Tamaño: 1922
Comentario:
|
Tamaño: 10552
Comentario:
|
Los textos eliminados se marcan así. | Los textos añadidos se marcan así. |
Línea 1: | Línea 1: |
'''Nora Bar''' | '''Nora Bar''' Cuyo apellido, en realidad se pronuncia Ber porque es de orígen aleman, pero la familia ya lo argentinizó. Es una reconocidísima periodista científica, editora de la Sección Ciencia/Salud del diario LA NACION y conductora del programa «El Arcón, ciencia, salud y tecnología» en Radio Cultura FM 97.9, los viernes de 12 a 13. Integra la Academia Nacional de Periodismo y la Red Argentina de Periodistas Científicos. Y a escrito varios libros de los cuales espero tengamos tiempo para hablar. Fue maestra, y estudió Letras y traductorado de francés en la Universidad de Buenos Aires.Tiene cuatro hijos. Y es por estos aspectos no tan conocidos que podríasmos comenzar, ¿cómo llegaste de la docencia al periodismo y cómo ha sido tu vida tan comprometida con tu profesión y con cuatro hijos? Nació en Buenos Aires. Fue maestra, y estudió Letras y traductorado de francés en la Universidad de Buenos Aires. Fue jurado y directora de tesis sobre periodismo científico. Es docente invitada en diversas universidades y conferencista en congresos internacionales. Además de una larga lista de premios, en 1997, 2007 y 2017 obtuvo el diploma al mérito en divulgación científica otorgado por la Fundación Konex. En 2002, se Tiene cuatro hijos. Nació en Banfield, provincia de Buenos Aires. Es una reconocida periodista científica. Desarrolló su carrera en el diario La Nación, donde comenzó a colaborar en la revista, y luego como redactora del suplemento Ciencia; en la actualidad, es editora de la sección Ciencia y Salud. |
Línea 3: | Línea 11: |
'''NOTA ESCRITA POR NORA BAR''' * Categoría: PLACERES & SABERES RECOMENDADOS12 agosto, 2016 17:28 Mi mamá fue la última de ¡once hermanos!, todos varones. El dato surgía invariablemente entre el puñado de recuerdos que configuraron nuestra infancia en Banfield. Los otros eran una casa de dos pisos en un pueblito campestre del norte de Alemania, cercano a la frontera con Holanda y a una playa sobre el Atlántico cuyas olas se congelaban en invierno; el orgullo por sus años en el Gymnasium (la escuela secundaria, que a principios del siglo XX era un privilegio infrecuente para las mujeres). Ni ella ni mi papá eran muy dados a revisitar el pasado, tal vez porque se lo habían arrancado de la peor manera cuando, para evitar las atrocidades de la guerra, se vieron forzados a embarcarse hacia un lejano país sudamericano con un par de valijas de cartón y algunos marcos en el bolsillo. Esa gran casa alborotada de chicos y jóvenes se me hacía como de fantasía. Mi mamá debe haber advertido que cuando volvía a contarnos sobre sus días de juventud me brillaban los ojos al imaginar semejante maravilla, porque se apresuraba a agregar, con un dejo de nostalgia: “Cuando nací, mis padres ya estaban cansados. Fue mi hermano mayor, que me llevaba 20 años, el que se ocupó de mí”. En estos tiempos de familias reducidas a veces se nos escapa el valor de ese vínculo intenso y multifacético que nos une con nuestros hermanos, un hilo de oro que se mantiene inalterable a pesar del tiempo y de la distancia, de los malentendidos y hasta de las naturales diferencias que surgen de experiencias individuales. Con ellos compartimos no sólo una historia común, sino también ese mundo de la memoria que abarca los primeros años de escuela y la construcción de castillos en el arenero de la plaza. Mi madre trabajó durante una década en una oficina con tanto entusiasmo que probablemente no hubiera optado por la maternidad (una decisión que la llevó a abandonar su empleo) a no ser por la insistencia de mi papá. Nos tuvo a mi hermano y a mí casi “en tiempo de descuento”. Con cuatro años más, mi hermano fue el héroe de mi niñez. Excelente estudiante y lector voraz, no sólo me guió en el camino al universo de los libros, sino que me protegió de sinsabores infantiles y desventuras familiares, y también de mis propias inseguridades. Respaldó cada una de las decisiones que tomé con una lealtad por la que todavía estoy en deuda. Siempre me había cautivado la idea de una mesa larga rodeada de hijos. Tuve cuatro que hicieron de mi juventud una aventura maravillosa. Verlos crecer, los más chicos aprendiendo de los que los precedían, y los más grandes, supliéndonos, a medida que se sentían fuertes, como maestros y confidentes, o percibir el cariño que los unía y sigue haciéndolo siempre fue y es una fiesta, a pesar de las lógicas y muchas veces abruptas subidas y bajadas en la montaña rusa de sus vidas cotidianas. Como a muchas mujeres, alguna vez mi primera hija me llevó al borde del ataque de nervios con su inagotable energía. Ella necesitaba desesperadamente un compañero de juegos, pero de su tamaño. Afortunadamente, llegó su hermana. Tras unos días de asombro que no hicieron más que encender su curiosidad, enseguida la convirtió en socia voluntaria (o involuntaria) de sus incipientes tareas escolares y de sus travesuras. Algo que, como una escala musical, se repitió con la llegada del varón y luego de la más pequeña de la familia. Después crecieron y atravesábamos la ciudad en colectivo para dejar a uno y otro en sus actividades extraescolares, y los pasábamos a recoger para volver a casa, cansados pero estimulados por nuevas vivencias. A veces, cuando tenía que entregar una nota, los llevaba al edificio de LA NACION en la calle Bouchard y me esperaban sentados en un rincón, como una pequeña tribu, adelantando los deberes del día siguiente. En esas épocas pensábamos que siempre tendríamos la mesa rodeada de la algarabía de los cuatro críos, pero el flujo de la vida es inexorable. Ahora, algunos faltan por exigencias laborales, otros por compromisos sociales, y hasta hay uno que vive del otro lado del Atlántico. Entonces y ahora, estoy segura, hubo confesiones, desdichas y alegrías de las que fuimos excluidos, porque sólo se comentan entre ellos. Por eso, cuando escucho hablar sobre las dificultades que presenta la crianza del “hijo único”, especialmente en la gran ciudad, me permito sugerir la solución más amorosa y resistente al paso del tiempo: hermanos. |
|
Línea 8: | Línea 42: |
MUJERES CIENTÍFICAS REBELION EN EL LABORATORIO - VIDAS DE MUJERES CIENTIFICAS * Rebelión en el laboratorio reúne las historias de vida de diez científicas argentinas: * la neuróloga Silvia Kochen, * la arqueóloga y antropóloga Constanza Ceruti, Constanza Ceruti es Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Directora (ad-honorem) del Instituto de Investigaciones de Alta Montaña de la Universidad Católica de Salta, y Profesora Titular de la Cátedra de Historia y Arqueología Inca de la misma universidad. Se dedica a la Arqueología de Alta Montaña, siendo actualmente la única especialista femenina en este campo en Argentina.LOS NIÑOS DEL LLULLAILLACO Y OTRAS MOMIAS .. * la bióloga Fernanda Ceriani, * la astrónoma Gloria Dubner, * la física Karen Hallberg, * la especialista en Ciencias de la Computación Verónica Becher, * la matemática Alicia Dickenstein, * la climatóloga Carolina Vera, * la viróloga Andrea Gamarnik y * la química Ana Franchi. En estas páginas, de la mano de Nora Bär, repasan desde los enredos familiares que debieron resolver mientras escribían sus tesis de doctorado y simultáneamente amamantaban a sus hijos, o la exigencia de ausentarse de la familia durante varias semanas para trabajar en el extranjero, hasta sus propias inseguridades y la defensa de sus ideas e investigaciones en diversas situaciones adversas, muchas debido a los prejuicios de sus colegas masculinos. En un relato delicioso, que aporta buena información sobre el lugar que las mujeres ocupan en el ámbito de las llamadas «ciencias duras», salpicado de anécdotas cotidianas que hacen brillar aun más a sus protagonistas, Nora Bär nos invita a recorrer el sendero que trazaron estas diez científicas notables para avanzar en áreas que, durante mucho tiempo, les eran hostiles con las mujeres. Sin duda, estas historias inspirarán a muchas otras que se enfrentan con esos obstáculos, y a las jóvenes que están decidiendo su futuro o considerando iniciar el mismo camino. * Publicó el libro "Rebelión en el laboratorio" Nora Bär: "Lo importante es atreverse" La periodista entrevistó a diez investigadoras referentes en su campo de estudio, parte de una generación que rompió el molde en un ambiente poco receptivo a las mujeres https://www.pagina12.com.ar/240333-nora-bar-lo-importante-es-atreverse |
Nora Bar Cuyo apellido, en realidad se pronuncia Ber porque es de orígen aleman, pero la familia ya lo argentinizó. Es una reconocidísima periodista científica, editora de la Sección Ciencia/Salud del diario LA NACION y conductora del programa «El Arcón, ciencia, salud y tecnología» en Radio Cultura FM 97.9, los viernes de 12 a 13. Integra la Academia Nacional de Periodismo y la Red Argentina de Periodistas Científicos. Y a escrito varios libros de los cuales espero tengamos tiempo para hablar. Fue maestra, y estudió Letras y traductorado de francés en la Universidad de Buenos Aires.Tiene cuatro hijos. Y es por estos aspectos no tan conocidos que podríasmos comenzar, ¿cómo llegaste de la docencia al periodismo y cómo ha sido tu vida tan comprometida con tu profesión y con cuatro hijos?
Nació en Buenos Aires. Fue maestra, y estudió Letras y traductorado de francés en la Universidad de Buenos Aires. Fue jurado y directora de tesis sobre periodismo científico. Es docente invitada en diversas universidades y conferencista en congresos internacionales. Además de una larga lista de premios, en 1997, 2007 y 2017 obtuvo el diploma al mérito en divulgación científica otorgado por la Fundación Konex. En 2002, se Tiene cuatro hijos.
Nació en Banfield, provincia de Buenos Aires. Es una reconocida periodista científica. Desarrolló su carrera en el diario La Nación, donde comenzó a colaborar en la revista, y luego como redactora del suplemento Ciencia; en la actualidad, es editora de la sección Ciencia y Salud. Conduce el programa semanal El arcón. Ciencia, salud y tecnología, por Radio Cultura FM 97.9.
NOTA ESCRITA POR NORA BAR
Categoría: PLACERES & SABERES RECOMENDADOS12 agosto, 2016 17:28
Mi mamá fue la última de ¡once hermanos!, todos varones. El dato surgía invariablemente entre el puñado de recuerdos que configuraron nuestra infancia en Banfield. Los otros eran una casa de dos pisos en un pueblito campestre del norte de Alemania, cercano a la frontera con Holanda y a una playa sobre el Atlántico cuyas olas se congelaban en invierno; el orgullo por sus años en el Gymnasium (la escuela secundaria, que a principios del siglo XX era un privilegio infrecuente para las mujeres).
Ni ella ni mi papá eran muy dados a revisitar el pasado, tal vez porque se lo habían arrancado de la peor manera cuando, para evitar las atrocidades de la guerra, se vieron forzados a embarcarse hacia un lejano país sudamericano con un par de valijas de cartón y algunos marcos en el bolsillo.
Esa gran casa alborotada de chicos y jóvenes se me hacía como de fantasía. Mi mamá debe haber advertido que cuando volvía a contarnos sobre sus días de juventud me brillaban los ojos al imaginar semejante maravilla, porque se apresuraba a agregar, con un dejo de nostalgia: “Cuando nací, mis padres ya estaban cansados. Fue mi hermano mayor, que me llevaba 20 años, el que se ocupó de mí”.
En estos tiempos de familias reducidas a veces se nos escapa el valor de ese vínculo intenso y multifacético que nos une con nuestros hermanos, un hilo de oro que se mantiene inalterable a pesar del tiempo y de la distancia, de los malentendidos y hasta de las naturales diferencias que surgen de experiencias individuales. Con ellos compartimos no sólo una historia común, sino también ese mundo de la memoria que abarca los primeros años de escuela y la construcción de castillos en el arenero de la plaza.
Mi madre trabajó durante una década en una oficina con tanto entusiasmo que probablemente no hubiera optado por la maternidad (una decisión que la llevó a abandonar su empleo) a no ser por la insistencia de mi papá. Nos tuvo a mi hermano y a mí casi “en tiempo de descuento”.
Con cuatro años más, mi hermano fue el héroe de mi niñez. Excelente estudiante y lector voraz, no sólo me guió en el camino al universo de los libros, sino que me protegió de sinsabores infantiles y desventuras familiares, y también de mis propias inseguridades. Respaldó cada una de las decisiones que tomé con una lealtad por la que todavía estoy en deuda.
Siempre me había cautivado la idea de una mesa larga rodeada de hijos. Tuve cuatro que hicieron de mi juventud una aventura maravillosa. Verlos crecer, los más chicos aprendiendo de los que los precedían, y los más grandes, supliéndonos, a medida que se sentían fuertes, como maestros y confidentes, o percibir el cariño que los unía y sigue haciéndolo siempre fue y es una fiesta, a pesar de las lógicas y muchas veces abruptas subidas y bajadas en la montaña rusa de sus vidas cotidianas.
Como a muchas mujeres, alguna vez mi primera hija me llevó al borde del ataque de nervios con su inagotable energía. Ella necesitaba desesperadamente un compañero de juegos, pero de su tamaño. Afortunadamente, llegó su hermana. Tras unos días de asombro que no hicieron más que encender su curiosidad, enseguida la convirtió en socia voluntaria (o involuntaria) de sus incipientes tareas escolares y de sus travesuras. Algo que, como una escala musical, se repitió con la llegada del varón y luego de la más pequeña de la familia. Después crecieron y atravesábamos la ciudad en colectivo para dejar a uno y otro en sus actividades extraescolares, y los pasábamos a recoger para volver a casa, cansados pero estimulados por nuevas vivencias. A veces, cuando tenía que entregar una nota, los llevaba al edificio de LA NACION en la calle Bouchard y me esperaban sentados en un rincón, como una pequeña tribu, adelantando los deberes del día siguiente.
En esas épocas pensábamos que siempre tendríamos la mesa rodeada de la algarabía de los cuatro críos, pero el flujo de la vida es inexorable. Ahora, algunos faltan por exigencias laborales, otros por compromisos sociales, y hasta hay uno que vive del otro lado del Atlántico. Entonces y ahora, estoy segura, hubo confesiones, desdichas y alegrías de las que fuimos excluidos, porque sólo se comentan entre ellos.
Por eso, cuando escucho hablar sobre las dificultades que presenta la crianza del “hijo único”, especialmente en la gran ciudad, me permito sugerir la solución más amorosa y resistente al paso del tiempo: hermanos.
- La Nación- 15 de marzo de 2021https://www.lanacion.com.ar/ciencia/carla-vizzotti-todo-lo-que-parece-lento-nunca-en-la-historia-fue-tan-rapido-nid15032021/ Carla Vizzotti. “Todo lo que parece lento nunca en la historia fue tan rápido” En una conferencia de prensa, la ministra de Salud de la Nación se refirió a temas sanitarios y a las dudas que existen en torno del programa de vacunación
- 19 de marzo de 2021 La edad de la indignación- Tal vez, en el futuro, estos años serán recordados como “La edad de la indignación”: ya casi no es posible decir nada en público sin recibir a cambio una respuesta airada, furibunda o incluso amenazante. En este “multidiálogo” que está a la orden del día gracias a los medios digitales, no importa que se plantee A o Z, todo argumento, incluso meros datos fácticos (como si dijéramos “ayer estuvo soleado”) serán devueltos con una violencia que desconcierta. No existe vínculo lógico entre una afirmación y el enojo que provoca. O, dicho de otra forma, se nos “soltó la chaveta”.
- En nuestra esfera social, no se cumple la tercera ley de Newton, que dice que a toda acción corresponde una reacción (cuando un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, éste reacciona con una fuerza de igual magnitud y dirección pero de sentido contrario). Parecerá una observación banal, pero ya se convirtió en materia de estudio en muchos ámbitos. Incluso se habla de grupos de “odiadores”, personas que se complacen en atacar coordinadamente como si fueran pirañas disfrazadas de jueces sin fines de lucro. Siempre hubo individuos violentos, pero la ferocidad generalizada que se da en el mundo virtual es inédita. Es cierto que se trata de una agresión que no pasa de lo verbal, pero eso no la hace menos menos nociva.
MUJERES CIENTÍFICAS REBELION EN EL LABORATORIO - VIDAS DE MUJERES CIENTIFICAS
- Rebelión en el laboratorio reúne las historias de vida de diez científicas argentinas:
- la neuróloga Silvia Kochen,
- la arqueóloga y antropóloga Constanza Ceruti, Constanza Ceruti es Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Directora (ad-honorem) del Instituto de Investigaciones de Alta Montaña de la Universidad Católica de Salta, y Profesora Titular de la Cátedra de Historia y Arqueología Inca de la misma universidad. Se dedica a la Arqueología de Alta Montaña, siendo actualmente la única especialista femenina en este campo en Argentina.LOS NIÑOS DEL LLULLAILLACO Y OTRAS MOMIAS ..
- la bióloga Fernanda Ceriani,
- la astrónoma Gloria Dubner,
- la física Karen Hallberg,
- la especialista en Ciencias de la Computación Verónica Becher,
- la matemática Alicia Dickenstein,
- la climatóloga Carolina Vera,
- la viróloga Andrea Gamarnik y
- la química Ana Franchi.
En estas páginas, de la mano de Nora Bär, repasan desde los enredos familiares que debieron resolver mientras escribían sus tesis de doctorado y simultáneamente amamantaban a sus hijos, o la exigencia de ausentarse de la familia durante varias semanas para trabajar en el extranjero, hasta sus propias inseguridades y la defensa de sus ideas e investigaciones en diversas situaciones adversas, muchas debido a los prejuicios de sus colegas masculinos.
En un relato delicioso, que aporta buena información sobre el lugar que las mujeres ocupan en el ámbito de las llamadas «ciencias duras», salpicado de anécdotas cotidianas que hacen brillar aun más a sus protagonistas, Nora Bär nos invita a recorrer el sendero que trazaron estas diez científicas notables para avanzar en áreas que, durante mucho tiempo, les eran hostiles con las mujeres. Sin duda, estas historias inspirarán a muchas otras que se enfrentan con esos obstáculos, y a las jóvenes que están decidiendo su futuro o considerando iniciar el mismo camino.
- Publicó el libro "Rebelión en el laboratorio"
Nora Bär: "Lo importante es atreverse" La periodista entrevistó a diez investigadoras referentes en su campo de estudio, parte de una generación que rompió el molde en un ambiente poco receptivo a las mujeres https://www.pagina12.com.ar/240333-nora-bar-lo-importante-es-atreverse