Augusto Salvatto

equilibrio entre el bienestar y el desarrollo tecnológico? La mayoría de las personas que estudian estos fenómenos tienen una visión pesimista. Vivimos en tiempos de desasosiego. El periodista español Héctor García Barnés describe este fenómeno como futurofobia. Somos parte de una generación que tiene miedo al futuro. Que está convencida de que nos esperan tiempos oscuros, distópicos y, fundamentalmente, inciertos. Esta futurofobia, una combinación de nostalgia por un pasado idealizado y un pesimismo paralizante hacia el futuro, se ha convertido en una característica definitoria de nuestra era.



Lo que me impactó fue una nota al pie, donde los autores aclaran que “ llevamos con mucho orgullo la nacionalidad española, junto con la argentina. Por tus sanguinos, (dos de cuatro abuelos son nacidos y criados en Galicia), ius solis,(hemos vivido y estudiado ahí), y también porque nos hemos criado con historias de aldeas, montes, ríos, olor a tortilla y acento gallego”.

Allí estaba la historia. La Galicia exterior, había dado a luz nuevamente retoños que avanzan por el mundo global de la mano de los últimos saberes y que, además, destacan los valores de la familia y la importancia de sus raíces gallegas, poniendo en primer plano a nuestra tierra.

“Es que nuestro contexto nos define, declaran en las páginas de su libro, o al menos nos influye bastante. Somos dos hermanos nacidos y criados en el barrio de Caballito, en Buenos Aires, a dos cuadras de la Plaza Irlanda, con abuelos que vinieron a Buenos Aires desde Galicia, “con una mano adelante y otra atrás”, como ellos decían”.

La imagen de esa Plaza, que fue el patio de juegos de mi niñez de emigrante, fortaleció la conexión, era el mismo parque, de un inabarcable verde, que los vio crecer décadas después. Todo me llevó a pensar en las tramas que formamos las gentes de la Galicia exterior y el rol de la Argentina y en especial de Buenos Aires y sus barrios para construir un futuro personal y colectivo.

Me propuse entonces conseguir su palabra, la de esos hermanos que tantos años después, habían vivido en mis lugares, y reivindicaban las tortillas y los cuentos de aldea, mientras se los reconoce como emprendedores del futuro inmediato.

-Mis abuelos se llamaban, aunque parezca un chiste, Ramón y Ramona. Él era Canle González y ella González Rey, compartían un apellido, no por casualidad sino porque tenían antepasados en común. Fueron muy importantes en nuestra crianza pues mi madre trabajó siempre y eran ellos los que dedicaban gran parte del día a cuidarnos.

Nos contaban una y otra vez sus historias, que siempre remitían a la aldea, el abuelo era un excelente relator, aunque sospechamos que muchas de sus anécdotas eran en parte fruto de su creatividad, en cambio la abuela tenía el dato certero y lo aportaba.

De ella nos queda el aroma a comida, la empanada gallega, las filloas, y las tortillas, ésas fueron gran parte de nuestra alimentación. Con los años le pedimos que nos pasara la receta, porque en ningún lugar la tortilla tenía ese sabor. Y ella explicaba a su manera, como hacen todos los grandes chefs, un poco de esto, otro de aquello, vas viendo y probando… primero te saldrá mal, luego regular y un día la harás tan buena o mejor que yo.

Esa enseñanza, aunque no lo parezca es la que nos sirve con el uso de las tecnologías del presente y seguramente las de futuro, el antiguo ensayo y error, pero hacer, siempre hacer. Como ellos, nuestros abuelos que sólo supieron trabajar y mantener la honestidad como bandera inclaudicable. Y el sentido de familia. Lo principal es la familia unida, la abuela Ramona lo tenía como el objetivo más importante de su vida, y lo logró.

-Crecimos escuchando la historia de su noviazgo, ambos nacidos en Coruña, en la zona de las rías baixas, pero Ramón era de monte, decía ella- “cinco kilómetros nos separaban y los hacía a pie, para verme”-. Muchos años después, en el 2018, y en su homenaje, durante uno de los viajes que hicimos con mi hermano, recorrimos ese carreiro, como ellos lo llamaban, para sentirnos parte de nuestro origen.

En tanto la voz de Augusto relata va deslizando imágenes de Boiro, Bealo, y Escabia, las aldeas y lugares del amor en tiempos de la emigración.

Se casaron allá, casi por casualidad, el abuelo esperaba los papeles para emigrar, pero la reclamación no llegaba, entonces apuraron la boda, Ramona no era muy bien vista por la familia de él, porque era muy pobre, había quedado sin madre de pequeña, y los Canle tenían una posición de las llamadas “buena casa” por la propiedad de tierras y animales. No les parecía que esa novia fuese la que merecía el hijo.

-Pero Ramón era decidido y una mañana dijo, me voy a casar, y lo hizo. Poco después llegaron los papeles de reclamación. -Vete, le dijo ella,- es tu sueño, tú no quieres, y yo tampoco, que nuestros hijos cuando los tengamos, crezcan con las necesidades que pasamos nosotros. Ramón entonces no lo dudó, pero antes se ocupó de que ella aprendiera a leer y escribir, así podían cartearse sin intermediarios.

-Mi abuela era analfabeta, pero muy sabia. Lo demostró desde el principio. Se quedó en la casa de la familia de su marido, como correspondía y resistió los comentarios maliciosos de las vecinas que le anunciaban que “Ramón ya no te reclama, seguro que se afinca por allí y hasta puede hacer otra familia, no será el primero”. Ella confió, era demasiado el amor que se habían manifestado en esas noches frías en que los kilómetros que caminaban para verse, con la sola compañía del perro, (o “can”) como para que dudara de él.

Durante tres años recordó cada noche aquella del baile en la que se habían enamorado. Fue en Cespón, en la fiesta de San Ramón de Bealo, un 30 de Agosto, en el verano gallego que, por las noches deja de ser verano, y en el que las fiestas se siguen una a otra. Con su buen humor y sus palabras de halago la había conquistado y Ramona sabía que era de fiar. La esperaría, allí en Buenos Aires, para una vida mejor.

Y así fue, tres años después, en 1955, a Ramona le llegaron sus papeles y el pasaje. Viajarás con comodidades, no como yo, que tuve que hacerlo como ganado, le escribió. Pero mi abuela poco pudo aprovechar de ese confort, me asegura Augusto, porque siempre nos contaba que pasó el viaje en la enfermería, por lo descompuesta que estaba.

Ramón había transcurrido esos años viviendo como pudo, primero con unas tías, luego en pensiones, después de la llegada de su mujer alquiló un pequeño departamento a los que en Buenos Aires, llamamos “de pasillo”, donde nacieron sus hijos, y en el que pasaron años de su infancia Augusto y Mateo. Trabajaba de carpintero, era el oficio que en parte conocía, pero siempre tuvo más de un trabajo, también era gastronómico, tenía una parte en sociedad en uno de los tantos bares que los gallegos de entonces sabían gestionar.

La abuela cosía y atendía un almacén, otra de las ocupaciones típicas de la colectividad, y además ayudaba en el restorán que llegó a tener su marido con otros socios. Más adelante, una de las cíclicas crisis de la economía argentina, se llevó como un vendaval sus años de esfuerzo. Aún no eran dueños de su vivienda, alquilaban, mudados por entonces al popular barrio de Mataderos.

Augusto reflexiona que, le llevó unos años plantearse que sus abuelos no habían sido propietarios de su casa hasta el comienzo de los años noventa. Algo poco habitual entre los paisanos y, piensa que no es ajena esta situación al apego fundamentalista que Ramón tenía de las cuestiones de honradez. Él veía como una medalla, una condecoración, no hacer fortuna de manera fácil o aprovechándose de sus semejantes. Y eso enorgullece a sus nietos. Los principios no se aprenden en las aulas, son el reflejo de las vivencias, afirma Augusto. En realidad, dice sonriendo, también llegamos a la conclusión que el abuelo no debía ser bueno para los negocios, lo de él era trabajar y atender la familia. Esa era su felicidad.

-Nos íbamos a dormir con las historias de la aldea en su voz, ya nos dábamos cuenta de que muchas eran fabuladas, o exageradas, era un verdadero creativo. Pero resultaban tan divertidas que siempre le pedíamos que nos contara otra.

-En cuanto a nuestra formación, respondió la pregunta puntual, mis padres siempre fueron acérrimos practicantes de la educación como pilar fundamental. Mi madre es profesora de Lenguaje para personas con discapacidades en la comunicación y mi padre Contador, ambos primera generación de profesionales en sus familias.

Al terminar los estudios primarios seguí un bachillerato especializado en informática, pero luego me incliné por la Licenciatura en Ciencas Polìticas y en Relaciones Internacionales.

Después describe su permanencia en Salamanca, realizando una Maestría de Estudios Latinoamericanos y una Especialización de la misma.

-Esos años nos permitieron reunirnos en España para las Fiestas de Fin de año, y así fue como frecuentamos las casas de la aldea y vivimos las Navidades gallegas,

Ya en el año 2008 habíamos realizado una experiencia increíblemente emotiva, viajar con mis padres y abuelos a Galicia. Allí pudimos ponerles paisaje y entorno a las historias que nos habían contado. Fue muy fuerte el poder estar todos juntos en esos lugares. Creo que la magia de la tierra gallega se apoderó de nosotros aún más. Luego hubo otros viajes y oportunidades, en especial durante mi permanencia en Salamanca. Pero aquél itinerario fue como el de Odiseo.

Los viajes fueron parte de la formación con que nuestros padres desearon que maduráramos a la adultez. Siempre nos alentaron a salir al mundo porque consideran que la libertad y el conocimiento que se adquiere hace a la autonomía y a la apertura de mente.

Entre sus múltiples destinos se cuentan Nueva Zelanda, Chile y París, para estudiar en la Sorbona, además de Salamanca. Fue reconocido por la Comisión Fulbright de los Estados Unidos y por la Fundación Carolina de España.

Hoy, a los 27 años, este joven emprendedor dirige su Consultora Panorama, dedicada al análisis de Mercados y situación política. Viaja constantemente y es requerido desde distintas jurisdicciones y campos.

Mateo, su hermano menor, cuenta con sólo 22 años es Analista de Sistemas y está finalizando su Maestría. Campeón internacional de Robótica, Director de Innovación de las Escuelas ORT, con reconocimientos que abarcan instituciones tan variadas como el Congreso de la Nación Argentina, el MIT y la Universidad de Pekín, entre otras.

Mateo es creador de la compañía Asteroroid Technologies, y su fama ha trascendido a partir de la App Háblalo, que a su vez es lo que más lo gratifica, ya que ayuda a cien mil personas con dificultades comunicacionales.

No quise finalizar la conversación sin que escuchar un mensaje de quienes, con su juventud y capacidad, tienen la humildad de los grandes.

-Es fundamental la libertad para conocer el mundo, que cada uno haga el recorrido que le dé felicidad y logre así sentir el arraigo de lo propio. En todos los lugares en que viví me sentí cómodo, nunca un extraño, pero el único país en el que me siento en casa, además de Argentina, es España, y especialmente en Galicia, nuestro lugar en el mundo.

-Las raíces estaban, sementadas en tierra fértil y muy regadas, fue lo nuestro profundizarlas y en el futuro transmitirlas.

Cerré la libreta sintiendo que había ganado mucho, al aprender con los jóvenes, entendiendo como Mateo y Augusto dicen, que la juventud no es un grupo etáreo, es una actitud de vida, frente a lo nuevo y sabiendo que el pasado tiene un valor incalculable para poder apostar a un futuro, que ellos consideran una batalla para librar y triunfar.



y estructurada por algoritmos. Hemos incluso comenzado a comportarnos como ellos. Esta nueva forma de organización social promete eficiencia, personalización y optimización en todos los aspectos de la vida cotidiana. Accedemos a las noticias que nos agradan, consumimos casi exclusivamente el contenido que nos interesa, tomamos siempre la ruta más eficiente para llegar al trabajo, siguiendo las indicaciones de una pantalla. Todo es friction-less, next-next-next. Todos piensan como yo. No hay contradicciones. No hay ineficiencias.

exploramos elementos culturales que hacen al sentido común de una sociedad acelerada, ansiosa y estresada

esto se debe a que somos una generación hija de la crisis, que además atravesó una pandemia y que experimenta un mundo cada vez más violento, desigual e injusto. Por alguna razón, estas afirmaciones tienen sentido. Existe una sensación generalizada de que estamos atravesando épocas oscuras, y que nuestra realidad será más difícil que la de nuestros padres.

malestar como un hecho individual no agota el problema, lo profundiza. El malestar que vive nuestra sociedad es más bien un fenómeno colectivo, social. Un producto no deseado de un sistema que nos arroja a la angustia, la ansiedad y la depresión. La dimensión colectiva del malestar, tejida en las interacciones cotidianas, en las estructuras de poder, en las dinámicas socioeconómicas y en la propia configuración de nuestros espacios de vida, permanece en gran medida inexplorada y, como consecuencia, incomprendida

no se trata sólo de interpretar el mundo, sino de transformarlo. Si estamos escribiendo es porque creemos que podemos transformar la realidad,


INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA

La Batalla del Futuro no es un libro sobre tecnología, sino sobre toda una generación de humanos, atravesada por lo tecnológico, que necesita encontrar algo en qué creer para recuperar la esperanza en el futuro y abandonar la obsesión con el pasado y el presente. Este libro es una caja de herramientas necesaria para dar esta batalla que nos incluye a todos y que está sucediendo en este preciso momento.




En este episodio de La Fórmula Podcast, el consultor en innovación y economía del conocimiento, Augusto Salvatto, analiza el malestar social actual, destacando el estrés, la ansiedad y el burnout como síntomas de un problema colectivo. Además, examina el hiperindividualismo, la “felicidad fingida” y explica de qué se trata la cultura algorítmica


PREGUNTAS

ethos de una época. El resultado y el proceso eran un todo indisociable. Sin esfuerzo, sin cuidado, sin preparación, resultaba imposible alcanzar un objetivo. Vivimos en una época donde ensalzamos la inmediatez. Valoramos la eficiencia como nada. La productividad es el mantra de los libros de negocios que hemos convertido en una máxima para la vida. “Mayor resultado a menor esfuerzo”, eso es una buena inversión. Pero esta forma de ver el todo en las relaciones humanas nos está generando grandes dolores de cabeza. Amat Victoria curam desafía el sentido común del siglo XXI.

fuerza: “No hace falta que te esfuerces, los resultados vendrán igual”

algoritmo del malestar y la ansiedad que nos aqueja. Esta secuencia de elementos aparentemente lógicos que se encadenan y combinan entre sí incluyen las redes antisociales, la idea de felicidad como mandato, el deterioro de las comunidades, el amor descartable y la muerte de los procesos. Es posible que operen entre ellos muchos más factores que se nos escapan.

con la destrucción de los vínculos comunitarios. El trabajo, la religión y la comunidad de cualquier tipo funcionan como una especie de ancla que nos ata a una realidad y nos permite dar sentido a nuestra existencia. Ya ninguno de estos elementos ordena nuestra vida. Terminamos, entonces, sencillamente existiendo, aglomerados pero aislados.

EnciclopediaRelacionalDinamica: AugustoSalvatto (última edición 2024-10-07 17:21:49 efectuada por MercedesJones)