones con el mundo que minan esta capacidad constituye un modo de relacionarse que merece el calificativo de alienado, no solo porque dificulta la capacidad de responder, sino de resonar. Se trata de un problema de índole ético, puesto que impide poner en marcha la propia voz en una relación, que Rosa ejemplifica en el plano físico del fenómeno de la resonancia entre dos diapasones, cuando uno de ellos no responde a la frecuencia del otro
- Quizá aquí radique uno de los rasgos genuinos de la teoría crítica de la resonancia. En términos éticos, Rosa procedimentaliza el concepto de resonancia al definirlo como un momento afectivo en el que nos sentimos tocados, que es fundamental para poder salir en búsqueda de lo Otro —dentro de una relación con el mundo—y poder transformarnos dentro de las relaciones con el mundo (Rosa, 2018b, pp. 37–47)
- La resonancia, ni auténtica, ni relativista: dinámica
- Ante el riesgo de que la necesidad de acelerar, innovar y crecer constantemente pueda «apagar» la manera de establecer una relación responsiva con el mundo, Rosa ha integrado en su teoría crítica todo un vocabulario propio del romanticismo que se alinea con la reivindicación de un yo abierto, afectado y responsivo, de un «yo poroso» (Rosa, 2019b, 37)
- Mediante esta reivindicación, la teoría crítica de la resonancia reivindica la importancia de fijar la atención en un estadio anterior al de la autonomía. La tesis fundamental de Rosa para sostener esta idea se sostiene en una hipótesis: el proyecto normativo de la modernidad basado en la superación de los preceptos autoritarios y en la consiguiente reivindicación de la autonomía, en el sentido de una capacidad de autolegislación, se encuentra profundamente vinculado a una idea de crecimiento que hoy abruma. La autonomía vinculada al proyecto ético de la modernidad «enfatiza en demasía el ‘sí mismo’» (Rosa, 2019b, p. 231) y se encuentra detrás del «proceso de dinamización propio de la modernización» (Rosa, 2019b, p. 525
- En un libro con unas intenciones más divulgativas como Remedio a la aceleración: ensayos sobre la resonancia (2019a), Rosa ha tildado la autonomía incluso como uno de los «autores del crimen» porque «está asociada mediante una concepción específica de la libertad a la idea de que el crecimiento, el movimiento y, sobre todo, el incremento permanente de las opciones disponibles aumenta la calidad de vida» (Rosa 2019a, pp. 27–32)
- La resonancia es algo que mantienes y desarrollas a través del cambio permanente» (Rosa y Zaretsky, 2017)
- Sobre esta dinamicidad, de la que da cuenta el modo de relacionarse con el mundo, Rosa cree que es posible hacer de la resonancia un criterio ético no paternalista. No obstante, este enfoque presenta, al menos, dos problemas. En primer lugar, en la medida en que se considere que la resonancia da cuenta de «un acontecer dinámico» (Rosa, 2019b, p. 255), no cabe duda de que siempre existente el riesgo de que sea posible «caracterizar casi cualquier conjunto de constelaciones agenciales y estructurales como ‘empoderadoras’, al menos desde la perspectiva de quienes las respaldan» (Susen 2019, 17). En segundo lugar, esa dinamicidad también abre la puerta a la pregunta de si Rosa no acaba con ello situándose en una suerte de relativismo ético.
- Bajo los parámetros procedimentales de la resonancia, es decir, de que haya un momento de afecto, de emoción y de transformación en el modo de relacionarnos con el mundo, Rosa se ha limitado a reconocer el proceso en el que pueden acontecer diferentes formas de resonancia. Admite que formas de subjetividad cultural e históricamente distintas puedan entrar en relaciones mudas o en resonancia con distintas formaciones sociales. Por lo tanto, como contrapartida a la alienación, la resonancia no puede prescribir qué «formas de trabajo, de amor, de vida conjunta o de creencias son las ‘correctas’ ni especifica si necesitamos el arte, la naturaleza o la religión para llevar una vida correcta». (Rosa, 2019b, p. 237).
Esta idea puede reconocerse al adoptar la óptica de las prácticas sociales. Siguiendo las tesis defendidas por MacIntyre en Tras a Virtud (2004), Rosa no tiene problema en reconocer que a cada práctica le pertenece su propio estándar de excelencia(Rosa, 2019b, p. 303)o que hay criterios de lo bueno que se extraen de la propia práctica, es decir, son parte interna de la praxis (Rosa, 2019b, p. 30).
- En suma, lo que la resonancia pretende aportar a los retos que presenta la aceleración no es un vuelco relativista, sino una referencia ética a cuya contraluz puedan criticarse las condiciones sociales que minan la capacidad para resonar. En el caso de las prácticas sociales, lo problemático no es el criterio que apunta a lo bueno, sino la propia tasa de cambio en las prácticas sociales, es decir, la aceleración del cambio social (Rosa, 2016a, p. 24).