Julia Pero
- Júlia Peró: «el sistema se ha esforzado mucho para conseguir generarnos un puñado bien cargado de inseguridades mentales y físicas»
- 08 / 04 / 2024 POR Román Aday
- PARA REVISTA VEIN-A YOUNG AND EVER AND FOREVER MAGAZINE FOR ANYONE THAT BELIEVES IN THE YOUTH SPIRIT
- Júlia Peró (Barcelona, 1995) firma una obra muy íntima, una descripción lúcida, corporal, directa y honesta de la vejez. ‘Olor a hormiga’ (Reservoir Books, 2024) es una novela cargada de obsesiones, de anticipaciones, con una trama silenciosa que va avanzando poco a poco y que saca a la palestra a un personaje olvidado, desheredado. Un libro que habla sobre miedos muy humanos de una manera totalmente privada y detallista, hasta convertirlos en universales.
Imagino que te habrán hecho ya muchas veces esta pregunta, pero me parece el mejor punto por el que empezar: ¿piensas a menudo en tu vejez? ¿Cómo te la imaginas?
Llevo pensando en mi propia vejez desde que dejé la adolescencia. Cada día, cuando me miro al espejo, la idea de envejecer me viene a la cabeza como un golpe de aire molesto. La novela es una exploración por los miedos que tengo alrededor de este tema y una de las razones por las que empecé a escribirla fue, ilusamente, para curarme de este miedo. Aún sigo trabajando en él.
Me gustaría pensar que tendré el mejor de los envejecimientos, que me mantendré lúcida, con las ideas claras, que podré seguir escribiendo, seguir recordando las personas y las cosas que amo, que el sistema me cuidará, me apoyará y me ofrecerá recursos para vivir dignamente, que las arrugas se mantendrán a raya, que los huesos no coartarán mi libertad de movimientos. Pero, sobre todo, me gustaría pensar que aún no llegando así a la vejez, conseguiré sobreponerme, no perder la seguridad y quererme con lo que tenga.
Olvido, la protagonista de tu novela, asocia mucho su vejez con su propio cuerpo, o al menos esas son las imágenes son las que me llegaron como lector. Lo más interesante me pareció la forma en la que lo narras, honesta y descarnada. ¿Fue algo que pensaste desde los primeros esbozos de la novela?
Las inseguridades de Olvido con su vejez son, realmente, las que a mí se me han pasado alguna vez por la cabeza. Desde el primer momento tuve en mente que la novela fuera un ejercicio de honestidad implacable. La escribí, de hecho, sin tener presente que alguien iba a leerla luego. También quería para la novela un personaje que me ayudara a alejarme de la romantización de la vejez, de la infantilización y la dulcificación con la que a veces solemos tratar a la gente mayor. Como lectora, además, me gustan mucho los personajes que a ratos caen mal, a ratos dan asco y a ratos pena y comprensión. Creo que es así como el personaje se convierte en un humano.
¿Qué te llevó a escribir esta historia? ¿recuerdas cuando se te metió en la cabeza por primera vez?
Las bases se sentaron, sin yo ser consciente de ellas, cuando empecé a vivir con mi abuela a los dieciocho años. Cuando yo empecé la universidad, ella empezó a perder la memoria. Nos enseñan a cuidar de la infancia (yo, sin siquiera ser madre, ya tengo nociones de cómo se cuidan los bebés) pero no nos enseñan a cuidar de la vejez. Aún menos de la demencia. Fue un tiempo difícil para mí pero aprendí mucho. Años más tarde, cuando empecé a notar las primeras canas o arrugas propias, llegaron también las ganas de hablar de ellas. Creo que fue una mezcla entre estos dos momentos vitales. Además, me ayudó a escribir la novela mi obsesión por la locura, la demencia, lo no protocolario o lo no productivo, es decir, todo aquello que silenciamos como sociedad.
El personaje de Olvido está cargado de aristas, de mal humor, de comentarios duros. ¿Consideras que hemos romantizado un poco la idea de vejez y a las personas mayores con una cierta ternura negando su derecho a la mala hostia, como la del resto del mundo?
Totalmente. Parece que de niña o de vieja se nos niega el derecho a la rebeldía. Y, al final, una persona vieja no es más que alguien que también ha tenido nuestra edad, una persona normal y corriente a la que, aun así, tratamos con condescendencia y sobreprotección. Relegamos a las personas ancianas a un colectivo (como si todas pensaran y sintieran lo mismo) y dejamos de interesarnos por ellas y por lo que puedan aportar. Y por si fuera poco, les robamos el derecho a decidir su propia vida, sus rutinas y sus compañías. Me parece evidente, entonces, que la respuesta a ese trato insatisfactorio sea el enfado.
¿Qué significado ha tenido a nivel vital para ti esta obra?
Más del que me hubiera esperado. No solo porque tengo la grata sensación de que la vejez y lo que esta implica o debería implicar se está debatiendo más gracias a él, sino porque publicar la novela fue el empujón que necesitaba para dejar un trabajo limitante en el que me veía inmersa y actualmente me estoy dedicando a lo que más me gusta: escribir, pero sobre todo leer.
- “Yo creo que piensas así porque la vejez femenina no existe” escribes en un diálogo de la obra, matizando luego con un “no está representada”. ¿Qué te propusiste representar de la vejez femenina con esta obra? ¿Estás contenta con el resultado final?
Estoy satisfecha, sí, porque siempre que me encontraba con referentes que hablan de la vejez (que no hay muchos), me daba cuenta de que en la gran mayoría se relataba la historia de un hombre mayor, no de una mujer. Me apetecía mostrar, de forma transparente, las inseguridades que comporta envejecer como mujer, las violencias tanto sociales como sexuales como emocionales que acarrea una persona leída como mujer (y lesbiana) a cualquier edad, el deseo y la sexualidad que se han silenciado siempre y parece que se siguen silenciando sobre todo en edades adultas o las pocas posibilidades que el sistema ofrece a las mujeres ancianas. A pesar de que la ficción no deja de estar presente en la obra, me da la sensación de que has volcado muchos miedos u obsesiones atemporales que todos podemos tener en tu personaje. ¿Hay una distancia real entre una generación y otra? ¿hay miedos que se tienen y se tendrán siempre?
Creo que el sistema se ha esforzado mucho para conseguir generarnos a todas y todos un puñado bien cargado de inseguridades mentales y físicas para que nos gastemos el poco dinero que tenemos en arreglarlas como sea. Es normal e inevitable que compartamos complejos sin importar la edad.
Vienes de publicar poesía y dejas mucho de ella en esta obra. ¿Qué tal fue el cambio a la novela?
¡Muy duro! Para mí la poesía es juego, experimentación y emoción. Una novela es algo mucho más racional y protocolario y que requiere de cierta estructura y lógica. Para escribir una novela hay que pensar mucho más en quién va a leerla, en si va a captar el mensaje. Y eso es algo que me costó un poco entender. De todas formas, creo que en mi forma de escribir narrativa se nota que vengo de la poesía. Me siento muy cómoda en narrar desde lo lírico y explorando lo emocional y las sensaciones a pesar de ser un relato largo. También he de confesar que, una vez puesta en materia, me acomodé a la narrativa y ahora incluso puedo decir que me llama más escribir otra novela que otro poemario.
Por lo que veo, la obra está funcionan muy bien. ¿Qué crees que pensaría Olvido de que su intimidad despertase tanto interés?
Me imagino que la animaría un poco y la haría sentir más acompañada. ¡O puede que también se muriera de vergüenza!
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