Los intelectuales del mundo y LA NACION Miercoles 18 de Octubre de 2006. "En la Argentina falta confianza recíproca" El economista Stefano Zamagni opina que esa carencia obstaculiza el progreso.


Según el economista italiano Stefano Zamagni, dos carencias traban el desarrollo de la Argentina: la falta de capital institucional –el funcionamiento no siempre eficiente de las instituciones políticas y económicas– y la de capital social, entendido como la confianza recíproca entre miembros de una comunidad. En el fondo, la piedra que Zamagni advierte en el camino a la prosperidad (en la Argentina y en cualquier país que afronte dificultades económicas) es la falta de vigencia de la democracia en toda su plenitud, no sólo restringida al campo político y practicada como sistema de gobierno, sino también como expresión de valores éticos y extendida a todos los ámbitos de la actividad humana.

Profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia, donde dirigió el Departamento de Ciencias Económicas, y en la Johns Hopkins University, Zamagni se ha desempeñado también como investigador y asesor en diversos organismos internacionales. Integró el comité ejecutivo de la Asociación Internacional de Economía, fue consultor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, tarea que le permitió trabajar cerca del papa Juan Pablo II, y ha escrito libros y artículos por los que fue distinguido en varias oportunidades. Entre ellos se cuentan Economía y ética. Ensayos sobre el fundamento ético del discurso económico , Perfil de la historia del pensamiento económico (en colaboración con Ernesto Screpanti) y Economía civil. Eficiencia, equidad, felicidad pública (escrito con Luigino Bruni). Durante su reciente visita al país para participar en el ciclo Cátedra Abierta: Etica, Cultura y Desarrollo, organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires, Zamagni habló con LA NACION sobre los peligros que acechan a la democracia, la relación entre Italia y la Argentina y la respuesta de Europa a los problemas planteados por los movimientos migratorios y los conflictos bélicos internacionales.

-Usted sostiene que es necesario que las democracias promuevan efectivamente el desarrollo económico y cultural de los pueblos y no sean sólo sistemas formales de gobierno. ¿Cómo se avanza en esa dirección?

-Quiero aclarar en qué contexto planteo esta tesis. En los círculos internacionales de la alta cultura se discute cuál es el nexo causal entre democracia y desarrollo económico. Que hay una correlación entre ambos se sabe desde siempre, pero se quiere establecer si la democracia es una consecuencia del desarrollo económico o si el desarrollo económico es consecuencia de la democracia. Estas posiciones son representadas por diversas escuelas de pensamiento en América y en Europa, y hay razones a favor de ambas. Mi tesis es que la democracia genera el desarrollo económico. Quienes sostienen la otra tesis ven la democracia como un fruto maduro del crecimiento económico, y tienden a privilegiar las políticas que favorecen ese desarrollo. El ejemplo que ponen es China: afirman que debe desarrollarse y que no importa si, mientras tanto, los derechos humanos son violados porque piensan que, llegado un determinado momento, su población estará lista para pasar a la democracia. Yo sostengo la otra posición.

-¿Por qué?

-Hasta hace poco se decía que los países que se desarrollan son los que tienen las materias primas (carbón, hierro, petróleo) o los que tienen una buena posición geográfica, o un fuerte capital humano. Hoy sabemos que el desarrollo económico ya no está ligado a la disponibilidad de los recursos naturales, como en el pasado, o sólo al capital humano, sino que los factores decisivos del desarrollo son el capital institucional y el capital social. Si esto es cierto -y el caso argentino confirma que lo es-, debemos favorecer el crecimiento de este tipo de capitales. Ahora, poner la democracia como causa eficiente tiene consecuencias prácticas muy importantes, porque la democracia es como un vaso de cristal de Murano: un valor bellísimo, pero muy frágil.

-¿Cuáles serían esas consecuencias?

-A la democracia no se la puede dar por conquistada de una vez para siempre. La historia nos enseña que muchos países, en ese sentido, han retrocedido. Entonces, es necesario crear continuamente las condiciones para la democracia. Además, la democracia no puede ser confiada sólo a la esfera política: también debe ser confiada a la sociedad civil. En América latina existe la idea de que proteger la democracia es un deber de la clase política. Este es un error gravísimo, porque si de la democracia sólo se ocupan los políticos el riesgo es que quede reducida a un sistema operativo. No basta con tener elecciones libres cada cuatro o cinco años. Tampoco basta con tener diversidad de partidos y libertad de prensa. Esos son los elementos de la democracia formal, y son necesarios, pero no suficientes. No podemos conformarnos con una democracia formal: la democracia debe estar basada sobre valores y debe entrar en la economía, en los lugares de trabajo y de producción. Todos los que participan en una empresa deben tener la posibilidad de ejercer derechos democráticos. Democratizar la vida de la empresas no es sólo una operación económica, sino cultural. Una persona adulta consume dos tercios de su tiempo en el lugar de trabajo. Si los lugares de trabajo no son democráticos, si en ellos las personas no pueden manifestar sus opiniones, ¿cómo se puede pedir que la gente se comporte de manera democrática en la vida política?

-¿Por qué opina que el caso argentino confirma su tesis acerca de que para que haya desarrollo económico se necesita capital institucional y capital social?

-La Argentina es un país que tiene potencial para ser el más rico del mundo. Si miramos la disponibilidad de los recursos naturales y el capital humano, la Argentina está en el primer lugar en el mundo. Sin embargo, ese potencial no está explotado porque faltan capital institucional (constituido por las instituciones políticas o económicas) y capital social. El capital social es la trama de las relaciones de confianza. Aquí falta la confianza recíproca: los argentinos no confían los unos en los otros. Además, habría que privilegiar otro valor que para mí es el más completo: la fraternidad.

-Usted aprecia más la fraternidad que la solidaridad, ¿verdad?

-La solidaridad tiende a igualar lo que es diverso. Con este principio aspiramos a obtener una sociedad menos desigual, que es algo bueno, pero no suficiente. Por ejemplo, Cuba es una sociedad solidaria: más o menos todos están en el mismo nivel. Pero no es una sociedad fraterna. El principio de fraternidad debe consentir a los iguales la posibilidad de ser diferentes, o sea, de afirmar la propia identidad. La solidaridad tiende a hacer más equitativa la satisfacción de los intereses, evitando que haya ricos y pobres. Pero nuestro bienestar como seres humanos no depende sólo de la satisfacción de los intereses, sino también de la afirmación de nuestra identidad, que puede ser una identidad religiosa, étnica, cultural. La sociedad fraterna es pluralista, y el pluralismo no puede ser sólo el de los partidos. Tiene que ser también el de la identidad. De otra forma, no tendremos nunca una democracia. La sociedad solidaria se detiene en la tolerancia; la sociedad fraterna, en cambio, es aquella en la que se practica el respeto. Tolera quien considera que el otro es inferior. Por eso la tolerancia ofende la dignidad humana. Debemos pasar al respeto, a reconocer que el otro tiene un punto de vista distinto que merece ser considerado.

-Dar ese paso parece ser uno de los mayores desafíos que afronta la Europa actual, preocupada por la inmigración.

-Exacto. ¿Dónde se encuentra ahora uno de los mayores problemas de la sociedad multicultural? En Francia. Porque la sociedad francesa está basada en el concepto de tolerancia -positiva herencia de la Revolución Francesa que hoy, sin embargo, no alcanza-, no en el respeto. Lo que ha pasado en los suburbios parisienses es un desastre. Y va a continuar y a empeorar, porque esas personas no se sienten respetadas, sino sólo toleradas.

-¿Qué opina del papel que desempeña Europa en la crisis de Medio Oriente?

-Europa no tiene todavía una política exterior común. Es impotente porque alberga en su interior tres líneas completamente diferentes: la inglesa, la francesa y la alemana. Estas tres líneas tienen una geometría variable, dado que los ingleses son filonorteamericanos, Francia mantiene su unilateralismo nacional y Alemania, con este gobierno, está tratando de reconstruir la relación con los Estados Unidos. Algo parecido pasa con Italia, que varía su posición según el gobierno que tenga. Ahora está más volcada a la línea europeísta. El resultado es que Europa, como bloque, no es eficaz, no puede hablar con una única voz y no llega a hacer nada. Eso es un vergüenza.

-En la relación entre Italia y la Argentina ha vuelto a cobrar importancia la situación de los ahorristas italianos que se vieron perjudicados por el default argentino. ¿Qué grado de responsabilidad cree usted que tiene el país en esa situación?

-Quienes gobernaron la Argentina en los años 90 tienen la responsabilidad de haber conducido una política económica inadecuada, algo que hoy casi todos reconocen. Diría que en el caso de los bonos la responsabilidad mayor la han tenido los bancos. En particular, los italianos, y, sobre todo, los centros de poder financiero. Este es uno de los casos en que la falta de transparencia y el gobierno global del mercado financiero han generado un desastre. Pero diría que, en ese punto, el gobierno argentino también fue víctima de ese mecanismo, guiado por los poderes financieros transnacionales. Sin embargo, veo que a pesar del daño que ha provocado esta situación, no hay resentimiento. Esto es interesante. En Italia nadie habla mal de la Argentina. Aun quienes han sufrido un daño se la agarran con los bancos, no con el pueblo argentino. De hecho, la postura del actual gobierno italiano es de ayuda a la Argentina. El gobierno de Berlusconi no estaba muy a favor de la Argentina. Esta administración quiere volver a la situación precedente.

-¿Considera que la Argentina hizo lo correcto al cancelar su deuda con el Fondo Monetario Internacional?

-El gobierno o los negociadores argentinos, según mi opinión, debían haber insistido más en la responsabilidad del Fondo respecto de la crisis. Lo han dicho, pero no han insistido. Y hoy sabemos que la responsabilidad mayor de la crisis argentina fue del FMI. También lo ha dicho el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Eso no quiere decir que el gobierno argentino no haya tenido responsabilidad en la crisis, pero en el momento culminante de la gestión de ese conflicto el error del Fondo fue gravísimo. La Argentina debió haber insistido más sobre este punto, porque el problema es que el Fondo, cuando comete errores, no paga, y éste es un principio que en el derecho internacional no puede ser aceptado.

-Usted ha sido asesor de Juan Pablo II. ¿Cómo lo recuerda?

-Juan Pablo II era extraordinario. Tenía una capacidad mediática sin par. Era dueño de una curiosidad intelectual que no he hallado en ninguna otra persona y tenía la capacidad de ver un elemento de verdad incluso en quien pensaba diferente de él. Eso explica su gran éxito, porque aun sus adversarios comprendían que respetaba a los otros. Además, siempre me impresionó su concepción del hombre. Juan Pablo II era un existencialista cristiano. Eso quiere decir que, en el modo de pensar el ser humano, partía de la condiciones del hombre que vive en una cierta sociedad, en una particular situación histórica. Juan Pablo II les dio poder a los movimientos dentro de la Iglesia. Pablo VI valorizaba el principio petrino, la jerarquía vertical. El otro principio, el mariano, es horizontal. Juan Pablo II, sin olvidar el principio petrino, valorizó el mariano. Benedicto XVI tiene ahora un trabajo formidable: encontrar un equilibrio entre los dos principios, porque ambos son necesarios como las dos caras de una moneda. La historia de la Iglesia muestra que cuando dentro de esta institución un principio es afirmado contra el otro, la situación se vuelve peligrosa.

Por Verónica Chiaravalli De la Redacción de LA NACION


MercedesJones

EnciclopediaRelacionalDinamica: EnLaArgentinaFaltaConfianzaReciproca (última edición 2018-07-30 22:36:11 efectuada por MercedesJones)