ADRIÁN YESTE
- Adrián Yeste es de León, España. Lleva quince años viviendo en Argentina, donde ha publicado varios libros infantiles. También es cuentacuentos. Cuando narra de viva voz todavía se le escapan palabras como "calcetín" y pronuncia la "z" con prolijidad. En cambio, cuando escribe trata de pasar desapercibido y que nadie sospeche de su origen. Se afana en escribir "media" y si algún "calcetín" se quiere colar en sus textos, lo agarra a tiempo y lo mete en la lavadora. Perdón, en el lavarropas.
- Fue por el mes de septiembre del 2014, hace justo un año. Se celebraba el festival internacional de cuentacuentos "Tutú Marambá" en la provincia argentina de Misiones, y yo era uno de los integrantes de aquella caravana de acentos diversos que itineraba de pueblo en pueblo como un circo. Pero nosotros no llevábamos carpa, ni lonas, ni trailers cargando con jaulas y cañones para disparar al hombre bala. No hacía falta. En aquella furgoneta en la que viajábamos apretujados había espacio de sobra para el guisante de Luciana, el garbancito de Josemi, el diablo de Maite y Miel, el sapo de Gricelda y la gallina de Darwin; ni hablar de los ratones de Roberto, el elefante de Aldo, la mariposa de Alejandro, el chivo de Nora y los abuelos de Claudio. Aunque de vez en cuando había que abrir las ventanas para que salieran las notas de Carlos y Rubén, el fuego de Micaela y las palabras de Paula, que de tanto decir "caca" apestaba el vehículo. Lo que no sabíamos es que esos dos chicos infiltrados, Luciano y el Chino, los de la cámara, iban a hacer algo tan hermoso como este video que os comparto. Dicen de nosotros, los cuenteros, que podemos hacer visible lo que no lo es. ¿Será cierto? De todos modos, qué bueno que existan los artistas del video para volver a ver y escuchar a estos amigos. Comprobarán que la gente lo pasó bien, pero no alcanzan a imaginar cómo lo pasamos nostros.
En abril comienza el taller anual que voy a coordinar en el barrio de Núñez, Buenos Aires.
NOMBRE DEL TALLER: “CONTAR HISTORIAS DE VIVA VOZ” DIRIGIDO A: personas adultas con interés en el arte de contar historias. FUNDAMENTACIÓN: contar historias de viva voz es un acto comunicativo que se remonta al origen del ser humano; sin embargo, en este momento en el que la tecnología copa todos los ámbitos de la vida, el arte de narrar historias ha sido desplazado de la esfera familiar, quedando relegado a las escuelas y los escenarios. En este contexto surge la necesidad de volver a contar historias de viva voz, de recuperar la palabra hablada, evocar al círculo alrededor del fuego o bajo la sombra del árbol, y encontrarnos cara a cara para contar, escuchar y tejer relaciones sociales con el hilo afectivo de la voz.
OBJETIVO: —Introducir al participante en el arte de contar historias de viva voz. OBJETIVOS ESPECÍFICOS: —Conocer qué tipo de historias pueden ser contadas (anécdota, relato, cuento tradición oral, mito, leyenda, cuento literario…) —Aprender a preparar la historia que va a ser contada —Tomar conciencia de las posibilidades expresivas de la palabra y el gesto. —Desarrollar el potencial expresivo y comunicativo del narrador/a —Favorecer el estilo personal de cada narrador/a. CONTENIDOS: · El cuerpo: toma de conciencia. Disponibilidad. Relajación. Tonicidad. La postura. · La voz: respiración. Colocación. Proyección. Matices. Expresividad. Silencio. · La palabra: dicción. Fluidez. Ritmo. Poética personal. Naturalidad. · El gesto: armonización con la palabra. Economía. Precisión. Autenticidad. · La historia: tipos. Selección. Preparación. Estructura. Visualización. Adaptación a la oralidad. · Comunicación: el oyente o público. Tipos de público. Adecuación de la historia. La escucha. La mirada. Interacción. METODOLOGÍA: El proceso de enseñanza – aprendizaje está basado en la vivencia, es decir, en “el contar”. Partimos de las motivaciones personales de cada participante, el punto de partida es “qué deseo contar”. A partir de las dificultades que surjan a la hora de narrar, se propone al participante o al grupo distintos ejercicios para trabajar aquel contenido del curso (cuerpo, voz, palabra, gesto, la historia, la comunicación) en el que se necesite la intervención. CARGA HORARIA: 2 horas semanales desde abril hasta octubre. COORDINADOR: Adrián Yeste
Adrián Yeste es de León (España). Licenciado en Educación Física, es especialista en expresión corporal y danza. Desde el año 2007 se dedica a la narración oral y desde entonces vive del cuento. Cuenta tanto para niños como adultos. Estrenó los espectáculos de relatos autorreferenciales "¿Por qué?", "Herencias", "Retiro Ida y Vuelta" y "Cuando yo era chaval", presentándolos en distintas ciudades de España, Buenos Aires y el interior de Argentina. En su repertorio destaca una gran mayoría de cuentos propios. Ha contado en ferias del libro, festivales internacionales de narración oral, bibliotecas, centros sociales, cárceles, programas radiofónicos, plazas y eventos privados. Trabaja como narrador en escuelas para distintas editoriales. Publica periódicamente un cuento de su autoría en la revista online "Soy Leyente". Publicado por Unknown en 7:31 No hay comentarios: Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook Compartir en Pinterest sábado, 27 de septiembre de 2014 UN DIA EN EL OESTE
- Parece que en estos tiempos que corren, si no hay una fotografía o video que lo atestigüe, nada sucedió. Pues aunque no tengo ninguna imagen —me consta que las hay, porque Natalia (y rima con bibliotecaria) estaba dale a sacar fotos—, ayer conté en el colegio Nuestra Señora de Luján, en Morón, y fue inolvidable.
- Durante la semana los alumnos y alumnas me habían hecho llegar a través de internet un montón de preguntas: que cómo había llegado a la narración oral, cuál había sido el mejor momento de mi vida, y otras muchas, cada una más difícil de responder que la anterior. Ante tanto interés, sospeché que las maestras les habían puesto como tarea investigar sobre mí. Me equivoqué. Al llegar a la escuela, Lili, la directora, me dijo que ellas no tenían nada que ver, que eran los propios chicos los que tenían ganas de saber más. La sala que habían dispuesto para que contara —la antigua capilla—, estaba empapelada con fotos mías, con algunos de mis cuentos impresos. ¡Y aún no me conocían! Junto a Lili salimos al patio y me fue mostrando la escuela. En una de las aulas de la planta baja, los alumnos de 4º ya estaban estampados contra la ventana saludándome. Evidentemente, conocían mi cara, “es Adrián Yeste, es Adrián Yeste”, decían. Y sí, era yo. Pero, ¿qué había hecho para ganarme tanto cariño? ¿El mero hecho de ir? ¿Tener un blog y una cuenta de facebook? Lili me mostró el colegio. No me deja de llamar la atención las escuelas de Buenos Aires. A diferencia de mi colegio en León, o de la mayoría de las escuelas en España, moles de una sola estructura sacadas del mismo patrón que los hospitales y las cárceles, a los colegios de acá a veces no se los reconoce desde la calle. Comenzaron siendo una casa a las que se les fueron añadiendo pedazos con el paso del tiempo. Las que más crecieron llegaron a ocupar una cuadra entera. Otras, la mayoría, son un rompecabezas que pieza por pieza se han ido armando, integrándose entre el resto de viviendas del barrio. Es el caso de Nuestra Señora de Luján. Lili me contó que la escuela comenzó siendo dos vagones de tren cuando aquello todavía era campo. Siendo ella alumna, su padre fue de los que ayudó a poner ladrillos. Ahora es la directora de una escuela hermosa, en la que la lectura y los cuentos tienen una papel primordial. Y si no, ¿por qué esos niños y niñas se arremolinaban en la puerta de la sala de profesores y me pedían autógrafos? Hubo que hacer un trato: yo les firmaba todos los autógrafos que quisieran, pero después de haber contado. “Imagínense que cuento, y no les gusta”, les dije. “¿Qué iban a hacer con mi autógrafo? ¿Romperlo? Primero me escuchan, y luego vemos”. Trato hecho. Hay días que uno cuenta y las palabras se tropiezan al ser pronunciadas, los gestos se chocan con ellas y se estorban, y al final el cuento sale, digno, bien, la gente escucha y aplaude, pero uno vuelve a casa con la sensación de haber cumplido un trámite, trabajo hecho, pero “hoy no pasó nada”. Por fortuna, esos días no son demasiados. En cambio, hay otros días en los que el primer rayo de sol te toca con la varita de la gracia, te esperan en una escuela con los brazos abiertos, y el verbo fluye, el gesto acompaña, y las historias van saliendo con la misma naturalidad con la que son escuchadas. Y de a poco se va tejiendo una red entre el que cuenta y el que escucha que nos cobija, nos ampara de todo lo que está afuera, y lo que queda adentro es un entramado de palabras, silencios, una respiración común, algo colectivo, poderosísimo, que me hace volver a casa agradecido por haber encontrado este oficio que me permite vivir momentos como el que pasé en esta escuela. Contar en un colegio es como encender un fuego en mitad del campo. Algunas veces llegas al lugar y te encuentras con cuatro palitos mojados, no hay papel, te olvidaste los fósforos en casa y tienes que hacer chispa entrechocando dos piedras. Al final, el fuego se prende, pero te llevó un trabajo… Otras veces llegas y te esperan con un atado de leña seca, papel de diario, te ofrecen una caja de fósforos, un encendedor y por si no funciona, tienen un soplete de emergencia. En este caso, el fuego se enciende a la primera. Cuando la escuela incentiva la lectura, la familia acompaña y apoya ese proceso, la biblioteca es un lugar donde los chicos desean ir y no la sala de los castigos, los narradores llegamos y el fuego se enciende a la primera. Y cuando el fuego ya está encendido solo queda sentarse alrededor y escuchar. Ayer, en el Nuestra Señora de Luján, se armó el fogón. ¡Gracias a los que lo hicisteis posible!
Publicado por Unknown en 18:47 3 comentarios: Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook Compartir en Pinterest domingo, 7 de septiembre de 2014 "El HOMBRE SOLTERO Y EL ZORZAL", UNO DE MIS CUENTOS
- El hombre soltero alquilaba un ph al fondo con patio, un limonero del que dejaba caer los limones y que se pudrieran en el piso, y una parrilla que jamás había usado. Trabajaba en un call center en el turno de la tarde. Era telefonista del sector reclamos, donde lo mantenían gracias a la paciencia y al estoicismo con que soportaba los insultos de los clientes. Llegaba a su casa entrada la madrugada después de tomar una grapa en el bar. Su vida transcurría con normalidad hasta que una mañana, muy temprano, un zorzal empezó a picotear la ventana del dormitorio. El hombre soltero se despertó, se cubrió hasta la cabeza con las sábanas color beige que le había regalado la madre para el último cumpleaños, pero no se volvió a dormir. Esto se repitió tres días seguidos. La noche del tercer día, mientras tomaba la grapa en el bar, uno de los parroquianos, que podía contar batalla tras batalla hasta que el mozo bajara la persiana, le preguntó: —¿Qué te pasa que parecés cansado? El hombre soltero le contó la historia del zorzal. —Pero eso se arregla fácil —le dijo el amigo charlatán agarrándolo del hombro—. Cuando era niño iba a cazar pájaros. Mañana, a primera hora, me voy para tu casa con la gomera. La guardo como si fuera de oro. El zorzal y el amigo charlatán fueron puntuales. En cuanto el pájaro empezó a picotear la ventana, el amigo sacó una piedra del bolsillo, armó el brazo y disparó, con tan mala suerte que le erró y rompió el vidrio. —Seguro que lo asusté y no vuelve por acá —dijo antes de irse. Esa noche el hombre soltero no pudo dormir. El chiflete que entraba por la ventana era tal que ni la sábana beige, ni la frazada que la madre le había regalado por Navidad lo hizo entrar en calor. Ciertamente, el zorzal no apareció por la casa al amanecer. Transcurrida la jornada, a la noche, en el bar, el amigo charlatán le vio cara de cansado, pero prefirió no preguntar, por si la conversación derivaba en que tenía que pagar el vidrio roto. Al día siguiente el hombre soltero pidió permiso para no ir al trabajo, y así poder estar en la casa para que le colocaran el vidrio nuevo. El vidriero le preguntó qué había sucedido, y el hombre soltero le contó la historia del zorzal. El vidriero, un hombre de buenos propósitos y mejor corazón, lo reprendió por haber disparado y le aconsejó: —Si un pájaro viene a picotear a su ventana es señal de buena suerte. Le recomiendo que lo deje en paz y que se vaya a dormir al living. El hombre soltero, previendo que con el vidrio puesto el zorzal volvería, trató de dormir en el sofá. Pero le fue imposible porque era incómodo. Desde ahí escuchó el ruido del zorzal en la ventana de la pieza. Estaba de vuelta. A la tarde, en el tren que tomaba para ir al trabajo, se quedó dormido y despertó al final del trayecto. Un mendigo le vio sobresaltado y perdido, así que le preguntó qué le había pasado. El hombre soltero le contó la historia del zorzal. —Eso se arregla fácil —le dijo el mendigo—. Lo que tiene ese pájaro es hambre. Póngale unas migas de pan en la ventana y no volverá a molestarlo. El hombre soltero tomó el tren de vuelta y llegó muy tarde al trabajo. Después de la grapa regresó a la casa, colocó un plato con migas de pan en el alféizar y se acostó. Con los primeros rayos del sol, lo despertó el zorzal. Por supuesto, se había comido todas las migas, pero seguía golpeando la ventana. Aquel día el hombre soltero llegó puntual al trabajo, pero se durmió en el cuarto de baño. Lo despidieron. Cuando fue a la oficina de personal, la empleada, una mujer coleccionista de las tarjetitas que venden en el tren en el que un osito le dice a un perrito que le va a amar el resto de la vida, le preguntó: —¿Y qué va a hacer ahora? El hombre soltero miró el reloj: —Voy al bar. —No, le preguntaba que qué va a hacer con su vida. —Ahhh… No sé. Por lo pronto espero dormir esta noche. —¿Dormir? —le preguntó ella—. Se conforma con poco. Hay que ser más ambicioso. —Despreciaba a los hombres que pasaban por la oficina pisoteados, humillados, reducidos a un huevo revuelto en el que no se distingue la yema de la clara. Pero aquella actitud humilde, despreocupada, la enterneció—. ¿Queda muy lejos ese bar? Salieron juntos. Para sorpresa del amigo charlatán, que aprovechó para contarle al mozo de una novia que tuvo a los diecisiete años, el hombre soltero se sentó en una mesa aparte con la coleccionista de tarjetitas. Allí le contó la historia del zorzal. Ella no se atrevió a decirle que nada es casual, que el pájaro había aparecido en sus vidas para que se conocieran. Él se sentía tan cansado que tampoco se atrevió a invitarla a su casa. Ella se adelantó: —Me encantaría conocer al famoso pajarito. Con las primeras luces del día, el zorzal picoteó la ventana. La coleccionista y el hombre soltero despertaron. —¡Es él! —exclamó ella—. Qué hermoso. Picotea en la ventana porque ve como nos estamos amando y quiere entrar con nosotros. Al rato, tocaron al timbre. El hombre soltero se puso los pantalones, se pasó las manos por el pelo y salió a abrir. Un hombre con chaleco a cuadros, un sombrero con una pluma de pato y sonrisa de vendedor de biblias, se presentó: —Buenos días. En el bar me comentaron que tenía problemas con un pájaro. Soy del Club de Ornitología Amigos del Plata. Lo puedo ayudar. El hombre soltero le contó la historia del zorzal. —Eso se arregla fácil —dijo el ornitólogo—. El pájaro ve su propio reflejo en el cristal y lucha contra “ese otro” para arrebatarle el territorio. La voz de la coleccionista lo interrumpió. Enrollada en la sábana beige, los hombros descubiertos y el pelo alborotado, estaba asomada en el umbral del ph. Gritó a través del pasillo: —¿Estás bien? ¿Por qué no volvés a la cama? —Ahí voy —contestó el hombre soltero. Se dirigió al ornitólogo—: Continúe. —Lo solucionaría colocando en el vidrio la pegatina de un pájaro más grande que él —sentenció el ornitólogo. El hombre soltero le dio las gracias, cerró la puerta y regresó a la cama.
—¿Quién era? —preguntó la coleccionista.
- —Un ornitólogo. —¿Por qué molesta tan temprano? —Me explicaba que en realidad el zorzal picotea en la ventana porque ve… —El hombre soltero rozó la pierna de ella, suave, recién depilada—. Porque ve… —Inspiró y un olor a shampoo de frutas del bosque lo emborrachó más que una botella entera de grapa—. El zorzal picotea en la ventana porque ve como nos estamos amando y quiere entrar con nosotros. —Te lo dije —concluyó la coleccionista, que antes de enredarse en los brazos de él le prometió que le iba a regalar unas sábanas nuevas y le juró que, cuando llegase la temporada, haría un dulce para chuparse los dedos, con los limones del patio.
"El hombre soltero y el zorzal" está incuído en la revista de narración ora "Soy Leyente". Aquí les dejo el enlace para que la puedan leer completa.
FESTIVAL "PALABRA MÍA"; ALLÁ VAMOS Septiembre llega con un festival debajo del brazo. ¡Y qué festival! "Palabra Mía" arranca en el Chaco, y recorrerá muchas de las provincias argentinas. Estaré participando en el Chaco, Corrientes, Misiones, Buenos Aires, Tucumán y Jujuy. Hasta mediados de octubre viviré de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, junto a colegas de Cuba, Colombia, Brasil, Bolivia, España... Un puñado de cuenteros arriba del bus. Que no tengan miedo las palabras, que no se escondan de nosotros. Es cierto lo que se dice por ahí, que somos capaces de llevárnoslas y tiempo después las devolvemos irreconocibles, estrujadas, exprimidas hasta la última gota. Pero no sufran por ellas. Con el paso de los días van retornando a su estado original, felices de formar parte de algo más grande, por ahí un cuento, una historia que nos permita pasar un buen rato juntos.
- Adrián Yeste: “A veces juego a escribir, y cuando queda bonito, me lo publican”
- El narrador leonés Adrián Yeste, autor de 'Un pie en cada lado', entre otros, En estos momentos acaba de escribir un libro de cuentos. Mientras, continúa contando cuentos acá y allá
- Manuel Cuenya
- 12 de febrero de 2020
- El narrador leonés Adrián Yeste reside en Buenos Aires desde hace algún tiempo. Y aunque se siente a gusto en esta gran capital sudamericana, “vivo en una ciudad alucinante. Lo mío con Buenos Aires fue un flechazo”, León es su sitio, “el lugar al que volver”, si bien no puede hacerlo “de cuerpo presente” con la frecuencia que le gustaría.
- Por fortuna, puede regresar a su tierra a través de sus historias, porque cada vez que se sube a un escenario “es como si estuviera bajando por la carretera del Portillo para entrar en León. Casi todas mis historias transcurren en León, mis personajes se nutren de nuestra forma de ser. León es el universo desde donde escribo y desde donde cuento”, explica Adrián, que no se identifica con la figura de escritor pero sí con la de narrador oral o cuentacuentos, “soy una persona muy respetuosa con los oficios”.
- En este sentido aclara que si un día se acuesta sin haber escrito una sola línea no tiene la sensación de haber perdido el día. “En cambio, si un día no tuve funciones, o no di ningún taller, si no tuve personas delante mío, lo echo en falta. Necesito el encuentro, el cara a cara, el mirarnos a los ojos. Y cuando puedo, cuando me sale, cuando realmente tengo algo para escribir que verdaderamente necesite el soporte del papel y no el del aire y la lengua, me siento, y escribo”.
- En todo caso, a Adrián siempre le gustó escribir. Y en el colegio se me daba bien, recuerda. “No sé si era bueno, pero no tenía demasiado inconveniente en poner por escrito lo que me pasaba y sentía. Y eso era una ventaja. Quise estudiar Periodismo pero no pude. Terminé estudiando Educación Física. De todas formas, había algo de lo sensible que necesitaba salir, y lo lograba a través de la danza y la expresión corporal”.
- Y para continuar con su formación en expresión corporal decidió embarcarse rumbo a la Argentina, “donde una noche soñé -literalmente, lo soñé-, que las anotaciones y anécdotas de viaje de mi cuaderno las narraba de viva voz en un escenario. Y me hice cargo de mi sueño: me formé como narrador oral y empecé a contar cuentos. A partir de ahí, en paralelo, comencé a escribir narrativa y se fue publicando”.
- Argentina como país al que fueran a parar, otrora, en la posguerra, muchos españoles, “gallegos”, que acabaron encontrando, al menos algunos, su lugar en el mundo. Una ciudad “con una vida cultural inagotable: librerías, librerías de usados, teatros, infinidad de artistas callejeros... Es raro el porteño o porteña que no escribe, o pinta, o actúa, o canta. El salón o el patio de cualquier casa se puede abrir para transformarse en un escenario. Es una ciudad adolescente, donde todo es posible. Es una ciudad pasional. Buenos Aires vive con la piel de gallina desde que se levanta”, según Adrián, seducido por la vitalidad de esta megalópolis. “Suelo bromear al respecto que es una ciudad ideal para tenerla como amante, pero para armar un proyecto de vida con ella es compleja”.
- Cree Adrián que existe un nexo entre Argentina y la provincia de León, y es que ambas son, en su opinión, cunas de grandes cuentistas. “El cuento, sin ser el género más difundido, se ha desarrollado con mucha salud en los dos lugares. Me parece significativo que en León haya autores como Antonio Pereira, Luis Mateo Díez, José María Merino -¿se le puede considerar de León?- o la narrativa breve de Julio Llamazares, que se hayan dedicado tanto y tan bien al cuento”.
- Como narrador oral, está convencido de que, si bien no existen reglas ni recetas para que un cuentacuentos enganche al público, para que funcione bien, habida cuenta de que se trata de un arte, sí hay algunos denominadores comunes como la naturalidad, la proximidad, la simpatía... “El narrador debe seducir al público. A mí me funciona así. Y luego hay que tener una buena historia para contar: personajes profundos, un conflicto que se adecue al público que te está escuchando, una historia que tenga ritmo, que dibuje melodías en el oído del espectador, un remate potente... Y confiar en que tan solo con tu voz y el gesto vas a lograrlo”, afirma el creador de libros como 'Un pie en cada lado' o 'La acróbata del desierto', centrados en la amistad como gran tema, “sin dejar de lado temas como el abandono, la soledad o la muerte”.
- En realidad, Adrián siempre aborda los conflictos. El asunto, se plantea, es cómo los trata y desarrolla puesto que están dirigidos a un público infantil. Sea como fuera, es consciente de que los niños y las niñas son personas. Y, por lo tanto, los trato como tales, señala. “Evito pensarlos como seres frágiles que viven en urnas de cristal. Se divierten, gritan, corren, sienten, sufren, piensan. Viven, vivimos, en permanente conflicto. Y creo que la Literatura debe atender a lo que les preocupa y ocupa a los lectores. No me gusta infantilizar a la infancia”
- A Adrián le gusta jugar con el absurdo. Y procura divertirse mientras escribe. “A veces juego a escribir, y cuando queda bonito, me lo publican. Por eso necesito pasármelo bien, entretenerme mientras lo hago, aunque no le escabullo a los grandes temas que nos dan vueltas. No tengo la obligación de escribir ni de publicar”, añade este cuentacuentos para quien la poesía y el humor se vuelven fundamentales, al que, siendo un niño, le marcaron sobre todo dos lecturas, a saber, 'Escuela de Robinsones' de Julio Verne, y 'La historia interminable', de Michael Ende. “Después llegó la poesía de Miguel Hernández, los cuentos de Italo Calvino y las novelas de Gabriel García Márquez”.
- En estos momentos acaba de escribir un libro de cuentos. “Así que ahora estoy atento a ver dónde salta la próxima liebre”, concluye.
Entrevista breve a Adrián Yeste
“Para escribir necesito volver al origen” ¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
'Cien años de soledad' de Gabriel García Márquez y la 'Odisea' de Homero.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
Sherezade.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
'La insoportable levedad del ser'.
Un rasgo que defina tu personalidad.
La indefinición.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
Que aguantemos unas cañas sin terminar hablando de Netflix.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Creo en la política. No en algunos políticos. La política puede y debe mejorar la vida de la gente.
¿Qué es lo que más te divierte en la vida?
Hablar en andaluz con mi hermano Simón.
¿Por qué escribes?
Porque a las 6 de la mañana, cuando me levanto a escribir, no hay nadie despierto para escucharme un cuento. Si no, contaría.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
No. Sirven para promocionar y difundir mi trabajo.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
¿Mis fuentes? La del Arco de la Cárcel, la de la Plaza del Grano, y la que hay en el patio de las Anejas. Para escribir necesito volver al origen.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
No.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
El mundo es tan grande que... yo qué sé.