Organizaciones inclusivas y organizaciones extractivas
Daron Acemoglu es profesor de Economía y ocupa la cátedra Elizabeth y James Killian en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). En 2005 recibió la medalla John Bates Clark, otorgada a economistas menores de cuarenta años que han contribuido de manera significativa al pensamiento y conocimiento económico. En 2010 la revista Foreign Policy lo señaló como uno de los 100 pensadores más influyentes. Acemoglu habla con Truman Factor acerca de “Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza” (Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty), su último libro, escrito junto a James Robinson, politólogo de la Universidad de Harvard y renombrado experto en América Latina y África.
Ver entrevista: http://trumanfactor.com/2012/entrevista-daron-acemoglu-8915.html
Si nos fijamos en la historia y en la evidencia empírica, está claro que la clave de la prosperidad se encuentra en las instituciones, no en la cultura ni en la geografía. La historia también deja igualmente claro que las malas instituciones no han emergido debido a errores de líderes políticos, sino a que así han sido diseñadas, porque han jugado un papel político y económico útil en beneficio de los políticamente poderosos en la sociedad. Más explícitamente, algunos tipos de instituciones económicas, que nosotros denominamos “inclusivas”, ofrecen incentivos para la inversión y la innovación y sirven las bases para un campo de juego nivelado para que la gran parte de la población pueda desplegar su talento. Estas instituciones económicas generan prosperidad. Sin embargo, la mayoría de las sociedades se rigen por instituciones “extractoras”, que crean derechos de propiedad inseguros, no permiten contratos y desalientan la innovación y la adopción de tecnología. Y lo más importante, en lugar de crear un campo de juego nivelado, crean condiciones que favorece a un pequeño segmento de la sociedad y, a veces, incluso coaccionan a la gente para que trabaje a cambio de salarios bajos en ocupaciones en las que no deberían estar y les prohíbe desempeñar las ocupaciones que desean. Nosotros las llamamos instituciones “extractoras” porque han sido diseñadas por los poderosos políticamente para extraer los recursos de la mayoría.
El libro peca tal vez de demasiado localismo, centrándose sólo en las dinámicas nacionales, y no analiza las relaciones entre instituciones extractivas e inclusivas entre países y organizaciones. Los autores pasan así de largo sobre esta argumentación cuando hablan, muy brevemente, sobre el fracaso a la hora de instaurar la democracia en Irak tras la invasión estadounidense, en la que las fuerzas internacionales fueron muy extractivas con respecto a la población local. No obstante, sí que analizan este aspecto en mayor profundidad en el caso de Afganistán. Pero de lo que no hablan es del juego global de países (u organizaciones) extractivos y países extraídos (por usar algo similar a su terminología) y en qué medida los países inclusivos pueden mantener sus sistemas sin necesidad de extraer en otros territorios que no sean el suyo propio. Y tanto en la actualidad como en la historia habría muchos otros ejemplos de cómo ha funcionado esta dinámica.
En cualquier caso, el libro de Acemoglu y Robinson es un libro bien argumentado, con numerosos ejemplos tanto históricos como actuales y bastante asequible para un público general que no tenga mucho conocimiento sobre la política internacional, pero que quiera comprender mejor el mundo en el que vive.
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