Ximena Abogabir Scott


de un cambio a todos los niveles, empresarial, social… Pero la cuestión es que ese cambio se enfoca siempre en lo nuevo. Sin embargo, ustedes insisten mucho en la importancia de lo que se quiere conservar…. Humberto Maturana: Poner la atención en lo que se quiere conservar no es oponerse a lo nuevo, no significa quedarse pegado en algo que resulta anticuado. Abordar el cambio desde lo que se quiere conservar es hacerse cargo de cuáles son las cosas que consideramos fundamentales y que deben conservarse bajo cualquier flujo de cambio que haya en las circunstancias que estamos viviendo. Porque es precisamente de esto de lo que va a depender lo que suceda. La pregunta que debemos hacernos es si queremos conservar una visión-acción

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una visión-acción ética….tanto en el ámbito interno de la empresa como en el exterior… Generalmente no nos hacemos la pregunta de qué es lo que quiero conservar porque pensamos que el cambio tiene sentido en sí mismo. Y no es así. El cambio tiene sentido únicamente en relación a lo que se conserva, eso es lo que le da sentido. Por eso nosotros hablamos de que lo que importa no es lo que queremos cambiar, sino lo que queremos conservar. Las empresas que perduran son aquellas que conservan su identidad y han sabido adaptarse a nuevos tiempos sin perder su idiosincracia.


“Le pusimos nombre a un movimiento que revela que existe una nueva generación que no está siendo considerada. Así como en la década de los 50 aparecieron los adolescentes entre los niños y los adultos, hoy existimos los que ya no somos tan jóvenes, pero que tampoco somos ancianos”, afirma la actual vicepresidenta de la empresa B. Y agrega: “Somos personas que tuvimos mayor acceso a la educación que nuestros antepasados y que no queremos ser considerados una carga ni que nos manden a descansar a una edad determinada”.

La fundación impulsa políticas públicas como una nueva Ley de Envejecimiento para poner fin al sueldo mínimo diferenciado por edad, que es un tercio menos que el de los adultos. También trabajan junto a diferentes empresas en programas de capacitación adaptados para personas mayores. “Hay muchas diferencias en nuestra manera de aprender, pero queremos y podemos hacerlo”, afirma Abogabir.

De acuerdo a Abogabir, cada persona tiene el derecho de decidir sobre el curso de su vida. “Hay que asumir que hay algunas que sí quieren dejar de trabajar porque quieren descansar o simplemente no pueden, pero hay que incentivar y abrirle las puertas a quienes quieran seguir aportando a la sociedad desde el trabajo remunerado o voluntario”.

También luchan de forma activa contra la discriminación por edad, o edadismo. “En el mundo laboral, por ejemplo, se cree que somos más lentos, que no rendimos o que nos llevamos mal con los más jóvenes, pero todos esos son prejuicios que hacen daño. Tanto es así que la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) define al edadismo como un problema de salud pública, porque todas las personas que no permitamos que se sigan desarrollando van a ingresar al grupo que necesitarán ser cuidadas”, sentencia.

En relación a la medida que implica el cese de funciones a más de 2.000 personas mayores de 75 años en el sector público y que regirá desde enero de 2027, ella junto a varios reconocidos en la iniciativa “100 Líderes Mayores”, organizada por Conecta Mayor UC, El Mercurio y la Universidad Católica de Chile, suscribió una carta abierta al Presidente de la República.

En ella se indica que es una norma edadista que, en vez de incluirlos, los desecha. Que entienden el desafío de la modernización del Estado y dar la oportunidad a nuevas generaciones, pero que este no sería el camino adecuado. “No podemos darnos el lujo de desperdiciar tanta experiencia y capital humano”, señala el documento. Se menciona además que en 2017 Chile ratificó la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que reconoce el derecho al trabajo, a la participación, y a la igualdad y no discriminación por razones de edad, entre otros.

La propia historia de Ximena es testimonio de la importancia de mantenerse vigente: "El cambio que hice al cofundar Travesía100 me obligó a estudiar, conocer gente nueva y a estar más activa”. Hoy, a sus 77 años, sigue dando entrevistas, asesora políticas públicas y participa en foros sobre nueva longevidad.

Inventar otro mundo En 1983, Ximena tomó contacto con la doctora Lola Hoffman que le mostró lo que en ese momento se llamaba la “cultura alternativa”, relacionada entre otros a temas indígenas, de género, la protección ambiental y salud natural. “Fue a través de la 'Iniciativa Planetaria para el Mundo que Elegimos', una visión de que teníamos que inventar otro mundo y que eso debía abordarse como humanidad”, explica Ximena.

Así en torno a la misma doctora se creó la Fundación Casa de la Paz, con Ximena a cargo activamente de su gestión durante 35 años. Durante su historia la organización se fue adaptando a distintas problemáticas: en la época de los 80 fueron la inminente guerra nuclear y las violaciones a los derechos humanos en Latinoamérica; durante los 90s las políticas ambientales y la participación ciudadana; mientras que en los 2000 el tema fue la sustentabilidad corporativa. “En sus tres versiones: ambiental, social y en gobernanza. Las empresas asumieron que no podían ser exitosas en sociedades enfermas, que había que trabajar en conjunto”, explica. Actualmente, desde el directorio, Ximena cuida ese legado: "Creo que es un aporte que hoy en día hace más sentido que nunca, el tender puentes y construir acuerdos”.

Formación en periodos convulsos Ingresar a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en 1966 fue, en palabras de Ximena, "estar en el lugar y en el momento correcto”.

La efervescencia política de la época, el Mayo del 68 en París y el movimiento por los derechos de las mujeres moldearon su perspectiva: "Ahí entendí que el mundo no era ese rinconcito del que yo venía". “Fue un momento muy privilegiado para también ser parte", agrega. Dos profesores de literatura latinoamericana marcaron su periodo universitario: ArielDorfman y Antonio Skármeta AntonioSkarmeta . “A través de sus lecturas pude ver que existía un mundo más amplio y diverso”, señala.

Aunque no ejerció la profesión de manera tradicional, derivando a las relaciones públicas y publicidad antes de entrar al mundo de las ONGs, lo que aprendió de esa época fue clave: “Me dejó la sensación de que cuando las cosas no están bien hay que cambiarlas. Me convencí de que la ciudadanía activa, articulada e informada es la que puede impulsar grandes cambios”.

Ximena Abogabir encarna la ética del compromiso inquebrantable, ya sea impulsando empresas sustentables o redefiniendo la vejez. Porque, como ella prueba cada día, la vida no se acaba a los 60. Se reescribe.





Pero en el año 83, Ximena comenzó a disminuir de forma progresiva su participación dentro de la agencia para dedicarse a un nuevo proyecto. Uno radicalmente diferente, que poco tenía que ver con el mundo de la publicidad comercial, pero que se relacionaba de forma estrecha con la contingencia. “Ahí fue cuando creé Fundación Casa de la Paz”, recuerda, una organización sin fines de lucro que, junto con un grupo de personas, conformó con el objetivo que desde Chile se promoviera la paz a nivel global. En un momento histórico en el que, en palabras de Ximena: “el mundo se encontraba muy cerca de una tercera Guerra Mundial”.

“Lo primero que quisimos hacer fue hablar de la paz misma, como ausencia de guerra”, recuerda. Ximena explica que, ya en 1987, el tema de la paz se volvió especialmente relevante en la realidad local, porque con la inminente caída del muro de Berlín, y el fin de la Guerra Fría, comenzaron también a caer las dictaduras en Latinoamérica. “Ahí nos empezamos a dar cuenta de cómo todo estaba conectado”, comenta. Sin embargo, los miembros de la fundación siempre tuvieron una visión de la paz como un todo, y no como un estado externo al ser. “Desde ese momento, nosotros estábamos preocupados de la paz con la humanidad, pero también de la paz con la naturaleza y de la paz con uno mismo. Siempre entendimos que el concepto de paz iba mucho más allá que solamente la ausencia de la guerra; estábamos preocupados de la paz mundial, del mundo indígena, de la salud natural y alternativa. Todos temas que parecían muy hippies, pero que ahora están instalados en la cultura”, explica.

Y si bien la participación de Ximena como una de las creadoras e ideólogas detrás de la Fundación de Casa de la Paz puede parecer un giro en 180 grados respecto de quien desarrolló una exitosa agencia de publicidad, este cambio no fue un desvío ni un giro radical. “Soy una persona que tiene el servicio como hilo conductor de su vida. Y por eso estudié periodismo y en la Universidad de Chile, porque me interesaba entender los dolores desde las comunicaciones”.

Ximena no le tiene miedo a los cambios ni a los desafíos en su carrera profesional. Tampoco se aferra a los proyectos que ha creado. Más bien se siente libre para dejarlos ir y seguir su curiosidad hacia dónde la lleve. Fue así como llegó a desarrollar Travesía 100, que nuevamente poco tiene que ver con sus proyectos anteriores.

“Soy una persona muy sana, porque innatamente busco y elijo todo lo que está en el checklist que te recomiendan para llegar bien a los 80, a los 100 o a los años que sean”, comenta Ximena, y golpea un mueble de madera tres veces para mantener esa buena fortuna con ella. Explica que disfruta de forma natural la comida saludable y que el ejercicio es algo que ha sido parte de su rutina desde que era niña. “Tengo un millón de amigos, la parte relacional y espiritual está bien. Tener mis finanzas equilibradas, también. El decálogo del buen envejecimiento lo he tenido intuitivamente”. Por todas estas razones, explica que siempre tuvo la percepción de que iba a vivir una vida longeva y saludable. Una combinación que pocos tienen el privilegio de alcanzar.

“A los 50 años, cuando egresé de la ginecóloga y pasé a una geriatra, le pedí que me ayudara a llegar bien a los 100. Porque sabía que iba a llegar”, dice. Cuando pasó la marca de los 70 años, por fin notó que había llegado realmente la vejez, porque cambió su percepción sobre sí misma. Conversando con amigos se dio cuenta de que a muchos les pasó lo mismo. “En ese momento, me metí a investigar diplomados sobre el tema. Y aunque me interesé por estudiar sobre envejecimiento, solo encontré cosas dirigidas hacia el asistencialismo”, explica. Pero asistir, poco o nada tiene que ver con la visión de la vejez que Ximena tiene en mente para los adultos mayores. “A mi siempre me ha gustado Twitter, así que empecé a buscar conceptos como ‘envejecimiento activo’ o ‘envejecimiento positivo’ y encontré puntas de la madeja. Así me di cuenta de que la problemática en todo el mundo era igual”. Así nació Travesía 100.

Uno de los focos de la fundación que creó Ximena -y de la que es una de las directoras-, es contribuir a la digitalización de los adultos mayores. Porque para ella el discurso de “cuidar a los abuelitos” no corre. Tampoco el de que los mayores de 60 ya no pueden integrarse al mundo digital, porque es demasiado tarde para aprender algo así de nuevo. “Me miré a mí misma y a mi gente y vi que nosotros estamos cuidando a otros. Y que sí nos digitalizamos”, aclara enfática. Así como en su momento una de sus banderas de lucha fue la paz, hoy es la digitalización de la población adulta mayor. Porque para Ximena los no puedo, no existen.