Populismo y Populismo Economico


Con el consumo, el crédito y el empleo en auge, y los precios de los activos por las nubes, una cálida y agradable sensación de prosperidad permea la sociedad. Los líderes populistas se sienten reivindicados, y no tienen vergüenza en atribuirse el mérito. Sus índices de popularidad sólo pueden subir, y así sucede.

Al cabo de un tiempo, los abstemios comienzan a advertir que la deuda se está acumulando demasiado rápido, que la calidad del crédito se está deteriorando, que se están incubando presiones inflacionarias y que el tipo de cambio sobrevalorado está provocando daño duradero a los exportadores. Pero la música está tan alta y el baile tan animado, que nadie escucha las advertencias.

¿Cuánto puede durar la fiesta? Hemos aprendido de los episodios latinoamericanos que la respuesta depende, ante todo, de las condiciones iniciales. La mayoría de las economías industriales han crecido poco con posterioridad a la crisis financiera. El problema no ha sido la inflación, sino la deflación.

En efecto, en Estados Unidos la tasa de desempleo ha disminuido considerablemente. Pero después de los numerosos shocks y cambios tecnológicos ocurridos en los últimos diez años, existe bastante incertidumbre acerca de cuánta capacidad no utilizada queda y de dónde se ubica la tasa de desempleo que garantiza que la inflación no se acelere (la famosa NAIRU, según su sigla en inglés). Bien podría ser que alguien como Trump descubra que es posible estimular la economía durante bastante tiempo antes de que surjan desequilibrios obvios.

Lo segundo que hemos aprendido es que la deuda, tanto pública como privada, de hecho se convierte en una restricción. Pero cómo y cuándo ello ocurre depende, de manera crucial, de qué tipo de deuda se trate. Hoy día, las economías avanzadas obtienen créditos en sus propias monedas a tasas de interés cercanas a cero (y a veces negativas). Incluso si el punto de partida es una relación deuda-PIB alta, puede pasar mucho tiempo antes de que los aumentos de la deuda desencadenen una emergencia. Basta con preguntarles a los japoneses.

¿Qué sucede cuando los mercados financieros finalmente se atemorizan y dejan de otorgar créditos? Como Paul Krugman, economista ganador del Nobel, se esforzó por demostrar en un estudio reciente, una economía con tipo de cambio flexible y una deuda denominada en su propia moneda, no se contrae sino que se expande en respuesta al shock provocado por un congelamiento del crédito externo y un posterior desapalancamiento. (Por supuesto que Krugman abogaba por la expansión fiscal bajo un presidente demócrata, pero el punto sigue siendo válido). Ni siquiera entonces se produce una crisis inmediata.

En 1953, Perón envió un mensaje al presidente chileno Carlos Ibáñez, otro general de ejército. "Mi querido amigo: Dé al pueblo, especialmente a los trabajadores, todo lo que pueda", escribe. "Nada hay más elástico que esa economía que todos temen tanto porque no la conocen". Es posible que, si llegara a pensarlo, Trump diera con la misma conclusión.

Los antipopulistas en Estados Unidos, el Reino Unido y otros lugares, deben aceptar la realidad de que malas políticas dan resultados positivos, tanto económica como políticamente, mucho antes de volverse tóxicas. Por supuesto que el exceso de deuda privada y pública, la pérdida de la capacidad exportadora y el debilitamiento de las instituciones, perjudican a la economía (y al orden político), pero solo en el largo plazo. Si los críticos no comprenden esto y actúan de manera acorde, en los países ricos los populistas estarán en el poder por un período tan largo (y destructivo) como alguna vez lo estuvieron en América Latina.

EnciclopediaRelacionalDinamica: PopulismoyPopulismoEconomico (última edición 2023-02-27 18:55:21 efectuada por MercedesJones)