Hna Mercedes Zamuner


¿Se aplica el mismo protocolo para la asistencia espiritual a esos pacientes? “Sí, de la religión que profesen. Un sacerdote está disponible para quien lo solicite, pero respetamos la fe de cada uno. Muchos judíos eligen el Mater Dei porque aquí pueden recibir asistencia en su fe. Además, hay psicólogos y psicoterapeutas para los pacientes, los familiares y el personal”.

Antes de la pandemia y desde hace ya muchos años, el Mater Dei tenía abierta la terapia a los familiares, una práctica muy humana que se ha ido extendiendo a medida que cambió el concepto de lo que es más beneficioso para el paciente en cuidados intensivos.

¿Es problemático para los médicos tener a familiares de los pacientes en la terapia?, preguntó Infobae a Bernardo De Diego. “Al contrario, es de mucha ayuda -respondió-. En todo sentido. Pensemos que los pacientes Covid llegan a la guardia con fiebre y ahí mismo los separan de su familia, a la que no volverán a ver. Si hay complicaciones, la persona pasa a terapia, donde la familia sufre por la incertidumbre de no saber qué está pasando. qué tratamiento le están haciendo. En terapia, el paciente, que ya está mal, es examinado por un médico sin rostro, con la distancia que impone la situación, que no puede tocarlo, darle la mano, ni alentarlo. Tener a un paciente inquieto, angustiado, desorientado, que pierde la noción del día y la noche, es un problema. Por eso que haya un familiar con ellos, una cara amiga, es importante. Habilitando visitas, tenemos al familiar y al paciente muy contenidos”.

De Diego también resalta la importancia de la despedida. “A la familia no le dejan ver a su ser querido para nada, por días, y de pronto le dicen que está muerto. Y tampoco entonces pueden verlo. La persona muere sin despedirse y sin ordenar el final de su vida. Y despedirse es algo fundamental para facilitar el duelo”.

El esposo de Beatriz M. pudo ser uno de esos pacientes desorientados y angustiados de no ser por el Protocolo de Acompañamiento. “Él estuvo internado 67 días en el Mater Dei, desde el 8 de mayo -contó a Infobae la mujer, que prefirió mantener su nombre en reserva-. Mientras estuvo sedado, no tuvimos contacto. Pero en las últimas tres semanas, cuando recuperó el estado de vigilia, nos dieron tres visitas por semana. Nos turnábamos mis dos hijos y yo. A él le hizo mucho bien porque en la inconsciencia había tenido pesadillas y no podía discernir si eran fantasía o realidad. Al comunicarnos, lo fuimos tranquilizando, Creía que había muerto su hermano en un accidente, lo había soñado; hicimos una videollamada para que se vieran. Además, nos habían internado al mismo tiempo a los dos y lo angustiaba no saber qué había sido de mí”.

El desenlace de esta historia es triste, porque el esposo de Beatriz murió tres días después de la derivación a un Centro de Rehabilitación donde debía recuperarse de la gran debilidad que le dejó la larga postración. “Estaba feliz, muy contento de tener el alta. Pero lamentablemente, el domingo 19 (de julio) hizo un paro y no lo pudieron reanimar.

Aunque sólo tenía 62 años, era hipertenso, tenía una arritmia leve y sobrepeso. En El Mater Dei se entristecieron muchísimo al enterarse de su muerte, por todo lo que habían luchado, por todo lo que él había luchado”, contó Beatriz..

Sin embargo, asegura que “el haber podido estar con él un tiempo es algo imborrable, impagable”. Y agrega: “Estamos eternamente agradecidos al Sanatorio. De lo contrario todo hubiera sido mucho más traumático. El trato fue excelente. No tengo más que palabras de agradecimiento para la terapia intensiva del 4° piso”.

De esos días, Beatriz atesora los diálogos que pudo tener con su esposo: “Cuando recuperó la conciencia, me dijo “tengo un socio nuevo'. Le pregunté si estaba pensando en poner otro negocio. ‘No, no es como vos te imaginás. Me asocié con Dios de nuevo. Eso me hizo bien’”.

La madre de Augusto Brecenio murió en el Mater Dei el domingo 26 de julio, tras dos semanas de internación. Este médico pediatra y concejal del partido de San Fernando es otro de los privilegiados que accedió a lo que debería ser un derecho de todos. “Pude despedirme de ella, agradecerle, decirle que era una campeona, un ejemplo para mí y para sus nietos”, dice evocando a su madre, que lo crió sola, y dedicó su vida a darle oportunidades.

El lunes previo a su partida, a Inés Frascino, 88 años, le habían quitado el respirador. “Fue como un alargue, podíamos seguir jugando el partido -dice, con metáfora futbolera-. Pensé que lo teníamos ganado, pero el miércoles me avisaron que había empeorado y que su cuerpo estaba exhausto”.

A partir de entonces, el sanatorio autorizó visitas de dos horas cada día en la terapia intensiva.: “Con todas las precauciones, porque este virus es altamente contagioso. Pude hablarle, estar con ella, acariciarla a pesar de los guantes”. Aunque le quitaron el respirador, Inés no recuperó la conciencia, pero él siente que pudo tocarla, alcanzarla, “con el alma, el corazón y las palabras”. También le puso entre las manos un rosario que ahora conserva como un tesoro.

La primera visita fue un shock, al tomar conciencia de que era la despedida, recuerda. La segunda fue más serena, en paz. La tercera, el sábado, se la cedió a su hija, para el adiós a la abuela. “Ella recibió la unción de los enfermos. Eso fue muy importante para mí. Agradezco mucho la contención que nos dieron las hermanas, el capellán, los médicos y todo el equipo de salud. Pude cerrar el ciclo de la despedida”, dice.

“Para el que no está acostumbrado a ver un paciente en terapia, con traqueotomía, con cables, es algo fuerte”, dice Beatriz. “Nos dieron instrucciones de cómo actuar y además un equipo completo, camisolín, botas, cofia, guantes, barbijo y máscara -cuenta-. También tuvimos contención psicológica. Eso es muy importante”.

Estas visitas tan especiales exigen una preparación. Los familiares son convocados el día anterior, se les explica cómo actuar, se les adelanta lo que van a ver y hasta se los familiariza con el recorrido que harán.

El contraste con la experiencia de Fernanda Mariotti es cruel. “Es más que la soledad en el plano emocional -dice ella-. Mucha gente mayor, que supera el coronavirus, vuelve desnutrida, desorientada. Es una agresión terrible la que viven”.

El dolor que siente porque la privaron de la posibilidad de cuidar a su madre enferma y acompañarla en sus últimos días es lacerante. Fernanda es médica, sabe de lo que habla: “Si permitieran la visita de un familiar sería todo muy distinto. La gran mayoría de los pacientes atravesará la enfermedad con síntomas leves, sin gravedad, mirando Netflix. Pero hay gente que realmente necesita acompañamiento. Además, la presencia de un familiar es una ayuda para el personal. Aliviaría un montón de tareas menores, como darles de comer o controlar la fiebre”.

A su madre la internaron el 7 de julio con 37,5 de fiebre y con tos. “En el hogar, antes de que se la lleve la ambulancia, la vi por última vez y pude abrazarla. Mamá era una mujer muy lúcida, sólo tenía dificultades motrices. Pero no resistió la internación. Ella no murió de Covid. El hisopado dio positivo, pero a los 3 días ya no tenía síntomas. Siguió 10 días internada sin fiebre, ni tos, ni nada, pero no la dejaban ir hasta que otro hisopado diera negativo. En ese tiempo, me decía por teléfono ‘sacame de acá, me voy a morir’. Yo trataba de tranquilizarla. Hasta que dejó de atenderme el teléfono..Cuando les pedía que me dejaran entrar porque soy médica, me contestaban ‘todos tienen un amigo médico’”.

Cuando la llamaron para decirle que se había descompensado y que la iban a intubar, ella insistió en verla. “Me dijeron que hablarían con los infectólogos y la coordinación. La respuesta fue ‘no, no se puede’. Pero me estás diciendo que se agravó´‘, dije. ‘Sí, pero ya te dije que no podés entrar’. El jueves se descompensó. Le bajó la presión y no había drogas que se la levantaran. Finalmente tuvo un paro. En el certificado de defunción pusieron que murió de neumonía por Covid, pero no es cierto. No tuvo neumonía”.

“Los viejos se mueren en un contexto de abandono. No ven a los hijos ni a los nietos, que a esa edad es lo que les da sentido y estímulo a sus días. Ella estaba bien, tenía ganas de vivir. No era una persona que uno dice ‘ya está…, está entregada’...”, se lamenta Fernanda.

Finalmente la llamaron para el reconocimiento. Pero cuando llegó a la clínica le espetaron: “Ah, no, era Covid”. “Solo me dieron una foto de la bolsa en la que estaba el cuerpo de mi madre. No te dejan ver a la persona ni para el reconocimiento. El chofer de la cochería que retiró el cuerpo frenó un instante para que, a través del vidrio, mi hermana y yo le dijésemos adiós a un cajón; eso fue todo”.

La experiencia del Sanatorio Mater Dei demuestra que esta crueldad es innecesaria y que una flexibilización contribuiría incluso a salvar más vidas. No se trata de negar la pandemia ni de desconocer los protocolos. Se trata de humanizarlos.


PROTOCOLO DE ACOMPAÑAMIENTO EN EL FINAL DE LA VIDA SEGUIR EXPLORANDO


17 abr 2023,Estimada Mercedes: no quise responderle antes de no haber leido el material. Muchas gracias por este valioso trabajo sobre las personas mayores. Ayuda a una mejor comprensión del tema que ya es un desafío para la salud pública y lo será aún más en un futuro próximo. Estoy totalmente a favor de la postura de esta reflexión. Nosotros, desde nuestra institución, buscamos siempre nuevos caminos para poder ayudar a las personas mayores que experimentan tanta soledad y son subestimadas en todo su potencial de sabiduría, habilidades y fuerza laboral. Todo el material que vayan generando en este tema nos interesa y será bienvenido Un cordial saludo Hna Mercedes Zamuner

EnciclopediaRelacionalDinamica: HnaMercedesZamuner (última edición 2023-08-14 10:01:58 efectuada por MercedesJones)