Las mandorlas son uniones creativas de mundos o cualidades distintas por medio de un elemento o acción que actúa como tercero integrador. Crear mandorlas es una habilidad que nos facilita la vida. Robert Johnson, psicólogo junguiano dice que crear mandorlas es sanador.
Promueve la capacidad de integración, de complementación de opuestos, de resolución de conflictos y de dilemas intraintertranspersonales en los más diversos campos de actividad humana.
Su práctica facilita autoecoaprendizaje, un aprendizaje conjunto persona-entorno, propiciando un sentipensar-hacer sinergético y sustentador: una capacidad que es tanto individual como social. Aunque requiere paciencia es una práctica que está al alcance de todos.
Las sociedades en las que se vive mejor proliferan los actos que benefician al mismo tiempo a las personas que están directamente involucradas y a su entorno de pertenencia. Factor sinergia estudiados por Ruth Benedict y Abraham Maslow.
Si no hay que desprenderse de algo para beneficiar a otro, la función que subyace a la acción da lugar a la confluencia y/o la complementación de intereses facilitando la irradiación de beneficios. Es una sinergia que tiende a ser inclusiva, amplia, irradiante. Es inteligencia social en acción, conviene a todos, de distinta manera.
Implica innovación cultural a nivel de paradigmas abriendo las puertas a una sociedad creativa con una economía amable, sustentadora de la vida.
La mandorla es un símbolo consistente en una aureola de luz que rodea la representación del cuerpo de muchos personajes sagrados y que se ha usado fundamentalmente en el arte religioso románico y bizantino ortodoxo. Su nombre deriva del italiano mandorla (almendra) y, según un texto del siglo XII), atribuido a Saint Victor, deriva del simbolismo de la almendra, fruto del primer árbol que florece después del invierno y que se identificaba con Cristo.
La mandorla se asocia a la vesica piscis (vejiga de pez) y, desde el punto de vista geométrico, consiste en una figura que se forma a partir de dos círculos del mismo radio que se intersectan, de manera que sus centros caen en el perímetro del otro. De esta manera, dejan una zona en forma de almendra que, por necesidades iconográficas se dispone verticalmente. Desde el punto de vista artístico, la mandorla se acostumbra dividir en tres zonas, con la más luminosa la más lejana del cuerpo físico, lo cual manifestaría la acción trinitaria.
Desde el punto de vista sagrado, ha sido importante en diversas religiones y periodos históricos, incluyendo la Kabbalah.
La mandorla debe diferenciarse de la aureola (diminutivo del latín aurea, dorado), halo o nimbo, que es un disco luminoso alrededor de la cabeza. La combinación de halo y mandorla se denomina gloria.
La aureola ha sido interpretada como un resto del culto al sol, símbolo de fuego que expresa la energía sobrenatural y visualización de la luz espiritual y, por lo tanto, muy importante en las doctrinas religiosas.
Aunque el símbolo geométrico de la tierra es el cuadrado (y el cubo) y el del cielo es el círculo, a veces se utilizan dos círculos para simbolizar el mundo superior y el inferior, es decir, el celestial y el terrenal.
El símbolo de la mandorla es muy antiguo y, como se explicó más arriba, está asociado al pez (vesica piscis). Hace su aparición en el arte románico y, con menos frecuencia, en el gótico. En el arte cristiano aparece por primera vez en el siglo V, en mosaicos que decoran la iglesia de santa Maria Maggiore, en Roma, donde rodea algunas figuras del Antiguo Testamento. Sin embargo, el halo puede encontrarse varios siglos antes en algunas representaciones de reyes y dioses persas. Aparece también en algunas monedas de los reyes Kushan del Asia Central, como Karvishka, Huviska y Vasudeva, así como en la mayoría de las imágenes de Budha desde el siglo I d.C., así como en el arte egipcio y griego antiguo.
En el arte cristiano, en el siglo VI la mandorla se había constituido en un atributo de Cristo en escenas de la Transfiguración y de la Ascensión. Posteriormente la mandorla se extendió a otros aspectos de la vida de Cristo. Sin embargo, a partir del siglo XV la mandorla perdió preeminencia y los pintores del Renacimiento la abandonaron.
Representa la unidad y, también, el sexo femenino. En el arte medieval cristiano es una aureola o halo que rodea la figura de Cristo, la Virgen o los santos. Se supone que es la radiación o luminosidad sobrenatural que rodea las figuras divinas. La representación más frecuente es aquella en que Cristo está sentado en un trono, en plena majestad (Cristo Pantocrátor) y rodeado de la mandorla. El lado izquierdo de este segmento circular representa la materia y el derecho, el espíritu. Esta figura comprende los antípodas de todo dualismo. Por ello simboliza también el sacrificio perpetuo que renueva la fuerza creadora por la doble corriente de ascensión y descenso (aparición, vida y muerte, evolución e involución).
La colocación de Cristo en una mandorla en el tímpano de una iglesia simboliza el paso de los vivos del mundo terrenal al celestial. También se identifica con el huso de la Magna Mater, y de las Hilanderas del Destino (Moiras y Parcas).
A pesar de la diferencia geográfica y cultural, es interesante recordar que, de acuerdo a Castaneda, en la tradición transmitida por el brujo yaqui Juan Manuel, la estructura energética del ser humano consiste en un huevo luminoso que lo envuelve. De acuerdo a algunas interpretaciones, esta estructura sería semejante a lo que, en estos tiempos, llamamos aura.
Otra interpretación interesante de este símbolo es la de R. Johnson, (1991), quien afirma que los dos círculos que conforman la mandorla son dos mandalas. Y, más audazmente aun, piensa que una mirada entre un hombre y una mujer, debe ser considerada como mandorla. Ésta sería un lugar en el cual los opuestos de la masculinidad y la femineidad se encuentran y se honran mutuamente. Si bien alcanzamos entonces un momento de unidad éste será breve, y volveremos a la dualidad. Sin embargo, se inicia en este proceso un mundo de transformación.
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