Sociologia De La Felicidad Marzo
REFLEXIONES SOBRE LA FELICIDAD Y LA INTELIGENCIA NATURAL
LA CURIOSIDAD
- Juan Forn, periodista y escritor que me gustaba leer explicaba en una nota con título muy peculiar: El jardín de los helechos arborescentes una de las claves de la felicidad de todos los humanos a lo largo de toda la vida.
El jardín verde es la curiosidad, y la curiosidad es la vida. Oliver Sacks dice que el peor síntoma que puede tener un paciente es la pérdida de la curiosidad. Ingmar Bergman habla de eso de una manera formidable (de la curiosidad como pulsión vital) en un video que está en YouTube: “La curiosidad me salvó. Me salvó del miedo, de la ignorancia. Fue lo único, en mi adolescencia, y es lo único, todavía hoy”. Bergman dice estas palabras en un reportaje que le hacen junto a Erland Josephson en la televisión sueca. Bergman tiene 82 años y Josephson 77 en el momento del reportaje. Bergman no da entrevistas hace décadas, pero acepta porque Josephson lo acompaña. Josephson es, además de su actor favorito, su amigo desde los veinte años (Josephson tenía quince cuando se conocieron). Cada vez que Bergman necesitó hablar en su vida, lo hizo con Josephson. Uno se imagina a Josephson a lo largo de los años levantándose de la cama calentita en Estocolmo, poniéndose el gabán y diciendo a la beldad de turno que dejaba entre las sábanas (Josephson se casó más veces aun que Bergman): “Me voy a Färo. Ingmar necesita hablar”. Josephson es un sabio, Bergman es un genio. Uno entiende cuando habla, el otro cuando escucha. En el duelo de achaques físicos, Josephson está peor, pero parece más entero, porque es el custodio de su hermano mayor. En un momento del reportaje, Bergman contempla extasiado a su amigo. Josephson acaba de decir, sorprendiéndose él mismo de lo dicho: “Me alegra bastante no tener corazón”, como si ése fuera el secreto de su bondad. Un rato antes había dicho: “A mis cincuenta y dos años, cuando estaba saliendo de la pubertad...”.
Bergman le regaló a su amigo, yo creo que en retribución por tal amistad, uno de los momentos más mágicos del cine. Está en Fanny y Alexander y se lo conoce como La Parábola del Tío Izak. Josephson es Izak, un tío postizo de Alexander y Fanny, una especie de ángel de la guarda que los rescata de su horrible padrastro. La escena ha sido relatada muchas veces: para calmar a los aterrados niños, Izak les dice que va a leerles un cuento, y abre el Talmud u otro libro sagrado que tiene en la mano. “Mi lectura no será muy fluida porque tengo que ir traduciendo sobre la marcha”, dice. Pero, a poco de empezar, alza la vista de las páginas del libro y ya no volverá a posarla allí hasta el fin del relato: el cuento habita en él. La historia es sobre un chico que va por un camino, con muchas otras personas, nada crece alrededor, hay viento, hay sol, no hay nada de sombra, a veces se pregunta adónde vamos, pero no lo sabe bien, o por qué partimos y de dónde, pero ya no lo recuerda. Un día se desvía de la manada y siente que está frente a algo diferente. Pero sus oídos están tan entumecidos por el sol, sus ojos tan cegados, su lengua y su piel tan agrietadas, que no puede sentir el agua que corre, el reflejo de la luz sobre las hojas, el color verde. El chico retrocede y encuentra a los demás, porque es fácil seguir a la manada. A la noche, oye a un viejo junto al fuego hablar del bosque y el manantial. De dónde viene esa agua, le preguntan. De una montaña cuya cumbre está siempre cubierta por una nube enorme, dice el viejo. Desde hace miles de años los hombres le hablan a su dios o le gritan al vacío sus temores y anhelos, todos esos clamores suben al cielo y se acumulan a lo largo de los años hasta hacer una nube enorme sobre la cumbre de una montaña que un día empieza a caer en forma de lluvia y corre por las laderas y crea el manantial y el verde. Todos han oído de eso, dice el viejo. ¿Y por qué no lo buscamos, entonces?, le preguntan. Porque nadie lo recuerda, dice el viejo: “Yo mismo creo haber estado una vez frente a él, hace muchos años. Pero no sabía aún que existía”. Existe. Es el Pabellón de los Helechos Arborescentes. Es el jardín verde que se ve cuando se bebe vinho verde. Es lo que salvó a Ingmar Bergman y Erland Josephson en la adolescencia y los acompañó hasta ese estudio de la televisión sueca. Es la compañía que nos hace nuestra curiosidad.
LA VALENTÍA, SI LES GUSTA MÁS HABLEMOS DE CORAJE.
LA RED DE AMISTADES Y LOS VÍNCULOS DE CERCANÍA
MANTENER VIVO EL DESEO Castaneda nos alerta, que cuando llegamos a altas edades decimos ahora ¿para qué empezar? si ya soy grande. Allí nos caemos en la trampa de la vejez, la falta de futuro.
A fines de enero (2025) estaba sentada en un banco del Jardín Botánico, de la ciudad de Buenos Aires, con mi nieto Lucas que tiene 12 años. Él leía Harry Potter y yo leía a Séneca. Su libro Como morir. Cartas a su querido Lucilio sobre la vejez y la muerte. La luz de una mañana ya avanzada se filtraba entre los árboles y el sonido de los autos y colectivos de la Avda Las Heras sonaban distantes. Sentía que estaba viviendo un momento de plena felicidad. El verdor, la luz del sol en movimiento emtre las hojas, Lucas atento a su lectura y yo disfrutando y deteniéndome en una frase se SENECA: