Hinde Pomeraniec
26 de Febrero de 2022- Putin abandonó la extorsión y la amenaza y decidió apostar de manera trágica a los juegos de guerra La ofensiva en Ucrania muestra que las ambiciones imperiales del presidente ruso -que nadie ignoraba- hoy parecen desbocadas y sin freno a la vista https://www.infobae.com/america/mundo/2022/02/26/putin-abandono-la-extorsion-y-la-amenaza-y-decidio-apostar-de-manera-tragica-a-los-juegos-de-guerra/
- Hay una frase que funciona como una aplanadora cuando se trata de definir la personalidad y los atributos de Vladimir Putin, el hombre que conduce los destinos de Rusia desde hace veintidós años. “Los gobernantes rusos más exitosos fueron siempre aquellos en los que se combinaban cualidades de criminales y estadistas”, escribió en sus memorias el general Pavel Sudoplatov, célebre espía soviético y cerebro detrás del asesinato de León Trotski en México.
- Los gerentes y CIOs más exitosos son los que combinan ambición desmedida con personalidades sociopáticas.
- Hinde Pomeraniec
(Buenos Aires, 9 Junio 1961). Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA), periodista, editora y escritora con más de 30 años de trayectoria en radio y televisión Argentina, docente universitaria en la carrera de Letras de la UBA y en escuelas privadas de periodismo. Fue editora de Cultura y de Política Internacional durante veinte años en el diario Clarín; dirigió entre 2010 y 2014 la editorial del Grupo Norma y entre el 2010 y el 2017 fue columnista del diario La Nación. Entre 2005 y 2010 fue conductora del noticiero internacional de la TV Pública. Desde 2016 escribe en la sección Cultura de Infobae que élla creó. De 2019 a 2023 condujo el programa semanal sobre libros “Vidas Prestadas” en Radio Nacional. Fue una de las organizadoras de #NiUnaMenos que dio pie a una ola de manifestaciones en toda la región. En 2017 recibió el Konex de Platino en la categoría Periodismo Literario Desde 2020 es miembro de número de la Academia Argentina de Periodismo. Autora de diversos libros para adultos y chicos, entre ellos “Rusos de Putin”, “Soy mi madre, soy mi hija, soy yo”, “Donde queda el primer mundo” y “Blackie: la dama que hacía hablar al país”. También autora de libros para niños, el último fue “Lu, Lucy, Lucía”.
- Su presentación en Infobae: Soy lectora, periodista, autora y editora….
* En este sitio están todos sus artículos en Infobae, ordenados en sentido descendente (el más reciente arriba): https://www.infobae.com/autor/hinde-pomeraniec/
Destaco este artículo de diciembre 2023 porque es impresionante: Fui, vi y escribí: No les creen, hermanas. Es difícil entender que después de tanta lucha feminista se privilegien las miserias políticas por encima de los derechos humanos: https://www.infobae.com/cultura/2023/12/07/fui-vi-y-escribi-no-les-creen-hermanas/
También destaco éste del 7/3/24 sobre el reciente libro de Leila Guerriero sobre Silvia Labayru, sobreviviente de la ESMA y otro libro también referido a la época del proceso y sus crímenes de lesa humanidad: https://www.infobae.com/cultura/2024/03/07/fui-vi-y-escribi-duenos-de-la-vida-y-de-la-muerte/
Libro “Rusos de Putin”, subtítulo: Postales de una era de orgullo nacional y poder implacable (2019), acá vista previa de varias páginas: https://www.google.com.ar/books/edition/Rusos_de_Putin/U0_ADwAAQBAJ?hl=es-419&gbpv=1&printsec=frontcover
Libro “Soy mi madre, soy mi hija, soy yo” (2019). Nota en Infobae sobre este libro: https://www.infobae.com/cultura/2017/11/28/soy-mi-madre-soy-mi-hija-soy-yo/
Libro “Dónde queda el primer mundo?” subtítulo: el nuevo mapa del desarrollo y el bienestar (2016, coautora con Raquel San Martín), acá vista previa: https://www.google.com.ar/books/edition/D%C3%B3nde_queda_el_Primer_Mundo/3wBMDQAAQBAJ?hl=es-419&gbpv=1&printsec=frontcover
- Libro “Blackie: la dama que hacía hablar al país” (2010):
- "Blackie, nacida Paloma Efron, fue un personaje singular, una suerte de Victoria Ocampo judía y plebeya. Una pionera obsesionada en la búsqueda de los cruces de la divulgación y el entretenimiento, de la cultura popular y la alta cultura. La introductora del negro spirituals en la Argentina, la inventora de los livings y los paneles en la televisión, la precursora de los programas políticos, la dueña de una voz de radio que se hizo inconfundible en las horas de la siesta. Una mujer que logró aflojar las riendas que paralizaban a su género en tiempos en los que pocas se animaban. Única e irremplazable, no dejó escenario ni set ni estudio radial sin pisar. Escribió, actuó, cantó, condujo, produjo y dirigió. Aunque no tuvo hijos propios eligió ser la madre artística de una multitud. A más de treinta años de su muerte, su lugar en el espectáculo sigue vacante." Contratapa.
Entrevista sobre su libro Blackie (reeditado 2023): https://youtu.be/0ybDggiq-o8?si=BL2MA5De2jfw4hBy
- Libro: “Katrina, el imperio al desnudo: racismo y subdesarrollo en Estados Unidos” (2007)
- Además es autora de literatura infantil y juvenil.
Perfil de Hinde y notas en Revista Anfibia: https://www.revistaanfibia.com/autor/hinde-pomeraniec/
Condujo hasta 2023 “Vidas prestadas” por Radio Nacional, acá los programas: https://www.radionacional.com.ar/category/vidas-prestadas/
Hinde Pomeraniec en Los siete locos:https://www.youtube.com/watch?v=0ybDggiq-o8
9 oct 2023- La escritora y periodista dialoga sobre la reedición de su libro Blackie, una voz insumisa.
- agrego esto que encontré sobre su último libro para niños de 2019, vale la pena!
- Lu, le dice su hermano. Lucy le dicen sus padres cuando están contentos, pero cuando algo no anda bien la llaman Lucía. Las vacaciones en casa de los abuelos cerca del mar, se convierten en un escenario para acercarse a una familia común y corriente. El lector pronto descubrirá que su hermano Tincho es distinto de las demás personas… Obra rebosante de calidez, que asume la perspectiva de una niña para revelarnos la relación con su hermano autista y los celos que a veces siente por el amor de sus padres. Las ilustraciones cobijan de una especial ternura esta historia que nos vincula con personas que tienen otra forma de comunicarse.
Y acá una nota sobre el mismo libro, emocionante: https://www.sobretiza.com.ar/2020/01/10/lu-lucy-lucia-un-tema-complejo-desde-una-mirada-tierna-y-sensible/
- La palabra mansplaining es un neologismo anglófono basado en la combinación parasintética de las palabras man ('hombre') y explaining ('explicar'), que se define como 'explicar algo a alguien, especialmente un hombre a una mujer, de una manera considerada como condescendiente o paternalista'.12 En español, el neologismo "machoexplicación" tiene cierto uso y comparte el mismo carácter informal del original inglés, siendo reconocida como una alternativa válida por la Fundéu, aunque recomienda que se usen los más formales «condescendencia machista» o «condescendencia masculina» si el contexto lo permite
Fui, vi y escribí: Opinar cansa
- El tiempo que vivimos nos exige adoptar posturas sobre todos los temas, incluso aquellos sobre los que no sabemos nada. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad
PorHinde Pomeraniec
- Publicado: 14 Mar, 2024 01:00 a.m.Actualizado: 17 Mar, 2024 02:27 p.m. AR
- Hola, ahí.
- El domingo a la noche me encontré, sorpresivamente, tuiteando a favor de Amalia Granata. En realidad mi posteo era a favor de unas declaraciones suyas en un programa de TV, a propósito de la violencia en Rosario. Con mucha sensatez decía, por ejemplo, que independientemente de si ella estaba o no de acuerdo con la decisión del gobernador Maximiliano Pullaro de tratar a los presos narco a lo Bukele, difundir imágenes de la requisa —en las que se ve a los presos semidesnudos, con las manos atadas a la espalda y humillados en el piso— solo había conseguido encender los fuegos de la violencia, esta vez sobre la población.
- Ante una pregunta sobre los vínculos entre el narcotráfico y la política, Granata, diputada de la provincia de Santa Fe, dijo que solo tenía chismes al respecto; que le habían llegado versiones sobre aportes narco a las campañas de algunos políticos pero que eran eso, rumores. Que sería una irresponsable si hablara del asunto por televisión y que, de tener información confiable, antes debería denunciarlo en la Justicia.
- Todo eso dijo, mientras lidiaba con la intervención de un politólogo que hablaba sin saber. No pienso como Amalia Granata en casi nada. Es más, seguramente a ella lo de mansplaining-"machoexplicación" o "condescendencia machista" le resultaría ajeno, como la mayoría de los conceptos y categorías del feminismo que en los últimos años se hicieron biblioteca de muchas.
- ¿Cuándo fue que dejamos de aprobar ideas o expresiones simplemente porque no estamos de acuerdo con quienes las enuncian? ¿En qué momento nos obligamos a decir “sí sí sí” a lo que dicen aquellos que están “de nuestro lado” y dejamos de escuchar y analizar lo que dicen “los otros”, que, quizás, en algunas oportunidades tienen razón?
- El prejuicio y el sesgo dominan la era y formatean nuestra forma de pensar.
La calle, nuestro salón
- El viernes 8 mi whatsapp ardió desde temprano. El gobierno había decidido homenajear a las mujeres en su día descontándole la jornada a las empleadas estatales que decidieran parar y cambiando el nombre y el concepto del Salón de las Mujeres que había impulsado en su primer mandato Cristina Kirchner. Así nos fuimos enterando que sobre las imágenes de Eva Perón, Tita Merello y María Elena Walsh, entre otras, habían sido desplegadas las de San Martín, Belgrano, Alberdi y Carlos Menem (?), entre otros. Como si fuera un álbum de figuritas en reuso, el salón ahora se llama Salón de los Próceres y no hay ninguna mujer entre los homenajeados. La decisión no la tomó un hombre molesto con el feminismo; la tomó una mujer, Karina Milei, secretaria general de la Presidencia.
- En un spot de un minuto, con fondo del Himno Nacional y la voz en off de la hermana presidencial (¿habrán querido ahorrar los honorarios de una locutora?) se escuchaban palabras como: “Nos importa la gran historia, la gran gesta argentina. Homenajes que son válidos hoy y lo serán dentro de 100 años y no el guiño político estéril a un movimiento militante del momento, que las mujeres argentinas tampoco necesitamos”.
- Mientras daban a conocer el spot, mujeres de todas las edades nos encontrábamos en un salón a cielo abierto que nos gusta mucho, tal vez el que más nos gusta: la calle. A lo mejor Karina Milei no lo necesita, se siente mejor en solitario y por eso lo llama “movimiento militante del momento”, pero a muchas mujeres sí nos gusta juntarnos a celebrar y a reclamar por los derechos que aún nos faltan.
- Si, como parece, hubo provocación oficial, no surtió el efecto esperado. Pese a que diarios muy importantes decidieron ignorarlo en sus tapas al día siguiente, en la tarde del viernes las mujeres colmamos las calles de los alrededores del Congreso y de cada localidad de la Argentina. Nuestra memoria no se apaga cuando tapan las imágenes de mujeres como Juana Azurduy, Victoria Ocampo o Alicia Moreau de Justo. Es más, arriesgo que, muy por el contrario, la encendieron más que nunca.
- Hablar sin saber
- Te dije que mi whatsapp se encendió temprano pero no fue solo por la movida del gobierno en contra de una efeméride que se celebra en todo el mundo. Resulta que un diario publicó la declaración consensuada en asamblea por algunas organizaciones feministas que iba a leerse por la tarde, como corolario del acto por el 8M. En ese documento —que algunos llaman oficial, como si el feminismo fuera un organismo y Ni Una Menos, una ONG—, en el segundo párrafo se hacía alusión al escenario internacional y mencionaban el repudio por “los genocidios” de los que son víctimas las mujeres palestinas, las haitianas, las mapuches chilenas y las de República Democrática del Congo.
- Fue muy fácil detectar una deliberada omisión en esa declaración: aunque se acusaba de genocidio al estado de Israel, no figuraban allí las mujeres israelíes violentadas por Hamas en la masacre del 7 de octubre y tampoco las que siguen siendo violentadas porque permanecen en cautiverio, como rehenes de los integristas. Es decir, en esa declaración consensuada no figuraba la condena a quienes sembraron el terror e iniciaron el actual capítulo de la guerra en Medio Oriente.
- Así como suelo no coincidir con Amalia Granata y, por supuesto, no coincido con la decisión oficial de borrar el Salón de las Mujeres, tampoco coincido con aquellas que se declaran activas militantes en contra de las violencias hacia las mujeres pero que hace unos meses decidieron que, aunque violar está mal, violar a las israelíes no está tan mal. Es más, no solo no coincido, me provoca enorme rechazo porque soy judía, ponele, pero sobre todo porque pretendo seguir siendo un ser humano.
- Estoy segura de que muchas de quienes eligieron no mencionar a las víctimas de Hamas, si lo pensaran un segundo, se darían cuenta del delirio que significa justificar como acto de resistencia lo que es puro terrorismo. Sé que hay personas que buscan mugre con estos temas pero sé, también, que hay otras que se sienten perdidas, que creen que sí o sí tiene que tener opinión formada sobre todo y que, si no la tienen, necesitan ir detrás de un referente. O a una referente. Aunque les haga ruido, aunque no puedan explicar por qué están justificando un crimen abominable.
- Aunque con 20 años tengan que convencerse de que violar y matar a las chicas que fueron a una rave está bien porque son o eran integrantes de un pueblo opresor, en lugar de comprender que esas chicas fueron violadas o murieron porque sus atacantes las odian por judías y también por laicas que, desde su perspectiva retrógrada, atentan contra la moral. Y que los abusos sexuales y las humillaciones a las que sometieron a las mujeres y a las nenas no fueron hechos aislados sino parte de un plan que incluyó la violación como arma de guerra.
- Aunque tampoco puedan explicar por qué repudian con tanto énfasis la respuesta militar del gobierno de Netanyahu (que produjo ya miles de muertos civiles y una hambruna descomunal) y, sin embargo, no condenan el ataque que perpetraron los milicianos de Hamas ese sábado a la mañana, cuando arrasaron con la vida, la memoria y las ideas pacifistas de la población de los kibutzim del sur de Israel.
No pensamos igual
- No sé qué te pasa a vos, pero yo siento que utilizamos respuestas del siglo XX para problemas del siglo XXI. Creemos que podemos responder con viejas categorías a situaciones complejísimas, que se salen de los parámetros conocidos, y a eso se suma que todos nos vemos obligados a opinar, incluso si no sabemos ni conocemos nada del tema. Y no solo tenemos que opinar sino que tenemos que hacerlo prontito y del modo en que se espera que lo hagamos, en un extremo o en otro porque el mundo de las ideas políticas se quedó sin centro.
- Y, entonces, como estamos obligados a opinar, me pasé el día respondiendo mensajes acerca de qué pensaba yo de ese documento que ni escribí, ni firmé ni aprobé; si estaba al tanto de eso, si estaba de acuerdo, si no iba a hacer nada¡Si no iba a hacer pública mi posición al respecto!
- Va de nuevo: ¿en serio es tan importante que todos hagamos públicas nuestras posiciones sobre todo? Y, también: ¿realmente alguien puede pensar que todas las mujeres, aún cuando nos unimos para pedir por mejores condiciones de vida, más respeto y más derechos contra la violencia de género, pensamos igual en todo?
¿Acaso le exigen esa uniformidad de pensamiento a los hombres?
- El documento no me representaba, pero la calle —como la protesta, como el feminismo— es de todas, de las que piensan como quienes redactaron el documento, de las que piensan como yo y de las que piensan como vos, que a lo mejor no pensás ni como ellas ni como yo.
No en mi nombre
- Si el prejuicio y el sesgo dominan la era, la identidad es otra clave dominante. La identidad está por encima de la universalidad, lo que significa que, según de dónde provengan y cuánto hayan sido golpeados en la historia, hay colectivos humanos que valen más que otros. Los hechos puntuales del presente importan menos que el recorrido histórico de una comunidad y siempre habrá una deuda por pagar.
Intento pensar por fuera de la regla del binarismo, creo que todavía nadie nos prohíbe cuestionar o repudiar dos o más cosas a la vez. En este sentido, mi discusión se enciende con aquellos que justifican lo que hace Hamas en nombre de la “resistencia” pero también con quienes monopolizan el sufrimiento y no se conmueven ante los padecimientos indecibles de los civiles en Gaza. No hay forma de que me identifique con ninguna de estas barbaridades.
La guerra en Gaza continúa y, en el ambiente cultural y del espectáculo, son cada vez más quienes portan pines o banderas palestinas en eventos públicos, como forma de protesta explícita contra Israel. No me molestan los colores palestinos, lo que me hace mal es que muchos de ellos argumenten que están llamando a un cese del fuego al tiempo que cantan “desde el río hasta el mar” o piden la liberación de Palestina “por todos los medios que sean necesarios”, con lo cual no están reclamando un cese del fuego sino que avalan (a conciencia o por ignorancia) el exterminio de los judíos.
- En estos meses durísimos, en los que con el argumento del antisionismo algunos volvieron a encontrar justificativos para exhibir sus buenos créditos antisemitas, hay otros, quiero creer, que ignoran el significado de muchas de las consignas que gritan en nombre de la justicia. No ocurre solo en Argentina, lo estamos viendo en todo el mundo: para el progresismo radical la prioridad de las ideas en términos de identidad, colonialismo o racismo opaca cualquier matiz de racionalidad sobre los hechos.
- Por el otro lado, es insólito lo que pasa con los movimientos de ultraderecha y su acercamiento a Israel. Es todo tan absurdo, en cierto sentido, que es imposible no sorprenderse al ver a los herederos del fascismo en Italia apoyando al pueblo judío y a la francesa Marine Le Pen a la cabeza de las marchas contra el antisemitismo, aún cuando históricamente el odio a los judíos fue matriz ideológica del partido fundado por su padre.
- Opinar se convierte en una obligación y cansa. Por eso, antes de hablar es bueno pensar dos veces todo, incluso estas “alianzas” contra natura: no se acercan a Israel por amor, por respeto, admiración o camaradería, se acercan porque el odio a los musulmanes es más fuerte y porque en el gobierno de Netanyahu hay supremacistas que muchos de ellos ansiarían tener en sus gobiernos.
- A mí, personalmente, me disgusta esa clase de aliados.
- A quien tampoco le interesan es a Jonathan Glazer, el cineasta británico, creador de Zona de interés, una película de la que te hablé en el envío pasado, cuando te dije que el filme era una obra de arte. Como te conté entonces, la película cuenta la historia de la familia del jerarca nazi Rudolf Hõss, máximo responsable del campo de concentración de Auschwitz. Los Hoss vivían una plácida vida en una hermosa casa con jardín y piscina, apenas separados del campo por un muro. El muro oculta el infierno para la vista vecina pero el humo de los crematorios se ve y se huele. Lo más alucinante de la película es todo lo que se escucha por encima de las conversaciones y los silencios de los protagonistas. Gritos, disparos, corridas. De este lado hay una vida familiar y campestre, niños que crecen, animales bien alimentados. Al otro lado hay hambre, tortura, enfermedad y una industria de la muerte.
Zona de interés ganó el Oscar a la mejor película extranjera y también ganó en la categoría Sonido, en la que se destaca particularmente. Al recibir la estatuilla, Glazer leyó junto a su productor un texto muy duro, que además fue malinterpretado. Mientras afuera de la sala donde se daban los premios había manifestaciones a favor de los palestinos y en contra de Israel con las consignas de las que te hablaba antes, Glazer, de origen judío, hizo el discurso más político de la noche cuando habló en contra de la deshumanización de la guerra.
- “Todas nuestras decisiones se tomaron para reflexionar y confrontarnos en el presente, no para decir: ‘Mira lo que hicieron entonces’, sino ‘Mira lo que hacemos ahora’. Nuestra película muestra hacia dónde conduce la deshumanización, en su peor expresión, esa que le dio forma a todo nuestro pasado y presente. En este momento estamos aquí como hombres que se niegan a que su judaísmo y el Holocausto hayan sido secuestrados por una ocupación que ha conducido al conflicto a tantas personas inocentes. Ya se trate de las víctimas del 7 de octubre en Israel o del actual ataque a Gaza, todas son víctimas de esta deshumanización”.
- Como todos están apurados por opinar desde sus espacios seguros y confortables, hubo personas, medios y organizaciones que interpretaron que Glazer y sus productores habían decidido rechazar su condición de judíos por la ofensiva en Gaza, pero no. A lo que se niegan es a aceptar que su identidad judía y la figura del Holocausto hayan sido cooptadas por un gobierno extremista, más preocupado por conseguir una victoria aplastante y por su supervivencia política que por la vida de los rehenes que siguen en manos de Hamas, algo que pensamos muchos y que piensan incluso en el gobierno de Biden, según todo indica. Igual será esa versión del malentendido —y no lo que Glazer dijo en realidad— lo que quedará sobrevolando como versión oficial de los acontecimientos. En tiempos de fake news, ya ni siquiera se justifica desmentirlas.
- Hoy todo se resuelve con un “Canté pri”.
- Natalia Ginzburg y el agujero negro
- Vuelvo a la idea de las mujeres y el pensamiento unívoco que se supone tenemos.
- El sábado por la tarde compartí una mesa hermosa en la Biblioteca Cortázar, de la calle Lavalleja. En la charla estábamos Mercedes Funes, Ana Correa, Marina Mariasch y yo, había un grupo entusiasta y atento de oyentes y la propuesta era hablar de lecturas feministas y lecturas de mujeres. Leer, compartir, analizar. Pensar juntas, reírnos. Cuestionar. Cuestionarnos.
- Llevé para leer un texto de Natalia Ginzburg (1916-1991), escritora italiana de origen judío que tuvo una relación compleja y tensa con el feminismo de su tiempo y que es autora de una obra compuesta por ficciones y ensayos que me interesan mucho y desde hace mucho.
Su vida (hija de un científico que se negó a jurar lealtad al fascismo, esposa de un intelectual que murió asesinado en las cárceles de Mussolini, viuda que tuvo que hacerse cargo de sus tres hijos) también me interesa y por eso me detengo en particular en aquellos textos en los que trabaja sobre su propia vida y los vínculos familiares. (En Las pequeñas virtudes hay varios de ellos).
- Pero esta vez elegí para leer un ensayo que habla de aquello que sí tenemos en común las mujeres y que no es ni el modo de ver el mundo ni el universo de las ideas o los gustos en general, es algo más existencial y definitivo. Las mujeres no somos superiores ni somos iguales a los hombres, sí valemos lo mismo.
- Lo que describe Ginzburg es algo que tenemos las feministas y las que no se consideran feministas. Las que salen a la calle a gritar por sus derechos y las que piensan que no necesitan la compañía de otras mujeres porque viven en un mundo en el que piensan que pueden arreglarse solas.
- Me gusta el modo en que Ginzburg describe esto que compartimos las mujeres aunque no lo advirtamos, algo que cuando lo leí por primera vez encontré revelador y que no deja de acompañarme cada vez que pienso en las cuestiones de género y en las diferencias enormes que atraviesan al movimiento de mujeres y que, en lugar de debilitarlo, lo enriquecen.
- Dice así: “...las mujeres tienen la mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de dejarse embargar por una terrible melancolía, ahogarse en ella y bracear para mantenerse a flote: ese es su verdadero problema. Las mujeres se avergüenzan a menudo de ello, y fingen que no tienen problemas, que son enérgicas y libres, y caminan con paso firme por las calles con grandes sombreros y bonitos vestidos y los labios pintados y un aire resuelto y altivo, pero nunca me he encontrado con una mujer en quien no haya descubierto al poco rato algo doloroso y lamentable que no he visto en los hombres, un peligro continuo de caer en un gran pozo oscuro, algo que proviene del temperamento femenino y tal vez de una secular tradición de sometimiento y esclavitud, que no será nada fácil vencer; he descubierto precisamente en las mujeres más enérgicas y altivas algo que me inducía a compadecerlas y que entendía muy bien porque yo comparto ese mismo sufrimiento desde hace muchos años y hasta hace poco no he comprendido que se debe al hecho de ser mujer y que me será difícil librarme de él. Dos mujeres se entienden muy bien cuando se ponen a hablar del pozo oscuro e intercambian impresiones sobre esos pozos y sobre la absoluta incapacidad que sienten entonces de comunicarse con los demás y de hacer algo serio, y sobre los forcejeos para mantenerse a flote”. (Fragmento de “A propósito de las mujeres”)
Recomendaciones
El título de este envío es un modesto homenaje a Trabajar cansa, el primer libro de poemas del gran escritor italiano Cesare Pavese, querido amigo, compañero y camarada de Natalia Ginzburg (hay al menos dos textos en los que ella habla de él y de su suicidio). Hay una edición de 2018 que reúne este libro y el segundo libro de poemas de Pavese, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, con prólogo y celebrada traducción del poeta y periodista Jorge Aulicino, (Griselda García Editora / Ediciones del Dock / Cartografías).
- Esta semana leí dos artículos muy interesantes por quienes los escribieron y por su conocimiento sobre los temas tratados, aunque los textos no necesariamente expresan mi modo de ver las cosas. Tal vez por eso me interesan.
- Uno fue escrito por Malena Pichot para la edición de la revista Anfibia del 8M, se llama La vieja moda de explicar todo y reflexiona sobre el backlash ultraconservador y lo difícil que es encontrar respuestas y acciones para combatir prejuicios y mentiras, sobre todo porque entre filas de la reacción se encuentran entusiastas defensores que hasta ayer nomás parecían aliados en la lucha feminista.
El otro fue escrito por Andrés Rosler y fue publicado en la revista Seúl. Su título es El antisionismo es peor que el antisemitismo y en él su autor hace una largo recorrido por la historia del desprecio y el odio a los judíos y concluye, de manera provocadora, que el antisemitismo al menos tenía como objetivo sacarnos de sus países y no se oponía a un Estado judío. Los antisionistas de ahora, asegura, no quieren que hayan judíos ni siquiera en Israel.
- Agotada de opinar tanto, me despido.
Las imágenes de este envío son del 8M de este año (aunque algunos pícaros quisieron instalar que eran imágenes viejas), del flamante Salón de los patriotas, una imagen de la película Zona de interés, un retrato de Natalia Ginzburg y pinturas de mujeres cansadas de Edouard Manet, Ramón Casas, Jean François Colson y Francisco Masriera. Mi mail es hpomeraniec@infobae.com. Ahí podés escribime cada vez que quieras. Te deseo una buena semana y, mientras lo escribo, pienso en qué bueno sería comenzar a bajar los decibeles de la ira que se instaló como emoción primaria de todos contra todos. Pensemos en cosas lindas, busquemos belleza.
- Hasta la próxima.
- La belleza es como un resplandor”. Y yo me lo apropio porque me parece que es eso, es lo que a uno le provoca una obra, un texto, una película, una pieza de teatro.
- —Sol Leguizamón- 27 de julio de 2023¿Tenés alguna definición de belleza?
- Yo soy muy obvia con la belleza. Me quedo con dos definiciones que me dio José Burucúa, historiador de arte, en una de las entrevistas que le hice. Le pregunté qué era, se quedó pensando y me dijo: “La belleza es como un resplandor”. Y yo me lo apropio porque me parece que es eso, es lo que a uno le provoca una obra, un texto, una película, una pieza de teatro. Y después le pregunté por qué creía que había tanto consenso alrededor de la belleza de las obras impresionistas, históricamente hablando. Y él me dijo que pensaba que tenía que ver con que fue uno de los últimos movimientos figurativos, justamente. A partir de ese momento apareció el arte abstracto con mucha más fuerza.
URBE
ARTIFICIOS
CULTURA
OPINIÓN Búsqueda … Literatura “SER PERIODISTA ES ARMAR COMUNIDAD” Entrevista a Hinde Pomeraniec, por Sol Leguizamón 27 de julio de 2023
FacebookWhatsAppTwitterEmailCopy Link Se dedica al periodismo cultural y político, entrevista todos los lunes a referentes literarios en su programa de radio Vidas Prestadas, se formó en Letras, pero le gustaría estudiar Historia del Arte. Hinde Pomeraniec charla con Urbe acerca de sus inicios inesperados en este rubro, menciona algunos de sus artistas y autores favoritos, sobre todo mujeres, y relata acerca de la influencia que tuvieron sus maestros, sus orígenes familiares y su padre en el camino profesional que tomó.
Abre la puerta de su casa, dirige el camino minado de libros excusándose del desorden y explicando que le llegan de todos lados: autores jóvenes hambrientos por publicar su primera novela, reediciones de clásicos infaltables, otros con dedicatorias, libros que desde la primera leída intuye que son algo más, textos sobre los que escribe en su columna de Cultura y Política en Infobae, escritos de autores que más tarde entrevistará en su podcast de literatura Vidas Prestadas. Hinde Pomeraniec parece ser de esas personas que siempre están ocupadas pero nunca te dicen que no.
Licenciada en Letras (UBA), periodista, editora, mamá, docente, hija, feminista, escritora, amante del arte, lectora voraz. Realizó numerosas entrevistas a intelectuales y políticos, pero no hay mucho sobre ella, no le gusta ser explícitamente autobiográfica. El periodismo le llega relativamente tarde, a sus 29 años, justo antes de atravesar un divorcio. “Pensé, tengo que ganarme la vida con algo. ¿Qué puedo hacer? Bueno, sé escribir”, relata. Comenzó como colaboradora en Clarín escribiendo reseñas culturales. A partir de ahí, se abrió camino hasta llegar a ser prosecretaria, es decir, una de las editoras internacionales del diario. “Empecé a escribir en otras secciones, a hacer horas extras. Por ejemplo, me acuerdo cuando hice guardias durante el secuestro de Mauricio Macri. Esas cosas que nadie quería hacer, las hice yo”.
Su voz es tal cual la que se escucha en la radio, en la tele, en Spotify. Tanguera, gruesa, amable, fragmentada por momentos porque la pausa es necesaria para luego ser doblemente asertiva. Lo prudente sólo intensifica el efecto de sus palabras.
Premio Konex de Platino 2017, miembro de la Academia Nacional de Periodismo, una de las organizadoras de #NiUnaMenos, autora de ocho libros. Y el principio del hilo de Ariadna fueron un profesor de literatura brillante, y la biblioteca de su papá.
—¿Qué te impulsó a estudiar Letras?
Cuando era chica pensaba que iba a ser maestra jardinera, y cuando fui creciendo creía que iba a hacer algo con la educación. Tuve algunas maestras muy buenas, supongo que eso tuvo que haber influido. Pero, en el año 77 yo iba al Liceo 5, una escuela pública sólo de chicas en Flores, y cuando vino el golpe se fue la rectora que estaba en ese momento y vino un exmilitar. La cosa se puso pesada y como yo por entonces estaba bastante cerca del Partido Comunista por mi papá, me empezaron a poner amonestaciones por pavadas. Yo no era una piba con mal comportamiento, entonces el rector le dio a entender a mis papás que lo mejor era que me sacaran del colegio, porque si me echaban después iba a ser difícil conseguir entrar a otro. A un año y medio de que me egresara, terminamos con mi hermana en una escuela que no era buena, pero donde tuve un profesor de Literatura alucinante. Yo a esta altura no sé si era tan brillante él, o si era distinto a todo lo que conocía. Era actor, homosexual sin decirlo, apasionado, tenía la elegancia marica que es tan atractiva, con una lengua aceitada para la maldad. Al mismo tiempo, te volvías completamente loco de escucharlo leer, o nos invitaba a sus funciones de teatro. Una persona extraordinaria en cuanto a la influencia que tuvo en nosotros, en mí ni te cuento. Se llama Rubén Sendín y era maravilloso, y creo que le debo sino todo, mucho de haber estudiado Literatura.
—¿Cuál fue tu primera biblioteca?
En mi casa la biblioteca la fue construyendo mi papá que pertenecía a esa generación de hijos de inmigrantes que fue a la universidad a finales de los años 50. Muchos coinciden en que hubo en Argentina en esa época un periodo cultural esplendoroso donde tuvieron mucho que ver los hermanos Frondizi. El hermano del expresidente, Risieri Frondizi, era rector de la UBA, donde estudiaron mi viejo y su hermano. Ambos resultaron muy lectores, iban en sintonía con las bibliotecas populares que salían de los kioskos y que publicaba el Centro Editor de América Latina. En mi casa estaban todas las colecciones. Cuando mis viejos se separaron, mi papá se fue y me apropié de casi toda la biblioteca.
—¿Y con el periodismo cómo empezaste?
Fue más raro. Cuando estudiaba Letras empecé a conocer gente que era periodista y yo decía: “Yo ya me perdí de esto, es tarde para mí”. Me encantaba el periodismo, pero creía que no me daba para las dos cosas. Llegó relativamente tarde, cuando tenía 29 años y me estaba separando del papá de mi hijo mayor. Pensé: “Tengo que ganarme la vida con algo, ¿qué puedo hacer? Bueno, sé escribir”.
—Si hoy tuvieras que elegir otra profesión, ¿qué harías?
Estudiaría Arte. Es lo que siento que me gusta, pero de lo que sé menos. Eso surgió siendo editora de las páginas diarias de cultura. Así empecé a tener intercambios con críticos de arte muy buenos como Ana Battistozzi. Los años en los que trabajé para Clarín fueron muy ricos en todos los sentidos. Nos pagaban bien, había plata para viajar, tenía grandes jefes.
—Si me tenés que mencionar a mujeres que admires en el Arte y las Letras, ¿A quiénes tenés en mente?
Hoy, por ejemplo, me llegó la biblioteca de Silvina Ocampo que Penguin reeditó. Silvina es una infaltable, hoy y siempre. También, me gusta mucho Gabriela Cabezón Cámara, que además estamos todos expectantes por su última novela. Estoy fascinada con el último Premio Nobel de escritura, Annie Ernaux. Es una autora que me resulta completamente magnética, así como Svetlana Aleksiévich, porque soy periodista y ella consigue hacer literatura con los testimonios reales. Vivian Gornick, Rachel Cusk, Natalia Ginzburg. En su momento, Marguerite Duras, la había leído completa. No sé ahora. A veces pasa que cuando sos grande tenés un tema con eso, ¿sabés? Porque volvés a lo que te había entusiasmado muchísimo y ya no te pasa exactamente lo mismo, la cosmovisión y el sentido común cambian.
—Fui a ver la muestra de Emilia Gutiérrez en Fundación Fortabat después de leer la nota que escribiste al respecto. Me fascinó.
Qué lindo, ¿viste lo que es?
—Particularmente me hizo acordar mucho a Silvina Ocampo. Sentí que sus libros perfectamente podrían estar ilustrados por Emilia.
Se conocían, ¿sabés? Pero sí, completamente.
—Además las dos tenían voces que para su época no eran escuchadas.
Bueno, las voces de las mujeres en general no eran muy escuchadas.
—Es verdad. Ambas también trataron el tema de lo doméstico. Un aura de extrañamiento, oscura e infantil. Tenían una súper intuición, eran medio brujas. A Emilia, por ejemplo, los colores le hablaban.
Las dos muy encerradas, ¿no? Esos descubrimientos son increíbles, se podría hacer perfectamente un trabajo con una y con otra. En los últimos años descubrí a Aída Carballo y Mildred Burton, son muy buenas y conviven perfectamente. Después, Berthe Morisot y Mary Cassatt también son muy domésticas. Bueno, y otra que me encanta es Georgia O’Keeffe, norteamericana, pionera del modernismo estadounidense.
—Hilma af Klint, sueca y anterior a O’Keefe, tiene una estética similar a esta, pero con un trasfondo mucho más espiritual, era médium y pionera de la abstracción.
Qué impresionante. Remedios Varo también tiene un universo mítico inmenso… Leonora Carrington, Christine de Pizan, Lavinia Fontana. Son redescubrimientos, ¿viste? Las minas están reapareciendo ahora, ese es el tema. Yo soy más de la obra figurativa, debo reconocer. Me encanta también la retratista Alice Neel, es expresionismo de los años 70.
—¿Estás preocupada por nuestra generación? ¿Sentís que no leemos, que estamos abducidos por las redes sociales? Yo tengo 22 años y tenemos mala reputación en ese sentido. Quiero saber la opinión de una persona que leyó toda su vida y tiene hijos jóvenes.
No, no estoy preocupada. Además, trato de seguir lo que siempre decían escritoras como Graciela Montes o Laura Devetach, en relación a que los chicos leen distinto, son modos de lectura. Mi hija por ejemplo, lo que más lee son fanfictions, y es una gran lectora. En el caso de los periodistas muy jóvenes sí lo que me preocupa es que no van a buscar. El vértigo y la necesidad de cubrir todos los agujeros rápido es tal que no se chequea. Algo que influía mucho antes era el hecho de que fuera en papel. Si nos confundíamos sabíamos que íbamos a tener que convivir con ese error para siempre. En cambio, ahora está la posibilidad de editar. Está cambiando el vínculo con la verdad. Hay fake news que no son deliberadas, se empiezan a instalar porque todo el mundo reproduce, reproduce, reproduce. Por ejemplo, recientemente salió en muchos medios que va a publicarse el diario inédito de la esposa de Vladimir Nabokov, ¿no? Cuando miro dice que la novela cuenta la historia de un profesor obsesionado con su alumna. Eso no es así, Lolita es la hija de su mujer, su hijastra. Y todos los medios repitieron el mismo error, que no es un detalle.
—¿Crees que para corregir ese tipo de errores puede ayudar el Chat GPT?
Tengo la mala idea de que el chat sólo va a servir para amplificar esos errores. Hasta donde yo sé está mejorado cuestiones de estilo. Están entrenando distintas clases de chat para reproducir estilos que cada medio considere mejor, dándoles los insumos de determinados autores. Por ejemplo, le das todas las novelas de Nabokov para que las lea y te escriba como él. Creo que justamente el trabajo más importante que va a tener el humano es al revés, corregir al chat. Al mismo tiempo, algo que noto en las generaciones más jóvenes es que no tienen pudor ante la falta de conocimiento. Hay una jactancia de la ignorancia. Tipo, bueno, “yo puedo escribir sin leer”. Y no hermano, vos no podés escribir sin leer. Sí. O sea podés escribir, lo que vas a escribir va a ser malo.
Otra de las cosas que trae el chat ahora es que reemplaza el trabajo que antes hacía un asistente. Entonces, lo que empieza a ocurrir es que se pierde el vínculo del principiante con el que sabe, como también se está perdiendo en las redacciones porque estamos todos en home office.
—Se pierde lo que contabas al principio, esa relación casi sagrada entre maestro y aprendiz.
Sí, la falta de presencialidad te quita mucho de la mística. A veces es mejor que nada, que es distinto. A mí lo que me pasa con tu generación es que todavía recuerdan algo del preinternet. Creo que somos las últimas generaciones que vamos a poder corregir porque conocimos lo que era el mundo antes. Yo me formé con Beatriz Sarlo, leí mucho antes. Es verdad que había menos para leer en el sentido de que ahora publica todo el mundo en cualquier lado. O publicas sólo, o en eBook, o por Amazon. Si vos hoy querés tener un libro, lo tenés. Se publica muchísimo más de lo que se debería en términos de calidad.
—En relación a esto de la presencia corporal, ¿te pasa lo mismo con las obras de arte? Viste que ahora están en auge los NFT. ¿Vos crees que se pierde la contemplación plena de una obra si no hay presencialidad?
A mí lo que no me gusta son las muestras inmersivas. Entiendo de qué se trata. No creo que sea del todo cierto esa voluntad de llevar a la gente al arte a través de eso. Me parece que es un argumento que usan quienes hacen el negocio. Me puede parecer tan lindo como ver un buen papel de decoración. Que algunos son preciosos, sinceramente. En cuanto a lo de ver, Internet te ofrece muy buena calidad. Podés entender un poco de qué va, pero no se puede comparar con ver la pincelada, el brillo propio, el detalle. Me tocó estar en el Rijksmuseum en Ámsterdam cuando estaba por empezar la restauración de Ronda Nocturna, un cuadro enorme, uno de los más famosos del pintor Rembrandt. Tuvimos suerte porque a los que nos llevaron nos habilitaron el museo a las seis de la tarde para nosotros. Son esas obras donde habitualmente hay veinticinco mil personas delante tuyo, pero en este caso lo teníamos todo para nosotros. Y son cosas como… Muy impresionantes. Yo no soy experta en arte, ni mucho menos, pero lo de poder acercarte, poder mirar el ojo, poder mirar un Vermeer, poder mirar… No sé. No se compara con nada. Lo mismo, tengo por ahí los catálogos de Emilia, pero verlos es distinto. Y ahí empezás a tener también idea de lo que es una puesta, de lo que es un montaje, de lo que es una curaduría, qué, cómo y dónde. Los museos que consiguen salir a la comunidad son los más interesantes. Pero lo del NFT, como lo de las muestras inmersivas, qué sé yo, uno se irá adaptando a todo, como el chat, te vas a ir adaptando y lo usarás en la medida en que todavía esté activo.
—El auge de las muestras inmersivas quizás tenga que ver con que, con los nuevos modos de lectura en las redes sociales, perdimos un poco la capacidad de concentración y de salirnos del lugar de protagonistas.
Puede ser, no lo discuto. Pero, a mí me parece que lo primero que pesa son las formas del kitsch. Tengo un amigo que escribió una biografía maravillosa de Federico Klemm. Klemm era puro kitsch. Y al mismo tiempo hay gente que defiende muchísimo eso como forma de arte y está súper bien. Pero, no tengo problema en decir que para mí las muestras inmersivas son resultado del marketing, un marketing que funciona. No me convence cuando te dicen, “bueno, pero vas con los chicos, la pasan bien y es una manera de acercarlos al arte”. No, los chicos la pasan bien, y punto. Además, en muchos museos tenemos espacios especiales para los chicos, con lo cual si tu voluntad es acercarlos al arte hay muchos que tienen los fines de semana horarios especiales con muestras guiadas para ellos. Tenemos en el Fortabat un Turner, un Brueghel. O qué sé yo, un Monet, un Van Gogh, un Modigliani en el Bellas Artes. ¿Me entendés? Y la gente no sabe.
—¿El arte te parece útil?
No, no creo que tenga que ser útil. Es arte. Si una imagen que se hizo en términos artísticos termina utilizándose para una causa, es otra cosa. No me parece que ningún artista tenga que pensar en la utilidad de lo que está construyendo.
—¿Y el arte de denuncia?
Depende del momento en el que uno esté puede haber artistas que hacen denuncia. Las pinturas de Carlos Alonso, de la dictadura, pero Alonso era artista antes de que secuestraran a su hija. O sea, por supuesto que el artista está siempre tomado por su momento, por su tiempo. O El Guernica. Pero, Picasso era Picasso antes, y fue después.
—Sí, lo interesante es que se pueda seguir haciendo una relectura más allá del contexto en el que se hizo.
Por supuesto, León Ferrari es otro ejemplo. Pero, no me parece que tenga que ser una función del arte, no debe ser ni de denuncia, ni útil. No, a mi parece que su función es la belleza.
—¿Tenés alguna definición de belleza?
Yo soy muy obvia con la belleza. Me quedo con dos definiciones que me dio José Burucúa, historiador de arte, en una de las entrevistas que le hice. Le pregunté qué era, se quedó pensando y me dijo: “La belleza es como un resplandor”. Y yo me lo apropio porque me parece que es eso, es lo que a uno le provoca una obra, un texto, una película, una pieza de teatro. Y después le pregunté por qué creía que había tanto consenso alrededor de la belleza de las obras impresionistas, históricamente hablando. Y él me dijo que pensaba que tenía que ver con que fue uno de los últimos movimientos figurativos, justamente. A partir de ese momento apareció el arte abstracto con mucha más fuerza.
—La idea del resplandor me hizo acordar a lo que dice Borges en “La muralla y los libros”, que el arte es la inminencia de una revelación.
Hay algo de eso, tiene cierta cosa religiosa.
—De sagrado.
Exactamente. Uno puede encontrar la belleza en cosas naturales, te vuelve loca el color de una flor, por ejemplo. Lo bello en el arte es otra cosa, es una construcción, una búsqueda y un encuentro, que no siempre se da. Está la búsqueda del artista que, a veces, no encuentra a alguien del otro lado que registre ese resplandor. También puede pasar que lo que no fue contemplado en su momento como se debería, se ve después. Como lo que veíamos con Emilia Gutiérrez.
—Platón en Fedro dice que el hombre cayó del cielo a la Tierra y perdió el mundo verdadero de los dioses, y la forma de crecer el plumaje para volver a elevarse era la experiencia de la belleza en el arte. Pero, también es cierto que lo que consideramos arte, por lo menos en el arte contemporáneo, es muy subjetivo. Entonces, ¿es posible clasificar una obra de bella o verdadera?
Lo que hay ahora y siempre existió son los circuitos de legitimación. Es complicado porque tiene que ver con quién determina que algo es bueno. Yo voy, y suponete que no sé de arte, pero me gusta la muestra de Emilia. Tengo cosas en las que apoyarme, como que el curador es Rafael Cippolini. Yo no sé cuánto puedo descubrir por las mías si no hay un curador o un editor que me legitime, por un lado. Por otro lado, están los clubes de amigos que se conforman también en estos circuitos de legitimación. Tanto en la literatura como en las artes visuales, como en el cine, como todo. ¿Y cómo hacer para ir contra eso?
—Es interesante cómo una experiencia tan individual resulta universal, porque quizás a todos nos llama la atención de alguna forma El Guernica, pero no sé sabe muy bien qué es… Si nos remitimos al Arte Antiguo es más fácil porque hay una idea de belleza unido a la enseñanza de la Biblia, por ejemplo, o a las proporciones.
Sí, el tema es el arte contemporáneo. Tiene que ver con el gusto. Y lo que me gusta a mí puede no gustarle al otro, ¿no?
—Lo bello en el arte puede ser algo monstruoso.
Por supuesto, a mí me encantan Francis Bacon, Chaim Soutine…
—En 2019 escribiste Rusos de Putin, postales de una era de orgullo nacional y poder implacable. ¿Qué te llevó a escribir sobre esto?
Cuando pasé de trabajar en la sección de Cultura a Internacionales, traté de buscar aquellos temas que fueran afines a mí, y entre mis orígenes- mi familia es descendiente de inmigrantes judíos provenientes de Rusia y Ucrania-, y el comunismo de mi papá, no había muchas dudas. Viajé, hice coberturas, y me di cuenta que ahí podía ver un libro.
—Tu papá tuvo mucha influencia en tu vida.
Sí, mi papá era médico pero tenía una personalidad intelectual. Estaba muy ideologizado, entonces era difícil que le gustara cualquier cosa, pero era interesante. A mí me llamaba la atención cuando, por ejemplo, se convertía en fan de Philip Roth y pensaba “¿se está convirtiendo en fan de un viejo escritor norteamericano con lo que él odia Estados Unidos?”. O cuando escuchaba Frank Sinatra, yo decía “¿Sinatra? Un mafioso total y encima estadounidense”. Y sin embargo, le gustaba. No escuchaba música rusa ni leía a los rusos. Él podía ir a ver películas de Clint Eastwood, le encantaban. Viejo republicano, recalcitrante, imaginate para él que era comunista. Pero, en aquello que tenía que ver realmente con el arte sí podía entregarse. Sí, fue muy importante para mí.
—¿Te gustaría escribir algo sobre tu vida? ¿Una autobiografía o similar?
No lo veo posible. Calculo que cuando uno se pone a escribir eso tiene también que ver con que se ve cerca del final final. Yo todavía no me siento tan cerca del final final. Sí quiero escribir, sí estoy escribiendo, sí estoy haciendo cosas, sí aparezco yo en el libro de Putin, aparezco yo cuando todavía la literatura del yo y el periodismo del yo no estaba tan instalado. Y soy de escribir en primera persona, no me asusta eso. Lo que pasa es que siempre creo, y esto sí lo trato mucho cuando dicto los talleres, yo creo que la primera persona se puede dar, se tiene que dar, naturalmente en tres instancias. Cuando estás viviendo algo absolutamente excepcional, por ejemplo, viajaste, te secuestraron. Cuando sos alguien excepcional, incluso como periodista te convertiste en alguien excepcional y tu palabra resulta relevante. O cuando lo que estás contando es un yo que en algún sentido es un nosotros. En general, cuando uno escribe sobre los hijos, sobre los padres, sobre experiencias como pueden ser estas de las que estamos hablando, donde estás invitando al otro. Los textos que más me gustan son aquellos que cruzan el periodismo lo más tradicional posible, con de pronto un yo, que es un vos o un nosotros. Detesto profundamente el yo arrogante. No sé si sale, pero yo me cuido mucho de que el yo que aparece en mis textos no sea un yo arrogante y que expulse, sino que, en todo caso, sea un yo que abrace.
—Se me viene a la cabeza Charles Bukowski, él era un escritor más de ficción, pero quizás es muy autobiográfico en cierto punto.
Pero él tenía una vida excepcional y era un momento excepcional e igual, con perdón de Fito Páez y con perdón de todos los grandes lectores de Bukowski, no tiene hoy el sentido que tenía en los ochenta. O sea, hoy no se lo lee como se lo leía en los ochenta. No me parece que sea un clásico que haya sobrevivido al paso del tiempo. ¿Me entendés? Lo mismo Henry Miller antes, en los cincuenta. Yo lo leí a fines de los setenta o a comienzos de los ochenta porque era lo que había leído mi viejo, pero no, me parece que no sobrevivieron.
—No son un Truman Capote, digamos.
Claro. Él renovó. Tom Wolfe, todos ellos, por supuesto.
—Y voy cerrando con una pregunta sobre tu trabajo como editora. ¿Cómo diferenciás un libro novedoso, que quizás llama la atención por un momento y se apaga, de uno que intuís que puede llegar a trascender?
Me cuesta mucho diferenciar mi laburo como editora de libros de mi laburo como editora de textos en general. Un editor busca entregar al lector aquello que el lector no sabe que estáqueriendo, no sabe que está necesitando. Una cosa que sí me pasa con tu generación es que cuesta mucho que te lleven sumarios, por ejemplo. Y no terminan de darse cuenta lo importante que es hacer una selección. Porque te mandan correos en donde te dicen “bueno, propongo hacerle una entrevista a Hinde”. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Cuál es tu idea? “Ah, le voy a hacer una entrevista a Dolina”. Todos en una época le hacían entrevistas a Dolina. Sí, hay miles. ¿Qué vas a hacer de distinto? ¿Por qué va a ser mejor que le hagas una entrevista a Dolina a que le hagas una entrevista a Carlitos, mi farmacéutico, que es el farmacéutico del barrio, que todo el mundo lo ama porque es el tipo que te quita el dolor con el remedio que estabas buscando. Si de pronto ahí tenés una nota mejor que la décimo quinta nota de Dolina en el día. Así que a mí básicamente me resulta muy interesante ver la propuesta, tanto en un libro como en una nota. En el caso de los libros de no ficción, muchas veces son libros para el momento, incluso aunque sean muy buenos. El libro que escribimos con Raquel San Martín, Refugiados: La crisis que hace temblar a Europa, es un libro que quedó viejo y del que sigo estando orgullosísima. Pero en 2016 era una cosa y hoy completamente otra. Pero bueno, los libros entre periodísticos y de Ciencias Sociales tienen eso, son work in progress, ¿viste? El de Putin también. En cambio en la literatura, yo creo distinguir cuando hay algo… También es un resplandor. No te sabría decir muy bien. Me ha pasado muchas veces que me llega un libro temprano e inmediatamente digo “esto es otra cosa”. Me enorgullezco en dos casos más bien recientes. Me pasó con Cometierra. Yo leí Cometierra y la entrevisté a Dolores Reyes antes que nadie. Y con El salto de papá, el libro de Martín Sivak, que es no ficción.
—Cometierra es un éxito.
Salió la continuación ahora, Miseria. Pero, básicamente es eso. Cuando leíste mucho, es como si se te armara una serie. Podés darte cuenta de que esto se parece a esto otro, esto y esto. Por ejemplo, yo soy fan de Saer y de Benedetto, entonces de antemano si un autor tiene una pluma similar en algún punto, sé que va a gustarme.
—Claro, ya es un universo.
Es un universo. Pero, en el caso de Cometierra ahí lo que había era algo muy distinto. Era un momento, 2017. Hacía dos años había sido Ni Una Menos. Las mujeres empezaron a hablar, el tema femicidio se convertía ya no en algo de pocos, sino en una palabra que no había que explicar qué era, y aparece esta piba que a través de comer tierra puede rastrear qué pasó con las chicas que desaparecieron o las mujeres que desaparecieron. Era algo muy distinto. No se parecía a nada.
—Y también es una intuición súper trabajada.
Sí, igual cualquier editor que te diga que tiene claro cuándo un libro le va a ir bien, te miente. Porque si lo supieras le irían bien a todos los libros. Así que no. Son riesgos que uno corre siempre.
—¿Es un trabajo sociológico también? Nunca sabes cómo va a tomarlo la audiencia.
Bueno, también depende si tenés claro a qué público te estás dirigiendo. Yo en general, como periodista, siempre trabajé en medios grandes. Y al trabajar en medios grandes la audiencia es vastísima. Entonces, en general no te podés quedar con una cosa muy chiquitita, no podés escribir para poquitos. Y siempre me resultó muy fascinante lo de construir audiencias. Lo de salir a buscar al público. ¿Me entendés? Invitándolos a partir de las lecturas, como invitándolos a partir de una muestra. A mí viene alguien y me dice “fui a ver la muestra de Emilia Gutiérrez por vos”, y para mí ya valió la pena la nota.
—Sí, construir comunidad.
Sí, es armar eso. Armar comunidad. Definitivamente.