Borrador, Buenos Aires, albores de marzo, 2005
Un ideario es un marco de valores y principios explícitos unidos a líneas de acción para lograrlo.
Ideario para la Tercera y Cuarta Edad
¿Cómo envejecer en el siglo XXI?
El que no ha alcanzado el estadio de la sabiduría cree que hay que forzar la realidad; el sabio entiende, en cambio. que puesto que la energía vital es limitada, hay que hacer durar la vida en vez de desperdigarla. La colocación en el principio de todo, o si se quiere la orientación hacia el Tao, es lo que permite llevar a cabo este acto supremo de sabiduría: durar.
Envejecer es un acto supremo de sabiduría personal y social.
Esta frase es el inicio de una reflexión (del latín reflexio: examen detenido de una cosa que hace el alma – juicio que resulta de este examen) que quiere explorar el tema de la vejez en el Siglo XXI como parte del proceso de la aceptación integral de nuestro propio transcurrir como personas. Esta reflexión dará lugar a una visión, un Ideario de cómo querríamos que fueran las cosas en este campo. Conviene asumir la tarea y consolidar un ejemplo concreto en nuestra sociedad aquí, hoy y ahora donde un grupo creciente de personas trabajen por un mundo diferente, mejor. Por una vejez con proyecto. Una vejez evolucionaria y pionera. Para explorar una nueva manera de ser y estar según pasan los años.
Desarrollaremos algunas ideas para aterrizar la mirada, sabiendo que las facetas son innumerables y que los matices propios de la comprensión de la vejez en diferentes culturas tendrán que irse desgranando y construyendo -como un rompecabezas compartido- con muchos otros. En definitiva, tanto la reflexión como la tarea, buscan poner en valor una nueva visión sobre este proceso vital y encontrar algunos ejemplos específicos de "buenas prácticas". Este desarrollo será construido con un enfoque dinámico, participativo y abierto.
El primer nivel estará concentrado en formular algunas preguntas claves sobre la vejez en el siglo XXI. ¿Cómo es envejecer? ¿Es lo mismo que madurar? ¿Es posible transitar por el círculo de la vida sin las angustias, incertidumbres e inseguridades que genera una cultura donde se asocia vejez con ocaso, enfermedad, imposibilidad? ¿Se puede proponer otra alternativa para la gente de más de 80 años que el vivir muriendo? ¿Es necesario vivir en una lenta espera de dependencia, exclusión, distrato?
¿Se puede continuar en una sociedad donde “los viejos” son “algo descartable” siendo que dentro de poco tiempo se transformarán en el grupo etario de mayor crecimiento en el mundo? Aún, tomando en cuenta este dato, se niega el contenido positivo y el logro que significa ampliar este estadío natural del ser humano, y se lo ve sólo como un problema. En general, esto es así porque se busca simplificarlo en un esquema puramente economicista de análisis donde efectivamente en la mayor parte de los países occidentales no cierran los números, ni la seguridad social puede afrontar esta pirámide poblacional casi invertida. Pirámide que en demografía se llama “ánfora de la muerte” resultado de pocos nacimientos y una prolongación sustantiva de la vida.
Repasando el modelo de nuestra sociedad con respecto a las políticas públicas y la vejez se manifiestan en una dramática disminución de la atención de las necesidades funcionales de las personas mayores. Un amigo, con ironía dice “Los jubilados y pensionados, sin ingresos y sin cobertura social, hambreados, enfermos, pobres y achacosos como un gesto de solidaridad para con las autoridades, cubrirán el espacio entre la Plaza de Mayo y el Congreso para dejarse morir mansamente sin castigar las finanzas.”
Al mismo tiempo, me pregunto qué pasa con los otros, como mi madre que a los 87 años, en salud y sin problemas mayores tienen como horizonte programado por el propio paradigma de vejez de nuestra sociedad sólo la muerte lenta y medicada. Otros imaginan la vejez en geriátricos, luego hospitalizados, entubados. Profundamente solos, de afectos y de sentido para sus vidas. Un panorama desesperanzado, pero básicamente superficial, erróneo, insustentable e innecesario. La vejez no es una enfermedad tampoco una desgracia. Es un proceso vital que tendría que sostenerse en un modelo social que permitiera vivirlo con naturalidad y en armonía.
Los datos indican que existe una revolución de longevidad.…..La pirámide de población para este siglo demuestra que disminuirá la mortalidad en edades avanzadas y crecerá de manera importante la población 60 +. Pareciera entonces que, según los grandes números, tenemos más chances de envejecer que de morir jóvenes. No resulta evidente que en nuestros países esto sea necesariamente así, ya que primero hay que sobrevivir a una maternidad temprana, al hambre, a la pobreza, a la criminalidad, a la exclusión. Pero, si somos de esos sobrevivientes, resilientes, tenaces y empecinados, si llegamos a viejos igual tenemos que enfrentar la última frontera de ignorancia (propia y ajena), indiferencia y exclusión. El desafío es que pareciera posible y necesario realizar propuestas distintas. Pensar un nuevo tipo de vejez y construir el camino con herramientas a estrenar elaboradas por nosotros mismos. Algunos hablan de envejecer con éxito.
Envejecer bien o mal, ¿quién lo define? esta es la cuestión. Como todos los asuntos humanos genéricos estas preguntas nos arrojan al terreno amplio de los intangibles, pero también de la filosofía, de la historia y nos desafían a elaborar propuestas existenciales profundas. De igual manera, muestran los variados núcleos de actores necesarios y nos afirman en la propia responsabilidad, en el protagonismo de la comunidad, en el del gobierno, en la región, en el mundo.
Buscar respuestas significa transitar por los aspectos del envejecer considerados en la sabiduría milenaria de la humanidad. Pero también explorar y reconocer aciertos y logros actuales. En nuestro país y en otros espacios territoriales más amplios, pensar prospectiva y creativamente "la vejez en el mundo" nos tendría que llevar a fortalecer y mejorar los propios procesos del envejecer individual y social.
Trataremos de explorar este territorio con una convicción: pese a los diagnósticos negativos casi apocalípticos sobre nuestra sociedad en relación con la vejez, (donde la comunidad, vale la pena insistir, ve a las personas abrumadas por las ideas de soledad, sufrimiento, falta de comprensión, pobreza, poco nivel de acceso a una vida digna, rechazo o desconocimiento de la tecnología, aislamiento), existe la posibilidad de construir un mejor paradigma de la vejez si nos concentramos en lo humano vital y nuestras acciones de transformación empiezan por nosotros mismos.
Esta es una reflexión que además tiene el valor de partir de la propia experiencia, de la propia necesidad. Al mismo tiempo, busca ser una invitación para otros. Quienes, para pensar en la longevidad, no tienen porque ser mayores, ni siquiera tienen que ser adultos. Podemos juntos proponernos una aventura de exploración creativa sobre el tema. Existe la oportunidad de una búsqueda de cambios sobre nuestra función como personas (adultas-mayores *, jóvenes, niños) para lograr cambios. Sobre nuestras posibilidades reales de transformación del “estado del arte”, de los mitos, de los paradigmas, de los procesos que en la vida cotidiana personas concretas tienen que enfrentar cuando logran, en un acto supremo de sabiduría, vivir más que otros. Cuando llegan a ser personas longevas.
Convendría aceptar respuestas distintas a las que nos venimos dando. Respuestas distintas porque son las propias de nuestra época, son del Siglo XXI. Para lo cual, quizás implica que es necesario hacernos nuevas preguntas que den cuenta de nuestra propia vida proyectada en aquello que los existencialistas llaman “situaciones límite”, la propia vejez, la propia muerte. La propia vida en todas sus facetas.
En síntesis, la propuesta es construir un Ideario para las vejeces del Siglo XXI.
- En el momento en que escribí estas reflexiones -año 2005- todavía no existía la convención actual -2021- de referirse a "personas" en cambio de "adultos" mayores. Hoy se acepta que es más adecuado hablar de "personas mayores". También se usa "seniors o séniors" y "silver".
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