«Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no solo está permitido, sino exigido, el ser persona» MariaZambrano (1904-1991)

* MARÍA ZAMBRANO. MariaZambrano Filósofa y ensayista española, tuvo que exiliarse en 1939. Vivió en Francia, México, Cuba, Puerto Rico, Italia, Suiza… Fue la primera mujer en recibir el Premio Cervantes, en 1988.https://www.filco.es/12-citas-filosofas-reflexionar-cada-dia/




POPULISMO, PREFIERO HABLAR DE OCLOCRACIA https://www.nuevatribuna.es/opinion/voces-canarias/populismo-prefiero-llamarlo-directamente-oclocracia/20181218101748158493.html

PATOLOGÍAS DE LA DEMOCRACIA https://www.elcomercio.com/opinion/patologias-democracia-opinion-columnista-fabiancorral.html

La democracia se define como el gobierno del pueblo La República se definie como el gobierno de las leyes.

Para Solon, es la forma de gobierno puesto en manos de todos igualmente y donde los derechos son iguales entre todos.

Para Platón, aquella forma de gobierno en que el pueblo hace las leyes y elige a sus magistrados.

Para Polibio, ardiente partidario del gobierno de los romanos, lo define simplemente como el gobierno del pueblo y que si este llega a ser insolente y a menospreciar las leyes degenera en oclocracia http://etimologias.dechile.net/?oclocracia o gobierno del populacho el concepto de octocracia coincide con lo que hoy llamaríamos demagogia. Gobierno de la clase menesterosa. Gobierno compuesto por ocho poderes. Oclocracia: El gobierno constituido por la clase menesterosa.

http://books.google.com.ar/booksid=DOZ6D9dbVFoC&pg=PA31&dq=octocracia+definici%C3%B3n+octocracia&hl=es&sa=X&ei=1rdwVMmsCayZsQTCu4GgCg&ved=0CB0Q6AEwAA#v=onepage&q=octocracia%20definici%C3%B3n%20octocracia&f=false

Hay democracia indirecta o representativa cuando la decisión es adoptada por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes. Hay democracia participativa cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios consultivos.

Finalmente, hay democracia directa cuando la decisión es adoptada directamente por los miembros del pueblo, mediante plebiscitos vinculantes, elecciónes primarias, facilitación de la iniciativa legislativa popular y votación popular de leyes, concepto que incluye la democracia líquida. Estas tres formas no son excluyentes y suelen integrarse como mecanismos complementarios en algunos sistemas políticos, aunque siempre suele haber un mayor peso de una de las tres formas en un sistema político concreto.

No debe confundirse República con Democracia, pues aluden a principios distintos, la república es el gobierno de la ley mientras que democracia significa el gobierno del pueblo. 1

¿OCLOCRACIA-O POPULISMO? Muchas son las definiciones que esta palabra ha tenido, así, en 1936 la RAE la define como: “Perteneciente o relativo al pueblo”. En 1985 las misma RAE la define de la siguiente manera: “Doctrina política que pretende defender los intereses y aspiraciones del pueblo”. En la actualidad la definición según la RAE es: “Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. En medio de estas definiciones surgidas durante estos años y más específicamente en el año 1997 el Diccionario de Salamanca la define de la siguiente manera: “ Ideología y comportamiento de los políticos que definen demagógicamente los intereses de las clases populares”.


Politólogo Guillermo O`Donnell “democracias de baja intensidad”


* El tema de los decretos de necesidad y urgencia: file:///C:/Users/TITI/Downloads/Decretocracia-LaNacion%2001.201.pdf

Ver: HorizontalidadEnDemocracia

CLACSO. 2008

La república definida como el gobierno de las leyes.

La política, es el mínimo común interés entre las personas, los intereses de la ciudadanía es sobre lo que debe tratar la política.

Hacen a la base de una teoría de la deliberación. Habermas, Leonard Nelson, Carlos Nino, hay varias cuestiones qué condiciones tienen que tener un argumento para permitir la deliberación, características que hacen que el proceso deliberativo pierda legitimidad.

Para Rousseau dice que la legitimidad se pierde en cualquier momento. Consejo deliberativo privado, Osc, empresas etc

Democracia deliberativa en contexto, es un modelo de democracia liberal.

Julio Montero Diego Albareda

DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN

Teniendo como base la historia de la democracia, Rosanvallon inicia el análisis señalando la discordancia en aquello que la teoría de los regímenes representativos habían ligado al proceso electoral: la legitimidad y la confianza. Aquí se resalta y se describe el carácter fundamental de estas cualidades políticas, su diferente naturaleza y su disociación, que ha sido la constante en los regímenes democráticos, constituyéndose en un problema central en la historia de los mismos.

OPTIMISMO Y CRITICA A: LA MODERNIDAD EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO EUROPEO

Para concluir, permítaseme decir, en forma de aforismos, las si­guientes tres afirmaciones:

CARTOGRAFÍA INTELECTUAL DEL SIGLO XXI


17-06-2023 23:55- DIARIO PERFIL - RODRIGO LLORET

Adam Przeworski es un cientista social que se doctoró en Filosofía en la Universidad Northwestern y que dicta clases de Ciencia Política en la Universidad de Nueva York. Nacido en Polonia y nacionalizado en los Estados Unidos, es un destacado intelectual que en las últimas décadas se ha convertido en uno de los principales especialistas en estudios sobre democracia moderna. En 2010, por caso, fue galardonado con el prestigioso premio Johan Skytte que distingue a los mejores politólogos del mundo por “elevar los estándares científicos con respecto al análisis de las relaciones entre la democracia, el capitalismo y el desarrollo económico”. Miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, se trata de un autor que ha publicado una docena de ensayos filosóficos sobre teoría política, siendo La crisis de la democracia una de sus obras cumbre. La tesis central de Przeworski sostiene que la democracia siempre decepciona. Sin embargo, y esto es lo más curioso, es que esta particularidad, que es intrínseca a su funcionamiento, no erosiona el valor fundamental del propio sistema. Sucede que los problemas con el régimen democrático comienzan con cada proceso electoral, porque luego de una elección aparecen los primeros desilusionados: los votantes que acompañaron a los candidatos derrotados en las urnas. Más adelante, el fenómeno de desencantamiento no se detendrá, sino que aumentará desde el mismo día de asunción del nuevo gobierno, cuando se irán acumulando, paulatinamente, una nueva cantidad de votantes frustrados frente al rechazo a las distintas políticas implementadas.

La democracia, por lo tanto, está obligada a convivir con altos índices de desaprobación. Sin embargo, y esto es lo que la torna el régimen político más interesante, es que a pesar del cuestionamiento que pueda observarse, los ciudadanos que realmente viven bajo un sistema democrático nunca dejaran de valorarlo. Algo de eso está pasando con los argentinos en este preciso momento.

La mejor forma de establecer el apoyo a una democracia es observar el respaldo que ostenta su sistema electoral. Desde el fin de la última dictadura en la Argentina, la participación en los comicios siempre estuvo por encima del 70%. Ese piso solo fue perforado en las PASO de 2021, realizadas en el contexto del Covid: con el 68% de asistencia fue la elección que menos concurrencia evidenció. Mientras que los índices más robustos se registraron en las presidenciales de 1983 y de 1989, que superaron el 85% del padrón. En la década de 1990 los porcentajes decayeron, pero no de manera considerable, ya que la participación se mantuvo en torno al 82%. Y, tras la crisis de 2001, que marcó el peor momento social, político y económico del país, el caudal ciudadano que ejerció su derecho al voto se mantuvo entre el 78% y el 89%. Hasta la implementación de las PASO, ya que en las primarias de 2019 la concurrencia electoral decayó hasta el 76% y en 2021 retrocedió hasta el 68%, un descenso que también se evidenció en la presidencial de ese año, que solo obtuvo el 71% de votantes.

Se trata de una nociva tendencia que podría potenciarse en la actual campaña electoral. Es que las elecciones provinciales realizadas hasta el momento muestran un fuerte aumento de lo que podría denominarse como un fenómeno de “voto bronca”, que se expresa en la creciente presencia de ausentismo, voto en blanco o voto impugnado. Esta clara impugnación a la democracia argentina que se observa por estas horas, representa un condicionamiento que llegó a posicionarse en torno al 35% del padrón en promedio de las 13 votaciones que ya se han celebrado en 2023. Es un paradigma que alcanzó su pico máximo el domingo pasado en Corrientes, elección en la que sólo se obtuvo el 53% de votos válidos. No es un dato menor: cerca de la mitad de los correntinos optó por no expresar su voluntad en las urnas.

Frente a este escenario, algunos interrogantes se tornan fundamentales. ¿La fenomenal crisis económica que atraviesa la Argentina repercute en el sentimiento antidemocrático? ¿La apatía electoral es producto de los altísimos índices de pobreza, inflación y precarización laboral? ¿Se trata de una tendencia que pone en peligro a la propia raíz de la democracia en la Argentina, precisamente, cuando se cumplen cuatro décadas ininterrumpidas de ejercicio electoral? Para arrojar algunas respuestas, es posible reparar en el primer informe de Creencias Sociales elaborado por el Observatorio Pulsar.UBA. Este flamante think tank, creado en el marco de la Universidad de Buenos Aires, tiene por objetivo comprender de manera sistemática los valores sociales y las cosmovisiones de los argentinos en relación a temas culturales, científicos, religiosos y políticos de relevancia pública. El resultado se plasmó en una encuesta nacional sobre la percepción y los valores que los argentinos le atribuyen a la democracia.



GRADO AVANZADO DE LA INTERACCIÓN DEMOCRÁTICA


In the U.S., our cynicism toward politics-as-usual seems to be at an all-time high. More and more people share the perception that our political and economic institutions are rotting from the inside out, that the people who are supposed to represent us are either bought off or are only serving their own selfish ambitions, and that we the people have very little power to make any difference.

This understandably results in a powder keg of rage, fear, and rampant distrust. And when someone like Donald Trump comes along to light the fuse, well, we’d better take cover.

At the same time, political idealism also seems to be coming back into fashion, after being mothballed in the nation’s attic for several decades. Citizens are beginning to understand that our political system is drawn and quartered by a thousand different special interest groups, making the political will required to solve our biggest problems practically impossible to find, yet piecemeal policy fixes will never bring us where we need to go.

For these people it is becoming increasingly clear that a holistic, top-down restructuring of society is the only way to ensure both the short and long-term survival of the Republic. This, of course, helps explain the enduring resonance so many people feel with the Bernie Sanders campaign.

So where does this leave us? We have our raging cynicism on one end of the spectrum, our hopeful idealism on the other, and both are playing a dangerous game of political tug-of-war over the status-quo between them.

Meanwhile our political system remains as adversarial and gridlocked as ever, our economic institutions continue to become more and more insulated from accountability even as they continue to spiral out of control, and our most wicked global problems continue to press down upon us with no solutions in sight.

Something’s got to give.

In some people’s minds, democracy is no longer capable of addressing, let alone solving, these issues.

Democratic systems by their very nature do a poor job leveraging “the wisdom of the crowd”, and instead sustain themselves by splintering the human spirit into a hundred different pieces, and then pitting those pieces against each other in a gladiatorial frenzy of media manipulation and civic nihilism.

We allow the pendulum to swing where it will, hoping that it will trace a path that, in the long run, loosely resembles the shape of our collective wisdom.

But what’s the alternative?

As Winston Churchill famously said, “Democracy is the worst form of government, except for all the others.” Well, that may have been true in the 1940s, but is it still true today?

Alan Watkins doesn’t think so. He thinks there is another option, one which has only very recently made itself available.

Alan calls this new vision of governance “Crowdocracy” — an idea whose time has come.

So what is Crowdocracy? As Alan writes in his latest book, Crowdocracy: The End of Politics:

“Crowdocracy is a linguistic blend of ‘crowd’ and ‘democracy’. It builds on the philosophy of direct democracy and many recent experiments such as citizen assemblies and crowdsourcing legislation as well as many other emergent decision-making models that seek to put the power directly in the hands of the people.”

As Alan and Ken discuss, Crowocracy is based explicitly upon integral principles, particularly the idea that “everyone is right” — that no one is capable of producing 100% error, and so all of our various perspectives actually fit together in some meaningful way. As such it attempts to create a participatory system of governance that can cut through our political, cultural, and ideological differences and allow the wisdom of the crowd to have more control over how we steer our society forward, without ever succumbing to mob-rule or lowest-common-denominator policies.

It seeks, as Alan says, to shift the political landscape “from the idea of power, to the power of ideas.”

For example, a Crowdocratic approach would likely not endorse the sorts of scorched-earth, trial-by-combat contests between Donald Trump supporters and Bernie Sanders supporters (and Hillary Clinton supporters, for that matter.) Rather it would try to identify the common wisdom shared by both groups, understanding that our cynicism and our idealism are actually two different autoimmune responses to the same societal wound, and that our priority should be healing the wound instead of picking our favorite scabs.

Throughout history our governing systems have evolved through a number of dramatic leaps forward — from anarchy to tribalism, to autocracy and fascism, to monarchy and theocracy, and finally to democracy. Each step of the way our systems were designed to respond to the needs of the era, to manage more and more complexity, and to solve problems that were intractable for previous systems of governance.

It appears that society is now poised to take yet another momentous leap.

Whether that leap will be forward or backward remains to be seen — but as the moral arc of the universe bends toward justice, so to do our governing systems bend toward an increase of individual freedom, collective responsibility, and social equity. Assuming our society continues along this same path as it has for millennia, we will surely be thankful to people like Alan Watkins for helping to illuminate the way forward.

Written by Corey deVos Image: Samsara by Michael Harris May 12, 2016 crowdocracy critic and perspective


EnciclopediaRelacionalDinamica: Democracia (última edición 2024-07-29 19:55:30 efectuada por MercedesJones)