Hay una serie de características que permiten unir relaciones tan dispares como las de género, étnicas y generacionales bajo el epígrafe común del privilegio (positivo para unos y negativo para otros, pero también podrían emplearse otros términos como discriminación, exclusión o usurpación), y a grupos en sí tan dispares como las mujeres, las minorías étnicas o los ancianos, las personas maduras y los jóvenes bajo el de categorías sociales negativamente privilegiadas.

Se trata en todo caso de relaciones en las que los individuos entran, o grupos a los que pertenecen, por características, reales, imaginarias o ambas cosas -normalmente ambas cosas-, adscritas y no adquiridas, a diferencia de las que. como la propiedad, la autoridad o la cualificación, vertebran y separan a las clases sociales. Tales relaciones implican desigualdad de oportunidades, en el peor de los casos su monopolio por un grupo y la exclusión de los otros, pero no necesariamente -aunque sí habitualmente-, ni directamente -aunque lo hagan de manera indirecta-, relaciones de explotación. A diferencia también de las de explotación y clase, tales relaciones y pertenencias son, desde el punto de vista de los individuos -otra cosa es el cambio social- tan inevitables como irrenunciables.

Se nace y se muere casi inexorablemente hombre o mujer, blanco o negro, y casi lo mismo -pero sólo casi- puede decirse de la nacionalidad, la religión, la lengua o la cultura, y se nace inevitablemente joven y se muere inexorablemente viejo, sin que quepa quemar o evitar etapas ni invertir su orden (y, por trivial que esto sea, es lo que une condiciones pasajeras como la juventud o la vejez a condiciones permanentes como el género o la raza).

SOCIOLOGÍA DE LA EDAD Y PERCEPCIÓN DE LOS AÑOS

Teresa del Valle (2002), quien distingue tres tipos de edades: real, atribuida o social y sentida. La primera es la que se basa en la fecha de nacimiento, la edad cronológica, esta edad es la que celebra los cumpleaños, y sirve como mecanismo para establecer etapas en la vida de las personas, por ejemplo, la edad en que se comienza a estudiar, o la edad en que se jubila. La segunda edad es la que es asignada por otros, tiene como parámetro a la edad cronológica y características que definen a las diferentes edades. Siguiendo a Del valle, esta edad permite, por ejemplo, decir si una persona “se ve joven” o no para la edad real que tiene. La edad sentida es la más difícil de definir, dado que se basa en “la definición que la persona hace de sí misma, de lo que quiere hacer, lo que aspiraría, de las cosas que ha hecho y quiere seguir haciendo, de aquellas que desconoce y le gustaría hacer” (Del Valle, 2002: 46). Lo interesante de estos conceptos es esta inclusión de la edad que la propia persona piensa tener, abarcando tanto las condiciones individuales como estructurales de la edad, permitiendo, por ejemplo, contrastar estas diferentes edades y observar la posición del sujeto, desde su edad sentida, con respecto a la edad social que le es atribuida.


EL ESTUDIO DE VOICES Y WIN INTERNATIONAL




MADURESCENCIA


(Espai Factor Humà - 21/03/2019) https://factorhuma.org/es/area-socios/webinars/58928-area-socios/webinars/14199-laura-rosillo-la-revolucion-demografica-el-liderazgo-de-la-nueva-mayoria-madurescente


AMORTALIDAD


LONGEVIDAD Y VIUDEZ


LONGEVIDAD Y EDAD



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