SEGUIR VIENDO: edadismo interpersonal


Siete Estrellas

Según el primer Informe Mundial sobre Edadismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el edadismo es más común de lo que creemos. De hecho, la mitad de la población mundial sostiene actitudes discriminatorias contra las personas mayores. En Europa, el único continente donde se han recopilado datos de manera extensiva, una de cada tres personas dice haber experimentado edadismo. Estas cifras son alarmantes y subrayan la necesidad de acciones concretas para abordar esta forma de discriminación.

¿Qué es el edadismo y cómo se manifiesta? El edadismo es un término que describe los estereotipos (cómo pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) hacia las personas en función de su edad. Este fenómeno puede afectar a individuos de todas las edades y puede manifestarse de diversas maneras. Puede ser tan evidente como un joven siendo ridiculizado por tratar de iniciar un movimiento político, o tan sutil como una persona mayor siendo pasada por alto para una oportunidad de empleo debido a su edad.

Tipos de edadismo y estrategias para combatirlos El edadismo puede adoptar varias formas, incluido el institucional, el interpersonal y el autoinfligido. Cada uno de estos requiere un enfoque diferente para su erradicación.

Edadismo Institucional El edadismo institucional se refiere a las políticas, normas y prácticas de las instituciones que limitan las oportunidades y causan daño a las personas en función de su edad. Para luchar contra esta forma de edadismo, es crucial fortalecer las políticas y leyes que lo prohíben a nivel local, nacional e internacional. Además, es necesario establecer mecanismos de vigilancia que aseguren la implementación efectiva de estas leyes y la promoción de la igualdad y los derechos humanos.

Edadismo Interpersonal Este tipo de edadismo ocurre en las interacciones cotidianas y puede manifestarse de varias maneras, como el trato condescendiente hacia los mayores o la exclusión de los jóvenes en la toma de decisiones. La educación y el contacto intergeneracional son herramientas clave para combatir el edadismo interpersonal. Es fundamental desmentir mitos y reducir prejuicios proporcionando información precisa y ejemplos positivos que desafíen los estereotipos arraigados.

Edadismo Autoinfligido A veces, los prejuicios y estereotipos están tan internalizados que las propias personas se limitan a sí mismas basándose en su edad. Un ejemplo común es la creencia de que las personas mayores no pueden aprender nuevas habilidades o emprender nuevos pasatiempos.

Es esencial reconocer y valorar el papel de los mayores en la sociedad, empoderándolos para mejorar su autoconcepto, autonomía y autoestima. La discriminación por edad autoinfligida puede tener un impacto significativo en la salud y el bienestar, y debe ser abordada con sensibilidad y apoyo.

En busca de eliminar la discriminación En Siete Estrellas – SocialMente, estamos comprometidos con la lucha contra todo tipo de discriminación. Creemos que la riqueza de la experiencia humana se encuentra en todas las etapas de la vida y que cada persona merece ser valorada y respetada independientemente de su edad.

Quizá, porque a veces como sociedad tendemos a pensar que las personas mayores ya han recorrido su camino en el perfil socioeducativo y no tiene que ser así.

En Siete Estrellas – SocialMente hemos realizado proyectos con personas mayores que nos han dejado varias enseñanzas, como nos explicaba Rebeca Brandi, directora de proyectos de Siete Estrellas – SocialMente:

“Posiblemente, el grueso de proyectos de esta índole están dirigidos a otros colectivos. Ya que se presupone que los centros de Mayores, Centros de día, residencias, etc… cubren esta necesidad, y en cierta forma es cierto, ya que tienen un amplio abanico de actividades, pero no llegan a todas las personas mayores, ya sea por desconocimiento, por la imposibilidad de acceder a ellas (pocas plazas, lejanía del centro o imposibilidad de salir del propio domicilio) Es importante tener en cuenta que cada colectivo tiene su propia realidad y necesidades derivadas de esta, y tenemos que trabajar para poder adaptar los proyectos para poder dar una respuesta a partir de la realidad y no de lo que creemos que necesitan”

Para promover este cambio, es vital que se implementen proyectos intergeneracionales que fomenten el entendimiento y el respeto entre jóvenes y mayores. Es igualmente importante que las organizaciones, empresas y gobiernos adopten políticas y prácticas que reconozcan y celebren la diversidad de edades.

Desde Siete Estrellas – SocialMente, hemos realizado también proyectos con personas mayores que nos ayudan a mejorar como organización, al enfrentarnos a nuevos retos y conocer mejor nuevos contextos de los que extraer enseñanzas. Si quieres conocer mejor nuestra labor, te la contamos aquí.


legislación, las actividades educativas y las intervenciones de contacto intergeneracional.

útiles para reducir el edadismo contra cualquier grupo de edad. Entre ellas cabe mencionar, por ejemplo, políticas y leyes que aborden la discriminación y la desigualdad por motivos de la edad, y la legislación relativa a los derechos humanos. El fortalecimiento de las políticas y las leyes contra el edadismo puede lograrse mediante la adopción de instrumentos a nivel local, nacional o internacional, y la modificación de los instrumentos vigentes que permitan la discriminación por motivos de edad. Esta estrategia requiere mecanismos de observancia y órganos de seguimiento a nivel nacional e internacional que aseguren la aplicación efectiva de las políticas y leyes que abordan la discriminación, la desigualdad y los derechos humanos.

reducir el edadismo deben incluirse en todos los niveles y tipos de educación, desde la escuela primaria hasta la universidad, y en contextos educativos formales y no formales. Las actividades educativas ayudan a mejorar la empatía, disipar las ideas erróneas sobre los distintos grupos de edad, y reducir los prejuicios y la discriminación al proporcionar información precisa y ejemplos para contrarrestar los estereotipos.

habría que invertir en intervenciones de contacto intergeneracional que tengan por objeto fomentar la interacción entre las personas de distintas generaciones. Este contacto puede reducir los prejuicios y los estereotipos entre grupos. Las intervenciones de contacto intergeneracional figuran entre las intervenciones más eficaces para reducir el edadismo contra las personas mayores, y también son prometedoras para reducir el edadismo contra las personas más jóvenes.


La edad ya no sirve para identificar la vejez CAMBIOS SOCIALES Y ENVEJECIMIENTO



NOTAS 03.05.2024

asesoramiento y planificación de los servicios y atención de las necesidades específicas de las personas de más edad. En parte esta novedad se debe a que se considera una actividad rentable. Desde un punto de vista pragmático, en el mundo de los negocios se tiene en cuenta algo que en el análisis teórico de los diferentes especialistas en ocasiones se descuida: que la vejez es una realidad dinámica, en cambio constante. Es además una realidad cuya prognosis apunta hacia una vejez «joven» y con recursos.

«65 y más años» con las de 80, 90 o incluso 100 años? En la definición social de la vejez se observa un rechazo a la hora de realizar estas matizaciones, puede que bajo el influjo de la percepción negativa, aversión y temor que suscita la vejez. La definición de vejez en función de la edad cronológica resulta un criterio insatisfactorio. Existen formas diversas de envejecer, diversas «carreras».

bienestar resultan más llamativos. El relativo buen mantenimiento de la salud hasta edades más avanzadas, para caer luego, está siendo observado con regularidad. Incluso se aprecia a través de las encuestas acerca de la percepción de la salud (Bazo, 1990¿z: 35). Tener en cuenta todas esas cuestiones conduce a considerar que el que los seres humanos estén destinados a la longevidad no debe conllevar la condena a la decrepitud.

hacia los 120 años.

añadir vida a los años, según la OMS), pone sobre el tapete la importancia de los factores económicos y sociales y, por tanto, la necesidad de seguir manteniendo o incrementando en ciertos grupos la calidad de vida.

entre investigador/a y grupo investigado debe establecerse una comunicación «en pie de igualdad» que no sea sólo correcta metodológicamente, sino que resulte también humanamente significativa. Abogando así por una técnica de la escucha (Ferrarotti, 1990: 46).


EDADISMO


* pág: 14 Whatever its form, passing reveals age-dependent inequalities of opportunity and privilege. While in early twenty-first century North America and Europe the purpose of passing is almost always to make oneself, as an adult, look younger and not be seen as older, there is nothing universal or transhistorical about this identification of aging as a stigma. 5 It is in order to question and denaturalize such an assumption that some anti-ageist campaigners and groups—for example, in France, members of the Babayagas, Ménopause Rebelle, and Grey Pride—deliberately refer to themselves as “old,” rejecting euphemisms designed to avoid this description (such as seniors, older people, elders, or the third age). Here again, the example is provided by other stigmatized groups who have turned around, assumed, and reappropriated the derogatory labels assigned to them on the basis of their gender or sexual orientation (such as faggot, dyke, or slut). From this perspective, according to the American essayist and anti-ageism activist Ashton Applewhite, just as it is homophobia, sexism, and racism that make the lives of gays, women, and black people difficult (not their sexual orientation, skin color, or sexual organs), so it is the ageist structures of society, rather than advancing age, that constitute the main problem we face as we age. 6

develop an “age consciousness,” which is a prerequisite for political identification with a given age, as the sociologist Maurice Halbwachs noted as early as 1938: “How can a collective consciousness emerge in a group that loses all of its members from one year to the next only to acquire entirely new ones?" 1 As for the development of a generational consciousness founded on the common experience of living through the same collective events at the same age, this does not in itself guarantee “age consciousness” since, on the contrary, with people of one’s own generation, as anthropologist Marc Augé notes, we do not see ourselves aging: moving together at the same time in the same direction makes us “unconscious of movement.” 2




2021. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO. https://doi.org/10.37774/9789275324455.


LAS CUATRO "I" DEL EDADISMO

EXPLICACIÓN

edadismo están entrelazados y se potencian mutuamente (véase la figura 1.2). Las reglas, normas y prácticas institucionales edadistas, y las ideologías edadistas que fomentan, pueden configurar, y a la vez ser configuradas, por las actitudes personales (que subyacen en el edadismo interpersonal) de quienes forman parte de estas instituciones y de la sociedad en general. Al mismo tiempo, el edadismo institucional e interpersonal puede interiorizarse y conducir a un edadismo autoinflingido. Y el edadismo autoinflingido puede hacer que las personas se adapten a los estereotipos relativos a la edad existentes en su sociedad, lo cual po - tencia, a su vez, el edadismo interpersonal e instituciona


SUNAMITISMO

EDADISMO IDEOLÓGICO

de las sociedades que responde al proceso de modernización de estas, siendo ante todo consecuencia de factores muy favorables tales como los avances en la medicina y en la higiene, la mejora de las condiciones de vida y que conlleva consecuencias muy positivas, puesto que es un fenómeno que recorre todas las edades aumentando las probabilidades de supervivencia todas ellas. Sin embargo priman las visiones pesimistas del mismo, así lamentablemente y de manera paradójica, cuando se habla del envejecimiento demográfico, suele asociarse este a aspectos negativos de las sociedades tales como el estrechamiento de una población activa que debe soportar la dependencia económica de un número creciente de ancianos (Pérez Ortiz, 1.998: 439) o la primacía de ver el crecimiento del gasto social en mayores “encanecimiento del gasto social” (Guillemard AM 1.990) como un aspecto negativo del que se culpabiliza a los mayores.

adoptadas incluso por personas que creen en los mayores, y no se dan cuenta que con la compasión (y a veces incluso con algunas políticas sociales de segundo orden tales como subvenciones, bonificaciones en espectáculos, transporte gratuito, etc) discriminan a los mayores (Moragas R 1.991), cuando lo más razonable sería que tuvieran unas condiciones económicas que no hicieran necesarias tales gestos

desigual forma de envejecer en relación a la posición económica (Alfageme A 2.000). { Excesiva medicalización de la vejez: cómo a través de la dispensación de medicamentos se palian muchas otras deficiencias sociales tales como la carencia de una medicina preventiva geriátrica, o lo que es más importante, la imprevisión del sistema sanitario y su dificultad para adaptarse a las nuevas demandas sociales de una población envejecida.


ESTUDIO DE BALTIMORE

estadounidense Johns Hopkins, han seguido de cerca de mas de un millar de voluntarios de todas las edades y sus resultados están creando gran expectación en un país en el que una de cada cinco personas tendrá más de 65 años en 2.030. Este estudio es conocido como el Estudio Longitudinal sobre Envejecimiento de Baltimore, con un presupuesto anual de 6 millones de $, y es el proyecto de investigación de este tipo de mayor duración en EE.UU y uno de los más completos del mundo. HALLAZGOS GENERALES * Repetidamente, los resultados contradicen los estereotipos sobre la gente de avanzada edad y han demostrado que el envejecimiento no es necesariamente una cuestión en la que todos salen perdiendo.

muestran una constancia similar. El vocabulario sigue ampliándose de forma moderada al tener una edad avanzada y que la capacidad de razonamiento o para resolver problemas se conservan. { Tal vez se produzca una reducción de la memoria y el cerebro necesita más tiempo para tomar y ejecutar decisiones, pero como señalan algunos psicólogos especialistas en la materia (v.gr: Paul T. Costa) “el cerebro tiene una gran capacidad de reserva”, y estos cambios no significan que una persona mayor esté incapacitada.

O como determinó el cardiólogo Jerome Fleg: “nadie se muere porque el corazón envejezca”. Las pruebas realizadas desde finales de los 60 ayudaron a demostrar que la estructura y el funcionamiento cardiaco no se deterioran con el tiempo si no existe enfermedad coronaria. Así “para las actividades rutinarias o para la vida diaria, un corazón sano de 80 años debe ser capaz de funcionar bien como sano otros 25”

logrado refutar un mito básico sobre el envejecimiento: que todo el mundo envejece a la misma velocidad y que las personas mayores son iguales entre sí, física y mentalmente.

una gran variedad de nivel de salud entre las personas mayores, diferencias que son mucho más acusadas que entre los jóvenes. Muchos gerontólogos afirman que el descubrimiento de esta diversidad es uno de los hallazgos más importantes

se detecten adecuadamente, puesto que se considera consustancial a la edad. Esto es, en muchos casos no se diagnostica ya que ciertas mermas se consideran naturales a esa edad, y por tanto no se puede hacer una intervención precoz como sería deseable. { Por tanto para el diagnóstico precoz: no menospreciar el síntoma, cuando se siente algo raro: ir al médico. GASTOS EN MEDICAMENTOS

concepción de la salud de los ancianos junto las propias limitaciones del sistema sanitario, no hacen más que agudizar el problema incrementando la medicalización de la vejez. No es de extrañar que el gasto farmacéutico de los mayores acapare las tres cuartas partes del total de este gasto. No parece, pues demasiado raro que se generalice la imagen de los mayores como una de las lacras de los sistemas sanitarios. Imágenes que no se producen en un vacío ideológico sino que se entreveran con otras tantas percepciones tales como la improductividad y la dilapidación de los recursos sociales

difícil satisfacer los deseos de las personas mayores que desean seguir trabajando. A muchas personas en buen estado de salud física y mental se les fuerza a retirarse en contra de su voluntad.

periodo pasivo. La opinión pública exagera la inactividad de los viejos (Harris, 1975). Para muchas personas la edad de jubilación coincide con el momento de dar vuelta a la llave que abre la puerta a una habitación vacía, que es en realidad la sala de espera de la muerte.

definido la jubilación como el cese relacionado con la edad de vida laboral activa.

de status económico en todas las sociedades industrializadas, los excluidos del mercado de trabajo ocupan siempre, por definición, un status de privación relativa

esta deviene involuntaria y prematuramente (jubilación anticipada) es la forma más fehaciente de edadismo, esto es, lo que por parte de los especialistas ha caracterizado a la vejez: “el rol sin rol”


LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA

detalle, la coincidencia de las variables vejez y mujer a la hora de estudiar el voto de los mayores, tomando en consideración, las elevadas tasas de feminidad de la población mayor frente a las de las

cohortes más jóvenes. EL AMOR Y EL SEXO

primera vez, o renacen, saliendo de la nada, de la oscuridad del no-ser, sin pasado ni futuro. Cada una, cada vez, empieza desde el principio, dejando al desnudo lo superfluo de las tramas del pasado y la vanidad de cualquier trama del porvenir.” { Bauman Z (2.005): Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos.

causa conductas inhibitorias sexuales entre los mayores, que llegan a avergonzarse de experimentar o sentir deseo sexual o de mostrar su propio cuerpo.

que incluso motiva a parejas maduras a evitar sus sentimientos para no apartarse de la unión estereotipada que marcan los cánones socioculturales represivos (Talbott GH 1.988).

IGNORANCIA DE LA GERIATRÍA

sexual geriátrica es casi absoluto. Aunque parece obsoleto el que se identifique sexualidad con reproducción, muchas de las actitudes culturalistas represivas, tan solo pueden explicarse admitiendo aquel error. En el hombre la disminución de la potencia, o la necesidad de un mayor estímulo, son interpretados como síntomas premonitorios de una total decadencia, ocasionando la inhibición sexual, por temor al fracaso.

respuesta sexual entre las personas mayores, por diversos factores, entre las que citaremos: Escala de valores, Intereses, Posibilidades sexuales.

enfermedades repercuten sobre la vida sexual dificultándola o inhibiéndola. No obstante, el equipo médico no suele advertir de aquellos efectos, y menos en sus pacientes climatéricos o geriátricos, olvidando o desconociendo este aspecto importante de la vida de cada ser.

SOCIOLOGÍA DE LA DESESPERANZA

como “natural” o consustancial a la “vejez” ciertas patologías, ha generado un modelo de tratamiento discriminatorio para los mayores y que ha contribuido a una cierta desesperanza. Esto es, tender a ver la vejez como un problema para la sociedad o lo que es más grave, la concepción de las personas mayores como personas improductivas y dilapidadores de recursos sanitarios


La amplitud y heterogeneidad del colectivo de mayores de 65 años impide seguir considerándolos un único grupo social La experiencia de vida de los sexagenarios y septuagenarios no se corresponde con los modelos de vejez convencionales Xavier Cervera La edad ya no sirve para identificar la vejez

“Las encuestas atestiguan lo difícil que resulta identificar certeramente a alguien como viejo en la España actual”, asegura la socióloga e investigadora del CSIC María Ángeles Duran en su estudio Las edades sin nombre , publicado por la Federación Española de Sociología en 2021. Y eso que, según el criterio más extendido -la edad cronológica-, entrarían en esta categoría una de cada cinco personas dado que el 20% de la población tiene más de 65 años.

Pero basta hablar con cualquier sexagenario, septuagenario y muchos octogenarios para ver que no se identifican con los estereotipos asociados a la vejez.

De 0 a 35 se distinguen bebés, niños, adolescentes, jóvenes... Y de 55 a 100 te unifican en sénior Manel Domínguez Profesor emérito Comunicación de la UAO CEU “Estas personas son más adultas que viejas: no creen que su periodo madurativo ha terminado sino que están en fase de crecimiento, se proyectan hacia el futuro, saben que tienen años pero también mucha vida por delante que quieren aprovechar, llenar de contenido y vivir con sentido y conforme a sus valores; y tampoco se sienten viejos porque muchos aún tienen hijos a su cargo y a sus padres vivos”, dice Javier Yanguas, gerontólogo, psicólogo y director científico del programa Personas Mayores de Fundación “la Caixa”.

Porque no es sólo que la esperanza de vida se haya ampliado sino que, como explica Elisenda Rentería, investigadora del Centre d’Estudis Demogràfics (CED) especializada en envejecimiento, las personas llegan en mejores condiciones de salud y económicas a edades más avanzadas y no encajan en la idea de personas dependientes que está asociada a la vejez.

Considerar a alguien de 65 años viejo no es realista Javier Yanguas Director científico programa Mayores Fundación "la Caixa" La mayor longevidad también hace que el colectivo de mayores de 65 años cada vez sea más amplio, diverso y heterogéneo y más difícil de encajar o ser considerado un único grupo social.

“De cero a 35 años la sociedad nos divide en bebés, niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Y de 50-55 a 100 te unifica como mayor o sénior. Y eso no es posible, porque una persona en la cincuentena no tiene nada que ver con una de 70 años, ni esa con una de 90, ni la de 93 con una de 100”, subraya Manel Domínguez, profesor emérito de Comunicación de la Universitat Abad Oliba CEU y autor de Senior. La vida que no cesa , un ensayo sobre la longevidad que publicará en breve la editorial Diëresis.

Los mayores son una categoría estadística pero comparten pocas asociaciones Mª Ángeles Durán Socióloga e investigadora del CSIC “Los mayores no constituyen un verdadero grupo social; son una categoría estadística, un conjunto de individuos definidos cronológicamente que comparten pocas asociaciones (...); su identidad se debe más a la creación desde fuera que desde dentro”, indica Durán.

Y esa identidad que se les atribuye, los modelos de vejez actuales, no encajan bien con la experiencia de vida y cómo se sienten las personas de 65 o más años. Entre otras razones, porque la longevidad y los cambios sociales están alterando los ciclos vitales.

Lee también Los científicos identifican nuevas causas del envejecimiento MAYTE RIUS Horizontal "Quiero envejecer con derechos y que la edad no sea un límite" MAYTE RIUS FOTO ALEX GARCIA DISCRIMINACION MAYORES. JOSEP PAGES TUVO QUE PRESENTAR UN AVAL DE SU HIJO PARA EL RENTING DE UN COCHE 2022/07/11 “Se es niño y adolescente más tiempo, la juventud se alarga, se tienen los hijos más tarde y la entrada en la adultez se retrasa, pero seguimos considerando la entrada a la vejez a los 65 años como si nada hubiese cambiado”, comenta Yanguas.

Y enfatiza que considerar a alguien de 65 años viejo no es realista, porque física y cognitivamente son entre 8 y 10 años más jóvenes que las de hace 30 años. “Algunas sociedades científicas como la Sociedad Geriátrica de Japón ya han planteado no atender como pacientes de la tercera edad a personas por debajo de los 75”, indica.

La jubilación tampoco sirve Fragilidad y vulnerabilidad marcan la entrada en la vejez Yanguas apunta que en la vida de las personas sí llega un momento en que la fragilidad va haciendo mella, la persona tiene más dificultades físicas, menos empuje, vive cada vez más en el presente, fija sus objetivos vitales cada vez más a corto plazo, tiene percepción de finitud, le cuesta cada vez más ser contemporáneo, estar al día, y se siente vulnerable. “Cuando tienes esas vivencias, entras en la vejez, pero la edad no define ese momento, porque hay personas que a los 80 están muy bien y otros que a los setenta y pico están cascados”, detalla.

El sociólogo Marcos Bote, profesor de la Universidad de Murcia y especialista en cambio social y vejez, asegura que los cambios sociales fuerzan la redifinición de los ciclos vitales. Ya ocurrió con la adolescencia, un concepto que irrumpió en 1904 porque, al alargarse la etapa formativa ya no se pasaba directamente de la infancia a la adultez mediante la incorporación al trabajo.

El actual colectivo de mayores de 65 años no encaja en los modelos tradicionales de envejecimiento El actual colectivo de mayores de 65 años no encaja en los modelos tradicionales de envejecimiento Xavier Cervera “Ahora, los cambios en la esperanza de vida, en la salud y la amplitud y heterogeneidad del colectivo hacen que la jubilación tampoco sirva para marcar la entrada en la vejez y los académicos se debaten entre crear un nuevo término para referirse a la etapa entre la edad de jubilación y la vejez o negar la edad como categoría, dejar de identificar a las personas como grupo social por sus años, del mismo modo que se habla de género fluido para no categorizarlas por su sexo”, afirma Bote.

¿Madurescente, sexalescente, senior...? Una etapa sin nombre Prácticamente nadie quiere ser llamado viejo, anciano o integrante de la tercera edad. Y tampoco es correcto llamar a las personas mayores abuelos (sólo lo son de sus nietos), jubilados (no todos lo están) o pensionistas (los hay jóvenes). Hay otros sinónimos y eufemismos para referirse a los adultos de más edad como seniors, veteranos, retirados, del imserso... Pero, como asegura la socióloga e investigadora del CSIC María Ángeles Durán, “escasean los nombres reivindicativos utilizados por los mayores para referirse a ellos mismos“. Hoy por hoy, mayores es el apelativo que concita más aceptación, pero no faltan en el colectivo quienes se afanan por encontrar otros términos que definan mejor su experiencia de vida, en los que se reconozcan y con los que se sientan representados. Uno de los propuestos es sexalescencia, que según Manuel Posso Zumárraga, uno de sus principales impulsores, “describe hombres y mujeres que manejan las nuevas tecnologías, que visten a la moda, progresistas, trabajadores, activos en el deporte, con ganas de disfrutar de la vida, aprender, colaborar, viajar, conocer gente nueva y ser dueños de su destino, renunciando a la ubicación como personas de la tercera edad”. Otro de esos nuevos términos es madurescencia. Lo promueve, entre otros, la plataforma Somosmadurescentes.com, formada por personas “en esa fase intermedia entre la adultez y la vejez y que luchan contra los estereotipos de la edad porque creen que lo que les representa no es su edad sino su talento”. Mar Forment, profesora de Filología Hispánica de la UB y experta en léxico, admite que todo el vocabulario ligado a la vejez y el mundo senior está bastante denostado, pero al mismo tiempo advierte que estos nuevos términos tampoco han conseguido de momento arraigo y su uso es minoritario. “Hoy por hoy se usa más senior que sexalescente o madurescente, palabras de las que hay referencias en redes sociales pero que por el momento no figuran ni siquiera en los observatorios de neologismos”, apunta Forment. En su opinión, antes de buscar una etiqueta para determinado colectivo de personas habría que definir bien el concepto a etiquetar “y ese concepto de adultos mayores pero no ancianos aún se está formando”. La lingüista detalla que sexalescente y sexalescencia se usan más en el español de América mientras que en España se apuesta más por madurescencia y madurescente. “Sexalescencia no ha tenido éxito por dos razones; en primer lugar porque recuerda demasiado a adolescencia, que se asocia con inmadurez, y los mayores rechazan esta idea para ellos; y tampoco favorece su uso que se inicie con el prefijo sex, que crea confusión inicial porque recuerda la infinidad de términos asociados con sexualidad o erotismo”, considera Durán. El profesor de Comunicación Manel Domínguez cree que la etiqueta con menos connotaciones para este grupo de población es senior: “Senior es igual a conocimiento, a actividad, a experiencia”. El investigador Jeroen Spijker explica que en el mundo anglosajón también han arrinconado palabras como elderly (anciano) por considerarla peyorativa, “pero tercera edad sigue funcionando porque no arrastra tantas connotaciones negativas como en España y ahora puede reconceptuarse como etapa de transición hacia la vejez incorporando cuarta edad para referirse al grupo más próximo al final de la vida. El sociólogo Marcos A. Bote apunta que “en el mundo anglosajón hablan de aging, que no hace referencia a envejecer sino a cumplir años, y eso desdibuja las connotaciones negativas sobre la edad”

Bote subraya que cada vez son más quienes opinan que son otras características relacionadas con la clase social o el estado de salud, y no la edad, las que definen cómo son los individuos.

Rentería y el también investigador del CED Jeroen Spijker aseguran que en el ámbito científico buscan la forma de no asociar la vejez a la edad sino a otras variables como el estado de salud, el nivel de actividad o la dependencia.

Las personas llegan en mejores condiciones de salud y económicas a edades muy avanzadas Elisenda Rentería Investigadora del Centre d’Estudis Demogràfics (CED) “El envejecimiento se percibe como algo problemático, asociado a mala salud, dependencia de otros o baja productividad pero no todos los mayores son personas económicamente dependientes –mientras que muchos jóvenes sí–; al contrario, el colectivo de mayores entre 65 y 79 años es más rico y saludable que nunca y no sólo son un importante grupo de consumidores para la economía sino que los estudios realizados muestran que están contribuyendo a sus comunidades más que cualquier otro grupo de edad a través del voluntariado y la prestación de cuidados y de servicios no remunerados”, enfatiza Spijker.

La etiqueta personas mayores unifica a individuos que comparten pocas asociaciones La etiqueta personas mayores unifica a individuos que comparten pocas asociaciones Xavier Cervera “La capacidad productiva de la persona no incluye sólo el trabajo remunerado, y los estudios revelan que la gente hoy sigue siendo productiva, en actividades no remuneradas, hasta edades avanzadas y es a partir de los 80 cuando se produce la inflexión”, corrobora Rentería.

No se envejece a una edad fija, sino cuando pierdes autonomía e inicias tu última etapa Jeroen Spijker Investigador Centre d'Estudis Demogràfics Por todo ello, Spijker asegura que no hay una cohorte de edad que se pueda asociar a la vejez. “No hay una edad fija en la que las personas envejecen, sino que es una edad flexible en función de la salud de cada uno, y la vejez llega cuando pierdes autonomía o dejas de hacer cosas e inicias la última etapa de tu vida”, apunta.

Por ello cree que, en caso de utilizarse la edad para identificar la vejez, la referencia no debería ser la edad cronológica, los años desde el nacimiento, sino los años hasta la muerte (en función de los indicadores de esperanza de vida).

El estado de salud, el sentirse frágil o vulnerable, determinan la entrada real en la vejez El estado de salud, el sentirse frágil o vulnerable, determinan la entrada real en la vejez Xavier Cervera Joaquín Solana, profesor de la Universidad Abad Oliba CEU y autor de la tesis doctoral Longevidad, nuevos retos y oportunidades para la dirección y el emprendimiento, considera que el primer paso para romper la inercia de asociar la vejez a tener una determinada edad es eliminar la edad de jubilación, dejar libertad de elección para alargar la vida laboral, y establecer adaptaciones y fórmulas más flexibles de trabajo para los empleados de más edad que les permitan vivir de otra forma esas etapas intermedias hasta la verdadera vejez sin sufrir tanto los perjuicios del edadismo.

La madurez de los boomers El hecho de que la generación del baby boom , los casi 14 millones de personas nacidas entre 1957 y 1977, (En realidad es desde 1946 y 1965)sea la que está llegando a los 65 años contribuye a intensificar el debate sobre la actualización del concepto de vejez y los prejuicios sobre la edad.

“Son una generación muy novedosa que ha asistido a grandes transformaciones sociales y muy reivindicativa (sobre todo en el caso de las mujeres, que ya vivieron la revolución sexual, la incorporación masiva al mundo laboral y la lucha por la igualdad y ahora reivindican las canas o el sexo en la madurez), y el hecho de ser tantos y por tanto más heterogéneos, además de inconformistas, hace que tengan su propia manera de entender la vejez” y que promuevan cambios, apunta Bote.


Del reconocimiento de la mayorescencia a proyectos consistentes


Santiago Cambero- https://www.elperiodicoextremadura.com/caceres-local/2021/06/11/personas-mayores-son-tristes-quieren-52865574.html Se ha marginado y excluido a las personas mayores. La discriminación por motivo de edad se ha puesto en evidencia en este ultimo año. El edadismo es otro problema que afecta a la sociedad como lo son machismo y racismo y no se habla.




ACCIONES PARA DETENER EL EDADISMO


SEGUIR EXPLORANDO CONCIENCIA DE IDENTIDAD

lugar de hecho (y que se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas” (Ibíd.) Esto implica, según Thompson, que la noción de clase supone al mismo tiempo una relación histórica que está encarnada en personas reales y contextos reales. En consecuencia, la clase cobra existencia histórica sólo cuando las personas, como resultado de sus experiencias comunes y compartidas, articulan la identidad de sus intereses tanto entre sí como en contraposición a otras personas cuyos intereses son diferentes y opuestos al de ellos.





SEGUIR EXPLORANDO IDENTIDAD Y CONCIENCIA DE IDENTIDAD IMAGEN EN LOS MEDIOS: en la comunicación sobre las personas mayores hay una constante vulnerabilización y paternalismo de gobiernos y sociedades


EDADISMO IMAGEN DESDE LOS GOBIERNOS



¿HASTA QUÉ EDAD TE IMAGINÁS QUE VAS A VIVIR?



adultos mayores con diferentes coberturas de salud

diferentes coberturas de salud \ The Study of Ageism in the Autonomous City of Buenos Aires from the Perspective of Older Adults with Different Health Coverage" (2017). Independent Study Project (ISP) Collection. 2628. https://digitalcollections.sit.edu/isp_collection/2628



Washington, 12 feb (Prensa Latina) El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su antecesor, Donald Trump, son catalogados hoy como demasiado viejos para otro mandato en la Casa Blanca, según una reciente encuesta.

• febrero 12, 2024 • CST02:02 (GMT) -0500 Ese estudio, publicado por ABC News/Ipsos la víspera, arrojó que el 59 por ciento de los entrevistados consideró que tanto Biden (actualmente de 81 años) como Trump (de 77) no estarían en condiciones de cumplir con otro periodo en la mansión ejecutiva. El tema de la edad, decididamente, se coló en la campaña electoral tras la publicación la semana pasada de un informe del fiscal especial Robert Hur que debió ser un triunfo político para el demócrata porque no enfrentaría cargos por el manejo de documentos clasificados. Sin embargo, hizo un dibujo demoledor de Biden al señalar que era un anciano simpático con buenas intenciones, pero con mala memoria que expresó durante la investigación facultades disminuidas. Hur, quien por cierto fue nombrado en 2017 por Trump como fiscal federal de Maryland, hizo una serie de referencias en su conclusión que lo disminuyen en sus capacidades cognitivas cuando planteó que fue incapaz de recordar la fecha de la muerte de su propio hijo e incluso cuando fue vicepresidente durante la administración de Barack Obama (2009-2017). El fiscal activó, como señalan medios locales, la bomba de relojería, dando además combustible a los republicanos y al mismo Trump para los fuertes ataques contra Biden. Una encuesta de NBC mostró también que un 76 por ciento (incluyendo un 81 por ciento de independientes y un 54 de demócratas) consideró que al presidente le falta la salud mental y física necesaria para otros cuatro años en la residencia de la Avenida Pensilvania. El porcentaje respecto a Trump fue de 48 por ciento en ese mismo sondeo. Para algunos estrategas demócratas lo ocurrido con el reporte de Hur no es pasajero ni se puede minimizar. «El informe es muy malo y plantea un peligro político muy real», dijo Dan Pfeiffer en su newsletter y la edad “de Biden es su mayor impedimento para la reelección y esta descripción puede ser muy dañina». En una conferencia de prensa el mismo jueves, día de la divulgación del informe de Hur, Biden dio una igual en horario estelar, molesto por el tratamiento que recibió respecto a sus capacidades. El presidente recalcó que tiene buena memoria, pero lamentablemente cometió un nuevo lapsus que echó más combustible al fuego.

Elecciones EEUU 2024 La edad y las capacidades de Biden vuelven al centro de la campaña electoral en EEUU La indignación demócrata y del propio presidente con el demoledor retrato de su memoria en el informe del fiscal especial Hur no rebaja su mayor debilidad política

Idoya Noain Nueva York 09 FEB 2024 20:22 Actualizada 11 FEB 2024 12:00

En privado Joe Biden ha reaccionado con un cabreo monumental e improperios y, en público, con un enfado y hasta rabia indisimulados. Sus aliados no dudan en denunciar un grosero golpe bajo partidista. Lo que ni el presidente de Estados Unidos ni su equipo o sus defensores pueden eludir es la realidad: el demoledor retrato sobre la memoria y las facultades del octogenario presidente que ha plasmado el fiscal especial Robert Hur en el informe sobre el manejo de documentos clasificados hecho público el jueves ha devuelto al centro de la campaña electoral un tema que desde hace tiempo ya es la mayor debilidad política del demócrata en su búsqueda de la reelección: las preocupaciones que desatan su edad (81 años), sus capacidades y su estado. El informe presentado por Hur, que debería haber sido un triunfo político para Biden al decidir que no enfrentaría cargos en este caso, habla de un "anciano simpático bienintenciado con mala memoria" que exhibe "facultades mermadas". De hecho, el fiscal republicano cita esos argumentos como uno de los factores que le llevaron a no imputar. Y da numerosos ejemplos para exponer las "limitaciones significativas", incluyendo el que más ha dolido e indignado a Biden: la idea de que fue incapaz de recordar la fecha de la muerte de su propio hijo. Inicialmente algunos aliados del presidente pensaron que sería una tormenta pasajera que, como en otras ocasiones, pasaría en unos días, pero se equivocaron. Inmediatamente quedó claro que Hur había reactivado una bomba de relojería, dando además combustible a Donald Trump y los republicanos para ataques incendiarios contra Biden, o para relanzar la idea de aplicar la 25 Enmienda, que permitiría sacarlo del cargo por incapacidad (una idea que se barajó también usar contra Trump por motivos diferentes en 2021). El propio presidente intentó contener los daños con una rueda de prensa organizada a toda prisa. Fue una comparecencia en la que realizó su autodefensa con emoción y contundencia ("mi memoria está bien", "no necesito que nadie me recuerde cuando murió (mi hijo") pero en la que también se vio crispado y por momentos descontrolado y donde, además, cometió uno de sus habituales deslices diciendo "presidente de México" cuando quería decir Egipto. Una preocupación real Las preocupaciones alrededor de esta cuestión no son inventadas por la prensa, por más que lo dijera Biden el jueves. Basta hablar con votantes en EEUU y ver incluso a quienes le apoyan conteniendo la respiración cuando se acerca a un micrófono o tiene un acto público. Y basta mirar las encuestas, consistentes en su dictado. Una de las últimas, de NBC, mostraba que un 76% (incluyendo un 81% de independientes y un 54% de demócratas) cree que al presidente le falta la salud mental y física necesaria para un segundo mandato, que de lograr acabaría con 86 años. El porcentaje en el caso de Trump (77 años) se queda en el 48% en ese mismo sondeo. Consenso de los estrategas Son numerosos los estrategas demócratas que admiten que este golpe no es pasajero ni se puede minimizar. Dan Pfeiffer, que asesoró a Barack Obama, ha reconocido que es difícil, si no imposible, endulzarlo, por más que se puedan buscar y esgrimir argumentos en defensa de Biden, como su probada capacidad política en sus tres años de mandato. "El informe es muy malo y plantea un peligro político muy real", escribía en su newsletter. "La edad de Biden es su mayor impedimento para la reelección y esta descripción puede ser muy dañina". "Es tan dañino porque va al núcleo de lo que asedia ahora a Biden políticamente: el miedo de que no está en condiciones, y lo más dañino en política son las cosas que confirman las sospechas que tenía la gente", ha valorado otro antiguo asesor de Obama, David Axelrod. "Este no es un problema (que sea invención) de Fox News, no es una locura tipo Taylor Swift está amañando la Super Bowl", ha apuntado también James Carville. "No sé cómo se sale de esta". Tácticas y precedentes Las tácticas para intentar esa salida que han usado hasta ahora Biden y su equipo no están dando resultados. Poco o nada cambia por hacer chistes propios con la edad o espetar con espíritu desafiante un "mira lo que hago". La estrategia de mantener al presidente en una especie de burbuja protectora alejado de los contactos directos con la prensa amplifica el impacto de cada desliz. Y de poco está sirviendo señalar a los patinazos cada vez más frecuentes que también protagoniza Trump, de confundir a Nikki Haley con Nancy Pelosi a llamar a Viktor Orbán "presidente de Turquía": la percepción de los ciudadanos no es equivalente. Las críticas y denuncias desde el campo demócrata a Hur tampoco llegan a los ciudadanos de la misma forma en que llegan los comentarios recogidos en su informe. Eso, no obstante, no ha impedido que esas críticas sean intensas en un momento donde muchos han visto ecos de lo que sucedió en 2016 con Hillary Clinton. Aquel verano, James Comey, entonces director del FBI, explicó que no presentaría cargos contra la candidata demócrata por el caso del uso del servidor privado pero aseguró que había sido "extremadamente descuidada" y negligente, abriendo un flanco de ataque. El caso se hizo nuclear cuando Comey reabrió la investigación a la demócrata a 11 días de las elecciones y lo cerró sin cargos dos días antes de los comicios, que Clinton perdió ante Trump.


Humans are complex beings in whom diverse biological, psychological, and social elements, which are interdependent, combine together and complement each other. Therefore, human aging is different from cellular aging and organ or system aging. In addition, as noted by Leonard Hayflick1 “it is not the mere passage of time; but the manifestation of biological events that occur during a period of time, which defines aging”; hence, “aging occurs over time, but not because of the passage of time.” In this sense, most of the cells that are present in our body now did not exist 5 or 10 years ago, or even 2 days ago; this phenomenon occurs in all stages of life (e.g., in children, adults, and the elderly). Therefore, the cells that were renewed and replaced by new ones in the past decade are younger in all age groups, including the elderly. However, the paradoxical question that arises is the following: if most of the cells of aged people are renewed over time, and therefore remain younger, can the elderly rejuvenate over time? Of course, the answer is no. In this context, we define human aging as a gradual and adaptive process, characterized by a relative decrease in the biological reserve and response to demands to maintain or restore homeostasis, due to morphological, physiological, biochemical, psychological, and social changes, prompted by genetic load and accumulated wear, and the challenges that a person faces throughout their life in a given environment2 . There is no consensus in the gerontological field regarding the age at which aging begins; however, some authors, based on a time-limited approach, have established that aging begins at birth or even from conception. We assume that aging starts from the 5th decade of life, at about 45 years of age, as biological, physical, psychological, and social changes, which are evident and related to the aging process, occur in the majority of the population at this stage of life. This does not mean that we shall ignore that human aging is a complex, multidimensional, and multifactorial process, and therefore individualized; however, a starting point of aging should be assumed for the implementation of social and community programs aimed at this section of the population. By contrast, chronological age is usually considered as a parameter to indicate at what point of time a person becomes old. In this sense, it has been established that old age begins at 60 years of age in developing countries and 65 years in developed ones. Old age is a social condition with specific qualities that are manifested in different ways depending on the historical and social characteristics of each person. In this context, the use of the terms “third age,” “elderly,” “fully adult,” etc., serves the principal purpose of putting aside prejudice and discrimination associated with this age group, however, instead of avoiding such associations these terms perpetuate them3 . Ageing and the elderly can only be studied within specific contexts with reference to their understanding of freedom and awareness throughout their present, past, and future References 1. Hayflick L. How and why we age. New York: Ballantine Books; 1996:49e57. 2. Mendoza-Núnez VM, Martínez-Maldonado ML, Correa-Mu ~ noz E. Implementa- ~ tion of an active aging model in Mexico for prevention and control of chronic diseases in the elderly. BMC Geriatr. 2009;9:40. http://dx.doi.org/10.1186/1471- 2318-9-40. Available from: http://www.biomedcentral.com/1471-2318/9/40. 3. Bass SA. Emergence of the third age. J Aging Soc Policy. 2008;11:7e17. Víctor Manuel Mendoza-Núnez ~ * , María de la Luz Martínez-Maldonado, Marissa Vivaldo-Martínez Universidad Nacional Autonoma de M exico (FES Zaragoza), Unidad de Investigacionen Gerontología, Guelatao, Delegaci on Iztapalapa, Mexico, D.F., Mexico * Correspondence to: Professor Víctor Manuel Mendoza-Núnez, ~ Universidad Nacional Autonoma de M exico (FES Zaragoza), Unidad de Investigacionen Gerontología, Guelatao Number 66, Colonia Ejercito de Oriente, Delegacion Iztapalapa, M exico, D.F. 09230, Mexico. E-mail addresses: mendovic@unam.mx, menuvi05@yahoo.com.mx (V.M. Mendoza-Núnez). ~ 3 June 2015



La Sra. Mahler, Experta Independiente sobre el disfrute de todos los derechos humanos por las personas de edad, presentó su último informe en el 48º período de sesiones ordinarias del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, Suiza.

Según Mahler, el edadismo se manifiesta en estereotipos, prejuicios y/o discriminación contra las personas de edad basándose en la edad o en la percepción de que una persona es “mayor”.

Al inicio de este año, el primer Informe mundial de las Naciones Unidas sobre el edadismo señalaba que la mitad de la población mundial discriminan a las personas de edad.

En el informe de Mahler se resalta que las políticas y leyes a menudo reflejan percepciones generalizadas de las personas de edad como beneficiarias de asistencia y cuidados. Esto sucede “pese al hecho de que estas constituyen uno de los segmentos más diversos de la población mundial”.

“El edadismo está tan extendido en nuestra sociedad que en gran parte pasa desapercibido y es escasamente reconocido”, aseguró la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet en su intervención en un evento paralelo que abordaba el informe y sus recomendaciones.

“Para combatir el edadismo, debemos cambiar nuestra mentalidad y cuestionar la narrativa de fragilidad, dependencia y vulnerabilidad que pesa en las personas de edad”, declaró Bachelet.

Edadismo: los efectos

Según Mahler, el edadismo y la discriminación por edad “delinean profundamente las realidades que viven las personas mayores”. Los pacientes mayores de la asistencia sanitaria pueden verse expuestos a un lenguaje condescendiente y despectivo por parte de los profesionales de la salud, afirmó, y las personas de edad pueden percibirse como “insignificantes, descartables y una carga para la sociedad”, lo cual genera violencia, abuso y descuido.

El informe también indica que las políticas y planes de emergencia no suelen tener en cuenta la situación y necesidades de las personas de edad, lo cual da lugar a la prestación de servicios y ayuda inadecuados, con consecuencias potencialmente graves para sus vidas y su salud.

Además, el edadismo agrava otras formas de desigualdad por razones de género, discapacidad, identidad de género y sexual, origen étnico, y de otro tipo. El informe subraya que para velar porque las personas mayores aprovechen el potencial de alargar la vida con dignidad e igualdad, es importante abordar la relación que existe entre la edad avanzada y otros ”ismos”, como el racismo, el sexismo y el capacitismo.

La necesidad de un cambio de paradigma

El informe indica la necesidad fundamental de erradicar el edadismo y la discriminación por edad. Mahler afirma que un enfoque de derechos humanos resulta necesario a fin de pasar del paradigma del bienestar “a uno que reconozca a las personas de edad como titulares de derechos que tienen las mismas garantías de dignidad, igualdad, participación, autonomía e independencia durante toda su vida”.

Para ello, el informe recomienda que los Estados aceleren el desarrollo de políticas, leyes y medidas prácticas para combatir todas las formas de edadismo y de discriminación por edad.

Mahler solicita un tratado internacional exhaustivo relativo a los derechos humanos de las personas de edad, que prohíba toda forma de discriminación por edad y que ofrezca una normativa y orientaciones sobre cómo ‘fomentar, cumplir y proteger con practicidad y precisión los derechos humanos de las personas de edad’.

Las voces, perspectivas y experiencia de las personas mayores también tienen que incorporarse en la formulación de políticas, sobre todo en los aspectos que más les afectan, añadió Michelle Bachelet.

“Sociedades más inclusivas, equitativas y amigables con los mayores serán más resilientes, sostenibles, seguras y justas”, concluyó.

1 de octubre de 2021


MICRO EDADISMOS

Durante la jornada se contó con la opinión y el protagonismo tanto de expertos reconocidos en la materia, como de personas mayores que contaron en primera persona su visión y experiencia.

Para más información acceda al enlace del evento: https://tinyurl.com/24egtqjc



11.07.2024 Voices

y no es algo fijo.

lo que no se cuestiona es que efectivamente las personas sentimos la edad como un atributo personal, el sentirme más viejo o más jóven es algo que me ocurre a mí. Llega un momento en el que la edad deja de ser un dato relevante y se produce una discrepancia entre lo que sentimos y lo que marca nuestro Documento Nacional de Identidad DNI.



By Bruce Horovitz JUNE 11, 2019




¿MENTE JOVEN EN CUERPO VIEJO?

La cultura popular nos recuerda su obsesión por el vigor juvenil, con modelos publicitarios y roles mediáticos a cargo de vigorosos miembros de la especie; pero envejecer no es un ataque a nuestra felicidad, ni la enfermedad un golpe de mala suerte en el que no podamos influir.

Envejecer tampoco es una capitulación ante la vida, sino un recordatorio cotidiano de su transitoriedad, una revisión a diario de por qué el arte se ha ocupado tanto del paso del tiempo.

La medicina experimental se acerca a la filosofía y la psicología moderna para comprobar hasta qué punto la actitud adecuada puede retrasar la vejez y contribuir a curar dolencias en las que intervienen genética, sintomatología física y mental, desde la diabetes al cáncer.

Nuestra opinión sobre nosotros influye sobre nuestra salud

Varios estudios pretenden dirimir hasta qué punto la psicología positiva, o cultivar el bienestar racional a largo plazo, influyen no sólo en nuestra manera de ver el mundo y vernos a nosotros mismos, sino sobre nuestra salud y envejecimiento.

The New York Times dedicaba recientemente un reportaje a estudiar la relación entre edad y percepción, en el que se expone por qué envejecimiento y enfermedad son mucho más que oxidación y anomalía celular.

(Imagen: fotograma de la adaptación al cine del relato de F. Scott Fitzgerald El curioso caso de Benjamin Button -1922-, llevado al cine por David Fincher -2008-, con Brad Pitt como protagonista.)

La psicología positiva estudia la incidencia del propósito vital racional sobre aspectos patológicos del ser humano con derivadas somáticas, tales como, ansiedad, estrés y depresión y su posterior incidencia sobre otras dolencias.

Efecto placebo: la conciencia influye sobre la salud

Pero el efecto placebo intuido por la psicología positiva, ahora ratificado por el resultado de experimentos de campo en el departamento de psicología de Harvard, tiene sus orígenes en filosofías de vida pretéritas recuperadas por la psicología humanista.

Partiendo del eudemonismo de Aristóteles y los estoicos, una filosofía práctica para lograr bienestar viviendo racionalmente (primando lo sensato sobre lo impulsivo a cada instante), la psicología humanista determinó que el mejor placebo para el bienestar psicológico y físico consistía en conocerse a uno mismo (el gnóthi seautón griego) y potenciar rasgos ya detectados por Sócrates, Aristóteles y los estoicos:

autonomía; crecimiento personal; aceptarse a uno mismo; cultivar un propósito vital; conocer nuestro entorno y evitar un único punto débil o frágil que pueda exponernos a grandes riesgos (establecer lo que el ensayista Nassim Nicholas Taleb llama una “estrategia antifrágil“); establecer relaciones positivas con otros. Aprender a envejecer con una estrategia “antifrágil”

Carol D. Ryff, psicóloga y directora del Instituto del Envejecimiento de la Universidad de Wisconsin, ha estudiado la influencia de las ideas aristotélicas sobre los estudios modernos de bienestar mental, florecimiento personal y envejecimiento, basándose en conceptos como:

eudaimonismo (practicar la virtud, entendida como acción racionada a lo largo de la existencia); areté (cultivar disciplinas físicas y mentales para lograr una excelencia compleja y poliédrica); y frónesis, o sabiduría práctica a través de un pensamiento moral para ejercer la prudencia y el sentido común, evitando caer en lo impulsivo y desmesurado. Según la psicología humanista y la psicología positiva, una existencia racional, esforzada y con propósito “antifrágil” bien definido influiría sobre el bienestar a largo plazo, pero también sobre la propia salud y el envejecimiento.

Saber envejecer, según Séneca, consistía en reconocer la fugacidad de la vida para así vivir con propósito y objetivos definidos, saliendo a buscar el porvenir en lugar de esperar estáticos a ver cómo vienen dadas.

Experiencia, autoestima y longevidad

Si evitamos vivir deliberadamente, corremos el riesgo de llegar a la vejez con la sensación de haber evitado los riesgos y asperezas de la existencia y, con ello, oportunidades para ver, conocer, enriquecer la experiencia. Pero, ¿y si este conservadurismo afectara también a nuestra autoestima y, en última instancia, a nuestra esperanza de vida?

O eso es al menos lo que ha sugerido la filosofía desde Heráclito, que recordaba que cada momento es único. Si nos bañamos hoy en un río, mañana será distinto, porque tanto nosotros como el río habremos cambiado.

A mediados del siglo XIX, el ensayista Henry David Thoreau se fue un tiempo a una cabaña solitaria “porque quería vivir deliberadamente; afrontar sólo lo esencial de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no concluir, en el momento de morir, que no había vivido”.

(Imagen: Las edades y la Muerte de Hans Baldung Grien -1541-1544-, Museo del Prado)

El arte de percibir la propia vida

Vivir deliberadamente es envejecer de manera consciente, siempre y cuando consideremos que la existencia es un mero proceso de oxidación celular pero, ¿qué tienen que decir al respecto la psicología y la ciencia actuales?

Bruce Grierson se pregunta en The New York Times qué ocurriría si la edad no fuera más que un estado mental, una percepción de la existencia.

El artículo de Grierson no es un homenaje a Benjamin Button, ni una parodia, sino un vistazo a los estudios sobre la relación entre conciencia y envejecimiento. Psicología y neurociencia dirimen si nuestra percepción de nosotros mismos y actitud ante la vida influye sobre nuestro envejecimiento celular y, en última instancia, sobre nuestra esperanza de vida.

La estrecha relación biomédica entre mente y cuerpo

Bruce Grierson cita los estudios de campo sobre vejez realizados en las últimas décadas por Ellen Langer, psicóloga y profesora de Harvard, cuyos resultados pusieron en entredicho los modelos biomédicos anteriores a los 80 del siglo pasado, que trataban dolencias de cuerpo y mente de manera separada.

Entonces, se creía que la única manera de ponerse enfermo consistía en introducir un patógeno, y la única curación consistía en deshacerse de él; desde entonces la medicina ha evolucionado en estudios holísticos e interdisciplinares, pero apenas se empiezan a entender las complejas interrelaciones entre cuerpo, mente, medio o incluso factores como el microbioma (cada individuo es más bien un ecosistema andante), o la actitud para cambiar el funcionamiento de nuestro organismo sin cambiar el genoma (epigenética).

Los estudios de Langer sobre la conciencia y la autopercepción consistían en llevar a un grupo de personas a un entorno en donde se simulara con todo lujo de detalles una época pretérita.

En uno de estos experimentos (1981) los invitados, que superaban los setenta años, entraron a una casa donde electrodomésticos, locutores radiofónicos, programas televisivos, muebles, libros, revistas, etc., procedían de dos décadas atrás.

Si nos sentimos jóvenes, ¿acabamos rejuveneciendo?

Se realizaron distintas mediciones sobre constantes vitales y psicomotricidad a los participantes antes del inicio del experimento. La hipótesis de Ellen Langer: tras 5 días, los sujetos del estudio mostrarían unas constantes muy diferentes debido a un intensa intervención cognitiva.

Nuestra percepción de la realidad, actitud, nivel de actividad física e intelectual, autoestima, relaciones interpersonales, etc., repercuten sobre nuestro envejecimiento, sugieren los resultados de pruebas como las de Langer.

La ciencia trata ahora de dirimir cuál es el auténtico potencial del supuesto efecto placebo de nuestra actitud, mentalidad, propósito vital y filosofía de vida.

En su reportaje para The New York Times, Bruce Grierson cita los estudios de la escuela de medicina de Harvard donde se aprecian relaciones entre percepción de la realidad (actitud vital, sentirse joven debido al contexto) y salud.

Longevidad y ética médica

Por ejemplo, varios estudios sugieren que mantener un propósito vital autoexigente en edades avanzadas retrasa las consecuencias degenerativas más severas de la senectud, pero resultados esperanzadores relacionarían el efecto placebo de contextos y actitudes vitales positivas sobre dolencias como el cáncer.

Los estudios de Ellen Langer y sus colegas en Harvard contrastan con otros puntos de vista sobre la longevidad que razonan sobre las limitaciones de envejecer hasta que, en ocasiones, la degeneración mental y física son tan severas que familias y sociedades dedican cada vez más recursos a prolongar la esperanza de vida sin importar las consecuencias.

(Imagen: La muerte de Séneca, taller de Pedro Pablo Rubens, 1612-1615, Museo del Prado)

Ezekiel Emanuel, director del departamento de Bioética Clínica del Instituto de Salud de Estados Unidos y profesor de ética médica de la Universidad de Pensilvania, cree que la sociedad del futuro cometería un error destinando recursos vitales a prolongar nuestra existencia más allá de la esperanza de vida actual en los países desarrollados.

En un artículo para The Atlantic, Ezekiel Emanuel expone por qué ha tomado la determinación de morir a los 75 años, cuando todavía se encuentre en plenas facultades y no haya empezado el declive degenerativo de los últimos años.

Vivir mucho, pero con buena salud mental y física

Ezekiel Emanuel no tiene intención de suicidarse, sino de afrontar la última etapa de su vida sin intentar prolongarla. Con esta determinación, Emanuel quiere recordarse a sí mismo la importancia de cada día, así como su propósito vital.

“Los estadounidenses vivirán más que sus padres, pero todo indica que lo harán con más incapacidades. ¿Suena demasiado deseable? No para mí”, concluye Emanuel.

El punto de vista de este profesor de bioética afronta la influencia de la filosofía clásica desde otro punto de vista, el del reconocimiento racional de la transitoriedad y fatalismo de la existencia: la vida es finita y hay que aprovechar nuestro rápido tránsito, vivir preparados para partir para así saborear más lo pequeño y cotidiano, una actitud estoica.

Envejecer no es una patología

Viejos filósofos y psicólogos contemporáneos como Ellen Langer coinciden con médicos en que envejecer no es una enfermedad, ni ser consciente de la transitoriedad de la vida un ejercicio de puro masoquismo, sino más bien el antídoto contra malentendidos consistentes en creer en los espejismos de dudoso rigor científico que propulsan la próspera industria del antienvejecimiento.

Pero ser conscientes de la irremediable oxidación de nuestras células no equivale a practicar un conformismo derrotista, sino todo lo contrario: el precepto de los filósofos clásicos, desde Aristóteles y los peripatéticos a los estoicos, consistía en ser conscientes de la fugacidad de la vida para aprovechar al máximo la existencia y no convertirla en un tránsito indolente entre fechas señaladas.

Marco Aurelio nos recordaba, como evoca Ridley Scott en Gladiator, que la vida de cualquier individuo no es más que una insignificante chispa en la eternidad, pero, en sus “Meditaciones”, el emperador y destacado estoico nos recuerda que la vida es “nuestra” insignificante chispa y debemos aprovecharla en consecuencia.

Efecto placebo de las filosofías de vida sobre la salud

Recordando a Heráclito, Marco Aurelio sentenciaba: “El tiempo es como un río que arrastra rápidamente todo lo que nace.”

Y también: “Aunque vayas a vivir tres mil años o tres mil veces diez mil, recuerda que nadie deja atrás otra vida que esa que está viviendo y tampoco está viviendo otra que no sea la que deja atrás. Se iguala por tanto lo más duradero con lo más breve: el presente es igual para todos, como también lo que muere, y lo que dejamos atrás se manifiesta efímero por igual.”

(Imagen: bienestar psicológico)

Pero los estoicos creían que el individuo incidía sobre el fatalismo de su existencia, haciendo de la actitud y la determinación vitales un arma para vivir con dicha o convertirse en un abúlico derrotista: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”, ya que está en nuestras manos cambiar de actitud y, por ejemplo, sentirnos jóvenes o sanos, lo que repercutiría a largo plazo sobre nuestra salud como el efecto placebo psicológico descrito por Ellen Langer y otros investigadores.

Tránsito yermo entre excesos o trayecto racional hacia un propósito

Marco Aurelio sentenciaba que nuestra opinión repercutía sobre la realidad: “El mundo no es más que transformación, y la vida, opinión solamente”.

Como si se refiriera al efecto placebo de los estudios actuales que sugerirían que el envejecimiento y la enfermedad son -no sólo, pero también- un estado mental, Séneca afirmaba que lo breve no era la vida aunque lo pudiera parecer, sino que es el individuo quien decide que transcurra rápido -malgastada entre antojos y arrepentiemientos- o cunda -con un propósito vital a largo plazo, una dirección-.

Ya en el siglo XIX, los filósofos trascendentalistas de Estados Unidos, influidos por el ideal de autorrealización a través de conocerse a uno mismo de los clásicos, recordaban en sus ensayos que profundizar en lo interior (introspección) conducía a saber más de lo exterior, según las ideas panteístas.

Decidir uno mismo

Sobre la inconveniencia de perder o matar el tiempo, Henry David Thoreau recurría a sus lecturas de los clásicos. Así, su tajante sentencia “¡Como si se pudiera matar el tiempo sin insultar a la eternidad!”, parece extraída de algún escrito estoico como las Meditaciones de Marco Aurelio, las Cartas a Lucilio de Séneca o los escritos del que ha sido considerado estoico arquetípico: el menos conocido Musonio Rufo.

Estoicos y trascendentalistas relacionaban el bienestar duradero (autorrealizarse) con profundizar en el saber de uno mismo y de lo circundante usando la razón y tomando las riendas de la propia existencia (conocimiento), mientras la ignorancia y el dejarse llevar por lo coyuntural conducían a lo supersticioso y negativo.

Envejecer era el proceso natural de este tránsito por la existencia en el que saber más y actuar racionalmente producían bienestar, definido como eudaimonía por Aristóteles, tranquilidad por los estoicos y bienestar psicológico por la psicología humanista de Abraham Maslow.

(Imagen: tipología de las emociones)

Bienestar racional y gratificación hedónica

La vejez y la felicidad han tenido en el pasado una relación más racional y sosegada que en la actualidad, precisamente cuando los avances han duplicado la esperanza de vida de la población en los países avanzados desde algo más de 40 años en 1850 a 80 años en la actualidad (gráfico evolutivo sobre la esperanza de vida en Inglaterra entre 1541 y 2011).

Aristóteles y los peripatéticos, así como los estoicos y otras escuelas con filosofía de vida eudaimónica o basada en el cultivo de la razón, distinguieron dos tipos de bienestar:

el psicológico -actuar razonadamente-, que merecía la pena perseguir a largo plazo y relacionado con el control -que no represión- de los impulsos para disfrutar de ellos sin caer en dependencias; la vejez es compatible con este bienestar y la madurez contribuye a su disfrute, contemplación y apreciación sosegada; y el hedónico, relacionado con el cultivo del placer instintivo y a corto plazo, que había que observar con mesura; los filósofos clásicos relacionaban el fin de las urgencias impulsivas de la juventud con una liberación o antídoto a la inestabilidad o dependencia de impulsos instintivos a corto plazo. Ocio y sosiego

Séneca recomendaba a los destinatarios de sus cartas que se conocieran a sí mismos para así apreciar la soledad y la vejez, en lugar de percibirlas como enfermedades.

Cuando recomendaba apreciar y amar la vejez, “porque está llena de placer si uno sabe cómo usarlo”, Séneca se refería a los años en que la madurez se libera de las necesidades más impulsivas de la juventud y se emplaza con mayor determinación a labores más reflexivas, cuando el bienestar a largo plazo derrota a los excesos sin siquiera necesidad de presentar batalla.

El estoicismo romano conformó una filosofía activa del retiro activo (otium, estudio, introspección, etc.), la senectud compatible con la actividad física e intelectual y la muerte honrosa.

Por qué la cultura que nos rodea teme a la vejez

Tanto la filosofía como la psicología moderna (Erik Erikson, Gordon Allport, Abraham Maslow) relacionaron la autorrealización a largo plazo con el bienestar psicológico, que es racional y -como el buen vino- mejora con la edad, más que ponerse en entredicho.

El bienestar impulsivo o hedónico, en cambio, es por definición flor de un día e impulsivo, resintiéndose al paso del tiempo, al estar relacionado con la potencia y el apetito sexuales.

La preponderancia de lo que el filósofo y ensayista William B. Irvine, autor de A Guide to the Good Life, llama cultura del “hedonismo inconsciente” (cultivo de lo placentero sin siquiera ser consciente de ello ni aprender a maximizar lo positivo y a minimizar sus peores consecuencias), explicaría la aversión al envejecimiento de la cultura popular contemporánea.

¿Morir a los 75 años?

Las limitaciones que encuentra el profesor Ezekiel Emanuel para seguir viviendo en plenitud de facultades más allá de los 75 años están relacionadas con la actitud vital, el estilo de vida y los avances medicinales.

Si la actitud vital eudaimónica (propósito vital razonado, priorizar el plan a largo plazo sobre el impulso a corto) actúa como efecto placebo y retrasaría el envejecimiento y las enfermedades incurables, el estilo de vida (dieta, ejercicio físico, relaciones interpersonales) y la medicina aportarían el resto.

La medicina moderna es en buena parte responsable de que la esperanza de vida se haya más que doblado en Occidente desde inicios de la Revolución Industrial, mientras dietas y estilos de vida “antifrágiles” o eudaimónicos (mesura, actividad física y mental, cultivo de relaciones sanas) contribuirían a que en determinados lugares del planeta se viva más y mejores años.

Secretos de la longevidad en los lugares con más habitantes centenarios

Publicaciones como The New York Times y National Geographic han dedicado artículos a desentrañar la relación entre la opinión sostenida por un individuo sobre sí mismo y su calidad de vida durante la senectud.

El investigador Dan Buettner ha colaborado con National Geographic en los últimos años para detectar y estudiar localidades y zonas del mundo donde la gente vive más años y con una mayor calidad de vida, lugares que los demógrafos llaman zonas azules.

Por su excepcional longevidad y bienestar cuantificable, Buettner centró su estudio en Nuoro y Ogliastra (isla de Cerdeña, Italia); isla de Okinawa (Japón); comunidad de Loma Linda, en California; península de Nicoya, Costa Rica; e Icaria, la isla griega.

(Clint Eastwood celebró su 84 cumpleaños empezando a dirigir una nueva película ese mismo día)

Lo primero que sorprende de los emplazamientos de Buettner, cuyas particularidades describe en un reportaje para National Geographic (noviembre de 2005) y un ensayo (septiembre de 2009), es la insularidad de los emplazamientos.

Dar lo mejor de sí más allá de los 80

Asimismo, todos estos lugares, conocidos por la alta concentración de personas centenarias en plenas facultades, destacan por un estilo de vida que practica la mesura y la actividad física, mental y social; son, en definitiva, emplazamientos donde el sentido común ha forjado un eudemonismo, estoicismo o psicología positiva sin necesidad de aplicar teorías ni impartir clases.

Estos emplazamientos demostrarían que los mayores se convierten en lo que creen que son, hipótesis secundada por estudios. Si Ezekiel Emanuel pudiera llegar a los 100 años (o más) en plenas facultades, reconsideraría su apuesta por vivir 75 años plenos.

La plenitud a edades avanzadas no es imposible, como demostrarían quienes siguen en plena actividad más allá de los ochenta.

Por qué percibimos la vejez con negatividad

El culto a la juventud y a la salud ha dominado los medios y las artes desde que se tiene conciencia de opinión pública y los distintos modelos y arquetipos estéticos, desde los más materialistas a los más románticos, hasta el punto de confundir envejecimiento con enfermedad.

Una abstracción tan platónica (y áurea) como el ideal de belleza ha evolucionado con la sociedad en consonancia con cambios en artísticos e ideológicos: hombres y mujeres representados con energía o flema, realismo o romanticismo, tradicionalista o vanguardista, revolucionario o reaccionario.

Para entender los gustos dominantes en cada época, qué mejor que observar la representación de la belleza femenina. Pese a los vaivenes -y mutaciones- de los gustos preponderantes desde la Ilustración, un factor permanece inmutable no ya desde el XVIII, sino desde la Época Clásica: no importa cómo se represente la belleza, ésta siempre es “joven”.

Rolliza o escuálida, pero joven

Se ha recurrido al contraste entre el pálido, rollizo y saludable ideal de belleza representado por la maja desnuda de Goya, dominante en la mecanicista y barroca Ilustración, a los modelos andróginos, delgados y enfermizos que dominan el cine y la moda actuales, más próximos a las tísicas heroínas de los románticos y los poetas malditos que a los más realistas y generosos desnudos clásicos y barrocos.

La juventud ha representado a la belleza, flemática o saludable, progresista o reaccionaria, vanguardista o costumbrista, sosegada o kistch. En cambio, el envejecimiento, proceso que nos hermana con el resto de los organismos, ha denotado desde que se tiene constancia a la muerte, la oscuridad, la enfermedad, el fracaso de las aspiraciones humanas de inmortalidad.

La cultura popular no entiende el envejecimiento como el proceso de oxidación celular hasta su atrofia y muerte, conduciendo en última instancia al colapso del organismo de acuerdo con el reloj biológico según el historial de cada individuo y especie, sino como una derrota.

Las edades del hombre

El envejecimiento humano es, según la mitología y el arte, la derrota responsable de la separación simbólica -que ningún ciudadano griego o romano entendía al pie de la letra, sino como una interpretación poética de la existencia y su transitoriedad- entre dioses y humanos.

De ahí que los escolares de griego clásico sigan aprendiendo, entre las primeras oraciones indispensables en el idioma original, aquello de que el hombre es mortal, pero Homero -entendido como el mito de Homero- es inmortal.

Y la filosofía, la religión y el arte siguen hablando sobre la transitoriedad de la existencia desde que los griegos equipararan el viaje espiritual por las edades del ser humano al sitio de una ciudad (La Ilíada) y al viaje geográfico de retorno a casa de uno de los participantes en la contienda (La Odisea).

Meritocracia gerontocrática

La sociedad occidental en su conjunto y en especial países como Japón o Italia muestran los primeros síntomas a gran escala de sociedades prósperas y maduras con pirámides de población invertidas y una media de edad cada vez mayor, incapaces de revertir la situación.

A medida que aumenta la esperanza de vida y se encarece el coste médico de mantener a una población de edad avanzada cada vez mayor, se especula acerca de qué ocurrirá en sociedades tradicionales con baja natalidad y políticas de inmigración restrictivas.

Mientras tanto, se enriquece el debate filosófico, psicológico y médico sobre el envejecimiento, con expertos que abogan por moderar el tratamiento médico a los mayores que hayan vivido bien hasta una edad razonable (Ezekiel J. Emanuel), mejorar la percepción de sí mismos de los mayores para así mejorar su calidad de vida (y reducir, por ende, la factura médica, como arguye Ellen Langer en Harvard)…

Sobre aspirar a nuestro potencial sin importar la edad

O investigar para añadir décadas a la vida humana, pensando en el objetivo último de la inmortalidad, como se han propuesto emprendedores, científicos e inversores de capital riesgo de Silicon Valley, entre ellos Peter Thiel, autor de Zero to One.

Mientras tanto, individuos que mantienen su propósito vital hasta edades avanzadas son capaces no sólo de conservar buena parte de su actividad y lucidez hasta la muerte, sino de perseguir la excelencia más allá de los ochenta.

El vejestorio que -no- llevamos adentro

El actor y director Clint Eastwood mantiene su actividad y su ilusión por vivir:

“Cada día puede ser interesante. No tiene que tener pasteles y un puñado de personas fingiendo que les importas un carajo”. Así que, el día en que cumplió 84 años, Eastwood empezó a rodar una nueva película.

“Cuando la gente le pregunta a un amigo mío -hablamos de alguien de 95 años que parece mucho más joven que su edad-: ‘¿Cuál es tu secreto?’, él dice: ‘nunca dejo entrar al hombre viejo’. Así que es una cuestión de actitud mental.”

Después de todo, la edad tiene mucho de percepción. Sentirse cansado o ser capaz de despertarse cada día con ojos renovados.

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If one is to judge from typical anthropological accounts, the span of years between the achievement of adult status and one's funerary rites is either an ethnographic vaccum or a vast monotonous plateau of invariable behavior (Clark, 1967, en Cohen, 1994:137).

paralelismos con los de la juventud. En ambos casos hay un interés original por el debate naturaleza-cultura y por desmontar los prejuicios etnocéntricos que alimentan las generalizaciones abusivas de la ciencia social predominante en este campo: la psicología. En ambos casos hay un esfuerzo por demostrar que el advenimiento de la modernidad ha ido en detrimento del estatus atribuido a jóvenes y ancianos. Y en ambos casos el desarrollo teórico ha seguido caminos paralelos (del particularismo histórico y el estructural-funcionalismo a la teoría crítica pasando por el marxismo estructural y las aproximaciones subculturales). No debe ser casual que el mismo G. Stanley Hall, después de publicar Adolescence (1904), fuera uno de los pioneros de la gerontología con Senescence (1922), obra en la que fijaba los 40 años como un punto crítico del desarrollo humano, traspasado el cual todos debían pensar en «prepararse para la tercera edad». Comparando la adolescencia y la vejez, Hall señaló que «ambos estadios tienen su ánimo pero son tan distintos como el humor de la mañana y la tarde, de la primavera y el otoño» (Hall, 1922:vii; en Brandes, 1985:19). El psicólogo anunciaba así la creciente importancia que iba a adquirir en los países occidentales la última etapa de la vida, que hasta entonces sólo había sido el privilegio de algunas minorías.


Published online 2023 Jan 9. doi: 10.1186/s12875-023-01964-3 PMCID: PMC9829226 PMID: 36624382 How general practitioners perceive the aging trajectory of oldest-old - A qualitative study


Según el primer Informe Mundial sobre Edadismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el edadismo es más común de lo que creemos. De hecho, la mitad de la población mundial sostiene actitudes discriminatorias contra las personas mayores. En Europa, el único continente donde se han recopilado datos de manera extensiva, una de cada tres personas dice haber experimentado edadismo. Estas cifras son alarmantes y subrayan la necesidad de acciones concretas para abordar esta forma de discriminación.

¿Qué es el edadismo y cómo se manifiesta? El edadismo es un término que describe los estereotipos (cómo pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) hacia las personas en función de su edad. Este fenómeno puede afectar a individuos de todas las edades y puede manifestarse de diversas maneras. Puede ser tan evidente como un joven siendo ridiculizado por tratar de iniciar un movimiento político, o tan sutil como una persona mayor siendo pasada por alto para una oportunidad de empleo debido a su edad.

Tipos de edadismo y estrategias para combatirlos El edadismo puede adoptar varias formas, incluido el institucional, el interpersonal y el autoinfligido. Cada uno de estos requiere un enfoque diferente para su erradicación.

Edadismo Institucional El edadismo institucional se refiere a las políticas, normas y prácticas de las instituciones que limitan las oportunidades y causan daño a las personas en función de su edad. Para luchar contra esta forma de edadismo, es crucial fortalecer las políticas y leyes que lo prohíben a nivel local, nacional e internacional. Además, es necesario establecer mecanismos de vigilancia que aseguren la implementación efectiva de estas leyes y la promoción de la igualdad y los derechos humanos.

Edadismo Interpersonal Este tipo de edadismo ocurre en las interacciones cotidianas y puede manifestarse de varias maneras, como el trato condescendiente hacia los mayores o la exclusión de los jóvenes en la toma de decisiones. La educación y el contacto intergeneracional son herramientas clave para combatir el edadismo interpersonal. Es fundamental desmentir mitos y reducir prejuicios proporcionando información precisa y ejemplos positivos que desafíen los estereotipos arraigados.

Edadismo Autoinfligido A veces, los prejuicios y estereotipos están tan internalizados que las propias personas se limitan a sí mismas basándose en su edad. Un ejemplo común es la creencia de que las personas mayores no pueden aprender nuevas habilidades o emprender nuevos pasatiempos.

Es esencial reconocer y valorar el papel de los mayores en la sociedad, empoderándolos para mejorar su autoconcepto, autonomía y autoestima. La discriminación por edad autoinfligida puede tener un impacto significativo en la salud y el bienestar, y debe ser abordada con sensibilidad y apoyo.

En busca de eliminar la discriminación En Siete Estrellas – SocialMente, estamos comprometidos con la lucha contra todo tipo de discriminación. Creemos que la riqueza de la experiencia humana se encuentra en todas las etapas de la vida y que cada persona merece ser valorada y respetada independientemente de su edad.

Quizá, porque a veces como sociedad tendemos a pensar que las personas mayores ya han recorrido su camino en el perfil socioeducativo y no tiene que ser así.

En Siete Estrellas – SocialMente hemos realizado proyectos con personas mayores que nos han dejado varias enseñanzas, como nos explicaba Rebeca Brandi, directora de proyectos de Siete Estrellas – SocialMente:

“Posiblemente, el grueso de proyectos de esta índole están dirigidos a otros colectivos. Ya que se presupone que los centros de Mayores, Centros de día, residencias, etc… cubren esta necesidad, y en cierta forma es cierto, ya que tienen un amplio abanico de actividades, pero no llegan a todas las personas mayores, ya sea por desconocimiento, por la imposibilidad de acceder a ellas (pocas plazas, lejanía del centro o imposibilidad de salir del propio domicilio) Es importante tener en cuenta que cada colectivo tiene su propia realidad y necesidades derivadas de esta, y tenemos que trabajar para poder adaptar los proyectos para poder dar una respuesta a partir de la realidad y no de lo que creemos que necesitan”

Para promover este cambio, es vital que se implementen proyectos intergeneracionales que fomenten el entendimiento y el respeto entre jóvenes y mayores. Es igualmente importante que las organizaciones, empresas y gobiernos adopten políticas y prácticas que reconozcan y celebren la diversidad de edades.

Desde Siete Estrellas – SocialMente, hemos realizado también proyectos con personas mayores que nos ayudan a mejorar como organización, al enfrentarnos a nuevos retos y conocer mejor nuevos contextos de los que extraer enseñanzas. Si quieres conocer mejor nuestra labor, te la contamos aquí.



¿Edad biológica o edad cronológica? La edad que tenemos puede no solo ser la que se mide desde el día del calendario en el que nacimos. ¿Cómo podemos conocer cómo de viejos somos? Por Cristina Crespo Garay Publicado 28 sept 2021, 14:55 CEST


GEROTRASCENDENCIA


percepciones hacia la vejez tienden a concluir la prevalencia de una visión negativa en los jóvenes universitarios, estos estudios también abren una posibilidad al demostrar que esto puede cambiar a través de la intervención educativa, de la constante interacción de los jóvenes con mayores y de la promoción de programas intergeneracionales, que permitan una mayor participación de los mayores en la sociedad


y no es algo fijo.


Perception of when old age starts has increased over time, shows study

“We should be aware that conceptions and perceptions of ‘old’ change across historical time, and that people are quite different regarding when they think old age begins, dependent on their age, their birth cohort, but also their health etc,” said Dr Markus Wettstein, co-author of the study, from the Humboldt University of Berlin.

Writing in the journal Psychology and Aging, Wettstein and colleagues report how they analysed responses to the question: “At what age would you describe someone as old?”, which is part of the ongoing German ageing survey that follows people born between 1911 and 1974. As people get older, they perceive old age as starting later. Such phenomenon is explained by the so-called “age-group dissociation effect.” Since old people (as a part of society) and old age (as a stage of life) are the source of negative connotations, people tend to mentally distance from them in order to avoid stigma and to improve personal well-being. This study aims to investigate the impact of the attitude towards old people on the mental distance separating from the old-age threshold. Using data from European Social Survey (round 4), two measurement tools were developed: Ageism Index (AI) and Modified Mental Distance (MMD). The obtained results indicated no linear relationship between these two parameters. As so, no empirical evidence that supports the “age-group dissociation effect” hypothesis was found.

A medida que las personas envejecen, perciben que la vejez comienza más tarde. Este fenómeno se explica por el llamado “efecto de disociación de grupos de edad”. Dado que las personas mayores (como parte de la sociedad) y la vejez (como etapa de la vida) son fuente de connotaciones negativas, las personas tienden a distanciarse mentalmente de ellas para evitar el estigma y mejorar el bienestar personal. Este estudio tiene como objetivo investigar el impacto de la actitud hacia las personas mayores en la distancia mental que las separa del umbral de vejez. Utilizando datos de la Encuesta Social Europea (ronda 4), se desarrollaron dos herramientas de medición: el Índice de Edadismo (AI) y la Distancia Mental Modificada (MMD). Los resultados obtenidos no indicaron una relación lineal entre estos dos parámetros. Por lo tanto, no se encontró evidencia empírica que respalde la hipótesis del “efecto de disociación del grupo de edad”.

Instead, Abrahams said the idea that we are “as old as we feel” is a lot more supportive.

“The truth is that chronological age is rarely a good proxy for anything and the sooner we realise that in our society, the better,” she said.

"Esto es una lástima si nos impide vivir una vida tan plena y feliz como podríamos y deberíamos en nuestros últimos años, debido a que autolimitamos nuestras actividades y aspiraciones", dijo.

En cambio, Abrahams dijo que la idea de que somos “tan viejos como nos sentimos” es mucho más solidaria.

"La verdad es que la edad cronológica rara vez es un buen indicador de algo y cuanto antes nos demos cuenta de eso en nuestra sociedad, mejor", dijo.


MANUALES Y GUÍAS PARA DETENER EL EDADISMO

del Edadismo lanza la Guía para una Comunicación libre de Edadismo hacia las Personas Mayores en gallego y la presenta en la capital gallega junto a Afundación y la Cátedra del Edadismo de la Universidad de Vigo.



COMO ES EL NUEVO RELOJ EPIGENÉTICO

Se trata de un modelo de aprendizaje automático capaz de medir la edad biológica de las células, más allá de la cronológica. Cómo este avance podría impulsar la longevidad 02 Mar, 2024


Harvard researchers create model that better measures biological age, distinguishes between harmful and adaptive changes during life New “clocks” may provide answers to the question: What causes us to age?

Researchers at Harvard-affiliated Brigham and Women’s Hospital have developed a novel epigenetic clock, a machine-learning model designed to predict biological age from DNA structure. The clock can distinguish between genetic differences that slow and accelerate aging, predict biological age, and evaluate anti-aging interventions with increased accuracy. The results are published in Nature Aging.

“Previous clocks considered the relationship between methylation patterns and features we know are correlated with aging, but they don’t tell us which factors cause one’s body to age faster or slower,” said corresponding author said corresponding author Vadim Gladyshev, a principal investigator in the Division of Genetics at BWH. “Our clocks distinguish between changes that accelerate and counteract aging to predict biological age and assess the efficacy of aging interventions.”


4 generaciones expresan su opinión. Por Shelley Emling, AARP





Published 29 de junio de 2017





-¿Qué es el edadismo?

-Cuando hablamos de edadismo, hablamos de tres dimensiones diferentes: nos referimos a nuestra forma de pensar con respecto a la edad, que son los estereotipos; a nuestra forma de sentir, que son nuestros prejuicios; y a nuestra forma de actuar, que es la discriminación. Hacia otras personas, pero también hacia nosotros mismos en función de la edad. La palabra edadismo se ha empezado a utilizar con más frecuencia en los últimos cinco años. En español, veo que cuando la gente habla de edadismo lo equipara discriminación por edad, y no es lo mismo. El edadismo es discriminación, pero también estereotipos y prejuicios.

-¿Y por qué la OMS se dedica a estudiar el edadismo? Parece más una disciplina sociológica que algo en lo que trabaje una institución que asociamos a, por ejemplo, la gestión de una pandemia...

-Cuando hago una presentación pública y empiezo a ver las caras de la gente, es una de las preguntas que intento responder pronto. Todo empezó en el año 2016. La OMS es una organización guiada por sus estados miembro, que son 194. Estos se reúnen todos los años y ayudan a identificar áreas en las que se tiene que actuar en relación a la salud. En el 2016 pidieron al director general que se desarrollara la campaña mundial contra el edadismo, que es la que yo dirijo. ¿Por qué? Porque fue un año en el que se adaptó la primera estrategia y plan de acción mundial sobre el envejecimiento y la salud. Marcó un punto de inflexión. Los países se empezaron a dar cuenta de que realmente iba a ser difícil avanzar en ningún programa o política hacia las personas mayores si no se acababa antes con el edadismo. Y tiene toda la lógica del mundo. Si yo estoy formulando políticas en mi país y parto de unas ideas erróneas acerca de las personas mayores y sus necesidades, no me voy a hacer las preguntas adecuadas. Y desde luego no llegaré a las respuestas correctas. Había mucho trabajo por hacer antes de avanzar hacia cualquier otra cosa en relación al envejecimiento o la salud. Por eso pidieron que se desarrollara esta campaña. Nos hemos dedicado a recopilar toda la evidencia, porque hasta ahora había un estudio por aquí y otro por allá, pero no sé sabía muy bien qué funcionaba para eliminarlo y sin esa base es muy difícil dar apoyo para que haya cambios. Fueron los países los que se dieron cuenta y los que empujaron para que se actuase.

-Pero, ¿por qué se considera un problema de salud pública?

-Porque, como mostramos en el informe mundial sobre el edadismo, tiene un impacto muy negativo en nuestra salud y bienestar cuando somos mayores. El edadismo está asociado con una muerte muy temprana y se ha demostrado en países como China o Alemania, bastante diferentes entre sí. Un estudio realizado en China encontró que las personas mayores con actitudes negativas hacia el envejecimiento tenían casi un 20 % de probabilidades más de morir durante el período del estudio, que era de seis años, que aquellas con autopercepciones más positivas.

-Traducido sería que a la gente que no le gusta envejecer tiene más probabilidades de morir antes, ¿pero por qué mueren esas personas?

-Se ha encontrado esa asociación. Pueden morir por diferentes causas y hay más efectos para la salud y el bienestar que la asociación con una muerte temprana. Se ha visto que el edadismo está asociado con hábitos de salud dañinos, como no tomarse la medicación prescrita, beber o fumar. Si se interioriza el estereotipo de que la vejez es un tiempo de enfermedad, puedo pensar: «¿Para qué me voy a estar tomando estos tratamientos si, total, este momento de mi vida es, supuestamente, de enfermedad. No sirve de nada que me tome un tratamiento». Este tipo de razonamientos derivan en conductas perjudiciales para la salud y esto, a su vez, puede desencadenar en la muerte. Pero tiene muchas más repercusiones. Se sabe que afecta a nuestra salud mental, incluida la aparición de depresión. También en el número de hospitalizaciones, enfermedades crónicas... Hay un montón de estudios en este campo que han constatado esto. La mayor parte se centran en los efectos del edadismo en la vejez, pero todavía no sabemos los impactos que tiene cuando somos más jóvenes.


DISCRIMINACIÓN EN EL ESPACIO CULTURAL

DIVERSIDAD GENERACIONAL Actualmente encontramos que en una misma empresa conviven hasta cuatro generaciones en el trabajo. Desde los más cercanos a la jubilación hasta los que recién se incorporan al mundo laboral, tenemos: los Baby boomers, generación X, millennials y centennials.20 mar 2023


Keywords: misconceptions about aging, views of aging, human capital, narrative on aging, diversity

Adult Development and Aging: An Increasingly “Open Enterprise” A number of advances have benefitted cohorts of middle-aged and older adults since the 1950s. For example, the average life expectancy in the U.S. has steadily risen over the past century and never before in human history have adults had so many years of life (Crimmins, 2015). Moreover, advances in the treatment of age-related chronic diseases have resulted in a great extension of years of disability-free life expectancy (Crimmins, Zhang, & Saito, 2016), referred to as “longevity dividend” (Olshansky, Perry, Miller, & Butler, 2006). This dividend, along with other changes like better education (Census Bureau, 2015), more flexible age norms related to family formation, work and retirement (James et al., 2016), greater financial security, and greater opportunities for older adults to be involved in their communities (Anderson, et al., 2014), should be reasons for a more positive view of aging, especially for young-old adults (age 60–75) who are considered to be in their third age (Baltes & Smith, 2003).

Yet, a report titled “Gauging Aging: Mapping Gaps between Expert and Public Understandings of Aging in America” (Lindland et al., 2015) found a wide gap between the public’s views of aging, and what social science experts know based on decades of research findings. In particular, three major misconceptions about aging are at the heart of the public’s negative views of aging: (1) For most adults, growing old(er) involves primarily loss and decline; (2) changes that happen with aging are beyond a person’s control; and (3) age-related losses are permanent and irreversible. These three misconceptions are often complemented by a fourth one about older adults as a social group, namely: Older adults are a burden on society.

Addressing these misconceptions and debunking the underlying narrative will help the public understand that aging in the U.S. in the 21st century is not the same old business anymore and that growing older has become a more open experience with unique challenges but also unique opportunities and responsibilities. Refuting these misconceptions is important because they do a great deal of harm to individuals and to the larger society (Levy, 2009, 2017).

Debunking Three Common Misconceptions About Aging Before we debunk the three big misconceptions that underlie adults’ negative views of aging, it is important that we acknowledge certain realities that are part of aging in the U.S. That is, it is essential to understand that older adults are the most heterogeneous age group with regard to physical, psychological, and social functioning. This heterogeneity implies that there is a certain percentage of individuals for whom aging brings some real and serious challenges that affect their lives in profound ways, especially during the Fourth Age (age 80 and older) when cognitive and health-related losses often threaten individuals’ quality of life (Baltes & Smith, 2003). In terms of physical health, for example, all chronic diseases are age-related: six in ten adults in the U.S. have one chronic disease; and four in ten U.S. adults have two or more chronic conditions (National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion, 2019). Similarly, large performance differences in older adults’ cognitive functioning exist among individuals of the same age, ranging from being impaired to very high functioning and affecting how these individuals change over time, and when they fall below a functional threshold (Hertzog, Kramer, Wilson, & Lindenberger, 2009; Schaie, 2013). These large between-person differences also exist in life satisfaction and well-being (Gerstorf et al., 2010), control beliefs (Infurna & Okun, 2015; Robinson & Lachman, 2017), and social connectedness (Cornwell, Laumann, & Schumm, 2008) and often persist into very late life (Gerstorf et al., 2010). In brief, by advocating for a more positive view of aging, we are not ignoring that (a) adult development and aging, in general, is characterized by large interindividual differences, or (b) that growing older can be associated with major physical, psychological, and social challenges for a certain percentage of middle-aged and older adults. Moreover, we are also not ignoring that the increase in active life expectancy has primarily benefited the young-old (third age), whereas increased vulnerability and the threats inherent in terminal decline (Baltes & Smith, 2003) often challenge the quality of life of old-old adults (fourth age). Thus, it is important to keep these qualifications in mind for the remainder of this article.

Aging is not all loss and decline. Several areas of psychological research provide evidence that aging, especially during the third age, is not all loss and decline. Specifically, evidence related to intellectual and personality development, emotion experience and regulation, and from the area of mental health disorders and life satisfaction shows that there are many positive changes and improvements that happen as individuals age. In the area of intellectual aging, for example, extensive data from the Seattle Longitudinal Study (SLS; Schaie, 2013) have shown that for most primary mental abilities reliable age-related decline commonly does not occur before the age of 60, and marked decline does not occur until individuals reach their 80s. Exceptions to this rule are numerical ability and processing speed for which reliable decline starts in the mid-50s (Schaie, 2013). Thus, based on this extensive longitudinal data set, the notion that intellectual decline starts for most adults in their early- to mid-30s can be refuted.

Findings in the area of personality development mirror the good news from intelligence research. Based on a meta-analysis of 92 longitudinal studies, Roberts and Mroczek (2008) showed that there were significant and meaningful mean-level improvements in the Big Five traits of agreeableness, conscientiousness, and emotional stability (the inverse of neuroticism) from age 20 to about age 70. The other two traits, extraversion and openness to experience, remained mostly stable over the course of adulthood with declines not happening before the age of 60. Thus, these findings suggest that over the course of adulthood and into old age, most individuals’ personality changes in positive and adaptive ways, potentially influencing positive changes in other areas of functioning. Nevertheless, evidence also suggests that adults’ adaptive personality characteristics may be challenged very late in life when cognitive and health-related losses are more likely to occur (Diehl, Chui, Hay, Lumley, Grühn, & Labouvie-Vief, 2014).

Third, there are also positive age-related changes in emotion experience and emotion regulation (Carstensen et al., 2011; Charles & Carstensen, 2014). Using a combined experience sampling and longitudinal design, Carstensen et al. (2011) showed that over a 10-year period, aging was associated with more positive overall emotional well-being, greater emotional stability, and greater emotional complexity. These findings held after accounting for the effects of competing variables, such as physical health, personality, and demographic factors. Moreover, emotional experience also predicted mortality: individuals who experienced relatively more positive than negative emotions in daily life were more likely to be alive 13 years later. Other independent data are consistent with these findings (Hay & Diehl, 2011). In summary, considerable evidence suggests that emotion experience and regulation improve for a majority of individuals as they age (Charles & Carstensen, 2014).

Finally, a large body of research shows that older adults report higher levels of subjective well-being, life satisfaction, and positive over negative affect compared to younger adults, and life satisfaction and subjective well-being tend to improve with age (Charles, Reynolds, & Gatz, 2001; Mroczek & Kolarz, 1998). These findings complement research showing that the prevalence rates of all major psychiatric disorders (e.g., depression, anxiety disorders, etc.) are significantly lower in individuals age 60 and older compared to younger individuals (Kessler, Berglund, Demler, Jin, Merakangas, & Walters, 2005).

In summary, although age is a risk factor for a number of health-related and social losses, findings in the areas of intellectual and personality development, emotional development, subjective well-being and mental health provide evidence that aging, at least until very late life (the fourth age), is not all downhill. Rather, a number of important age-related improvements occur. This evidence debunks the misconception that aging is all loss and decline.

Adults have more control over their aging than they believe. The second major misconception about adult development and aging is that age-related changes are beyond a person’s control. This misconception is dangerous because it leads many middle-aged and older adults to the conclusion that there is nothing they can do to age in a more positive way. Yet a growing body of evidence indicates that lifestyle factors and behavior account for more variance in health-related and psychological outcomes than genetics. Although genetics are important for longevity (Martin, Bergman, & Barzilai, 2007), research also shows that the influence of genetics on psychological aging is often overestimated by the general public. For example, a meta-analysis by Tucker-Drob and Briley (2014) showed for identical twins that genetics accounted for only 30% of the variance in age-related memory changes. This means that non-genetic influences accountef for 70% of the variance, including the effects of environment and lifestyle. Findings like these are consistent with research documenting a great, but not unlimited, amount of behavioral plasticity, including neuroplasticity, as individuals age (Hertzog et al., 2009; Lindenberger, 2014).

Evidence suggesting that individuals have more control over their aging than they believe comes from a growing body of biomedical and psychological research showing great physiological, cognitive, and behavioral plasticity (Hertzog et al., 2009; Lindenberger, 2014). In this context, plasticity is defined as a person’s capacity to develop qualitatively new forms of behavior and performance (i.e., behavioral plasticity) or the long-lasting alteration of physiological processes or neural structures in the human body (i.e., neuroplasticity; Lövdén, Bäckman, Lindenberger, Schaefer, & Schmiedek, 2010). To illustrate, several systematic literature reviews report that half of the risk of developing Alzheimer’s disease is explained by seven lifestyle-related factors, which are: hypertension, diabetes, obesity, smoking, depression, cognitive inactivity/low education, and physical inactivity (Barnett, Hachinski, & Blackwell, 2013; Baumgart, Snyder, Carillo, Fazio, Kim, & Johns, 2015). Although not all of these factors (e.g., depression) may be under a person’s control, most of them are and they can slow down cognitive decline or delay the onset of dementia. Thus, becoming physically active, eating a healthy diet (e.g., Mediterranean diet), maintaining normal body weight, abstaining from smoking, and engaging in cognitively stimulating activities are under individuals’ control and are critical for optimizing their chances for healthy physical and cognitive aging (Hertzog et al., 2009).

In particular, engaging in regular physical activity (i.e., 30 minutes of moderate physical activity on 5 days per week) has well-documented health benefits. These benefits include better cardiovascular, respiratory, and musculoskeletal health (DiPietro, 2001), improved resistance to Type 2 diabetes (Sigal, Kenny, Wasserman, Castaneda-Sceppa, & White, 2006) and cancers (Holmes, Chen, Feskanich, Kroenke, & Colditz, 2005), improved affect and cognitive function (Kramer & Erickson, 2007), and lower risk for depression (DiPietro, 2001). These beneficial effects of physical activity on a wide range of health outcomes led Lachman, Lipsitz, Lubben, Castaneda-Sceppa, and Jette (2018) to the conclusion that “Physical activity is arguably the most promising non-pharmacological, noninvasive, and cost-effective method of health promotion, that is, to the extent that people do it” (p. 2).

Evidence for the malleability of age-related changes comes also from cognitive training and intervention research (Willis & Belleville, 2016). Findings from the Advanced Cognitive Training for Independent and Vital Elderly (ACTIVE) trial, for example, showed that cognitive training in speed of processing, inductive reasoning, and episodic memory resulted in significant improvements in older adults’ cognitive functioning (Ball et al., 2002). Although the observed gains were limited to the trained domain, they were mostly maintained at the 5-year follow-up (Willis et al., 2006) and to a lesser extent at the 10-year follow up (Rebok et al., 2014). At the 10-year follow-up, participants in the intervention groups also reported greater independence in instrumental activities of daily living (IADLs) compared to participants in the control group (Rebok et al., 2014). Thus, findings from the ACTIVE trial suggest that cognitive training can improve long-term cognitive functioning and maintenance of independence in IADLs among adults with normal cognition.

Because cognitive training studies have usually produced very narrow, ability-specific training effects (Lindenberger, 2014), researchers have started to ask whether other forms of engagement might be more effective in maintaining adults’ cognitive abilities. Studies examining the effects of complex cognitive or social engagement (Carlson et al., 2009; Park et al., 2014; Stine-Morrow, Parisi, Morrow, & Park, 2008) or engagement in physical activity (Erickson et al., 2011) have tried to answer this question. In terms of complex cognitive engagement, Stine-Morrow et al. (2008) showed that participants in an engaged lifestyle group showed positive change in a composite measure of fluid ability over a six-month observation period compared to individuals in a social contact group. Similar results were reported by Park et al. (2014) with regard to the effects of a cognitively demanding intervention (e.g., learning how to quilt, learning digital photography) on participants’ episodic memory. Thus, findings from both of these studies suggest that sustained engagement in cognitively demanding and novel activities enhances memory and fluid cognitive abilities in older adults.

Although a meta-analysis by Colcombe and Kramer (2003) already provided evidence of the positive effects of engagement in physical activity on several cognitive functions, the study by Erickson et al. (2011) was the first one to document significant associations of physical exercise with markers of neuroplasticity (Lindenberger, 2014). Specifically, this study showed that regular engagement in aerobic exercise over a 12-months period increased the level of brain-derived neurotrophic factor (BDNF), a protein involved in neurogenesis and neuroplasticity, and the hippocampal volume in previously sedentary older adults. Participants in the aerobic exercise condition also showed significant improvements on several memory tests. Importantly, these effects were only observed in participants who engaged in aerobic exercise and not in participants who did stretching and toning exercises for the same amount of time. This suggests that neuroplasticity in the hippocampus was specifically due to the effects of aerobic exercise. Replications of these findings have been reported by several other research groups (see the review by Stillman, Cohen, Lehman, & Erickson, 2016).

In summary, the reviewed research findings refute the misconception that age-related changes are beyond a person’s control. Although individuals may not have complete control over their aging process (e.g., susceptibility to develop a chronic disease due to hereditary factors), findings from psychological research indicate that age-related changes are also not completely pre-programmed and can be influenced through behavior and lifestyle. This is another reason why aging is not the same old business anymore because middle-aged and older adults have the opportunity and the personal responsibility to take control of their own aging—unless their misconceptions about aging are holding them back (Levy & Myers, 2004).

Age-related losses may be reversible. Aside from the evidence showing a considerable amount of physiological and behavioral plasticity across the adult lifespan, there is also evidence indicating that not all age-related losses are permanent and irreversible. Indeed, growing evidence suggests that many age-related losses should be perceived as potentially modifiable factors. Using data from the Seattle Longitudinal Study, Schaie and Willis (1986) showed that reliable cognitive decline that had occurred in participants over a 14-year period in the abilities of inductive reasoning and spatial orientation (i.e., fluid abilities) could be reversed by taking part in a 5-hour training program. Specifically, the results showed that the cognitive training reversed the reliably documented decline in inductive reasoning and spatial orientation in 62% of the participants, and also improved the performance in participants who had remained stable. Also, training improvements were greater for women than for men. These findings are remarkable because they suggest that engaging in cognitively stimulating activities, as long as they are sufficiently novel and complex (Park et al., 2014; Stine-Morrow et al. 2008), may be an effective way of reversing age-related decline or, at a minimum, an effective way of maintaining the current level of cognitive functioning.

Evidence that age-related losses can be minimized, delayed, or reversed come from two other areas of aging research. The first area is research on osteoporosis (i.e., age-related loss of bone mineral density) and sarcopenia (i.e., age-related decrease in skeletal muscle mass, function, and strength; Hong & Kim, 2018). The second area is research on the transient and dynamic nature of age-related disabilities (Gill, Murphy, Barry, & Allore, 2009).

Loss of muscle mass and loss of bone density are age-related, and a combination of age-related physiological changes, inactivity, and inadequate nutrition cause a gradual loss of bone mass, at a rate of 1% per year after the age of 40, and loss of muscle mass at a rate of 3–5% per decade after age 30. This means that both women and men need to be concerned about osteoporosis and sarcopenia because these conditions are progressive if untreated and may jeopardize a person’s mobility and increase the risk of falls and fractures. Fortunately, since the mid-90s, aging researchers have systematically examined the effects of resistance training on bone and muscle health and several meta-analyses have shown that resistance exercise at about 70% of a person’s maximum load can slow down the process of sarcopenia and osteoporosis and can even reverse these processes (Hong & Kim, 2018). Although the specific mechanisms and dose-response relationships creating these effects are not yet completely understood, the findings have been very consistent and are of particular importance for post-menopausal women, who are at an elevated risk of developing osteoporosis.

Disability is another area with a growing evidence base regarding the possible reversibility of negative age-related changes. Although disability rates in later adulthood have been declining for several decades (Crimmins et al., 2016), there are still a certain percentage of individuals who are at risk of becoming frail and disabled during old age. A major question with regard to this subpopulation is: What are the pathways into long-term disability and are there individuals who recover from a state of disability? Hardy and Gill (2004) addressed this question in a prospective cohort study of 754 initially non-disabled, community-dwelling persons aged 70 years or older. Individuals were assessed on a monthly basis for over 4 years in terms of their ability to perform activities of daily living (ADLs). During this observation period, a total of 420 participants (56%) experienced disability and of these participants, 399 (81%) regained independence within 12 months of their initial disability episode. A majority (57%) of these adults maintained independence for at least 6 months. Subsequent findings from this prospective study showed that distinct subtypes of disability can be identified (Gill, Guo, & Allore, 2008) and that there are a number of moderating factors (e.g., depressive symptoms) determining whether individuals are likely to fall into the transient or short-term subgroup or into the long-term subgroup. Moreover, a study by Levy, Slade, Murphy, and Gill (2012) showed that older adults with positive views of aging were 44% more likely to fully recover from severe disability compared to older adults with negative views of aging. This finding suggests that individuals’ views of aging may play an important role in whether an age-related loss can be reversed or not.

In summary, the big three misconceptions that underlie the general public’s negative views of aging can be debunked based on evidence from decades of scientific research. More importantly, knowing that positive aging can be achieved through individuals’ own choices and actions calls for a change of the overall narrative on aging, switching from a narrative focused on loss and decline to a narrative focused on opportunities and challenges.

Changing the Narrative on Aging Changing the current narrative on aging with its focus on loss and decline is not an easy task because societal and personal views of aging are extremely entrenched. In terms of personal views of aging, Levy (2009) elaborated in her Stereotype Embodiment Theory that individuals internalize negative age stereotypes from the surrounding culture from an early age. These negative age stereotypes become increasingly self-relevant in midlife and later adulthood and become dangerous because they undermine individuals’ behavior in the form of negative self-stereotypes. Specifically, holding negative age stereotypes has been shown to be associated with poorer cognitive and physical functioning (Hess, Hinson, & Statham, 2004; Sargent-Cox, Anstey, & Luszcz, 2012), greater morbidity (Kotter-Grühn, Kleinspehn-Ammerlahn, & Gerstorf, 2009), less engagement in preventive health behaviors (Levy & Myers, 2004), slower recovery from disability (Levy et al., 2012), and an increased risk of dying earlier (Levy, Slade, Kunkel, & Kasl, 2002). Thus, a person’s negative views of aging are a major risk factor affecting his/her physical and mental health via the process of negative self-stereotyping and by becoming a negative self-fulfilling prophecy (Levy, 2009).

At the societal level, still rampant negative age stereotypes and negative views of aging are the cause for prejudice and discrimination against older adults (Nelson, 2016). Recently, Levy (2017) coined the term Age-Stereotype Paradox to refer to the fact that age stereotypes have actually become more negative in the U.S. in recent decades despite all the evidence showing that more positive views of aging are warranted. The main reason why this is important is that the continued existence of negative age stereotypes at the personal and societal level represents probably the biggest barrier toward developing a more positive narrative on aging. Thus, the question becomes: How can a new narrative on aging, consistent with the previously presented research findings, be developed and promoted to benefit of individuals and the larger society?

Promoting a New Narrative on Aging The Reframing Aging initiative. Consistent with the scientific evidence that helped to debunk the three major misconceptions held by the general public, several organizations in the U.S. have recognized that ageism continues to be a highly prevalent form of institutionalized prejudice domestically and around the world (Officer & de la Fuente-Núñez, 2018). Collectively, these organizations have initiated the Reframing Aging initiative (www.reframingaging.org) to fight ageism and implicit bias against older adults by reframing the current narrative on aging. The initiative builds on the “Gauging Aging” report (Lindland et al., 2015) and represents a long-term social change initiative with the goal of improving the public’s understanding about what aging really looks like based on research findings. Specifically, the ‘Reframing Aging’ initiative provides a number of evidence-informed tools that professionals, who work with organizations serving older adults or with older adults directly, can use to engage in informed and positive conversations about aging as a process and about older adults as a social group. Because this is a recent initiative, there are no data on the program’s efficacy and/or long-term effects. However, findings of a recent study by Busso, Volmert, and Kendall-Taylor (2019) give reason for optimism. Specifically, this controlled experiment showed that positive reframing of age-related messages reduced study participants’ negative implicit bias against older adults.

Changing the messaging in public debates and the media. Although the Reframing Aging initiative is a promising step in the right direction, there are a number of other important avenues for changing the societal narrative on aging. Because the media and public debates often portray older adults as a burden on society and as drainers of scarce resources (Löckenhoff et al, 2009), it is crucial that media and public messaging counteract the widespread stereotype of the “greedy geezers” (Lieberman, 2013). Evidence that disproves this negative stereotype comes from at least three areas: work, caregiving, and volunteering.

In terms of work, it is well-documented that older workers are as productive and capable of using technology as younger workers (DeNisco, 2016), and more agreeable to be part of an intergenerational workforce (Hedge, Borman, & Lammlein, 2006). Despite this evidence and despite existing laws against age discrimination in the workplace, discrimination against older adults is still very common in hiring, promotion, and retention (Perron, 2018). In terms of caregiving, about 9 million adults over the age of 65 serve as caregivers to an adult or child with functional impairment (National Alliance for Caregiving & AARP, 2015), and custodial grandparents care for about 3 million children in the U.S. (Pew Research Center, 2013). Most of these caregiving activities are unpaid and the total economic value of caregiving is estimated at several hundred billion dollars annually. In terms of volunteering, the Corporation for National and Community Service (2016) reported that in 2016 about 25% of older adults volunteered in their communities, providing about 3.3 billion hours of service and producing economic value estimated at $77 billion. Taken together, all of these data indicate that older adults are not a burden on society, but contribute in very productive and meaningful ways (Gonzales, Matz-Costa, Morrow-Howell, 2015).

In conclusion, data on the contributions of older adults in the areas of work, caregiving, and volunteering clearly show that older adults represent an important source of human capital in the U.S. The new narrative on aging needs to incorporate this fact, with the goal of refuting the common misconception that older adults are a major drain on societal resources (Lieberman, 2013). Media should avoid terms such as “silver tsunami” (Canadian Broadcasting Company, 2017) because this term implies that population aging represents a threat to society comparable to a natural disaster. Instead, older adults should be seen as a valuable “natural resource” (Corporation for National and Community Service, 2016).

Workplace-based health and wellness programs. Another important avenue for promoting the new narrative on aging are workplace-based health and wellness programs (HWPs). Employers, human resource managers, and employees give these programs very favorable endorsements. Moreover, such programs can reach middle-aged and older adults in an environment where they spend time daily (Pitt-Catsouphes, James, & Matz-Costa, 2015).1 Thus, we suggest that HWPs may be an ideal setting for disseminating information relevant to healthy and successful aging, and for motivating adults to take personal responsibility for their own aging. Integrating information on misconceptions of aging and how to optimize positive aging into HWPs points to an untapped opportunity to change individuals’ implicit narrative on aging and to contribute to a workforce that is better educated about the aging process in general. Such an educated workforce may also approach the transition into retirement in a more proactive way and may continue to stay productively engaged in retirement (James et al., 2016). Moreover, workplace-based HWPs may be an ideal setting for creating situations to illustrate to individuals that the common negative age-related stereotypes may not be congruent with their own personal experiences. Creating such situations is critically important for generating attitude change because studies have shown that the debilitating effects of negative age stereotypes can be mitigated or completely eliminated if individuals perceive a mismatch between the stereotypes and how they view themselves (Levy & Leifheit-Limson, 2009). In summary, workplace-based HWPs may be another promising avenue to promote a more positive narrative on aging—for the benefit of individuals and society.

Focusing on middle-aged adults. Lastly, we also suggest that efforts to change the narrative on aging focus more on educating middle-aged adults (age 40–64) about the process of aging. That is, middle-aged adults should become an important target group for efforts to counteract the common misconceptions of aging, getting equipped with knowledge and behavioral tools to approach aging with a positive attitude. Importantly, middle-aged adults are most susceptible to engaging in negative age self-stereotyping (Levy, 2009) because they are at a life stage when they become aware of age-related changes (Diehl & Wahl, 2010). This increased awareness might be due to subjective experiences (e.g., perceived changes in physical appearance) or due to cues from the social environment, and may create a sense of psychological uncertainty that may become the reason for negative self-stereotyping. That is, middle-aged adults are at high risk of turning negative age stereotypes against their own person—a process that happens unconsciously most of the time (Levy, 2009). In contrast, older adults often can confirm or disconfirm the veracity of negative age stereotypes based on their own experiences and may therefore be less vulnerable (Nelson, 2016).

Another reason for focusing on middle-aged adults is that they are often still in good health and not affected yet by serious chronic illnesses and/or comorbidities, and have many years of life ahead of them. Thus, middle-aged adults are the perfect audience to take advantage of opportunities to learn about optimal and healthy aging. Indeed, individuals in this age group have the most to gain from not buying into the common misconceptions on aging if they want to stay healthy and productive as they grow older (Crimmins, 2015), and they represent the birth cohorts that will grow older in a U.S. society that is becoming increasingly diverse.

Diversity and Inclusion: Challenges and Opportunities The discussion about forging a new societal narrative on aging would be incomplete without recognizing that this endeavor also needs to take into account another major societal transformation: the increasing diversity of the U.S. society and the shift to a majority-minority nation (Torres-Gil & Angel, 2018). Although the topic of diversity is often truncated to the factor of race and ethnicity, other elements of diversity deserve equal attention. Specifically, differences in socio-economic status/social class, immigration status and cultural background, gender and gender identity, sexual orientation, rural-urban location, and religious affiliations are major features of diversity. More importantly, these features are not independent of each other, but are interrelated and often create complex individual or group identities (Mehrotra & Wagner, 2019).

Diversity and group differences influence how individuals and communities approach aging, and they also determine access to resources. Two major observations support this argument. First, it is well-documented that being part of a minority group defines in fundamental ways the access individuals have to healthcare, social resources, and societal opportunity structures—often starting at birth (Whitfield, Thorpe, & Szanton, 2011). Therefore, individuals from minority backgrounds often have a lifelong history of being exposed to disparity, resulting in accumulated disadvantages in education and employment, health and healthcare, and upward social mobility over the life course (Ferraro, Kemp, & Williams, 2017; Whitfield et al., 2011).

Second, if a person with one or more characteristics of diversity lives into old age, there is an increased likelihood that he or she will be exposed to multiple risk factors. To illustrate, the health and well-being of an elderly Hispanic/Latino woman living in a small rural community in the Midwest will not only be determined by her racial/ethnic minority status, but also by the geographic location (e.g., poorer access to healthcare and social services), her gender, and her socio-economic status (education, employment, income), resulting in a fourfold jeopardy. Thus, in a society that will increase in diversity in the coming decades, it is of utmost importance to define diversity in terms of multiple factors and to recognize that these factors interact with each other in complex ways as individuals grow old(er) (Mehrotra & Wagner, 2019).

How can the transformation into a majority-minority nation inform the new societal narrative on aging in the U.S.? First, the emerging new narrative on aging will need to incorporate research findings based on minority groups, including racially and ethnically diverse adults, adults with different immigration and acculturation status, adults living in different geographic regions, and adults with diverse lifestyles, including diverse sexual orientations. Current evidence suggests that members from these diverse groups have unique physical and psychological risk profiles (Alvarez et al., 2019) but also unique resources and resilience factors (Fredriksen-Goldsen, Shiu, Bryan, Goldsen, & Kim, 2017) that require different individual and societal planning for the future. Thus, the new narrative on aging cannot simply be a narrative based on findings from white, middle-class Americans; it needs to incorporate findings from research on minority groups.

Second, conducting systematic research with middle-aged and older adults from minority groups also presents the opportunity to learn about resilience factors that are unique to these groups that could possibly inform initiatives for the entire population. For example, it is well-documented that foreign-born members of racial/ethnic groups often have better mental health than their US-born counterparts, a pattern referred to as the “immigrant paradox” (Alvarez et al., 2019). Similarly, a lesson that may be learned from studies in the LGBT community is that although exposure to stigma and discrimination has its challenges and risks, under certain conditions it may also become a source for stronger identity affirmation, the formation of stronger social relationships, and the impetus for resilience (Fredriksen-Goldsen et al., 2017). Thus, by studying and recognizing the strengths of minority groups, including their cultural traditions and practices, researchers may be able to gain deeper insights into pathways of risk and resilience that could be helpful to the entire aging population (Fredriksen-Goldsen et al., 2017).

Lastly, including members from minority groups in systematic and representative research studies will also help to gain a more comprehensive understanding of the key processes of physical, cognitive, and social-emotional aging in these populations. This includes, but is not limited to, processes of physical and behavioral plasticity, the role and impact of different types of social relationships, the ways in which physical, behavioral and social factors interact to lead to certain developmental outcomes, and the specific service needs of individuals and communities (Ferraro et al., 2017; Torres-Gil & Angel, 2018). Such a comprehensive understanding will form a stronger foundation for the new narrative on aging, including the understanding that aging comes with unique challenges, opportunities, and responsibilities. Well-trained psychologists have a particular role to play in making these opportunities accessible—including accessibility for aging individuals in minority groups.

The Role of Psychologists in Creating the New Narrative on Aging This section discusses the role psychologists can play in establishing the new narrative on aging, with a strong focus on promoting healthy and productive aging. In brief, we propose that psychologists play a key role in getting the message across that growing old(er) in the U.S. in the 21st century is not the same old business anymore, and that individuals have more control over their aging than they believe.

Several reasons underscore the unique role of psychologists in establishing a new narrative on aging—a narrative that applies to individuals and society alike. First, psychologists have been on the forefront of generating much of the scientific evidence that debunked the three most important misconceptions the general public holds with regard to aging. This evidence includes, but is not limited to, research that documents (a) the tremendous amount of behavioral (Hertzog et al., 2009; Schaie & Willis, 1986) and neural plasticity in adulthood (Erickson et al., 2011; Lindenberger, 2014; Stillman et al., 2016); (b) the undermining effects of negative age stereotypes (Levy, 2009); and (c) the positive socio-emotional and personality development across the adult lifespan (Carstensen et al., 2011; Roberts & Mroczek, 2008). Furthermore, cognitive and human factors psychologists have been instrumental in creating technologies that empower older adults, support psychological well-being, and extend independent living (Rogers & Fiske, 2010).

We suggest that psychologists play a particularly important role in the area of health promotion and behavior change research. Not only have psychologists been instrumental in developing major theories of behavior change and behavior change techniques (Schwarzer, Lippke, & Luszczynska, 2011), but these theories and techniques can also be applied to optimize healthy aging. Lachman and colleagues (2018) illustrate how findings from psychological research on control beliefs, goal planning, self-regulation, and social support are critical elements in designing, implementing, and evaluating personalized intervention programs to increase adults’ engagement in physical activity and other healthy behaviors. This kind of translational research will be instrumental in changing the narrative on aging.

Moreover, psychologists are well versed in the application of “slice of life methods,” such as ecological momentary assessment or experience sampling, that may revolutionize how behavior change programs are delivered in real life and evaluated in the future (Smyth, Juth, Ma, & Sliwinksi, 2017). In combination with statistical expertise in the analysis of intensive repeated measures data and complex longitudinal data, research psychologists are extremely well equipped to lead the multidisciplinary teams that are needed to generate the data that can inform how individuals can optimize their aging in the 21st century.

Second, psychologists are particularly qualified to do research on how implicit or explicit interventions can modify negative age stereotypes and on how the effects of such interventions may support positive behavior change. Several studies provide evidence that this represents a promising avenue. For example, Levy, Pilver, Chung, and Slade (2014) showed that an implicit-age-stereotype intervention made older adults’ age stereotypes more positive and this change, in turn, predicted improved physical functioning. Similarly, Brothers and Diehl (2017) showed that an explicit views-of-aging intervention significantly improved participants’ negative views of aging and increased their engagement in physical activity. In sum, there is good reason to believe that adults’ negative age stereotypes and negative views of aging are not immutable; they can be modified with potentially great benefits for individuals’ long-term health and well-being.

Third, psychologists serve important roles in education and training of a variety of health professions, including their own, and, therefore, have the opportunity to influence the content of curricula and practices in institutions of higher education and in applied settings. In particular, the training of geropsychologists (Knight, Karel, Hinrichsen, Qualls, & Duffy, 2009) and health psychologists is critically important because the majority of age-related chronic diseases can be avoided or reduced through healthy lifestyles (Johnson & Acabchuk, 2018), and mental health issues in late-life can often be successfully addressed through psychological counseling (Segal, Qualls, & Smyer, 2011). Moreover, because of their knowledge and understanding of minority aging, psychologists are also in an excellent position to address the unique needs, resources and resilience factors of older adults in different ethnic and cultural groups, as well as the specific disparities and challenges these groups experience (Mehrotra & Wagner, 2019).

Fourth, psychologists also play a key role as members of integrated healthcare teams, including teams that serve aging individuals, families, and communities (Areán & Gum, 2013). Therefore, psychologists are uniquely positioned to infuse the preventative and clinical healthcare of middle-aged and older adults with up-to-date knowledge, including information on the role of lifestyle factors in preventing or delaying chronic disease (Areán & Gum, 2013).

Lastly, psychologists can also play a critical role in the planning and implementing of public health initiatives (Leviton, 1996) related to healthy adult development and aging, and informing social policies that affect the lives of adults (Halpern, 2015; McKnight, Sechrest, & McKnight, 2005). Because the implementation of public health initiatives and social policies requires an evidence base, psychologists play a critical role in the generation, interpretation, and translation of the needed evidence. For example, psychologists have researched how message framing influences individuals’ responses to health care messages (Akl et al., 2011). Findings from this research can be used to design and implement public health initiatives related to the optimization of positive aging and in support of a new narrative on aging.

Conclusion The major objective of this article was to show that middle-aged and older adults have plenty of reasons to be optimistic and proactive about their aging. In a good sense, growing old(er) is not the same old business anymore. Although a unique combination of genetic, environmental, behaviors, and socio-cultural factors shapes each person’s aging process, decades of biomedical and psychological research have shown that growing old(er) is developmentally more open than previously thought (Hertzog et al., 2009; Lindenberger, 2014). This also means that, more than ever before, individuals have the opportunity and the personal responsibility to take control of their own aging.

The general public’s views of aging do not reflect these good news based on scientific evidence, however; they have remained mostly negative and pessimistic (Levy, 2017; Lindland et al., 2015). Negative views of aging are dangerous because they are associated with a host of negative outcomes and they keep individuals from engaging in health-promoting behaviors (Levy & Myers, 2004). Because of this overall situation, a new narrative on aging is needed. The main purpose of this new narrative on aging is to show individuals the choices and opportunities they have without downplaying the challenges that accompany the process of growing old(er). Moreover, such a new narrative on aging also needs to take into account the increasing diversity of the U.S. society. This latter point is important because in the second half of the 21st century, individuals from previous minority groups will become the majority in U.S. society and a large number of these individuals will grow into old age (Torres-Gil & Angel, 2018).

Of course, changing the current loss- and decline-oriented narrative on aging will not happen overnight. Cultural and social change takes time, as other socio-cultural movements in the U.S. have shown. However, we are optimistic that initiatives like ‘Reframing Aging’ will gain momentum and will facilitate the adoption of more positive views of aging. Well-trained psychologists, especially psychologists who are actively involved in aging research and interdisciplinary work, will be critically important for the success of establishing the new narrative on aging.

Public Significance Statement: This article shows that the general public’s negative views of aging reflect three big misconceptions that are not supported by scientific evidence. To change the general public’s views of aging will require changing individuals’ views of aging and developing a new societal narrative on aging—a narrative that incorporates the increasing diversity of the general population. Psychologists have a great deal to contribute to this long-term effort.

Acknowledgments Manfred Diehl’s work on this article was supported by a grant from the National Institute on Aging, R01AG051723.

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Manfred Diehl

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Michael A. Smyer

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Chandra M. Mehrotra

Footnotes 1According to a 2018 survey of the Kaiser Family Foundation, 53% of small firms and 82% of large firms offer a program in at least one of the following areas: smoking cessation, weight management, and behavioral or lifestyle change (Kaiser Family Foundation, 2018) Contributor Information Manfred Diehl, Colorado State University.

Michael A. Smyer, Bucknell University

Chandra M. Mehrotra, College of St. Scholastica

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